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¿Qué rol desempeña en su trabajo?
Soy el gerente general de un sello que se llama 5020 Récords y me encargo de buscar nuevos talentos para que podamos trabajar en el proceso creativo y conceptual de los lanzamientos y de mercadeo para los artistas.
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¿A quiénes consideran como nuevos talentos?
Se puede tomar desde el artista con una larga trayectoria que decide lanzarse nuevamente al público, como me ocurrió en un momento de mi carrera junto a Aterciopelados; es una banda que lleva tiempo en la industria, pero nos reunimos para publicar un nuevo álbum. Por otro lado, también puede ser aquel chico o chica que divulga sus primeras canciones en internet y se convierte en un fenómeno musical. Ese concepto de novedoso, por fortuna, ya no tiene que ver con la edad, sino con el momento artístico y con la creatividad.
¿De qué manera influyen en la parte creativa de los intérpretes?
Desde la disquera tratamos de ser cuidadosos en la historia que se va a narrar en cada proyecto. Todo empieza desde la composición de las canciones, donde nos sentamos con el artista para observar qué tan creativos son en términos de escritura, composición y producción. Podríamos decir que empezamos desde la concepción de la música hasta llevarla a convertirse en un álbum, sencillo o EP. Esa visión se transforma, y es la que narramos al público.
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¿Qué medios utilizan para llegar al público?
Usamos los tradicionales como prensa, televisión y radio, pero también los canales digitales como las redes sociales y las plataformas de música. A causa de la variedad que hay, es importante que cada artista tenga una narrativa clara para que el mensaje pueda navegar por todas estas plataformas y así llegar de forma eficiente al público objetivo.
¿Es más importante la cantidad o la calidad?
La calidad, indudablemente. No hay nada que un artista proteja más que su credibilidad, y esta no se consigue solo con la veracidad al ser publicado por un medio de comunicación, sino con el trabajo que realiza cada uno.
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¿Cómo define el éxito en sus artistas?
Si lo miramos desde el punto de vista económico, esto se vería reflejado en el momento en el que el intérprete recupere su inversión de dinero y de tiempo, y que además de eso tenga disponible un margen de utilidad. En cuanto a la parte creativa, no quiero darles toda la importancia a los premios, pero creo que es valioso observar que todos los años se reúnen los expertos de la industria, como en los Latin Grammys, a destacar ciertos proyectos, que a pesar de no haber sido vendedores, dejan un importante valor cultural y artístico.
Para usted, ¿qué valor tienen los premios?
Para mí, en varios casos, significan una voz para aquellos que no la tienen dentro de un flujo tan amplio de contenido que circula en internet todos los días.
Estudió música y derecho, ¿cómo encontró el puente que unió estos dos mundos?
Puede sonar muy poético, pero siempre he estado en contra de las injusticias, y en mi universo ha estado presente la música. Veía que en la industria había una narrativa donde la disquera o el mánager les robaba a sus artistas y quería saber sí eso era verdad. Estudié y me di cuenta de que la mayoría de los conflictos que se generaban en el negocio eran por malentendidos o desconocimiento, más que por actos de moral reprochable.
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¿Cómo ha intentado solucionar ese conflicto?
Durante 10 años estuve dictando la cátedra de derecho de industria de la música en la Universidad de los Andes. Era algo que no existía hace dos décadas cuando empecé. No había abogados especialistas. Hoy ya son muchos más. En esa cátedra tuve la fortuna de dictarles clase a varios estudiantes que en la actualidad tienen una práctica legal muy seria, y ayudan a los artistas y a todos los involucrados a tener un negocio más profesional y transparente.