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Alex Brahim nació en Cúcuta, capital de Norte de Santander, uno de los treinta y dos departamentos de Colombia. Desde pequeño se vio influenciado por las corrientes culturales que corrían por las venas de sus familiares más cercanos. Su padre se destacó por ser uno de los arquitectos modernos más importantes de la ciudad y construyó algunos de los barrios que hacen parte de la historia de la arquitectura cucuteña. Su hermano, por su parte, transformó una avenida principal en Cúcuta y le dio una nueva identidad, lo que le valió un premio nacional de arquitectura. Por otro lado, su madre fue abogada y trabajó como gestora cultural. Era también profesora de Historia, Geografía, Literatura, y una apasionada del teatro.
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Brahim llegó a Bogotá para estudiar Mercadeo y Publicidad. “El mercadeo y la publicidad fueron mi ventana para entender cómo la empatía podía utilizarse para vender un producto” dice. De allí pasó a la escuela de periodismo del diario El Tiempo, en la que, luego de un riguroso examen, fue seleccionado para trabajar en un grupo de quince miembros. Allí se formó junto a sociólogos, politólogos y economistas. “Me obsesioné con juntarme con gente distinta y que pensara distinto”, recuerda Brahim, “sabía que si me reunía solo con publicistas no iba a poder entender completamente a la gente”.
Alex se embarcó en lo que él llama una expansión de la conciencia. Esos años en Bogotá lo llevaron a darse cuenta de que lo disruptivo, lo marginal, lo periférico, lo que arrojara luz sobre las áreas oscuras, era lo que le apasionaba.
Su experiencia profesional incluye desde “cargar cables” en un festival de poesía experimental, hasta ser editor de una de las revistas más conocidas en Barcelona. Tras ser escogido en una convocatoria en Barcelona, llegó al Festival de Cine de Róterdam y comenzó a acercarse al cine. Para Brahim, “el mundo audiovisual es un movilizador por sinestesia”, ya que genera un estadio de empatía sensorial y emocional más amplio y menos estacionario que el de otros medios escritos o estáticos.
Primeros pasos
Tras la muerte de su madre, Brahim y sus dos hermanos, María del Pilar y Luis Miguel, crearon la fundación sin ánimo de lucro, El Pilar, la cual fomenta el arte a través de pinturas, murales, cultura ciudadana y conductas sociales en el espacio público. En esquinas y calles de la ciudad se ve reflejado el arte promovido por la fundación que invita sutilmente a pensar en cómo cada ciudadano puede participar de la creación de ciudad.
Desde el 2015 Brahim y su hermano decidieron trabajar desde la fundación en la frontera colombo-venezolana en Cúcuta con el proyecto “Juntos Aparte” que pretende, a través de proyectos artísticos, dar a conocer lo que ocurre allí. “Es una respuesta a la emergencia que se vive en la zona limítrofe entre Colombia y Venezuela, a la altura de Cúcuta y San Antonio del Táchira, históricamente la frontera más dinámica de América Latina, en tiempos de crisis migratoria global”. El cierre del paso fronterizo, y su lenta y parcial reapertura han generado una crisis humanitaria sin precedentes en la región, separando familias y comunidades en un área caracterizada por su espíritu de hermandad. “La frontera, dice Brahim, más que una línea de separación ha sido un centro de convergencia”.
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Por eso Juntos Aparte ha convocado y creado una cita obligatoria para que los artistas llamen la atención y creen sensibilidad ciudadana. En esta iniciativa participan la Iglesia, los empresarios, los artistas y los niños y niñas de los colegios, con el objetivo de seguir fortaleciendo los lazos de hermandad entre colombianos y venezolanos, frenar la creciente xenofobia que se vive en la frontera y aprovechar mejor el capital cultural como resultado de vivir juntos, pero aparte.
Algunas autoridades locales han visto el trabajo de Brahim como disruptivo, lo que él interpreta como “una señal de que estamos haciendo bien el ejercicio de convocar y llamar la atención usando la cultura, el arte, lo visual para unir a la gente”.
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Las cifras respaldan la intuición de Brahim: en 2017 Juntos Aparte logró movilizar 9.000 personas con el fin de generar una reflexión que solo era posible a través del arte. El arte, bien se sabe, permite desprenderse de prejuicios y relacionarse desde lo más primordial de la condición humana. En cierto sentido, el trabajo que adelanta Brahim es un espejo de su propio proceso de autoconocimiento. Y es que solo su expansión de conciencia le ha permitido entender a los otros y reconocerse en ellos, un ejercicio vital cuando se tiene en cuenta el shock cultural que está generando la migración sin precedentes que ocurre en esa región fronteriza.
Y es que el esfuerzo desplegado por Juntos Aparte en la frontera colombo-venezolana es lo que Alex Brahim entiende por liderazgo: “generar confianza entre los más distintos para construir tejido social duradero y auténtico”.
Cualquier esfuerzo que pretenda enfrentar un enorme desafío se verá pequeño en comparación. En ese sentido todo emprendimiento social es una especie de David intentando derribar su propio Goliath. Juntos Aparte no es la excepción. Especialmente cuando se tiene en cuenta la magnitud de la problemática de la migración venezolana. Para mayo de 2021 se estimaba en siete millones el número de emigrantes venezolanos disperso por el mundo. Cerca de dos millones de ellos en territorio colombiano. Ante este flujo histórico de migrantes, Brahim intenta ampliar el relato de lo que supone una frontera para mostrar que las mentes se pueden transformar y las personas convivir y prosperar juntas.