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Como era habitual, esa noche llegó un guajiro a la casa de Gradelio Pérez. Un amigo de otro barrio que traía un par de amigos más. Le dieron traguito para una décima y luego de un par de décimas más, fueron apareciendo el tres, las guitarras y el güiro con machete.
En la mitad del campo cubano, en la provincia de Sancti Spíritus, la música empezó a salir por las ventanas de la casa. Mientras tanto, el hijo de los Pérez, Alain, dormía como un recién llegado al mundo. Transcurrían los años 70 y los cantos de cuna eran las voces de los repentistas que se habían sumado al jolgorio. Así llaman a los cantadores de esa zona central de la isla. Esa noche, como tantas otras noches, hacían repentismo basado en el punto guajiro. Cantaban también toda la música de parranda en noche de trovadores: son, guaracha, trova espirituana, etc.
De un momento a otro, el guajiro empezó a cantar con la mirada perdida: “Cuando te ven en la rumba / habanera, dicen todos ¡qué linda viene!”.
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La voz, esparcida como aroma de romerillo cubano, pareció viajar muchas millas hacia una lejana escena. El niño de la cuna en la casa de Sancti Spíritus voló con ella muchos años después y completó el verso: “Contigo quieren bailar / para saborear el son que Cuba tiene”.
“Eso es lo que me llama hoy y lo que me llamó a la música sin darme cuenta, ¿no? Toda esa energía”, dijo Alain Pérez, que evoca su infancia mientras se toca la barba en el estudio de grabación de William González, al sur de Cali, hace unas semanas.
Es la tercera vez que el músico cubano visita la capital del Valle del Cauca. La primera fue a sus diecisiete años, como cantante del grupo Irakere. Era, además, su primer viaje internacional y su gira inaugural como músico.
“El primer país que yo conocí cuándo salí de Cuba fue Colombia. Era un adolescente, venía con los Irakere. Nos presentamos aquí, en el teatro Jorge Isaacs, acompañados de la Orquesta Sinfónica. Se tocaron unas piezas clásicas de Chucho Valdés, del repertorio latin jazz y tocamos también los temas que yo había escrito. Porque Chucho me dio la oportunidad de escribir y hacer arreglos para mis canciones”, prosiguió.
Un par de años previos a ese viaje, Alain Pérez estaba dando un concierto con un grupo de amigos en la escuela. Dionisio de Jesús Valdés Rodríguez (Chucho Valdés), gran referente para ellos, estaba en el público. Valdés esperó hasta el final. “Él fue quien se acercó a mí, me felicitó”, dijo exaltado. “Y me invitó a tocar. ¡El grupito mío de la escuela de telonero con los Irakere y Los Van Van en un concierto!”, continuó, como no creyendo del todo ese momento de la historia que lo perpetuaría en los grandes escenarios.
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África, Cuba y Cali
Luego de tocar con Irakere e Issac Delgado y convertirse en el director musical de la agrupación en un cabaré habanero, Alain Pérez llegó a España a finales de años 90. Y arrancando este siglo, participó junto a Enrique Morente y otros músicos en el proyecto “África, Cuba, Cai”. En el encuentro se fusionaron flamenco, música cubana y ritmos africanos.
“Verdad que es una coincidencia, un ciclo, un movimiento de energía. Ese ciclo se repite. Hace casi veinte años, la intención de un artista como Enrique, revolucionario, era enunciar que todos venimos del mismo lugar y de cierta forma le debemos a África casi todo. ¿Me entiendes?”.
Pérez caviló sobre el juego de palabras que conectó esa intención con el propósito que lo trajo a Cali hoy: la Colectiva Mandjuazz. Una agrupación que le puso una ele a Cai, que viene de Cádiz. Así es ahora: África, Cuba y Cali. “¿Verdad que es curioso? Menos mal que te acordaste, porque es muy especial. La energía y ese ciclo se repite y me devuelve a encontrarnos una vez más”, dijo.
Mencionó que ya no es Enrique Morente, sino que se ha juntado hoy con Richie Flores y Harlinson Lozano Santibáñez, entre otros. Hacen música en tributo a Miguelinho N’Simba.
“Seguimos en esto de compartir la misma raíz. De encontrarnos como familia, así hayamos nacido lejos. El trabajo de Harly ha sido increíble, esta vez creo que he experimentado más a Cali. He vivido un poco la música del Pacífico colombiano de la mano de él y otros amigos músicos”, anotó.
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En este punto, Pérez mencionó que, más allá de las formas musicales, hay algo en común entre todos los músicos con los que ha trabajado: Calamaro, Paco de Lucía, Celia Cruz, Morente, Paquito de Rivera... Lo resumió con palabras claves: humildad, honestidad y convicción.
“Son seres especiales, personas irrepetibles. Con una forma única de sentir y amar, y una convicción por su tierra. Cuando el artista ama verdaderamente la música, su obra se convierte en algo del más allá. La música no llega a ser nunca números ni el resultado del comercio del mercado. La música desde el amor se convierte en una transformación colectiva, en un espíritu”, concluyó.
En medio de una noche espirituana, de un momento a otro, un guajiro empezó a cantar con la mirada perdida, al pie de una ventana en la casa de los Pérez: “Cuando te ven en la rumba / habanera, dicen todos ¡qué linda viene!”.
Alain Pérez terminó la cuarteta en Cali, varias décadas después: “Contigo quieren bailar / para saborear el son que Cuba tiene”.
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