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                                                                                                                                  “Al cielo una mirada larga”

                                                                                                                                  Homenaje al padre de la autora, tomando como título el verso de la composición Te busco del dominicano Víctor Víctor.

                                                                                                                                  María Paula Lizarazo

                                                                                                                                  Periodista de Amazonia y Ambiente
                                                                                                                                  "El amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte": El amor en los tiempos del cólera.
                                                                                                                                  Foto: Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En ese paseo vimos La guerra del fuego de Jean Jacques-Annaud y luego, en tus palabras, empecé a escuchar sobre la historia del amor. No me hablaste de Helena y de Paris o de Castel e Iribarne. Me hablaste del amor que se eterniza en su propio tiempo. Me entregaste la enseñanza de don Juan Matus: “más grande que la codicia: el amor”, y yo te escuchaba, como siempre te escuché, convencida de que en tu palabra se escondía la sabiduría universal, que eras el portavoz ancestral de lo insondable, que en tus ojos se guardaba el enigma más preciado que jamás comprenderemos en carne.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Siempre entendiste que las comunidades lograban su propia resolución, y recordaste cada día, en silencio, que tu madre te enseñó a tejer un tronco del que todos alzamos vuelo. Con los años fuimos descubriendo, entonces, por un par de palabras tuyas, que esa resolución humana en la que confiabas es el rezo que alguna vez escribió Octavio Paz: “nunca la vida es nuestra, es de los otros, / la vida no es de nadie, todos somos / la vida –pan de sol para los otros, / los otros todos que nosotros somos–, /soy otro cuando soy, los actos míos / son más míos si son también de todos, /para que se pueda ser he de ser otro, / salir de mí, buscarme entre los otros, / los otros que no son si yo no existo, /los otros que me dan plena existencia”.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Te fuiste en un sueño, como un diente de león que florece en campo ventoso. Te fuiste para quedarte en la certeza del recuerdo y en la promesa de quienes vendrán.

                                                                                                                                  Ah tiempo: que nos dejó tus cuadernos y el tintero seco. Ah lluvia de aquella tarde en la que viste mi reflejo en la ventana y me llevaste a bañarnos en esa lluvia. Aprehendí la libertad.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El domingo, el último, te observé y al unísono leímos que “El tiempo de la memoria es el presente”. Era ese el último presente o nuestra primera memoria. Tú dormías y yo leía en mi cabeza. Pero fuimos uno y lo entendimos. No hubo despedida. El silencio generoso fue nuestro pacto. Hoy eres libre, nada te aqueja ya.

                                                                                                                                  "El amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte": El amor en los tiempos del cólera.
                                                                                                                                  Foto: Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En ese paseo vimos La guerra del fuego de Jean Jacques-Annaud y luego, en tus palabras, empecé a escuchar sobre la historia del amor. No me hablaste de Helena y de Paris o de Castel e Iribarne. Me hablaste del amor que se eterniza en su propio tiempo. Me entregaste la enseñanza de don Juan Matus: “más grande que la codicia: el amor”, y yo te escuchaba, como siempre te escuché, convencida de que en tu palabra se escondía la sabiduría universal, que eras el portavoz ancestral de lo insondable, que en tus ojos se guardaba el enigma más preciado que jamás comprenderemos en carne.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Siempre entendiste que las comunidades lograban su propia resolución, y recordaste cada día, en silencio, que tu madre te enseñó a tejer un tronco del que todos alzamos vuelo. Con los años fuimos descubriendo, entonces, por un par de palabras tuyas, que esa resolución humana en la que confiabas es el rezo que alguna vez escribió Octavio Paz: “nunca la vida es nuestra, es de los otros, / la vida no es de nadie, todos somos / la vida –pan de sol para los otros, / los otros todos que nosotros somos–, /soy otro cuando soy, los actos míos / son más míos si son también de todos, /para que se pueda ser he de ser otro, / salir de mí, buscarme entre los otros, / los otros que no son si yo no existo, /los otros que me dan plena existencia”.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Te fuiste en un sueño, como un diente de león que florece en campo ventoso. Te fuiste para quedarte en la certeza del recuerdo y en la promesa de quienes vendrán.

                                                                                                                                  Ah tiempo: que nos dejó tus cuadernos y el tintero seco. Ah lluvia de aquella tarde en la que viste mi reflejo en la ventana y me llevaste a bañarnos en esa lluvia. Aprehendí la libertad.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El domingo, el último, te observé y al unísono leímos que “El tiempo de la memoria es el presente”. Era ese el último presente o nuestra primera memoria. Tú dormías y yo leía en mi cabeza. Pero fuimos uno y lo entendimos. No hubo despedida. El silencio generoso fue nuestro pacto. Hoy eres libre, nada te aqueja ya.

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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