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La primera vez que japoneses y alemanes se encontraron fue en el siglo XVII. Los alemanes, al servicio holandés, llegaron al país del sol naciente trabajando para la Dutch East India Company. El primero en poner sus pies en el país asiático fue Engelbert Kaempfer, en la década de 1690. Este primer viaje, y el que le sucedió en la década de 1820 por parte de Philipp Franz Balthasar von Siebold, fueron realizados para pagar tributo al Shōgun, la dictadura militar que gobernó Japón durante varios siglos y que se asentó en Edo, el nombre que antes recibía Tokyo.
Este no fue el fin del aislamiento del lado de los nipones. Esto no llegó por parte de los europeos, sino de los estadounidenses, que en 1854 presionaron al Shogunato Tokugawa para firmar la Convención de Kanagawa. Aunque lo denominaron un “tratado no equitativo”, esto abrió las puertas para que Japón entablara relaciones con otras naciones como Prusia, un estado de la Confederación Alemana. Luego de una visita por parte del conde Friedrich Albrecht zu Eulenburg, quien lideró la expedición Eulenburg, se firmó otro tratado “poco equitativo” en 1861. A pesar de esto, el evento es considerado como el inicio oficial de la relación entre Alemania y Japón.
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Aunque el país europeo atravesó muchos cambios durante el resto del siglo XIX, de confederación a imperio, al igual que el asiático, que en 1868 pasó a convertirse en imperio, esto no cambió la naturaleza de las relaciones entre ambas naciones. Lo que sí hizo esta transición, por parte de Japón, fue garantizar una renegociación de los tratados que habían sido firmados por la dictadura militar. Con la apertura de la isla al mundo, los alemanes fueron buscados y contratados por el nuevo gobierno para servir como asesores de la dinastía Meiji, que reinó desde 1868 hasta 1912. Bajo este nuevo modelo, los alemanes ayudaron a la modernización del país, principalmente en los campos de medicina, derecho y asuntos militares.
La influencia alemana se vio reflejada entre las líneas del Ejército Imperial Japonés y la Constitución del Imperio promulgada en 1889. Aunque las relaciones entre ambas naciones fueron cordiales durante el siglo XIX, con la llegada del siglo XX estas se vieron afectadas por las guerras mundiales y la guerra ruso-japonesa de 1905. Este no fue el único factor que dio inicio a un distanciamiento que iba más allá de los kilómetros que separaban a ambas naciones. Los intereses de expansión de naciones como Rusia, Francia y la misma Alemania en el este de Asia preocupaban al imperio. Por el contrario, la victoria de los nipones contra China en la primera guerra Sino-Japonesa y la subsecuente cesión de territorios chinos a la isla, levantó las alarmas en el continente europeo.
Con la guerra Ruso-Japonesa, que estalló en 1905, la relación entre Alemania y Japón se volvió aún más distante, pues el país germano era un aliado estratégico de los rusos. Con la derrota de Rusia, Alemania vio en Japón una potencia militar por lo que pidió reciprocidad en el estudio de sus tácticas militares, reclamando por el intercambio que había ocurrido en esta materia durante el siglo anterior.
Sin embargo, el punto de inflexión llegó en 1914 con el inicio de la Primera Guerra Mundial. Japón, preocupado por la creciente presencia europea en el sudeste asiático, envió un ultimátum a Alemania el 14 de agosto de ese año, luego de recibir una solicitud de ayuda por parte de Inglaterra una semana antes. El país del sol naciente le declaró la guerra a los alemanes el 23 de agosto de 1914, posicionándose como un aliado de Francia, Rusia e Inglaterra. Las relaciones entre estas naciones se vieron afectadas aún más cuando al final de la guerra Japón figuró como firmante del Tratado de Versalles, que estipulaba fuertes repercusiones para Alemania.
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Durante años Alemania prefirió tratar con China que con Japón. La historia entre el país germano y asiático permaneció muerta por un tiempo, antes de que la iniciativa del embajador alemán Wilhelm Solf, que desarrolló esta labor entre 1920 y 1928, dio paso a un acuerdo de intercambio cultural que fortaleció de nuevo la relación que se había mantenido en el siglo anterior. Bajo este proyecto se fundaron instituciones como el Instituto Japonés en Berlín en 1926 y la Sociedad Cultural Germano Japonesa en Tokyo en 1927.
Sin embargo, este periodo de gracia no duró mucho. Para 1933, con la llegada de Adolf Hitler al poder, una vez más Japón y Alemania se distanciaron. Esta vez por los reportes de golpizas y discriminación de los cuales fueron víctimas estudiantes asiáticos en universidades alemanas.
Se acercaron de nuevo en 1936 bajo el Pacto Anti-Commintern, un pacto firmado contra el avance de la organización soviética Communist International. Para 1937, con la adhesión de Italia, bajo el gobierno de Benito Mussolini, al pacto se formó la alianza conocida como las Potencias del Eje. Motivados por razones políticas y de propaganda, se dieron múltiples intercambios culturales hacia el fin de la década de 1930. Japón permaneció al margen de los enfrentamiento de la Segunda Guerra Mundial hasta que Estados Unidos decidió cortar la exportación de productos como aceite en 1940. Durante ese mismo año se consolidó la alianza del Eje, fortaleciendo la relación germano-japonesa, aunque ambas naciones diferían en su visión de los judíos. “Soy el hombre responsable de la alianza con Hitler, pero en ninguna parte prometí que llevaríamos a cabo sus políticas antisemitas en Japón. Esta no es simplemente mi opinión personal, es la opinión de Japón, y no tengo reparos en anunciarla al mundo”, dijo el ministro del exterior japonés, Yōsuke Matsuoka, en 1940.
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Japón oficialmente entró a la guerra en 1941 como aliado de Alemania y este fue el principio del fin. El 7 de diciembre de ese año Japón lanzó su ataque sobre Pearl Harbor, que según historiadores fracasó en su misión de destruir los portaviones en Estados Unidos, y Alemania peleaba por entrar a Moscú en una campaña que se veía casi perdida. A pesar de estas pequeñas derrotas, pasarían años antes de que las potencias del Eje se vieran derrotadas. “Con todo, aún habrían de transcurrir muchos meses para que los aliados advirtieran que habían cambiado las tornas. En 1942, el Eje aún logró triunfos espectaculares y, sin embargo, la realidad histórica crucial es que los altos funcionarios del Tercer Reich consideraron, ya en diciembre de 1941, que era imposible obtener la victoria militar al no haber logrado derrotar a la URSS. Aunque hubo quien se aferró a la esperanza de que Alemania negociase una paz aceptable, todos, incluido tal vez el mismísimo Hitler, en lo más recóndito de su conciencia, sabían que había pasado el momento decisivo”, escribió Max Hastings en Se desataron todos los infiernos. Historia de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque Japón y Alemania salieron derrotados en esta guerra, sus relaciones continuaron desarrollándose hasta lo que vemos hoy. Con el tiempo se enfocaron en acuerdos económicos y se convirtieron en dos de las potencias económicas más importantes. Según la Encuesta de la Fundación Bertelsmann, realizada en 2012, los alemanes tienen, en general, una buena percepción de los japoneses. El duelo ya no se libra en un campo de batalla o en papeles diplomáticos, sino en una cancha de fútbol.
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