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Una muestra que pretende rendirle homenaje a uno de los maestros de la pintura de Colombia en el trigésimo aniversario de su muerte.
El Espectador habló con Catalina Obregón, nieta del artista y una de las personas encargadas de coordinar el Archivo Alejandro Obregón.
¿Cómo nació la idea de hacer un archivo del maestro Obregón?
Hace unos veinte años, mi papá, Diego Obregón, inició un proceso para recopilar un catálogo razonado. Comenzó por actualizar la información de las obras que la familia tenía identificadas. Se hizo un registro de cada una, con fotografías en alta resolución y fichas técnicas muy completas. De esta manera, reunió en un mismo lugar la información de gran parte del cuerpo de obra que produjo. Obregón fue muy prolífico, pero mucho no se conocía, estaba en manos de coleccionistas. Incluso aún faltan obras por catalogar.
Ahora, cuando las personas sacan un cuadro a la venta o lo quieren certificar, salen a la luz esas obras que no estaban en el radar y se incluyen en el archivo.
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¿Alejandro Obregón en algún momento habló de la posibilidad de hacer este archivo o fue una idea de la familia?
Fue póstumo. No recuerdo si alguna vez lo consideró.
¿Cuáles son los temas principales en los que se dividió la obra vasta y multifacética del maestro Obregón?
Tenía diferentes intereses, y estos se ven reflejados a través de varias épocas y etapas. Hay temáticas transversales a lo largo de su obra: la naturaleza, la ecología, la violencia, la denuncia política, la mitología… Su estilo fue cambiando. Empezó con influencias cubistas, después fue desarrollando su propio estilo. Sus viajes y lo que sucedía en el arte en Estados Unidos y Europa le sirvieron como punto de partida para crear un lenguaje propio inspirado en lo que vivía en Colombia. Pintaba las cordilleras, los mares, los vientos, el cóndor andino, el toro….
¿Se trata de un catálogo razonado o es también un archivo? Es decir, ¿aparte de dar cuenta de la existencia de las obras ustedes tienen un archivo de obras?
No, es un archivo fotográfico en donde está registrada la obra. Las piezas están en manos de los coleccionistas. Hay, sí, una fundación, la Fundación Pedro y Carmen Obregón, que mi abuelo creó para salvaguardar un conjunto de obras que eligió para que no quedaran en colecciones privadas, sino para que el público pudiera tener acceso directo a ver y estudiar su obra. Se encuentran bajo custodia del Museo Nacional.
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¿Cuál fue el criterio de selección de las piezas que se expusieron en el MAMBO?
Estas piezas hacen parte de colecciones privadas. Son dibujos que hacía como parte de su proceso creativo. Nunca los consideró un producto terminado. Él podía estar en un restaurante y empezaba a dibujar sobre una servilleta, pintaba sobre lo que pudiera; siempre estaba creando. Quienes lo rodeaban fueron recogiendo los dibujos para conservarlos como recuerdo. Mucho después, cuando empezamos a trabajar en el libro que Seguros Bolívar-Davivienda publicó el año pasado, a propósito del centenario de su nacimiento, quisimos mostrar algo inédito. Conseguimos varias pinturas que no se conocían, y quisimos mostrar también un lado contemporáneo de Alejandro Obregón, y en estos dibujos-apuntes encontramos una aproximación a su proceso creativo.
Estos dibujos, casi todos en lápiz o tinta, muestran un lado desconocido de un artista cuya obra tiene mucho color; son una especie de “Obregón secreto”, para decirlo con el título de la exposición del MAMBO. Para él eran apuntes, una especie de diario, ahí ponía lo que le pasaba por la mente, escribía frases, poemas, tomaba notas… es interesante porque muestran un Alejandro Obregón íntimo, en blanco y negro.
¿Qué papel jugaban los bosquejos del maestro Obregón en la construcción de una obra?
Constituían el punto de partida para la obra final, eran parte fundamental del proceso creativo. Planeaba la composición, exploraba diferentes opciones de paleta de color, luego hacía bocetos en acrílico y finalmente lo pasaba a un cuadro de gran formato o a un mural.
¿Qué importancia tiene para la conservación de la obra y de la memoria del maestro Obregón la fundación y construcción de un archivo de sus trabajos?
Cuando ya no estemos nosotros, quienes lo conocimos y fuimos cercanos a la obra, el archivo contribuirá para que las siguientes generaciones tengan un registro de su producción pictórica y escultórica. Servirá entonces para confirmar lo que hizo, mostrar la importancia de su obra y lo prolífico que fue.
La obra de Alejandro Obregón se ha enmarcado en el expresionismo; a veces ha sido calificada como expresionismo figurativo, a veces como expresionismo abstracto, según las obras y las épocas. ¿Cómo la consideraría usted?
Para mí, más allá de encasillarse en un estilo o corriente específica, la obra de Obregón es emocional e impulsiva. Sus cuadros transmiten lo que estaba sintiendo. Pintaba desde el corazón, de adentro, del alma. Él no estaba pensando en si era expresionista, figurativa o abstracta…
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¿Cuál es la obra más importante del maestro Obregón?
La violencia. Lo singulariza en el panorama del arte nacional e internacional. Es una obra que representa lo que estaba pasando en un momento muy complejo y él lo supo mostrar de una forma fuerte y contundente, pero bella… es triste, es melancólica… Es una obra disruptiva que marcó una época del arte en Colombia.
¿Qué otras actividades está organizando el Archivo Alejandro Obregón?
Colaboramos en la publicación del libro de Seguros Bolívar-Davivienda, seguimos con la exposición del MAMBO, pero siempre estamos pensando en más eventos. La idea es que la gente tenga acceso, conozca y pueda consultar la información que tenemos. Construimos una página web: www.alejandro-obregon.org. El Archivo Obregón es un intento por salvaguardar su mensaje y su obra, una de las más importantes de Latinoamérica. Todos los maestros del arte colombiano lo reconocen como su maestro.
¿Cuál es la importancia de la figura de Alejandro Obregón en la historia del arte del país?
Sin duda fue referente. Él y algunos de su generación rompieron con lo que había. Si ves la obra de Obregón, es evidente que hizo algo que nadie más estaba haciendo. En una escena muy conservadora, de un arte academicista, él rompió con eso; se inventó un estilo, desarrolló su propio lenguaje, basado en experiencias propias, interpretó lo que lo rodeaba a través de un filtro único. No estaba copiando nada: estaba viendo el cóndor, viendo el mar, la cordillera… y eso lo convirtió en un lenguaje que fue muy propio de acá, pero que además hizo que fuera conocido afuera. No quiso copiar lo que se estaba haciendo en Europa. Desarrolló un estilo propio y en eso fue disruptor.
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¿Cree usted que su relación con La Cueva marcó, en cierta forma, la manera en la que él hizo arte?
Era un grupo en el que todos eran geniales, creativos, inquietos, divertidos; no se dejaban poner límites ni barreras; se enriquecían el uno al otro, cada uno aportando. Creo que cada experiencia de su vida fue fundamental. Fue un pintor transparente, que puso en su obra lo que sentía y vivía. Él habita en sus cuadros.
¿Cuál es el recuerdo más entrañable que guarda del maestro Alejandro Obregón?
Miles. Hacía que cada momento con él fuera especial e inolvidable.