Alfredo Gutiérrez, el acordeonero romántico
Crónica sobre el acordeonero y músico Alfredo Gutiérrez, nacido en Sucre, y ganador del Folk Festival en Berlín en 1990.
Lucero Martínez Kasab
¿Dónde estuve? Me pregunté después de salir caminando de la casa de Alfredo Gutiérrez hacia la mía que quedaba a pocas cuadras; tomé la última foto de él con su espléndida hija, Noris, diciéndome adiós desde el jardín. Habíamos conversado largas horas, ya se hacía de noche, me fui caminando despacito con un mundo lleno de música dentro de mi corazón. Alfredo, tres veces Rey del Festival de la Leyenda Vallenata. Tres Congo de Oro en el Carnaval de Barranquilla. Dos Trébol de Oro y un Califa de Oro en México. Cinco Guaicaipuro de Oro en Venezuela. Fue nominado al Grammy Latino en 2007, en Estados Unidos. Admirado en México, en Alemania, en Estados Unidos y, fundador, nada más ni nada menos que de la mítica agrupación musical Los Corraleros de Majagual, sin embargo, él no conversó una sola palabra sobre sus trofeos…, ni yo tampoco.
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¿Dónde estuve? Me pregunté después de salir caminando de la casa de Alfredo Gutiérrez hacia la mía que quedaba a pocas cuadras; tomé la última foto de él con su espléndida hija, Noris, diciéndome adiós desde el jardín. Habíamos conversado largas horas, ya se hacía de noche, me fui caminando despacito con un mundo lleno de música dentro de mi corazón. Alfredo, tres veces Rey del Festival de la Leyenda Vallenata. Tres Congo de Oro en el Carnaval de Barranquilla. Dos Trébol de Oro y un Califa de Oro en México. Cinco Guaicaipuro de Oro en Venezuela. Fue nominado al Grammy Latino en 2007, en Estados Unidos. Admirado en México, en Alemania, en Estados Unidos y, fundador, nada más ni nada menos que de la mítica agrupación musical Los Corraleros de Majagual, sin embargo, él no conversó una sola palabra sobre sus trofeos…, ni yo tampoco.
Las calles taponadas de carros, lentos, pitando como suele hacer el barranquillero y, a mí, que eso me mortifica, ni me importaba, mi mente iba envuelta en las melodías del acordeón de Alfredo y de su voz que cantó para mí todas las canciones que le fui pidiendo. “Oh, Alfredo, cántame, anhelos tengo de verte vida mía… “. “Sí, vamos a traer el acordeón…, anhelos de tenerte junto a mí… Y escuché ahí, a mi lado, las primeras notas del acordeón con ese inicio inconfundible lento, romántico, evocativo y su voz, que tantas veces vi en las tarimas del Carnaval, ahí, viva, con los “dejos” que él tiene al cantar. “Oh, Alfredo, canta, ojos verdes…”, él, retomó la letra, " ojos verdes que me hechizan, que me embelesan toda mi vida, ojos verdes como el mar, ay, yo los quiero para mí no me dejen de mirar porque me puedo morir…”. “Oh, Alfredo, ¿no sabes?, la primera canción tropical que yo escuché en mi vida fue a los cinco años, estaba jugando con tierra en un patio en Montería, cuando por los aires, entre las ramas de los árboles, escucho una canción que nunca olvidé por su ritmo alegre en Guararé, décimo quinto Festival, en Guararé…, eras tú, Alfredo y, hoy, estoy conversando contigo…”, “vamos a cantarla, Lucero, y tú haces el coro…” Y, la cantamos, yo que no canto. “Oh, Alfredo, ¿tú bailas? " “Claro que bailo…” Y, bailamos, ahí en una de las salitas de su casa impecable. Alfredo baila muy raro, coge para un lado y para el otro, rápidamente y, yo, que no soy muy buena en eso, por un instante me arrepentí de haberlo sugerido, pero, me iluminaron las musas y no sé cómo, pero lo seguí; cuando nos sentamos, como si él lo intuyera me dijo “bailas bien, me cogiste el paso”.
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Ante ciertas experiencias de la vida queda uno perplejo al darse cuenta de la forma como el tiempo vive en nosotros de una manera extraña. No supe lo feliz que fui hablando con Alfredo Gutiérrez hasta que me puse a escuchar en la penumbra de mi balcón a veinte metros de altura rodeado de estrellas y de la brisa envolvente del río Magdalena, la grabación de nuestras voces. Tiempo donde me contó que le gustaban las baladas de los años 60 y 70 de Leo Dan, de Los Graduados, mencionó a muchos, ni qué decir de Raphael de quien afirmó que era el papá de los baladistas por su portentosa voz. Admiraba también la voz de Elvis Presley, el líder del rock and roll norteamericano, "masculina, no como la de los cantantes de ahora…". " ¿Sabes?, yo tomé de Presley ese estilo así desenfrenado, esa soltura en el escenario para hacer un show…" " ¿Cómo así? " "Sí, lo vi en televisión, se lo aprendí y lo adapté para mí". Alfredo, enseguida, cogió el acordeón, lo tocó, diríamos que al estilo Presley, frenético, cantando con palabras en inventadas como si fueran en inglés una tras otra, cuando terminó soltamos la carcajada…, es un hombre muy divertido. Él continuó, " ¡ah!, y la de Frank Sinatra, ¡qué voz! " Yo le respondí, "Alfredo, a mí no me gusta Sinatra, me parece su voz muy técnica, es extremadamente frío", al segundo me dijo acercándose un poco "es que Elvis era para el pueblo y Sinatra para la élite gringa…" " ¡Sí! ", le dije ante tamaña verdad y de saber que estaba de acuerdo conmigo, volvimos a reír.
Días antes de ir a la casa de este legendario cantante y compositor me puse a escuchar sus canciones, son todas de ritmos tan pegajosos que yo iba de aquí para allá bailándolas, cantándolas, deteniéndome en sus letras, imágenes y temas tan imaginativos, así que cuando estábamos hablando le pregunté cómo aprendió a leer y, a tener un vocabulario tan rico como para escribir más de 500 temas. Evocó que venía de unos padres analfabetas, Alfredo y Dioselina, que, sin haber estudiado eran muy educados; su papá muy poético. "Aprendí preguntando, eso sí, sin interrumpir las conversaciones de los mayores porque, ellos enseñaban que eso no se hacía, entonces, esperaba los silencios y preguntaba. Aprendí a leer solo, con la cartilla Alegría de leer, me fijaba en la parte final de las hojas donde siempre venía un pequeño vocabulario, así, aprendía palabras nuevas".
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Alfredo es justo y generoso para reconocer los méritos de sus colegas, "Fíjate, ya que estamos hablando de analfabetas, el juglar, Alejandro Durán, quien firmaba los documentos con una X, ¡qué canciones las que componía de gran belleza!, la mujer y la primavera son dos cosas que se parecen, la mujer huele cuando está nueva, ay, la primavera cuando florece. "Y, esta imaginación –continuó tomando el acordeón para cantar haciéndome un guiño- lucero espiritual, eres más grande que el hombre, ay, yo no sé dónde te escondes en este mundo historial, ¡ay!, que yo no sé dónde te escondes en este mundo historial…, de Juancho Polo Valencia". Le agradecí esos versos y juntos elogiamos a Juancho Polo. Enseguida me dijo, "fíjate, los grandes juglares no eran de Valledupar, eran de la Guajira, empezando por el mítico Francisco, El Hombre, Leandro Díaz, Luis Enrique Martínez, los mismos Zuleta. Valledupar, tuvo la gran idea de hacer el Festival de la Leyenda, le pusieron el nombre de música vallenata, pero esa música, no nació en Valledupar". "Mira –continuó- si en la sabana de Sucre, Córdoba y Bolívar hubieran tenido la organización del Festival vallenato, el porro y la música de fandango hoy estarían gozando de mayor difusión, pero quienes lo intentaron se enfrascaron en disputas, les faltan dolientes". Por tal razón estará en un conversario con el periodista Fausto Pérez Villareal en la VIII edición de la Feria de la lectura, Un Río de libros, en la ciudad de Montería, el 17 de octubre.
"Oh, Alfredo y, ¿cómo aprendiste música? " "También solo, pasados los años supe por qué: un maestro de la música me dijo que yo tenía oído absoluto; es decir, que sin estudiar música puedo identificar con gran precisión las notas musicales, por eso sé inmediatamente cuándo me desafino y le digo al técnico, hay que repetir…, y, él me contesta, "tranquilo, yo lo arreglo con la tecnología", le respondo, ¡no, señor, si yo no soy capaz de hacerlo así, ¿entonces pa´que estoy aquí?, me retiro de esta cosa…".
Alfredo habla de las ciudades que quiere, además de Sincelejo, de Barranquilla, de Valledupar recuerda del exterior a Monterrey, México, donde lo aprecian mucho, tanto, que tienen un festival de música vallenata. De Madrid, lo atrae la arquitectura de la parte vieja de la ciudad que le recuerda la arquitectura colonial de nuestras tierras y acto seguido muestra su desacuerdo con ese hecho histórico. Asimismo, agradece a la ciudad de Colonia, Alemania, donde también él es muy apreciado por su música. Expresa una fascinación por su catedral porque, allá "parece que uno estuviera en el Cielo…". Alfredo Gutiérrez es un hombre que cree en Dios sin fanatismos, me recuerda que él se llama Alfredo de Jesús, de manera que cuando pide al Cielo dice: "Jesús, Tocayo, por favor ayúdame…".
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Le agradece a la gente del interior del país su lealtad para con él y sus canciones, donde hace más conciertos que en la Costa "en Cali, yo soy el rey con Lisando Meza". Cuenta que, desde el mes de septiembre, las emisoras ponen a sonar sus canciones junto con las de Lucho Bermúdez, Los graduados, Rodolfo Aycardi; en cambio "aquí en Barranquilla la gente me quiere, pero los medios son muy extranjeristas, ¡ah, que salió el reggaetón!, ¡pum, pum, pura bulla el reggaetón!, y las letras son obscenas y, desafortunadamente, eso es lo que aprenden los niños…"
El tono de la conversación se fue haciendo más bajo, más íntimo, entonces, me contó que cumplió cincuenta años de casado con su esposa, Cecilia Moscote, Chila, una linda y atenta mujer. Ella es samaria, se fugó con Alfredo a los diecisiete años de ella, a los 29 de él para casarse en Venezuela. " ¿Cómo hiciste eso, Alfredo? " "Bueno, la enamoré con flores, con cariño, no como ahora, que el amor les parece cursi, la llamaba desde lejos cuando no había casi teléfonos y, una pariente, nos ayudó con eso". " ¿Y, la mamá y el papá qué hicieron? ". "Bueno, fíjate, he vivido con mi suegra toda la vida, ella es una persona encantadora y los hijos de su última hija, es decir de mi última cuñadita, son mis nietos y aquí vienen y soy feliz con ellos. Mi hija, Noris, es de otro pensar, no cree en los hombres…, dice que tendrían que ser como yo…". Alfredo le hace todo un reconocimiento a su hija Noris por la manera como lo cuida y porque le organiza las presentaciones y finanzas para que todo esté en orden. Me dice "la mujer es lo más bello de la creación porque Dios dijo no es bueno que el hombre este solo…".
Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital, compositor, arreglista, cantante y acordeonero, poseedor de un talento espléndido, nació en Los Palmitos, departamento de Sucre, hace ochenta años, recogió de los juglares de la Guajira ese sentimiento arrancado al acordeón para convertirse en uno de los más completos artistas de la música tropical y vallenata de Colombia y de notable reconocimiento internacional. El que baila la cumbia en tarima con un orgullo que estremece verlo, como lo hizo las dos veces que fue ganador del Folk Festival en Berlín, 1990 y Colonia, 1991, Alemania.
Estuve, sin nunca imaginarlo, compartiendo feliz con este artista que alegró mis verbenas en los Carnavales de Barranquilla, que en mis recuerdos su voz es la primera tropical que yo escuché y, también, de su acordeón la primera cumbia, la mítica Sampuesana. Alfredo, gran persona, educado y conversador auténticamente costeño, sabanero, que ha defendido el amor toda su vida con su alegre canto por el mundo entero.