Alejandro Cárdenas: grafiti para reconstruir el tejido social
Enamorado de callejear y del arte urbano, Alejandro Cárdenas le apuesta desde su fundación, Pigmento Crew, y la Asamblea de Grafiti a constituir este arte como herramienta social y económica.
Daniela Cristancho
¿Cómo nació Pigmento?
Con Néstor Arteaga, mi mejor amigo y artista urbano, constituimos esta fundación porque queríamos producir un festival de grafiti, una toma cultural en Nobsa (Boyacá). La idea era pintar unas canchas, y desarrollar todo un evento en torno al arte urbano para equilibrar un poco esa carga industrial que le han metido al municipio. Finalmente no salió, pero teníamos a Pigmento creado jurídicamente y nos preguntamos qué hacer con él. En esas fuimos a una caminata por los cerros en La Perseverancia con un colectivo que está saliendo adelante frente a estas dinámicas de tanta inseguridad. Hablando con ellos, nos dimos cuenta de que había mucha voluntad, que se estaba moviendo mucha economía de lo creativo. Con él y Marcela Espitia, que es trabajadora social, empezamos a hablar con uno de los líderes, Diego Ochoa, conocido como D8, que es un rapero. Pensamos hacer un festival de arte urbano con la intención de generar economías, pero reconociendo la necesidad de reconstruir tejido social. Duramos siete meses cada ocho días haciendo talleres de grafiti con los niños y con los jóvenes de la comunidad en la casa del rapero. Y en diciembre hicimos el festival Perse Real y llevamos a muy tesos del grafiti a intervenir la iglesia de La Perseverancia.
¿Cuál es el mensaje que quieren transmitir desde Pigmento?
Que el arte urbano y las plataformas culturales son herramientas de transformación que pueden no solo darles unas alegrías o buenos momentos transitorios a las comunidades, sino realmente transformarlas y fomentar economías verdaderamente naranjas en territorios de alta vulnerabilidad.
¿De dónde nació la conexión con la calle?
Cuando mi papá se casó, tenía como nueve años y no era muy feliz en ese hogar que teníamos, entonces encontré un refugio callejeando. Anhelaba siempre salir a la calle. Me sentía mucho más cómodo en mi colegio que en la casa, al igual que en la calle. Escuchaba punk, hardcore, entonces iba a Chapinero, a Latino Power a los toques, a encontrar un refugio con otras personas. Vinieron unas dinámicas en el hogar con las que no conectaba y la calle me parecía más tranquila.
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¿Y el grafiti?
Siempre me ha gustado mucho, pero Néstor hace varios años hizo un curso en la Cámara de Comercio, en donde estaba como ilustrador, y ahí conoció a varios grafiteros. Me invitaba a parchar con ellos, y desde ahí empezamos a conectar con el arte urbano. A mí siempre me gustó la calle, pero todavía más me gustó parchar con grafiteros que tenían muchas historias. Es decir, es gente que sale a las 2 de la mañana a rayar por ahí huyendo de la autoridad. Él encontró vocación como artista urbano, y yo ahora como uno de los abogados de la Asamblea de Grafiti, por fin he podido conectar con esa dualidad en la que he vivido entre el arte y el derecho, que fue la carrera que estudié y a la que me he dedicado por más de nueve años.
¿Cómo llegó a ser uno de los abogados en la Asamblea de Grafiti Bogotá-Región?
Con Pigmento me he acercado mucho la comunidad del arte urbano, y en esas hace poco convocaron a una reunión del gremio del grafiti, entonces me invitaron a escuchar. El Distrito está interesado en reformar los decretos que regulan las prácticas del grafiti. En 2015 fue la última reforma, en la alcaldía de Gustavo Petro. Y ahí el abogado Edmundo López me pidió que me vinculara con él al proceso, lo que me pareció todo un honor. Empezamos a trabajar en la Secretaría de Cultura, en la Plaza de Bolívar, y recogimos las necesidades y percepciones de los grafiteros.
¿De qué se dieron cuenta en ese proceso?
El grafiti en Bogotá ya no son solamente los rayones que la gente ve, el grafiti en Bogotá es una industria. Entonces lo que nosotros intentamos comunicar al Distrito es: “Ustedes no están regulando donde sí y donde no se pueden pintar ustedes. Están entendiéndose con la industria que genera empleo, que genera turismo, que genera movimientos económicos”. Hay muchas empresas que han nacido para atender la demanda de los aerosoles de los grafiteros, que le han metido la ficha de la ciencia y la investigación para tener mejores aerosoles, etc. El arte urbano en Bogotá no existe sin los que empezaron a rayar la ciudad hace 20 o 30 años. Entonces, eso fue lo que logramos que entendieran las entidades, que es quizá la ciudad con más potencial de crecimiento en grafiti de Latinoamérica.
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¿Cuál fue la acogida del Perse Real, ese primer festival de grafiti en La Perseverancia?
Todo eso fue con las uñas, entre los tres -Marcela, Néstor y yo- hacíamos vaca para las latas, los refrigerios. Para nosotros fue mucho aprendizaje, nos dio todos los insumos para seguir estudiando. Incorporamos, por ejemplo, el concepto de la acupuntura urbana, que son las intervenciones en el espacio público que permiten cambiar perspectivas de los entornos. Por ejemplo, El beso los invisibles, de Camilo Fidel, es una culata de un edificio que cambia toda la perspectiva y una sanación del espacio. Los grafiteros quedaron muy contentos, decían “el grafiti es para el barrio”, porque claro, a veces se desdibuja con tanta comercialización del arte que el grafiti es del barrio y para el barrio.
¿Qué otros conceptos académicos han apropiado?
La animación sociocultural, una herramienta con la cual se busca, con la comunidad, crear sus propias narrativas y, a partir de eso, visibilizarlas a través de animaciones. Juntar la acupuntura urbana y la animación sociocultural con las metodologías que utilizamos es como el balance perfecto para lograr la transformación a la que le apostamos y, con ella, consolidar microeconomías apalancadas en el turismo local.
¿Cómo son esas metodologías?
Las metodologías están basadas en aplicar instrumentos sociales de recolección de información que son diseñados por Marcela y basados en el trabajo de investigación acción participativa, una metodología en la que se involucra a la comunidad y se generan acciones participativas para generar conclusiones, eso también nos permite a nosotros hacer una inmersión con la comunidad.
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¿Con qué entidades han generado enlace?
Trabajamos con el Instituto Distrital de Turismo, con la Secretaría de Salud, firmamos un convenio con la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos), porque nos van a financiar un proyecto en La Perseverancia que justamente tiene un enfoque en salud y enfoque de género. Vamos a trabajar en la salud de las mujeres y tenemos una serie de talleres para visibilizar ciertos enfoques en salud e incentivar la participación en salud. Como entregable tendremos un festival de grafiti, en el que solo va a haber grafiteras, que van a intervenir un colegio en La Perseverancia. Se quiere construir una narrativa que permita generar la percepción de que hay un entorno seguro para las mujeres, porque lo que nos dimos cuenta en el trabajo es que hay una invisibilización de los liderazgos y de las jefaturas femeninas en ese barrio.
¿En qué otros proyectos están trabajando ahora?
Estamos trabajando en la producción de un laboratorio cíclico y experimental en el barrio Santa Fe para El Castillo, porque hemos visto que la comunidad está compuesta por muchas poblaciones: las trabajadoras sexuales, los habitantes de calle, los niños, los migrantes. Estamos como produciendo dos proyectos para trabajar allá: el manifiesto de una puta, que habla sobre la indignidad del ejercicio del trabajo sexual y sus sentires, y un documental en el cual queríamos visibilizar por qué nace el arquetipo de la madre trans dentro de la comunidad y básicamente es la discriminación por parte de las familias y tradicionales a las disidencias de género. Queremos realmente dar muchas herramientas para la exteriorización de estos sentires. Es cíclico porque va rotando en diferentes aristas de la exploración de las personas.
¿Cómo nació Pigmento?
Con Néstor Arteaga, mi mejor amigo y artista urbano, constituimos esta fundación porque queríamos producir un festival de grafiti, una toma cultural en Nobsa (Boyacá). La idea era pintar unas canchas, y desarrollar todo un evento en torno al arte urbano para equilibrar un poco esa carga industrial que le han metido al municipio. Finalmente no salió, pero teníamos a Pigmento creado jurídicamente y nos preguntamos qué hacer con él. En esas fuimos a una caminata por los cerros en La Perseverancia con un colectivo que está saliendo adelante frente a estas dinámicas de tanta inseguridad. Hablando con ellos, nos dimos cuenta de que había mucha voluntad, que se estaba moviendo mucha economía de lo creativo. Con él y Marcela Espitia, que es trabajadora social, empezamos a hablar con uno de los líderes, Diego Ochoa, conocido como D8, que es un rapero. Pensamos hacer un festival de arte urbano con la intención de generar economías, pero reconociendo la necesidad de reconstruir tejido social. Duramos siete meses cada ocho días haciendo talleres de grafiti con los niños y con los jóvenes de la comunidad en la casa del rapero. Y en diciembre hicimos el festival Perse Real y llevamos a muy tesos del grafiti a intervenir la iglesia de La Perseverancia.
¿Cuál es el mensaje que quieren transmitir desde Pigmento?
Que el arte urbano y las plataformas culturales son herramientas de transformación que pueden no solo darles unas alegrías o buenos momentos transitorios a las comunidades, sino realmente transformarlas y fomentar economías verdaderamente naranjas en territorios de alta vulnerabilidad.
¿De dónde nació la conexión con la calle?
Cuando mi papá se casó, tenía como nueve años y no era muy feliz en ese hogar que teníamos, entonces encontré un refugio callejeando. Anhelaba siempre salir a la calle. Me sentía mucho más cómodo en mi colegio que en la casa, al igual que en la calle. Escuchaba punk, hardcore, entonces iba a Chapinero, a Latino Power a los toques, a encontrar un refugio con otras personas. Vinieron unas dinámicas en el hogar con las que no conectaba y la calle me parecía más tranquila.
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¿Y el grafiti?
Siempre me ha gustado mucho, pero Néstor hace varios años hizo un curso en la Cámara de Comercio, en donde estaba como ilustrador, y ahí conoció a varios grafiteros. Me invitaba a parchar con ellos, y desde ahí empezamos a conectar con el arte urbano. A mí siempre me gustó la calle, pero todavía más me gustó parchar con grafiteros que tenían muchas historias. Es decir, es gente que sale a las 2 de la mañana a rayar por ahí huyendo de la autoridad. Él encontró vocación como artista urbano, y yo ahora como uno de los abogados de la Asamblea de Grafiti, por fin he podido conectar con esa dualidad en la que he vivido entre el arte y el derecho, que fue la carrera que estudié y a la que me he dedicado por más de nueve años.
¿Cómo llegó a ser uno de los abogados en la Asamblea de Grafiti Bogotá-Región?
Con Pigmento me he acercado mucho la comunidad del arte urbano, y en esas hace poco convocaron a una reunión del gremio del grafiti, entonces me invitaron a escuchar. El Distrito está interesado en reformar los decretos que regulan las prácticas del grafiti. En 2015 fue la última reforma, en la alcaldía de Gustavo Petro. Y ahí el abogado Edmundo López me pidió que me vinculara con él al proceso, lo que me pareció todo un honor. Empezamos a trabajar en la Secretaría de Cultura, en la Plaza de Bolívar, y recogimos las necesidades y percepciones de los grafiteros.
¿De qué se dieron cuenta en ese proceso?
El grafiti en Bogotá ya no son solamente los rayones que la gente ve, el grafiti en Bogotá es una industria. Entonces lo que nosotros intentamos comunicar al Distrito es: “Ustedes no están regulando donde sí y donde no se pueden pintar ustedes. Están entendiéndose con la industria que genera empleo, que genera turismo, que genera movimientos económicos”. Hay muchas empresas que han nacido para atender la demanda de los aerosoles de los grafiteros, que le han metido la ficha de la ciencia y la investigación para tener mejores aerosoles, etc. El arte urbano en Bogotá no existe sin los que empezaron a rayar la ciudad hace 20 o 30 años. Entonces, eso fue lo que logramos que entendieran las entidades, que es quizá la ciudad con más potencial de crecimiento en grafiti de Latinoamérica.
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¿Cuál fue la acogida del Perse Real, ese primer festival de grafiti en La Perseverancia?
Todo eso fue con las uñas, entre los tres -Marcela, Néstor y yo- hacíamos vaca para las latas, los refrigerios. Para nosotros fue mucho aprendizaje, nos dio todos los insumos para seguir estudiando. Incorporamos, por ejemplo, el concepto de la acupuntura urbana, que son las intervenciones en el espacio público que permiten cambiar perspectivas de los entornos. Por ejemplo, El beso los invisibles, de Camilo Fidel, es una culata de un edificio que cambia toda la perspectiva y una sanación del espacio. Los grafiteros quedaron muy contentos, decían “el grafiti es para el barrio”, porque claro, a veces se desdibuja con tanta comercialización del arte que el grafiti es del barrio y para el barrio.
¿Qué otros conceptos académicos han apropiado?
La animación sociocultural, una herramienta con la cual se busca, con la comunidad, crear sus propias narrativas y, a partir de eso, visibilizarlas a través de animaciones. Juntar la acupuntura urbana y la animación sociocultural con las metodologías que utilizamos es como el balance perfecto para lograr la transformación a la que le apostamos y, con ella, consolidar microeconomías apalancadas en el turismo local.
¿Cómo son esas metodologías?
Las metodologías están basadas en aplicar instrumentos sociales de recolección de información que son diseñados por Marcela y basados en el trabajo de investigación acción participativa, una metodología en la que se involucra a la comunidad y se generan acciones participativas para generar conclusiones, eso también nos permite a nosotros hacer una inmersión con la comunidad.
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¿Con qué entidades han generado enlace?
Trabajamos con el Instituto Distrital de Turismo, con la Secretaría de Salud, firmamos un convenio con la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos), porque nos van a financiar un proyecto en La Perseverancia que justamente tiene un enfoque en salud y enfoque de género. Vamos a trabajar en la salud de las mujeres y tenemos una serie de talleres para visibilizar ciertos enfoques en salud e incentivar la participación en salud. Como entregable tendremos un festival de grafiti, en el que solo va a haber grafiteras, que van a intervenir un colegio en La Perseverancia. Se quiere construir una narrativa que permita generar la percepción de que hay un entorno seguro para las mujeres, porque lo que nos dimos cuenta en el trabajo es que hay una invisibilización de los liderazgos y de las jefaturas femeninas en ese barrio.
¿En qué otros proyectos están trabajando ahora?
Estamos trabajando en la producción de un laboratorio cíclico y experimental en el barrio Santa Fe para El Castillo, porque hemos visto que la comunidad está compuesta por muchas poblaciones: las trabajadoras sexuales, los habitantes de calle, los niños, los migrantes. Estamos como produciendo dos proyectos para trabajar allá: el manifiesto de una puta, que habla sobre la indignidad del ejercicio del trabajo sexual y sus sentires, y un documental en el cual queríamos visibilizar por qué nace el arquetipo de la madre trans dentro de la comunidad y básicamente es la discriminación por parte de las familias y tradicionales a las disidencias de género. Queremos realmente dar muchas herramientas para la exteriorización de estos sentires. Es cíclico porque va rotando en diferentes aristas de la exploración de las personas.