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Alejandra Pizarnik y “el romance trágico y apasionado con un poeta colombiano”

Fragmento de “Biografía de un mito”, publicada a propósito de los 50 años de la muerte de la escritora argentina, que tuvo una relación con Jorge Gaitán Durán.

Cristina Piña y Patricia Venti * / Especial para El Espectador
01 de noviembre de 2022 - 03:37 p. m.
Alejandra Pizarnik sigue siendo una de las escritoras latinoamericanas de mayor culto en los círculos literarios. Nació el 29 de abril de 1936, en Avellaneda, y se suicidó el 25 de septiembre de 1972, en Buenos Aires.  / Archivo
Alejandra Pizarnik sigue siendo una de las escritoras latinoamericanas de mayor culto en los círculos literarios. Nació el 29 de abril de 1936, en Avellaneda, y se suicidó el 25 de septiembre de 1972, en Buenos Aires. / Archivo
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Es preciso que nos detengamos en un episodio poco conocido para el públi­co pero señalado infaliblemente tanto por los amigos de Ale­jandra de París como por su hermana: el romance trágico y apasionado con el poeta colombiano Jorge Gaitán Durán.

Si bien respecto de la relación que ambos tuvieron hay una serie de malentendidos por parte de los cronistas y estudiosos argentinos y algún español en cuanto a las fechas de la vincula­ción amorosa de Alejandra y Gaitán Durán, tanto los comenta­dores colombianos como su amiga Ivonne Bordelois confirman que se conocieron en París, lugar donde se dio la atracción entre ambos, no al final de su residencia en Buenos Aires, antes de viajar a París, como lo señalan desde Rubén Benítez hasta Ana Nuño, basándose en una aparente información de Olga Orozco. (Recomendamos: Un ensayo sobre por qué Alejandra Pizarnik fue un de las más grandes poetas de habla hispana).

Desde un punto de vista, no era difícil que la atracción mutua se diera: cuando recorremos la obra de Jorge Gaitán Durán y reparamos en la importancia que tuvo para el autor colombiano tanto el erotismo como la figura del Marqués de Sade, así como su forma de entender la poesía, queda claro que se da una hermandad espiritual con Pizarnik.

Como el mismo poeta colombiano lo dice en una decla­ración de su Obra completa:

“No escribo sobre Sade por motivos estrictamente literarios o filosóficos, ni tampoco porque su obra favorezca de singular modo mis obsesiones o contribuya a liberarme de ellas sino por una comprobación sobre mi intimidad que quizá pueda extenderse a toda la intimidad humana: cada ser siente o vis­lumbra en ciertos instantes de sigilo trémulo que el erotismo introduce en la vida un elemento de placer y de fiesta, pero también de desorden y destrucción […] Hemos tenido la reve­lación de que todos podemos ser casos extremos, de que en el mismo acto con que otorgamos la vida, con que desencadena­mos el proceso de la reproducción —aún en los marcos esta­blecidos por la Iglesia o el Estado—, nos acercamos vertigino­samente al mal y a la muerte”.

No es de extrañar que poetas que se enfrentaban con la poesía y el erotismo de esta manera se hayan sentido profun­damente atraídos. Como años después lo dirían Olga Oroz­co e Ivonne Bordelois, hubo un enamoramiento profundo, al menos de Alejandra por Gaitán Durán, que en el caso del testimonio de su hermana Myriam se confirma con la afir­mación de que con este poeta Alejandra habría fantaseado con casarse. Solo que a su hermana nunca le dijo el nombre del hombre del que se había enamorado, pero sí le habló de su trágico accidente, que habría segado los planes de com­partir su amor.

Aparentemente así hubiera sido cuando Gaitán Durán volviera a París tras el viaje fatal en el que murió. Pero los dados del destino se jugaron de otra manera y todo terminó en el accidente, cuyo relato tomamos del mismo artículo de Jaramillo Agudelo antes citado y que transcribe una noticia del diario El Espectador, del sábado 23 de junio de 1962:

“Point-A-Pitres, Guadalupe, 22 de junio (UPI). Un gigantesco avión a reacción Boeing 707 de la Air France, al mando del piloto preferido del presidente de Francia, Charles de Gaulle, se estrelló hoy en medio de una fuerte tormenta en el ‘Lomo de Burro’ de unos 800 metros de altura, cubierto de una selva tropical, perecieron las 111 personas que iban en la máquina”. Eran las 3:30 de la madrugada del viernes 22 de junio de 1962 y uno de los pasajeros era Jorge Gaitán Durán.

Gaitán Durán tenía 37 años, era el primer director y princi­pal sostén de Mito, la mejor revista que —aún hoy— se ha publicado en Colombia. Estaba participando en política y había sostenido ya una polémica escrita con un expresiden­te. Tenía seis libros de poesía publicados y era uno de los poetas más reconocidos en Latinoamérica. Disfrutaba de una temprana plenitud en el momento en que “el enorme Boeing se precipitó a plena fuerza en un barranco a 40 kiló­metros aproximadamente, de Pont-A-Pitre, derribando a su paso troncos, y ramas y segando, como si fuera una gigantes­ca guadaña, una faja de 50 metros de extensión antes de es­trellarse finalmente”. (pág. 20)

Uno de los elementos que, además del testimonio de sus amigas, confirma dicha relación, es una carta que, como nos informa Saúl Gómez Mantilla, le envió al común amigo Pe­dro Gómez Valderrama:

De la amistad entre Gaitán Durán y Pizarnik, Pedro Gómez Valderrama nos cuenta de una carta que le envió Pizarnik pocas semanas después de la muerte del poeta colombiano: “Quisiera comunicarle mi dolor por la muerte de Jorge Gaitán Durán. Nos habíamos hecho amigos, y estuve con él unos días antes del horrible accidente… Justamente cuando le conocí pensé que nunca había visto a un poeta tan solar, con tantas ganas de vi­vir. Lo sucedido no solo me produjo dolor, sino ira…”.

A esto habría que sumar las dos referencias que Alejandra le hace a Ostrov en sus cartas. Si en la primera (29 de junio de 1962) le dice que se habían hecho amigos, en la segunda, del 21 de septiembre, hay una modulación significativa, se habrían hecho “más que amigos”.

Tenía 35 años, era muy bello e hicimos antes de su partida, planes maravillosos y posibles que me hubieran sacado de mi miseria. Su muerte me afectó enormemente. (pág. 88)

Es decir que en este contexto hemos de ver el poema que, años después, aparecerá en Los trabajos y las noches, dedicado a él, y que probablemente haya escrito más cerca de la trágica madrugada de su muerte:

Memoria

A Jorge Gaitán Durán

Arpa de silencio

en donde anida el miedo.

Gemido lunar de las cosas

significando ausencia.

Espacio de color cerrado.

Alguien golpea y arma

un ataúd para la hora,

otro ataúd para la luz.

Pero incluso ante un episodio como este, confirmado por sus amigas más cercanas —Olga e Ivonne— y por su hermana Myriam, así como por los periodistas colombia­nos que escriben sobre él, cabe dudar. Porque a Aurora Alonso se lo cuenta de manera totalmente fabulada: lo con­vierte en el amor que había tenido con un piloto de Air France que se había matado en un accidente en África. Y la amiga se lo cree pese a que “se parecía, a la historia de va­rios pilotos famosos”.

* Se publica con autorización de Penguin Random House Grupo Editorial, sello Lumen.

Por Cristina Piña y Patricia Venti * / Especial para El Espectador

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