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El domingo 31 de diciembre, el 2023 llegará a su final y le dará paso a un nuevo año. A lo largo de la historia, la celebración de Año Nuevo no ha pasado desapercibida en el mundo de las letras, llegando a inspirar a poetas como Julio Cortázar, Pablo Neruda, Kim Addonizio y Rudyard Kipling, entre otros, quienes decidieron escribir algunos versos sobre esta festividad.
Julio Cortázar: “Happy New Year”
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
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Pablo Neruda: “Oda al primer día del año”
Lo distinguimos
como
si fuera
un caballito
diferente de todos
los caballos.
Adornamos
su frente
con una cinta,
le ponemos
al cuello cascabeles colorados,
y a medianoche
vamos a recibirlo
como si fuera
explorador que baja de una estrella.
Como el pan se parece
al pan de ayer,
como un anillo a todos los anillos:
los días
parpadean
claros, tintineante, fugitivos,
y se recuestan en la noche oscura.
Veo el último
día
de este
año
en un ferrocarril, hacia las lluvias
del distante archipiélago morado,
y el hombre
de la máquina,
complicada como un reloj del cielo,
agachando los ojos
a la infinita
pauta de los rieles,
a las brillantes manivelas,
a los veloces vínculos del fuego.
Oh conductor de trenes
desbocados
hacia estaciones
negras de la noche.
Este final
del año
sin mujer y sin hijos,
no es igual al de ayer, al de mañana?
Desde las vías
y las maestranzas
el primer día, la primera aurora
de un año que comienza
tiene el mismo oxidado
color de tren de hierro:
y saludan
los seres del camino,
las vacas, las aldeas,
en el vapor del alba,
sin saber
que se trata
de la puerta del año,
de un día
sacudido
por campanas,
adornado con plumas y claveles,
La tierra
no lo
sabe:
recibirá
este día
dorado, gris, celeste,
lo extenderá en colinas,
lo mojará con
flechas
de
transparente
lluvia,
y luego
lo enrollará
en su tubo,
lo guardará en la sombra.
Así es, pero
pequeña
puerta de la esperanza,
nuevo día del año,
aunque seas igual
como los panes
a todo pan,
te vamos a vivir de otra manera,
te vamos a comer, a florecer,
a esperar.
Te pondremos
como una torta
en nuestra vida,
te encenderemos
como candelabro,
te beberemos
como
si fueras un topacio.
Día
del año
nuevo,
día eléctrico, fresco,
todas
las hojas salen verdes
del
tronco de tu tiempo.
Corónanos
con
agua,
con jazmines
abiertos,
con todos los aromas
desplegados,
sí,
aunque
sólo
seas
un día,
un pobre
día humano,
tu aureola
palpita
sobre tantos
cansados
corazones,
y eres,
oh día
nuevo,
oh nube venidera,
pan nunca visto,
torre
permanente!
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Kim Addonizio: “Día de año nuevo”
Esta mañana la lluvia cae
sobre la última nieve
y la limpiará. Huelo otra vez
la hierba y las hojas caídas
que se mezclan con el barro.
Los pocos amores que pude
conservar duermen aún
en la Costa Oeste. Aquí en Virginia
camino por los campos con la única
compañía de unas pocas vacas jóvenes.
De hueso ancho y tímidas,
son como las chicas que recuerdo
de Secundaria, las que nunca
hablaban, las que tenían la cabeza
agachada y los brazos cruzados sobre
sus pechos nuevos. Esas chicas
tienen ya casi cuarenta años. Como yo,
seguro que a veces se detienen
de noche ante una ventana, a mirar
el patio silencioso, una
silla oxidada y los muros
de las casas de otra gente.
Habrá tardes en que se acuesten
y lloren amargamente por quien
las hiciera más felices,
y se pregunten cómo sus vidas
las han llevado
tan lejos sin jamás
explicar nada. No sé
por qué estoy aquí fuera
con mi abrigo cada vez más oscuro
y mis botas que se hunden y se levantan
con un leve ruido de ventosa
que me gusta escuchar. Me da igual
dónde estén ahora esas chicas.
Sea lo que sea lo que hayan logrado,
que se lo queden. Hoy no quiero
solucionar nada.
Sólo quiero caminar
un rato más bajo la fría
bendición de la lluvia,
y alzar mi rostro hacia ella.
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Rudyard Kipling: “Propósitos de año nuevo”
1.
He decidido que durante todo el año
aparcaré mis vicios en el estante.
Seguiré un camino más piadoso y sobrio
y amaré a mis vecinos como a mí mismo,
excepto los dos o tres de siempre
a los que detesto tanto como ellos me odian.
2.
He decidido que jugar a los naipes es malo,
sobre todo con cartas como las que me suelen tocar.
Puede desplumar una cuenta bancaria sana,
así que renuncio a estos placeres terrenales
excepto —y aquí no veo pecado alguno—
cuando otros reclamen ‘mi presencia’.
3.
He decidido que votos como estos, aunque
formulados con ligereza, son difíciles de mantener.
Por tanto los acometeré poco a poco,
no sea que mis recaídas acaben por hundirme.
Un voto al año me sacará del paso
y comenzaré con el Número Dos.