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Usted encarnó el personaje de Miguel en “La frontera”. ¿Por qué participó en esta película?
Cuando leí el guion sentí que era importante (independientemente de lo que pensara mi mánager), porque pienso que es relevante decir algo (ese ha sido mi pensamiento en los últimos años en que me dedicado a trabajar en mi carrera de cine). Considero que esta película es absolutamente necesaria. Muchas veces lo que pasa con nuestras películas es que no tienen mucho presente, pero sí mucho futuro. Recuerdo cuando hice el largometraje Silencio en El Paraíso, que hablaba sobre los falsos positivos, sentí que era un episodio vergonzoso. Sentí una conexión impresionante cuando leí el texto de La frontera, y el director me dijo, cuando me reuní con él, que siempre había pensado en mí y eso fue muy valioso (¿quién soy yo para decirle a un director que no?). Además, considero que el cine colombiano está hecho de óperas primas, entonces cuando analizas la película te das cuenta de que es sobre resolución de conflictos, en donde es la mujer quien los resuelve (eso es importante en estos tiempos). El hombre, a diferencia de ella, suele ser quien abandona. Esta es una película de redención, en donde cuatro ópticas se encuentran, pero no sabemos, realmente, quién es el responsable (eso es muy poderoso y es una gran metáfora sobre cuál es, en realidad, el conflicto). Entonces, yo acepté estar en la película porque creo que es importante no abandonar nuestra misión interna.
Pero, ¿hubo alguna razón en particular que lo llevara a sentir esa conexión con el guion?
Vivimos en un mundo en donde todos quieren emigrar, en donde no nos hallamos (la gente emigra porque no se siente cómoda en donde está), entonces eso me conectó mucho con el guion. También, creo que la película tiene la honestidad del director (es absolutamente bella y poética porque él no pretende). Cuando leí el guion no pensé en cuánto tiempo debía estar en la película (siento que el personaje está el tiempo que debe estarlo). Es muy interesante lo que te decía: como los hombres abandonamos. Películas como La jauría y Los reyes del mundo tienen también una visión de la mujer y lo que pasa con el hombre frente a lo que tiene que resolver (cómo es su relación con sus hijos y su mujer). Hay un comportamiento muy escapista por parte de los hombres para enfrentar las cosas como son y entender que es una época en donde la mujer está muy empoderada (cuando hice la película no pensé que pasaría todo lo que ha sucedido en los últimos tres o cuatro años).
¿Por qué cree que los hombres huyen?
Huimos porque somos unos cobardes y nos han enseñado mal, entonces no confrontamos (para mí es muy importante que mi hijo entienda cómo es mi relación con su madre). Seguramente no podemos enfrentar algo porque no nos miramos a los ojos (somos una sociedad enferma que no quiere aceptar que lo es). Lo esencial y lo importante sobre lo que me estás preguntando es que nosotros hemos naturalizado esos comportamientos, entonces somos cómplices. La película trata sobre una chica que necesita ir logrando cosas, pero todo va mal y cuando eso pasa es porque tenemos una deuda histórica con una parte de nuestro país y también con otros países hermanos, así que nos inventamos conflictos para matarnos, para hacernos daño. Pienso que los personajes de La frontera se redimen, pero también tienen tiempo para la diversión (además hay un mensaje muy fuerte sobre la xenofobia). A mí me gusta hacer cine porque siento que plasma la imperfección.
Lo humano…
Sí, lo humano. A mí me dicen: “Cuándo vas a volver a hacer televisión”, pero pienso que lo haré cuando sea un proyecto como este: que me conecte, en donde yo diga: “Genial”.
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Relacionado con lo venimos hablando, Miguel, su personaje, decide al final abandonar a Diana, la protagonista. ¿Qué hubiera hecho Alejandro Aguilar en ese caso?
Yo no abandono, porque mi actitud frente a la vida no es escapista: soy un tipo al que le gusta confrontar, “llegar, así sea solo”. Hay algo muy bello en el personaje: seguramente se va porque puede causarle daño a ella. La escena de la hoguera para mí es muy linda porque hay unos personajes cantando, entonces uno piensa: “Son totalmente humanos”. Entonces, yo no huiría porque no escapó, porque soy una persona que me gusta enfrentar las cosas.
La historia de esta película se desarrolla en la frontera entre Colombia y Venezuela en La Guajira. ¿Usted cree que las fronteras nos impiden relacionarnos?
En una época en donde todo se revalúa y las certezas ya no lo son tanto, pienso que las fronteras no deberían existir (la película es eso: se rompen las fronteras, se logra conciliar y escuchar al otro). Es un largometraje muy actual porque estamos siendo testigos de las migraciones, de todos los problemas que tiene la gente que lo hace y de las violencias que hay en las fronteras (en la película se trae a colación todo lo de Trump, las jaulas y los raptos de los niños a sus padres). Entonces, la pregunta sería: ¿deberían existir las fronteras, la xenofobia, la homofobia y la transfobia? (después de la pandemia creíamos que íbamos a ser mejores seres humanos).
¿Somos mejores seres humanos?
No, somos peores. En la película hay una escena muy fuerte sobre el agua, en donde le dicen a Diana que está robándola (pero ¿robando qué?), entonces allí hay una frontera metafórica con el río. Después de la pandemia, me genera más decepción lo que somos como especie. Yo sigo haciendo cine porque pienso que hay que dejar un registro de lo que hemos sido como sociedad.
“La frontera” también es un reflejo de la desigualdad que persiste en el mundo y en nuestro país, en donde muchas veces, en territorios como La Guajira, las personas ni siquiera tienen derecho al mínimo vital: al agua y la comida…
Algo que me encanta de la película es cuando uno de los personajes raspa la panela, porque se percibe la escasez. Por eso te hablaba de una deuda histórica (tenemos una deuda histórica con nuestras negritudes, con La Guajira y Buenaventura, etc.). Seguramente todavía no estamos viviendo sabroso, estamos en el proceso de ir entendiendo muchas cosas, pero es importante reconocer que La Guajira es un territorio que tenemos totalmente olvidado (nosotros rodamos allá y uno no puede creer la escasez que hay). En la película, la escena de las mochilas es maravillosa, porque es un reflejo de ese apoyo humanitario que sucede también en la realidad (de los trueques y todo eso). Entonces, como que todo lo valoras (la película también te invita a reflexionar sobre eso). Es un largometraje que tiene una gran metáfora sobre un gran conflicto (no es una guerra, sino un conflicto interno).
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¿Por qué cree que no hemos sido capaces de resarcir esa deuda histórica?
Porque no nos queremos perdonar. Los grandes países que han logrado resolver sus conflictos y perdonarse lo han hecho porque han sido capaces de mirarse a los ojos. Sin embargo, nosotros nos desviamos con otro tipo de cosas, celebramos lo que no debemos celebrar. Yo sigo apostando porque la herramienta de transformación sea el cine, la literatura y la cultura en general, etc., pero no un arma (aunque hay gente que, al parecer, cree que debemos rearmarnos). Entonces, si no nos perdonamos no vamos a poder resarcir esa deuda histórica. Por eso, como te decía, la escena de la hoguera me parece tan maravillosa: las personas están cantando villancicos, reconociéndose entre ellos, manejando un humor distinto al que ha tenido la película, rompiendo la estructura; el ritmo que propone el largometraje. Entonces, creo que se trata de eso: reconciliarnos y entender que somos un país que ha sido muy golpeado (somos muy violentos). Reconciliarse incluye también con mis amigos que me atacan porque me hablo con Marbelle, pero es que ella es mi parcera, aunque pensemos diferente (¿por qué debería odiarla?).
Sí, nos cuesta aceptar que el otro piense distinto a nosotros…
Además, por todo queremos encontrar una oposición (eso también nos empieza a hacer daño). Entonces, creemos que debemos oponernos a todo, pero deberíamos “dejar respirar”, que sucedan las cosas. Yo no puedo oponerme a todo cuando trabajo con un director (una de las experiencias bellas de trabajar con el director de esta película fue eso: fue muy maleable y noble). Yo nunca le digo que no a un director, yo hago caso, porque el cine no es del actor, sino del director (el teatro te pertenece, pero el cine no). Tenemos que intentar conciliar, no hay necesidad de pelear por todo.
“La frontera” también habla del duelo y de ese ímpetu humano de sobreponerse a la pérdida y seguir caminando a pesar de la falta ….
Sí, Diana dice algo muy poderoso cuando se va Miguel: “No es el primero”. A ella se le muere el esposo y su bebé, pero sigue adelante como si no pasara nada, porque nadie le va a enterrar, por ejemplo, a su hijo (ni siquiera tiene un ataúd, sino un guacal que aparece desde el inicio de la película). Entonces, es una película sobre la mujer (creo que la empodera). El cierre de La frontera con los dos personajes femenino es muy bello, con ese viaje que emprende Diana y no sabemos qué es lo que le espera. Me parece que nuestra actriz principal se lleva la película, la carga y la soporta muy bien, y personajes episódicos como el mío, van acompañando esa carga. Es muy fácil desfasarse con el personaje de Diana, porque es grandilocuente, pero el problema no es de tamaño, sino de verdad y el personaje la tiene.
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Esta película se relaciona con valores como la solidaridad, la confianza y la lealtad…
Sí, además creo que el personaje de Diana no es apático, sino que asume las cosas con estoicismo. Hay una escena de la película que me gusta mucho: la de la grabadora; los personajes están escuchando la descomposición de una sociedad (para mí, es muy difícil escuchar de verdad en el cine). Yo soy feliz viendo esa escena porque no hay diálogo, los personajes solo están escuchando. El cine no es lento, lo que pasa es que nosotros vamos muy rápido. Es una narrativa muy pausada y el inicio de esta película propone este tempo: deja que la cámara se establezca, “que respire la situación” y después sí pasa a otra escena; no va a mil (por eso me gusta más el cine y el teatro que la televisión).
“La frontera” también habla de nuestra riqueza cultural y de comunidades indígenas como la wayúu. ¿Por qué cree que es importante hablar de este tipo de temáticas desde el cine?
Porque el cine es la memoria histórica de un país, es el registro audiovisual. Cuando ves Tiempos modernos, te das cuenta de que es un manifiesto de los derechos humanos, de la modernización y la entrada de la máquina (si ves La quimera del oro, te das cuenta de que habla de una huelga de hambre). Entonces, el cine es una manera de educarnos y revisarnos, por eso considero que esta película es absolutamente necesaria e importante. El cine debería ser una materia que se dictara en los colegios (también, cada quince días debería haber un día de cine nacional). En la actualidad, estoy haciendo, con el director de Silencio en El Paraíso, No me mates corazón, una película sobre la matanza de los líderes sociales. Soy el protagonista junto con otro actor, y yo decía: “A mí me encanta que me lleguen estos guiones” (sufriría mucho si fuera el chico guapo que es lo que les toca a otros personajes). Me gusta leer guiones que son como retos y puedo decir cosas y “hablar por lo que no tienen voz”. La catarsis para los griegos era la purga de emociones, entonces cuando eso le pasa al espectador es increíble y quiere decir que estamos haciendo una buena tarea.
Lo que dice me hace pensar en que el cine es un reflejo de nuestra sociedad, pero también de cada uno como individuo…
Sí, yo no medito, pero siento que mi forma de hacerlo es entrando a una sala de cine (ese es mi psicoanálisis). Las respuestas a muchas cosas de mi vida las encuentro en lugares como las salas de cine de Avenida Chile, entonces, como dices, es un reflejo (sientes reflejado en la pantalla lo que estás haciendo con tu vida o cómo vamos como sociedad). Yo he aceptado películas en donde sé que no me voy a ganar lo que me ganaría haciendo ochos meses de televisión, porque siento que estoy ayudando a construir país (eso es muy romántico, pero, al final, soy así). Ahorita está lo de La isla de los famosos, pero no hay la mínima posibilidad de que, en el momento, participe en programas como estos, porque creo que hay cosas más importantes por hacer, otras misiones.
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Sí, también depende del para qué de cada uno…
Sí, “porque lo que para usted es sobrevivir, para mí es vivir” (eso siempre hay que tenerlo presente). Y cuando uno ha sido pobre, no le hace falta nada (yo vengo de abajo).
¿Qué enseñanza le dejó “La frontera”?
Todos los proyectos a uno siempre le dejan algo, pero lo que me pregunto en estos momentos es qué podemos hacer por la gente que vive en La Guajira; uno ve ese mundo real y después se da cuenta que uno arma unos dramas por cosas insignificantes en comparación con lo que tienen que padecer estas personas (a pesar de eso ellos parecen ser felices). Entonces, se trata de humanizarse un poco. Todos los personajes a uno le están hablando. Creo que al final es eso: preguntarse qué podría hacer uno por los niños que viven ahí, por una cantidad de gente que necesita educación y salud (hay displicencia frente a los conflictos y los dramas sociales que viven ellos). Entonces, la pregunta es: ¿por qué la vida me está poniendo aquí? Hay mucha gente que busca el cine, “pero no le sale” (en mi caso creo que el cine me ha buscado, así que soy un privilegiado). Todo eso me ha dado la oportunidad de aprender (seguro, no soy el mejor, pero nadie me puede decir que no soy profesional). Lo más importante es que siempre me pregunto por qué razón voy a hacer cada uno de los personajes que llegan a mi vida. Para mí es un gran privilegio poder hablar desde lo que elegí hacer y no estar haciendo algo que me toca.