Alberto Torres Blandina: “La autoficción es el filtro de los escritores”
Entrevista al escritor valenciano Alberto Torres Blandina sobre su novela Jávea (Candaya, 2020), una crítica social sobre el dinero y la precariedad.
Isabel-Cristina Arenas S.
Alberto Torres Blandina (Valencia, 1976) es profesor de literatura y creación literaria, ha publicado Cosas que nunca ocurrirían en Tokio (Premio Internacional Las Dos Orillas 2007, Premio de la Médiathèque Bussy Saint-Georges a la mejor novela extranjera publicada en Francia en 2010), entre otras obras más. Su reciente libro es Jávea (Candaya, 2020), una novela que fluye, que atraviesa generaciones, países, edades, estados de ánimo, clases sociales, rencores y testimonios.
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Jávea cuenta la historia de un niño que, sin ser pobre, es bastante menos afortunado que los vecinos de su barrio, sus compañeros de colegio y de la universidad. Más tarde sabe que varios de sus colegas artistas y escritores pueden darse el lujo de “aguantar hambre”, precisamente porque son ricos. Siente envidia y rabia, rencor social. Lo siente incluso en el presente: “Si hoy tuviera una casa en Jávea ya me daría igual, ese niño no la tuvo”. Jávea es un municipio ubicado en la Comunidad Valenciana en España, “un pueblo bien cerca del mar”, se diría en Colombia, en donde los propietarios de casas o pisos en la ciudad tienen una segunda residencia para descansar durante el verano. Jávea es privilegio, un símbolo, un lugar representativo de gente con altos ingresos. Torres Blandina es el autor y narrador del libro, quien insiste en que no hay ficción en su obra. La novela es una crítica social sobre el dinero y la precariedad, acompañada por la enfermedad, el suicidio, el viaje, las drogas y la inconformidad.
¿Por qué escogió Jávea y no otra ciudad de España como escenario?
Realmente el lugar no lo elegí yo porque no es autoficción, es más una crónica. Utilizo mi vida y las de otras personas para argumentar sobre la meritocracia y cómo funciona. Existe una idea un poco cándida al respecto, pero hay una letra pequeña. Además, fue real esa comida con amigos artistas en la que me di cuenta de que era el único que no tenía apartamento en Jávea, Denia u otros lugares similares. En Valencia, Jávea era el lugar donde iban los progres de dinero, la gente de izquierda con dinero, así que era perfecto para hablar del mundo de los artistas, que son pocos los que no vienen de familia bien. Nunca he tenido segunda residencia de ningún tipo y tengo una frustración por esto, un rencor social. Ya sé que suena muy pijo, pero quería reflexionar sobre este tema. Cuando acabé la carrera quería ser funcionario, tener un trabajo estable y no pasarla como la pasaron mis padres.
¿Por qué su insistencia en que todo lo que tenga que escribir sea real?
Porque si quiero hablar de cómo nos condicionan el dinero y la clase social, y me invento una historia de ficción, no tiene sentido. Me planteé muchas veces esta obra como una especie de ensayo o investigación. Quise hablar de los problemas de mi familia y de mis amigos, sobre los miedos, frustraciones y dificultades que ellos tuvieron relacionados con el dinero. La autoficción es el filtro de los escritores, y ya vivimos en un mundo de filtros en las redes sociales.
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Los testimonios han sido la base de la investigación para escribir el libro. Entre todas las historias que escuchó, ¿cómo escogió qué contar y qué no?
Hay líneas rojas y hay detalles que no cuento. Mi madre la leyó antes de publicarla y sabía que no le había sentado bien, estaba triste, pero quería tomar su voz con lo que ella me dijera. Desnudé bastante a todo el mundo, pero había cosas que no eran necesarias, y muchas veces lo verosímil no es verdad, y la verdad muchas veces no es verosímil.
La novela es un río de situaciones, pensamientos y voces en diferentes momentos de la vida del narrador, también desde diversos lugares geográficos, pero es sencilla, divertida, a pesar de algunas situaciones dramáticas. ¿Cómo decidió la forma en la que está armado el libro?
Quería que funcionara como una suite, con motivos que se fueran repitiendo, con estribillos. Hay muchos símbolos, los olivos, por ejemplo. Quería que quien la leyera sintiera que está dentro del mismo universo, que fuera una composición musical con algunas partes densas, como cuando están en la cadena de montaje, entonces lo siguiente debía ser la historia de India, con humor y muy rápida.
El orgullo de decir que nada le ha sido regalado y la necesidad de trabajar en lo que sea para poder crear algo propio como artista, pero al mismo tiempo desear haber nacido con una herencia. ¿Qué tan importante considera el dinero en la vida de un escritor?
Vivir de la escritura lo veo casi imposible, vivir bien, me refiero. Tengo muchos amigos que malviven y deben hacer cosas que no les gusta para llegar a fin de mes. Quiero escribir lo que quiera y me siento muy libre, por eso soy profesor de secundaria, hice una oposición para tener plaza fija. Es cierto que tengo menos tiempo que otros y hago menos proyectos, pero no escribo pensando si algo vende o no, y eso es un privilegio. Y sé que Jávea es arriesgada en la forma en la que está escrita, pero es la novela que quería escribir.
La bañera de la casa es la piscina imaginaria del narrador, pasó los veranos ahí sin salir del barrio y con ganas de viajar. Alguien puede experimentar la precariedad en cualquier parte del mundo, pero cambia si pensamos en Colombia, en donde unos tienen la piscina en su casa, otros ni siquiera tienen una casa o un techo, y menos un baño. ¿Cree que la educación es una posible salida de la precariedad sin importar el país?
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Creo que lo fue en algún momento. Antes la idea era: vamos a educar a todo el mundo porque el país será más potente, habrá más inventos y más mano de obra válida para sobresalir entre otros, pero no sé si ahora es así. Comienza a sobrar gente, no hace falta tanta mano de obra, todo está muy globalizado, ya no mandan las naciones, sino las empresas. Igual sucede con la sanidad, que cada vez es menos importante. Antes querían que estuviéramos sanos para pasar 12 horas en las fábricas. Soy consciente de que hablo desde mi contexto, desde profesiones liberales, desde los artistas en donde he sido el pobre, desde ahí hablo. Fui un niño de clase media baja, y aunque sé que fui un privilegiado si me comparo con otros, las frustraciones son inevitables.
Alberto Torres Blandina (Valencia, 1976) es profesor de literatura y creación literaria, ha publicado Cosas que nunca ocurrirían en Tokio (Premio Internacional Las Dos Orillas 2007, Premio de la Médiathèque Bussy Saint-Georges a la mejor novela extranjera publicada en Francia en 2010), entre otras obras más. Su reciente libro es Jávea (Candaya, 2020), una novela que fluye, que atraviesa generaciones, países, edades, estados de ánimo, clases sociales, rencores y testimonios.
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Jávea cuenta la historia de un niño que, sin ser pobre, es bastante menos afortunado que los vecinos de su barrio, sus compañeros de colegio y de la universidad. Más tarde sabe que varios de sus colegas artistas y escritores pueden darse el lujo de “aguantar hambre”, precisamente porque son ricos. Siente envidia y rabia, rencor social. Lo siente incluso en el presente: “Si hoy tuviera una casa en Jávea ya me daría igual, ese niño no la tuvo”. Jávea es un municipio ubicado en la Comunidad Valenciana en España, “un pueblo bien cerca del mar”, se diría en Colombia, en donde los propietarios de casas o pisos en la ciudad tienen una segunda residencia para descansar durante el verano. Jávea es privilegio, un símbolo, un lugar representativo de gente con altos ingresos. Torres Blandina es el autor y narrador del libro, quien insiste en que no hay ficción en su obra. La novela es una crítica social sobre el dinero y la precariedad, acompañada por la enfermedad, el suicidio, el viaje, las drogas y la inconformidad.
¿Por qué escogió Jávea y no otra ciudad de España como escenario?
Realmente el lugar no lo elegí yo porque no es autoficción, es más una crónica. Utilizo mi vida y las de otras personas para argumentar sobre la meritocracia y cómo funciona. Existe una idea un poco cándida al respecto, pero hay una letra pequeña. Además, fue real esa comida con amigos artistas en la que me di cuenta de que era el único que no tenía apartamento en Jávea, Denia u otros lugares similares. En Valencia, Jávea era el lugar donde iban los progres de dinero, la gente de izquierda con dinero, así que era perfecto para hablar del mundo de los artistas, que son pocos los que no vienen de familia bien. Nunca he tenido segunda residencia de ningún tipo y tengo una frustración por esto, un rencor social. Ya sé que suena muy pijo, pero quería reflexionar sobre este tema. Cuando acabé la carrera quería ser funcionario, tener un trabajo estable y no pasarla como la pasaron mis padres.
¿Por qué su insistencia en que todo lo que tenga que escribir sea real?
Porque si quiero hablar de cómo nos condicionan el dinero y la clase social, y me invento una historia de ficción, no tiene sentido. Me planteé muchas veces esta obra como una especie de ensayo o investigación. Quise hablar de los problemas de mi familia y de mis amigos, sobre los miedos, frustraciones y dificultades que ellos tuvieron relacionados con el dinero. La autoficción es el filtro de los escritores, y ya vivimos en un mundo de filtros en las redes sociales.
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Los testimonios han sido la base de la investigación para escribir el libro. Entre todas las historias que escuchó, ¿cómo escogió qué contar y qué no?
Hay líneas rojas y hay detalles que no cuento. Mi madre la leyó antes de publicarla y sabía que no le había sentado bien, estaba triste, pero quería tomar su voz con lo que ella me dijera. Desnudé bastante a todo el mundo, pero había cosas que no eran necesarias, y muchas veces lo verosímil no es verdad, y la verdad muchas veces no es verosímil.
La novela es un río de situaciones, pensamientos y voces en diferentes momentos de la vida del narrador, también desde diversos lugares geográficos, pero es sencilla, divertida, a pesar de algunas situaciones dramáticas. ¿Cómo decidió la forma en la que está armado el libro?
Quería que funcionara como una suite, con motivos que se fueran repitiendo, con estribillos. Hay muchos símbolos, los olivos, por ejemplo. Quería que quien la leyera sintiera que está dentro del mismo universo, que fuera una composición musical con algunas partes densas, como cuando están en la cadena de montaje, entonces lo siguiente debía ser la historia de India, con humor y muy rápida.
El orgullo de decir que nada le ha sido regalado y la necesidad de trabajar en lo que sea para poder crear algo propio como artista, pero al mismo tiempo desear haber nacido con una herencia. ¿Qué tan importante considera el dinero en la vida de un escritor?
Vivir de la escritura lo veo casi imposible, vivir bien, me refiero. Tengo muchos amigos que malviven y deben hacer cosas que no les gusta para llegar a fin de mes. Quiero escribir lo que quiera y me siento muy libre, por eso soy profesor de secundaria, hice una oposición para tener plaza fija. Es cierto que tengo menos tiempo que otros y hago menos proyectos, pero no escribo pensando si algo vende o no, y eso es un privilegio. Y sé que Jávea es arriesgada en la forma en la que está escrita, pero es la novela que quería escribir.
La bañera de la casa es la piscina imaginaria del narrador, pasó los veranos ahí sin salir del barrio y con ganas de viajar. Alguien puede experimentar la precariedad en cualquier parte del mundo, pero cambia si pensamos en Colombia, en donde unos tienen la piscina en su casa, otros ni siquiera tienen una casa o un techo, y menos un baño. ¿Cree que la educación es una posible salida de la precariedad sin importar el país?
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Creo que lo fue en algún momento. Antes la idea era: vamos a educar a todo el mundo porque el país será más potente, habrá más inventos y más mano de obra válida para sobresalir entre otros, pero no sé si ahora es así. Comienza a sobrar gente, no hace falta tanta mano de obra, todo está muy globalizado, ya no mandan las naciones, sino las empresas. Igual sucede con la sanidad, que cada vez es menos importante. Antes querían que estuviéramos sanos para pasar 12 horas en las fábricas. Soy consciente de que hablo desde mi contexto, desde profesiones liberales, desde los artistas en donde he sido el pobre, desde ahí hablo. Fui un niño de clase media baja, y aunque sé que fui un privilegiado si me comparo con otros, las frustraciones son inevitables.