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Alerta roja en la sala de teatro Tercer Acto

La sala de teatro Tercer Acto atraviesa una gran crisis causada por los procesos burocráticos que no le han permitido acceder al recurso otorgado por la convocatoria de la Ley del Espectáculo público, de la cual fueron beneficiarios en el año 2020. La deuda al día de hoy supera los trescientos millones de pesos.

Carlos Moisés Ballesteros P
27 de mayo de 2023 - 05:21 p. m.
Hace unos años, en 2020, la sala Tercer Acto fue beneficiada con el estímulo de la ley del espectáculo público, la cual aprovecha un porcentaje del recurso recaudado de eventos artísticos de alto impacto.
Hace unos años, en 2020, la sala Tercer Acto fue beneficiada con el estímulo de la ley del espectáculo público, la cual aprovecha un porcentaje del recurso recaudado de eventos artísticos de alto impacto.
Foto: Cortesía Sala Tercer Acto

La construcción de la cultura en el país ha tenido un protagonista en cada uno de los espacios que ha luchado por construir el arte alrededor de las comunidades. Estos espacios son el epicentro de los eventos que hacen eco de nuestros episodios sociales y de nuestros fenómenos políticos y culturales, haciendo resonar en las comunidades innumerables preguntas necesarias, no solo para darnos alivio en el diario vivir, sino para producir las bases de lo que somos como sociedad. También son plataformas para el encuentro de diferentes sectores de la comunidad. Su mantenimiento y apoyo son claves para nuestro desarrollo como colectividad y como individuos. Por eso, cuando un espacio está en peligro de extinción, siempre deben crearse todas las alertas posibles en busca de soluciones que permitan el funcionamiento de estos lugares.

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Este es el caso de la sala de teatro Tercer Acto, un espacio ubicado al sur oriente de Bogotá que, a lo largo de más de una década, ha trabajado no solo por convertirse en epicentro de diferentes eventos de tipo artístico, sino que ha promovido la construcción de proyectos que avanzan a la par de la comunidad que le rodea, haciendo posible la reinvención social de los espacios que habita la comunidad, dignificando las viviendas, las calles, mientras se movilizan como sociedad en función de un futuro mejor, que sea más habitable y más ameno para todos.

Hace unos años, en 2020, la sala Tercer Acto fue beneficiada con el estímulo de la Ley del espectáculo público, la cual aprovecha un porcentaje del recurso recaudado de eventos artísticos de alto impacto, como los conciertos de asistencia masiva, y los destina para el mejoramiento infraestructural de espacios independientes dedicados al quehacer del arte y de la cultura. Al ser beneficiados con estos recursos, este lugar debía hacer unas mejoras de tipo estructural al edificio en el que se encuentra ubicado, lo cual ascendía a un valor superior a los trescientos millones de pesos. Dichas adecuaciones comenzaron a desarrollarse y fueron finalizadas a pesar de que el recurso nunca fue desembolsado y ante la premura de que los precios se elevarían, entre otros factores, por la pandemia. Para el financiamiento de estas obras, Daniel Castro, fundador y director de la casa Tercer Acto, tuvo, entre otras cosas, que vender su carro, su casa propia e irse a vivir en arriendo, además de asumir una serie de créditos bancarios que hoy por hoy no han sido saldados y que desbordan sus posibilidades, pero la Secretaría de Cultura sigue sin desembolsar del dinero.

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Los daños colaterales han sido permanentes, la sala no ha podido recuperarse del impacto de estos años que, con las adecuaciones, han imposibilitado su funcionamiento y que al día de hoy, pese a encontrarse abierta, los distintos apoyos y espacios artísticos y de formación no dan abasto para sostener el incremento de los intereses provocados por la serie de préstamos de sus propietarios. Hace falta voluntad para la aprobación del desembolso, las citas con diferentes agentes responsables del funcionamiento de estas entidades han sido innumerables, tocar las puertas de uno u otro sitio se han vuelto una rutina que parece no acabar. La solución, sin embargo, no sobresale en el horizonte, y el tiempo sigue jugando en contra de un espacio que, a varias calles de su ubicación, puede demostrar, a través de la comunidad que le rodea, cómo ha permitido el desarrollo y la dignificación de la comunidad y su entorno.

Este problema fue producido por la falta de agilidad en la legalización de ciertos procesos, que obedecen a las dinámicas culturales y sociales de sus contrapartes. Muchos de estos fenómenos tienen un claro responsable, pero nunca es el que mayor afectación tiene. Vale la pena acercarse a la sala Tercer acto, caminar las calles que le rodean, ver una función, hablar con sus habitantes y, sobre todo, echar una mano a una situación que nos afecta a todos: creadores y consumidores de las artes.

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Por Carlos Moisés Ballesteros P

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