Aldous Huxley: enemigo de las especializaciones y un buscador constante del sentido de la vida
Las enseñanzas que el escritor británico dejó en sus libros y ensayos fueron recopiladas en Otro fin del mundo es posible (Cómo Aldous Huxley puede salvarnos), el más reciente libro de Alejandro Gaviria. Reflexiones sobre el sentido de la vida, la relación de los seres humanos con el entorno natural, así como de la educación, son algunas de las posturas del autor inglés que aún hoy permanecen vigentes.
María José Noriega Ramírez
“Este es un libro de ideas, un libro sobre una forma de ver y entender el mundo”, así se leen las primeras líneas de Otro fin del mundo es posible (Cómo Aldous Huxley puede salvarnos), el más reciente libro de Alejandro Gaviria. En un intento por rescatar los pensamientos y las ideas del escritor británico, quien incluso escribió un artículo para la Revista Trimestral de Cultura Moderna de la Universidad Nacional, Gaviria retoma postulados que, aunque antiguos, hoy resultan pertinentes y acertados. El asombro mismo por la vida, por el simple hecho de existir, las posturas de Huxley como un hombre pacífico, su escepticismo ante la propaganda y el consumo masivo, así como su postura frente a la educación y a la necesidad de entender que el hombre es un elemento más de la naturaleza, y no un ser superior como se ha creído a lo largo de la historia, son algunas de las reflexiones albergadas en el escrito. Esto, bajo una premisa clara: las ideas son la base de la sociedad y, como tal, todo cambio social debe venir impulsado por ellas.
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“Este es un libro de ideas, un libro sobre una forma de ver y entender el mundo”, así se leen las primeras líneas de Otro fin del mundo es posible (Cómo Aldous Huxley puede salvarnos), el más reciente libro de Alejandro Gaviria. En un intento por rescatar los pensamientos y las ideas del escritor británico, quien incluso escribió un artículo para la Revista Trimestral de Cultura Moderna de la Universidad Nacional, Gaviria retoma postulados que, aunque antiguos, hoy resultan pertinentes y acertados. El asombro mismo por la vida, por el simple hecho de existir, las posturas de Huxley como un hombre pacífico, su escepticismo ante la propaganda y el consumo masivo, así como su postura frente a la educación y a la necesidad de entender que el hombre es un elemento más de la naturaleza, y no un ser superior como se ha creído a lo largo de la historia, son algunas de las reflexiones albergadas en el escrito. Esto, bajo una premisa clara: las ideas son la base de la sociedad y, como tal, todo cambio social debe venir impulsado por ellas.
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Con un ejercicio de conversación entre autor (Huxley) y lector (Gaviria), el libro es una reflexión sobre las sociedades modernas y la experiencia humana. “Aquí se promueve una forma de entendimiento de la realidad que es escéptica y esclarecida al mismo tiempo. Esta visión enfatiza, entre otras cosas, la necesidad ética de la compasión, el asombro como imperativo vital, el escepticismo sobre las ideologías y las simplificaciones del mundo, la conexión de todas las formas de vida y la búsqueda permanente de sentido y autotrascendencia. La visión de Huxley conjuga una denuncia a los extravíos de las civilizaciones técnicas y una celebración de la vida en este planeta, en este universo”.
Un humanista y crítico de la sociedad, un símbolo de la contracultura, eso fue Aldous Huxley. Su vida se resume en unas ansias incesantes de querer aprender y entender más al ser humano y al mundo, pero entre más conocía, menos respuestas obtenía. Según él, la vida es un misterio. De ahí que haya sido un fuerte crítico de la sociedad de consumo, en general, y de la publicidad, en particular. “Huxley sabía que los publicistas habían descubierto nuestro lado flaco, nuestra tendencia de buscar (torpemente) en los bienes de consumo una respuesta a los problemas esenciales del ser humano”.
Las personas, “aunque amamos la libertad, añoramos las cadenas”; y no solo cedemos ante la propaganda, sino también ante los políticos, las ideologías y ante la falta de autocrítica. Como tal, las diferencias no las aceptamos, por el contrario, “si un hecho contradice nuestras convicciones más íntimas lo rechazamos sin más”.
Así, para el escritor británico, somos beneficiarios y víctimas de la cultura. Por un lado, se corre el riesgo de desorden social, al no tener normas que direccionen nuestro actuar, pero, por otro, se llega al extremo del control social absoluto. De ahí que el autor consideraba que “la cultura nos hace florecer, pero simultáneamente cercena nuestras iniciativas. Las normas sociales, por ejemplo, son fundamentales para el funcionamiento de la sociedad, pero castigan la disidencia y favorecen la uniformidad”.
Atención y compasión son dos enseñanzas que Huxley aprendió en sus años de estudio y reflexión. La primera, como un llamado a tomar consciencia. La segunda, como una necesidad ética de solidaridad con los demás seres a su alrededor. Esto, dado que su interés fue el de cuestionar la supremacía de los hombres. “En cualquier otra parte, para los animales, es evidente que Satán es el Homo Sapiens”, escribió en La Isla, su última novela. Y es que para él, el origen del antropocentrismo, así como del dominio del hombre sobre el entorno natural, no es otro distinto al mundo de las ideas. “Las cosas son más complejas, decía Huxley. La crisis ecológica, es su opinión, comienza con nuestras ideas (despóticas) sobre la relación entre el hombre y la naturaleza, ideas que tienen unas raíces profundas en la historia. Si esas ideas no cambian, insinuó, será muy difícil resolver la crisis”.
Su convicción de que en las ideas está el origen de lo que somos como sociedad, pero también de los posibles cambios que se podrían gestar, guarda relación con su postura frente a la educación. “El hombre es un anfibio que vive simultáneamente en dos mundos, el mundo de la materia y el mundo de los símbolos”, escribió Huxley en el prólogo al libro La libertad primera y última de J. Krishnamurti. Para el escritor, el ser humano se mueve entre el lenguaje simbólico y el de la receptividad sensorial, así como entre el de las ciencias y el de las artes. “Pero pensaba, al mismo tiempo, que los símbolos y las ideas podían hacernos perder el sentido de la realidad (…), llevarnos a la creencia falsa de que los conceptos (las formas simplificadas como representamos el mundo) son más importantes que la vida (…). En su opinión, una educación para la receptividad, esto es, una educación no verbal, era casi tan importante como la educación formal”. En un fragmento de La isla se lee: “la educación para la receptividad, dice uno de los personajes, es el complemento y el antídoto de la educación para el análisis y la manipulación de los símbolos (…). Si uno quiere siempre podrá sustituir las mejores percepciones por una mala idea preparada de antemano. ¿Pero por qué habría uno de hacer esa elección? ¿Por qué no escuchar a ambas partes y armonizar los puntos de vista de los dos?”.
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Enemigo de las especializaciones y un buscador constante del sentido de la vida, de ahí que siempre antepusiera la duda y el escepticismo a los dogmas y a los modelos simplificadores de la vida, Huxley trató de tender puentes a través de sus escritos. No en vano el norte de su vida fue “tratar de saberlo todo, sin tomarse nada muy en serio”.
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Nieto de Thomas H. Huxley, uno de los divulgadores científicos del siglo XIX y fuerte defensor de las ideas de Darwin, y sobrino nieto de Mathew Arnold, poeta y crítico literario, Aldous Huxley creció, y se consolidó como escritor, de la mano de las artes y la ciencia. Su gran amigo de la vida fue Edwin Powell Hubble, astrónomo estadounidense recordado por el telescopio que lleva su nombre.
Títulos como Un mundo feliz, Literatura y ciencia, y La isla albergan las ideas y posturas de un autor crítico de su tiempo y de una sociedad moderna que atentaba, y aún lo sigue haciendo, contra el medio ambiente. La educación y el escepticismo frente al modelo de desarrollo de la humanidad, así como de la relación entre seres humanos y tecnología, son algunas de las temáticas constantes en sus reflexiones académicas y literarias. No en vano, cien años después de la publicación de Evidencia sobre el lugar del hombre de la naturaleza, texto de la autoría de su abuelo, “él retomó la discusión sobre nuestro lugar en la naturaleza, las implicaciones ontológicas de las ideas de Darwin y la necesidad de celebrar la intrincada red de relaciones de la que hacemos parte”, afirma Gaviria en su libro.
Casado en dos ocasiones, con María Nys y Laura Archera, las concepciones sobre la muerte, el fin de la existencia terrenal, fueron la última compañía tanto para él como para su primera esposa. “Estás yendo hacia la luz. Presto y consciente. Voluntaria y conscientemente estás yéndote. Estás haciendo esto hermosamente. Estás yendo hacia la luz, hacia un amor más grande”. Con estas palabras el mismo Huxley describió la muerte de Lakshmi, uno de los personajes de La isla. El autor británico murió el 22 de noviembre de 1963, a los 69 años, mismo día en el que fue asesinado John F. Kennedy.
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Los datos biográficos se obtuvieron del libro Otro fin del mundo es posible (Cómo Aldous Huxley puede salvarnos).