Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Cromos

                          Vea

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Suscriptores

                                      Beneficios

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      EE ADS

                                                                                                        Cursos y programas

                                                                                                          Más

                                                                                                          Blogs

                                                                                                            Especiales

                                                                                                              Descarga la App

                                                                                                                Edición Impresa

                                                                                                                  Suscripción

                                                                                                                    Eventos

                                                                                                                      Foros El Espectador

                                                                                                                        Pauta con nosotros en EE

                                                                                                                          Pauta con nosotros en Cromos

                                                                                                                            Pauta con nosotros en Vea

                                                                                                                              Avisos judiciales

                                                                                                                                Preguntas Frecuentes

                                                                                                                                  Contenido Patrocinado
                                                                                                                                  27 de enero de 2021 - 04:03 p. m.

                                                                                                                                  Almeyda, un pájaro de cuenta

                                                                                                                                  Presentamos el prólogo y algunos poemas del libro Una jaula va en busca de un pájaro, de Carlos Andrés Almeyda.

                                                                                                                                  Carlos Andrés Almeyda

                                                                                                                                  Carlos Andrés Almeyda, autor de "Una jaula va en busca de un pájaro", concentra referencias, autores, lugares que aluden a otras culturas, a otras épocas y a otras formas de asumir la existencia.
                                                                                                                                  Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

                                                                                                                                  Margarito Cuéllar

                                                                                                                                  Monterrey, México,

                                                                                                                                  junio 19 de 2020

                                                                                                                                  Si algo deslumbra en los poemas de Carlos Andrés Almeyda es su apuesta por el lenguaje como soporte que le permite hilar un pensamiento poético sin que el poema se desvanezca. Con esto no quiero decir que hace a un lado los sucesos, sino que la forma en que engarza los vocablos en cada texto lo perfilan como un buscador de tesoros, un anacoreta, un pescador y un artesano. Sé que hay diferencias semánticas entre todos estos términos. Trataré de explicar cada uno a lo largo de este texto, que más que un estudio de sus poemas es un acercamiento a su poética.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

                                                                                                                                  Lo invitamos a leer Edith Eger: “Si sobrevivo hoy, mañana seré libre”

                                                                                                                                  Antes hago una breve regresión. Al momento de escribir estas líneas, una extraña criatura asola el mundo. Es microscópica y pareciera más bien la invención de una mente destructora o el guión de una novela negra cuyos protagonistas confiesan las teorías conspiranóicas más aterradoras. Evitaré nombrar la pandemia para proteger la pantalla de mi computadora de cualquier contagio y así proteger al poeta también. La amenaza, por llamarla de algún modo, nos mantiene en casa, sobre todo a los más vulnerables, ya por los años encima, ya porque hemos sido presas de alguna enfermedad de esas que empujan al ser humano a un acantilado y que cuando está a punto de caer, aparece una red y todo fluye de nuevo. Esta especie de toque de queda mundial tendrá como resultado, no lo dudo, empresas creativas que solo el futuro es capaz de delinear.

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  Vuelvo al caso Almeyda. Después de leer las ráfagas de la existencia atrapadas en Una jaula va en busca de un pájaro me queda claro que aquí el lenguaje no es un adorno sino una herramienta para dar luz al poema. No luz artificial, como suele abundar en el mundo de la poesía, sino luz propia, que al rebotar en otras superficies, el lector, por ejemplo, surge un efecto multiplicador. Carlos Andrés Almeyda, como buscador de tesoros, se ve obligado a utilizar diversos tipos de máscaras para lograr su cometido. No puede descender al fondo del mar con su rostro verdadero ni andarse por los parques del poema sin un aire a lo Fernando Pessoa. El poeta, no Almeyda –me remito más bien al lisboeta de los heterónimos–, es un fingidor, ciertamente, pero antes que nada un creador. Buscador de tesoros porque va por la palabra precisa y la desmonta de su contexto lingüístico y crea sus propios artefactos poéticos. No a la manera de Nicanor Parra, sino adaptados a las formas de Almeyda, y ahí es donde entra la palabra “artesano”. ¿Por qué pienso que los poemas de Una jaula va en busca de un pájaro me remiten a la palabra “pescador”? Porque veo en sus textos, valga la paradoja partiendo de que la personalidad de Almeyda es más bien un tanto inquieta, la paciencia del autor indeciso que prefiere esperar una ópera prima bien armada a una casa derruida por el primer viento.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

                                                                                                                                  La paciencia del pescador no la tienen los poetas jóvenes contemporáneos, al menos no todos. Yo mismo, que ya no tengo nada de joven, fui pescador en mi adolescencia. Tenía la necesidad de pescar y lo disfrutaba. Pero no tenía paciencia. Dejaba las redes por ahí a ver qué pescaban solas y me iba de vago por las calles de una ciudad pequeña. Pero sí apliqué la paciencia del pescador y no publiqué mi primer libro a los veinte años sino a los veintiséis. Para entonces ya no me sentía un poeta joven sino mas bien viejo.

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  Almeyda es un mago de la palabra. Uno de los pocos seres involucrados en el mundo del diseño que sí leen. Por lo tanto, sabe de metáforas, de los laberintos del lenguaje, sabe cocinar palabras y sazonarlas, sabe de retórica y de sonidos, de formas y colores:

                                                                                                                                  “Pero soy pequeño

                                                                                                                                  en esta inmensidad de formas

                                                                                                                                  y mis letras son ellas mismas

                                                                                                                                  su propio vocabulario,

                                                                                                                                  estoy yo,

                                                                                                                                  organismo unicelular

                                                                                                                                  sumergido en el éter”.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si gusta leer más de Cultura, le sugerimos: Las venganzas de Iréne Némirovsky

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Sin que sea esta necesariamente una poesía para eruditos, Almeyda concentra referencias, autores, lugares que aluden a otras culturas, a otras épocas y a otras formas de asumir la existencia. Ahí está Nod, la tierra plana, el pastafarismo, Eratóstenes, Robert Graves y su Diosa Blanca, encontramos a Ezra Pound, el imaginismo, el spleen baudelariano incorporado al presente, el teatro de la Guillot, John Cage, Claudio Monteverdi, la Hidra de Lerna, los cuadros de Otto Dix o del Bosco, Federico Fellini y su “Ocho y medio”. Sobre todo está el transeúnte, el enamorado de las cosas que se escurren, el yo que es los otros, el que vuelve a los días de infancia:

                                                                                                                                  “Al otro lado del mundo estoy yo

                                                                                                                                  vuelvo a cruzar la acera

                                                                                                                                  y a fumar

                                                                                                                                  con un cigarro imaginario

                                                                                                                                  mientras algo se proyecta en el aire,

                                                                                                                                  dibujado,

                                                                                                                                  y suena el bolero

                                                                                                                                  que las paredes del barrio replican”.

                                                                                                                                  Está el barrio Lisboa de Bogotá, en donde el poeta se desdobla y a la vez que es él también es el otro. La poesía como caja de resonancia de la música a los abismos luminosos; están también el miedo y la violencia contenida recordándonos que nada humano nos es ajeno.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  ¿Pero qué es en sí esta jaula en busca de un pájaro? Yo creo que una sucesión de viajes. Viajes al país imaginario que es el poeta, a los fantasmas que suelen acompañarlo y a sus sueños. Viajes a lugares y a no lugares. Un viaje con escalas al amor y a la ausencia, a la dicha y al dolor. Un viaje al desasosiego. Será porque “detrás de la palabra amor / no existe más que un deseo inacabado”. Sucesivos recorridos a la herida, a la llaga, a la cicatriz, pues ¿qué sentido tiene la vida sin los ingredientes que la matizan? Ninfas en la niebla. Y hago un paréntesis para decir que en esta época, en nuestros países latinoamericanos, soñar es un lujo, pero también un derecho. El poeta Almeyda lo ejerce.

                                                                                                                                  Almeyda, dueño de un humor involuntario en la vida real, en el poema es la seriedad en llamas. Y esto no es un reproche sino una idea: el camuflaje, la máscara, el disfraz, son instrumentales poéticos para ejecutar una música que vaya más allá de los silencios. Me alegra que atrape sus pájaros sueltos y los incluya en esta jaula de palabras. Ya el lector encontrará la contraseña para ponerlos en libertad.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Lo invitamos a leer Auschwitz y el relato de los límites que no conocíamos

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Fanopeia

                                                                                                                                  He visto el rostro de aquella mujer

                                                                                                                                  tallado en la roca que solía ser su hogar

                                                                                                                                  en el principio de los tiempos.

                                                                                                                                  En aquel entonces

                                                                                                                                  los humanos habitaban la tierra...

                                                                                                                                  iban por ahí, husmeando en escondrijos de cal

                                                                                                                                  y buscaban la merienda

                                                                                                                                  entre la carne destazada de sus semejantes.

                                                                                                                                  De vez en cuando las aves

                                                                                                                                  anidaban en su paraíso perdido,

                                                                                                                                  los topos emergían de la tierra para mirar el sol

                                                                                                                                  hundidos los ojos entre las cuencas

                                                                                                                                  como un recién nacido.

                                                                                                                                  Melopea recogía las flores

                                                                                                                                  en los jardines ajenos

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  y cantaba.

                                                                                                                                  Era como una canción de cuna

                                                                                                                                  un sonido que inauguraba

                                                                                                                                  la eternidad

                                                                                                                                  y el hastío.

                                                                                                                                  Cada tarde el ruido de relámpagos

                                                                                                                                  alertaba el fin de una gymnopedia,

                                                                                                                                  los cerdos y los carneros corrían,

                                                                                                                                  expugnaban en las almenas del bosque

                                                                                                                                  para ponerse a salvo.

                                                                                                                                  Ella se sentaba junto al camino,

                                                                                                                                  recogía su cabello con ramas

                                                                                                                                  y miraba hacia casa.

                                                                                                                                  El tiempo y las constelaciones

                                                                                                                                  aún esperan su regreso.

                                                                                                                                  Luego nacería Eva.

                                                                                                                                  El mundo, como lo conocemos,

                                                                                                                                  empezó a rodar,

                                                                                                                                  estiraba la existencia a los extremos

                                                                                                                                  igual que una máquina de tortura.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si gusta leer más de Cultura, le sugerimos: Roberto Arlt, o escribir sin gramática ni ortografía (III)

                                                                                                                                  XXX

                                                                                                                                  Cuántas veces habré visto

                                                                                                                                  el nombre de las cosas

                                                                                                                                  cayendo por el borde de la tierra

                                                                                                                                  bajo un domo con la forma de su piel

                                                                                                                                  y su materia muerta.

                                                                                                                                  Así, entre fuerzas

                                                                                                                                  que fluyen hacia sí mismas

                                                                                                                                  en una eterna repetición pagana

                                                                                                                                  arcángeles yertos la vigilan en la noche.

                                                                                                                                  Aquella nada que fuera nuestra odisea

                                                                                                                                  el cielo de pájaros disecados

                                                                                                                                  en láminas amarillentas

                                                                                                                                  aquel no irse dando tumbos

                                                                                                                                  por la avenida feliz

                                                                                                                                  de un salmo

                                                                                                                                  en donde hombres buenos rezan

                                                                                                                                  bajo el cielo de asbesto

                                                                                                                                  y las estrellas tintinean

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  sobre sus cabezas

                                                                                                                                  como ante la cuna

                                                                                                                                  de un niño.

                                                                                                                                  De nuevo es este óleo aún no curado

                                                                                                                                  este tazón kintsugi

                                                                                                                                  que por tercera vez se quiebra

                                                                                                                                  el barro seco de líneas cuneiformes

                                                                                                                                  donde hombres infieles

                                                                                                                                  negaron a Ptolomeo.

                                                                                                                                  Eratóstenes, estoy aquí herido

                                                                                                                                  en medio del valle imaginario

                                                                                                                                  de una antigua Mesopotamia

                                                                                                                                  sujeto al cristal de litio

                                                                                                                                  donde ella yace reflejada

                                                                                                                                  y su cuerpo ileso parece oscurecer

                                                                                                                                  el brillo de los días

                                                                                                                                  y los demonios en coro

                                                                                                                                  la cubren de jazmines

                                                                                                                                  adornada

                                                                                                                                  en la enorme marquesina

                                                                                                                                  de su desmemoria.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Cementerio Central

                                                                                                                                  Rodé hasta su cumbre

                                                                                                                                  sin completar mi caída

                                                                                                                                  y regresé a estas tierras pastosas

                                                                                                                                  para recibirla.

                                                                                                                                  Alicia salía del cementerio

                                                                                                                                  con el tallo de una rosa

                                                                                                                                  en sus manos

                                                                                                                                  y la palabra desaliento

                                                                                                                                  escrita

                                                                                                                                  –vocal por vocal–

                                                                                                                                  en cada uno de sus dedos.

                                                                                                                                  Yo la veía desde la escalera

                                                                                                                                  en la que escribí

                                                                                                                                  las señas de su llanto

                                                                                                                                  mientras las gentes marchaban

                                                                                                                                  hacia otras tumbas

                                                                                                                                  para recogerse.

                                                                                                                                  Aquella noche ya muerta

                                                                                                                                  ella se entregó

                                                                                                                                  en silencio,

                                                                                                                                  la contemplé más tarde

                                                                                                                                  desde el precipicio

                                                                                                                                  como una liebre que ha caído

                                                                                                                                  en una trampa

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  cubierta de despojos.

                                                                                                                                  Lo invitamos a leer Diez libros para entender el Holocausto

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  ***

                                                                                                                                  Eleonora pregunta por el nombre de las cosas,

                                                                                                                                  habla de Schopenhauer, su maestro,

                                                                                                                                  y evade la luz del sol mientras camina.

                                                                                                                                  Las muchedumbres la rodean

                                                                                                                                  como moscas ebrias

                                                                                                                                  y ella se detiene a respirar

                                                                                                                                  se acomoda en su cuerpo como si fuera un traje

                                                                                                                                  y va hasta los bordes para evadirse.

                                                                                                                                  También suele leer a Zygmunt Bauman

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  cree que es nuevo aquello de que el amor

                                                                                                                                  corre como agua sucia por las letrinas

                                                                                                                                  hasta dar al elemento

                                                                                                                                  donde coleópteros nacen

                                                                                                                                  y renacen

                                                                                                                                  en su orgía.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Círculo de tiza

                                                                                                                                  Ella actuaba para mí

                                                                                                                                  y olvidó subir el telón

                                                                                                                                  mientras sangraba.

                                                                                                                                  Desdibujó en su vientre,

                                                                                                                                  aquel espejo suyo y mío

                                                                                                                                  en donde nos guareceríamos de la lluvia

                                                                                                                                  con cada memoria.

                                                                                                                                  Pero los días pasan y pasan,

                                                                                                                                  las gentes han colmado estas habitaciones

                                                                                                                                  y nuestros cuerpos ya no son la medida

                                                                                                                                  de una renuncia inevitable.

                                                                                                                                  Cada uno pelea aquella muerte

                                                                                                                                  para hacerla suya.

                                                                                                                                  El recuerdo robado

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  que ella interpreta

                                                                                                                                  mientras yo la saludo

                                                                                                                                  desde su pasado.

                                                                                                                                  Si gusta leer más de Cultura, le sugerimos: La historia detrás del poder de Angela Merkel (II)

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Eleonora

                                                                                                                                  De seguro habrás olvidado aquellos días

                                                                                                                                  en los que corrías hacia mí,

                                                                                                                                  desesperanzada,

                                                                                                                                  y escribíamos el uno en el otro

                                                                                                                                  en un lenguaje de señas.

                                                                                                                                  Deponíamos las armas cada noche

                                                                                                                                  y luego nos evadíamos en el sueño

                                                                                                                                  exhaustos de soportar el tiempo

                                                                                                                                  sobre los hombros.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Para entonces, sin embargo,

                                                                                                                                  la rutina llenaba la habitación de gritos.

                                                                                                                                  Tú golpeabas la caja del ataúd,

                                                                                                                                  aún viva,

                                                                                                                                  mientras el aire escaseaba.

                                                                                                                                  Luego vino el aire de un carburador

                                                                                                                                  que lo llenó todo de humo.

                                                                                                                                  Pisábamos el acelerador,

                                                                                                                                  sin cruzar palabra,

                                                                                                                                  para anestesiar la tristeza.

                                                                                                                                  Ahora,

                                                                                                                                  cinco años después,

                                                                                                                                  solo quedan

                                                                                                                                  algunas aves negras que graznan

                                                                                                                                  en el alfeizar.

                                                                                                                                  Su recuerdo tras la ventana

                                                                                                                                  se ha llevado, como antaño,

                                                                                                                                  todo el aire de la casa.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Asa nisi masa

                                                                                                                                  He venido del sueño

                                                                                                                                  para hablar conmigo

                                                                                                                                  cuando aún era un niño

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  y cazaba cucarrones del parque.

                                                                                                                                  Mi madre llegaba a la orilla

                                                                                                                                  para llevarme de vuelta a la sombra

                                                                                                                                  como si el aire me llenara de aves

                                                                                                                                  con intención de robarme.

                                                                                                                                  Yo solía mirar los álbumes de casa

                                                                                                                                  adivinaba los rostros y los años

                                                                                                                                  y me inventaba la ciudad

                                                                                                                                  dentro de una casa de libros

                                                                                                                                  a los que solo las arañas visitaban.

                                                                                                                                  Cuando por fin vi una mujer

                                                                                                                                  encontré una patria

                                                                                                                                  más grande que el exilio

                                                                                                                                  y la amé a mis doce años, en secreto,

                                                                                                                                  queriendo fijar

                                                                                                                                  –en el reloj–

                                                                                                                                  una hora precisa.

                                                                                                                                  Rehuí de todo lo que sonara a domingo,

                                                                                                                                  familias en la algarabía

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  de los centros comerciales,

                                                                                                                                  el perro de casa corriendo por el césped

                                                                                                                                  postales como las del álbum

                                                                                                                                  de donde nunca pude salir herido.

                                                                                                                                  Tras el sueño, aquella mujer desconocida

                                                                                                                                  me llenó de mis primeros besos

                                                                                                                                  y me aventuré a buscar

                                                                                                                                  como las arañas de la biblioteca

                                                                                                                                  algún lugar hermoso

                                                                                                                                  para reflejarme.

                                                                                                                                  Soñé la primera noche

                                                                                                                                  de todas las primeras noches fuera de casa.

                                                                                                                                  He mudado de piel

                                                                                                                                  y todavía me enfermo

                                                                                                                                  mientras duermo.

                                                                                                                                  Carlos Andrés Almeyda, autor de "Una jaula va en busca de un pájaro", concentra referencias, autores, lugares que aluden a otras culturas, a otras épocas y a otras formas de asumir la existencia.
                                                                                                                                  Foto: Archivo Particular
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

                                                                                                                                  Margarito Cuéllar

                                                                                                                                  Monterrey, México,

                                                                                                                                  junio 19 de 2020

                                                                                                                                  Si algo deslumbra en los poemas de Carlos Andrés Almeyda es su apuesta por el lenguaje como soporte que le permite hilar un pensamiento poético sin que el poema se desvanezca. Con esto no quiero decir que hace a un lado los sucesos, sino que la forma en que engarza los vocablos en cada texto lo perfilan como un buscador de tesoros, un anacoreta, un pescador y un artesano. Sé que hay diferencias semánticas entre todos estos términos. Trataré de explicar cada uno a lo largo de este texto, que más que un estudio de sus poemas es un acercamiento a su poética.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

                                                                                                                                  Lo invitamos a leer Edith Eger: “Si sobrevivo hoy, mañana seré libre”

                                                                                                                                  Antes hago una breve regresión. Al momento de escribir estas líneas, una extraña criatura asola el mundo. Es microscópica y pareciera más bien la invención de una mente destructora o el guión de una novela negra cuyos protagonistas confiesan las teorías conspiranóicas más aterradoras. Evitaré nombrar la pandemia para proteger la pantalla de mi computadora de cualquier contagio y así proteger al poeta también. La amenaza, por llamarla de algún modo, nos mantiene en casa, sobre todo a los más vulnerables, ya por los años encima, ya porque hemos sido presas de alguna enfermedad de esas que empujan al ser humano a un acantilado y que cuando está a punto de caer, aparece una red y todo fluye de nuevo. Esta especie de toque de queda mundial tendrá como resultado, no lo dudo, empresas creativas que solo el futuro es capaz de delinear.

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  Vuelvo al caso Almeyda. Después de leer las ráfagas de la existencia atrapadas en Una jaula va en busca de un pájaro me queda claro que aquí el lenguaje no es un adorno sino una herramienta para dar luz al poema. No luz artificial, como suele abundar en el mundo de la poesía, sino luz propia, que al rebotar en otras superficies, el lector, por ejemplo, surge un efecto multiplicador. Carlos Andrés Almeyda, como buscador de tesoros, se ve obligado a utilizar diversos tipos de máscaras para lograr su cometido. No puede descender al fondo del mar con su rostro verdadero ni andarse por los parques del poema sin un aire a lo Fernando Pessoa. El poeta, no Almeyda –me remito más bien al lisboeta de los heterónimos–, es un fingidor, ciertamente, pero antes que nada un creador. Buscador de tesoros porque va por la palabra precisa y la desmonta de su contexto lingüístico y crea sus propios artefactos poéticos. No a la manera de Nicanor Parra, sino adaptados a las formas de Almeyda, y ahí es donde entra la palabra “artesano”. ¿Por qué pienso que los poemas de Una jaula va en busca de un pájaro me remiten a la palabra “pescador”? Porque veo en sus textos, valga la paradoja partiendo de que la personalidad de Almeyda es más bien un tanto inquieta, la paciencia del autor indeciso que prefiere esperar una ópera prima bien armada a una casa derruida por el primer viento.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

                                                                                                                                  La paciencia del pescador no la tienen los poetas jóvenes contemporáneos, al menos no todos. Yo mismo, que ya no tengo nada de joven, fui pescador en mi adolescencia. Tenía la necesidad de pescar y lo disfrutaba. Pero no tenía paciencia. Dejaba las redes por ahí a ver qué pescaban solas y me iba de vago por las calles de una ciudad pequeña. Pero sí apliqué la paciencia del pescador y no publiqué mi primer libro a los veinte años sino a los veintiséis. Para entonces ya no me sentía un poeta joven sino mas bien viejo.

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  Almeyda es un mago de la palabra. Uno de los pocos seres involucrados en el mundo del diseño que sí leen. Por lo tanto, sabe de metáforas, de los laberintos del lenguaje, sabe cocinar palabras y sazonarlas, sabe de retórica y de sonidos, de formas y colores:

                                                                                                                                  “Pero soy pequeño

                                                                                                                                  en esta inmensidad de formas

                                                                                                                                  y mis letras son ellas mismas

                                                                                                                                  su propio vocabulario,

                                                                                                                                  estoy yo,

                                                                                                                                  organismo unicelular

                                                                                                                                  sumergido en el éter”.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si gusta leer más de Cultura, le sugerimos: Las venganzas de Iréne Némirovsky

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Sin que sea esta necesariamente una poesía para eruditos, Almeyda concentra referencias, autores, lugares que aluden a otras culturas, a otras épocas y a otras formas de asumir la existencia. Ahí está Nod, la tierra plana, el pastafarismo, Eratóstenes, Robert Graves y su Diosa Blanca, encontramos a Ezra Pound, el imaginismo, el spleen baudelariano incorporado al presente, el teatro de la Guillot, John Cage, Claudio Monteverdi, la Hidra de Lerna, los cuadros de Otto Dix o del Bosco, Federico Fellini y su “Ocho y medio”. Sobre todo está el transeúnte, el enamorado de las cosas que se escurren, el yo que es los otros, el que vuelve a los días de infancia:

                                                                                                                                  “Al otro lado del mundo estoy yo

                                                                                                                                  vuelvo a cruzar la acera

                                                                                                                                  y a fumar

                                                                                                                                  con un cigarro imaginario

                                                                                                                                  mientras algo se proyecta en el aire,

                                                                                                                                  dibujado,

                                                                                                                                  y suena el bolero

                                                                                                                                  que las paredes del barrio replican”.

                                                                                                                                  Está el barrio Lisboa de Bogotá, en donde el poeta se desdobla y a la vez que es él también es el otro. La poesía como caja de resonancia de la música a los abismos luminosos; están también el miedo y la violencia contenida recordándonos que nada humano nos es ajeno.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  ¿Pero qué es en sí esta jaula en busca de un pájaro? Yo creo que una sucesión de viajes. Viajes al país imaginario que es el poeta, a los fantasmas que suelen acompañarlo y a sus sueños. Viajes a lugares y a no lugares. Un viaje con escalas al amor y a la ausencia, a la dicha y al dolor. Un viaje al desasosiego. Será porque “detrás de la palabra amor / no existe más que un deseo inacabado”. Sucesivos recorridos a la herida, a la llaga, a la cicatriz, pues ¿qué sentido tiene la vida sin los ingredientes que la matizan? Ninfas en la niebla. Y hago un paréntesis para decir que en esta época, en nuestros países latinoamericanos, soñar es un lujo, pero también un derecho. El poeta Almeyda lo ejerce.

                                                                                                                                  Almeyda, dueño de un humor involuntario en la vida real, en el poema es la seriedad en llamas. Y esto no es un reproche sino una idea: el camuflaje, la máscara, el disfraz, son instrumentales poéticos para ejecutar una música que vaya más allá de los silencios. Me alegra que atrape sus pájaros sueltos y los incluya en esta jaula de palabras. Ya el lector encontrará la contraseña para ponerlos en libertad.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Lo invitamos a leer Auschwitz y el relato de los límites que no conocíamos

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Fanopeia

                                                                                                                                  He visto el rostro de aquella mujer

                                                                                                                                  tallado en la roca que solía ser su hogar

                                                                                                                                  en el principio de los tiempos.

                                                                                                                                  En aquel entonces

                                                                                                                                  los humanos habitaban la tierra...

                                                                                                                                  iban por ahí, husmeando en escondrijos de cal

                                                                                                                                  y buscaban la merienda

                                                                                                                                  entre la carne destazada de sus semejantes.

                                                                                                                                  De vez en cuando las aves

                                                                                                                                  anidaban en su paraíso perdido,

                                                                                                                                  los topos emergían de la tierra para mirar el sol

                                                                                                                                  hundidos los ojos entre las cuencas

                                                                                                                                  como un recién nacido.

                                                                                                                                  Melopea recogía las flores

                                                                                                                                  en los jardines ajenos

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  y cantaba.

                                                                                                                                  Era como una canción de cuna

                                                                                                                                  un sonido que inauguraba

                                                                                                                                  la eternidad

                                                                                                                                  y el hastío.

                                                                                                                                  Cada tarde el ruido de relámpagos

                                                                                                                                  alertaba el fin de una gymnopedia,

                                                                                                                                  los cerdos y los carneros corrían,

                                                                                                                                  expugnaban en las almenas del bosque

                                                                                                                                  para ponerse a salvo.

                                                                                                                                  Ella se sentaba junto al camino,

                                                                                                                                  recogía su cabello con ramas

                                                                                                                                  y miraba hacia casa.

                                                                                                                                  El tiempo y las constelaciones

                                                                                                                                  aún esperan su regreso.

                                                                                                                                  Luego nacería Eva.

                                                                                                                                  El mundo, como lo conocemos,

                                                                                                                                  empezó a rodar,

                                                                                                                                  estiraba la existencia a los extremos

                                                                                                                                  igual que una máquina de tortura.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Si gusta leer más de Cultura, le sugerimos: Roberto Arlt, o escribir sin gramática ni ortografía (III)

                                                                                                                                  XXX

                                                                                                                                  Cuántas veces habré visto

                                                                                                                                  el nombre de las cosas

                                                                                                                                  cayendo por el borde de la tierra

                                                                                                                                  bajo un domo con la forma de su piel

                                                                                                                                  y su materia muerta.

                                                                                                                                  Así, entre fuerzas

                                                                                                                                  que fluyen hacia sí mismas

                                                                                                                                  en una eterna repetición pagana

                                                                                                                                  arcángeles yertos la vigilan en la noche.

                                                                                                                                  Aquella nada que fuera nuestra odisea

                                                                                                                                  el cielo de pájaros disecados

                                                                                                                                  en láminas amarillentas

                                                                                                                                  aquel no irse dando tumbos

                                                                                                                                  por la avenida feliz

                                                                                                                                  de un salmo

                                                                                                                                  en donde hombres buenos rezan

                                                                                                                                  bajo el cielo de asbesto

                                                                                                                                  y las estrellas tintinean

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  sobre sus cabezas

                                                                                                                                  como ante la cuna

                                                                                                                                  de un niño.

                                                                                                                                  De nuevo es este óleo aún no curado

                                                                                                                                  este tazón kintsugi

                                                                                                                                  que por tercera vez se quiebra

                                                                                                                                  el barro seco de líneas cuneiformes

                                                                                                                                  donde hombres infieles

                                                                                                                                  negaron a Ptolomeo.

                                                                                                                                  Eratóstenes, estoy aquí herido

                                                                                                                                  en medio del valle imaginario

                                                                                                                                  de una antigua Mesopotamia

                                                                                                                                  sujeto al cristal de litio

                                                                                                                                  donde ella yace reflejada

                                                                                                                                  y su cuerpo ileso parece oscurecer

                                                                                                                                  el brillo de los días

                                                                                                                                  y los demonios en coro

                                                                                                                                  la cubren de jazmines

                                                                                                                                  adornada

                                                                                                                                  en la enorme marquesina

                                                                                                                                  de su desmemoria.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Cementerio Central

                                                                                                                                  Rodé hasta su cumbre

                                                                                                                                  sin completar mi caída

                                                                                                                                  y regresé a estas tierras pastosas

                                                                                                                                  para recibirla.

                                                                                                                                  Alicia salía del cementerio

                                                                                                                                  con el tallo de una rosa

                                                                                                                                  en sus manos

                                                                                                                                  y la palabra desaliento

                                                                                                                                  escrita

                                                                                                                                  –vocal por vocal–

                                                                                                                                  en cada uno de sus dedos.

                                                                                                                                  Yo la veía desde la escalera

                                                                                                                                  en la que escribí

                                                                                                                                  las señas de su llanto

                                                                                                                                  mientras las gentes marchaban

                                                                                                                                  hacia otras tumbas

                                                                                                                                  para recogerse.

                                                                                                                                  Aquella noche ya muerta

                                                                                                                                  ella se entregó

                                                                                                                                  en silencio,

                                                                                                                                  la contemplé más tarde

                                                                                                                                  desde el precipicio

                                                                                                                                  como una liebre que ha caído

                                                                                                                                  en una trampa

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  cubierta de despojos.

                                                                                                                                  Lo invitamos a leer Diez libros para entender el Holocausto

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  ***

                                                                                                                                  Eleonora pregunta por el nombre de las cosas,

                                                                                                                                  habla de Schopenhauer, su maestro,

                                                                                                                                  y evade la luz del sol mientras camina.

                                                                                                                                  Las muchedumbres la rodean

                                                                                                                                  como moscas ebrias

                                                                                                                                  y ella se detiene a respirar

                                                                                                                                  se acomoda en su cuerpo como si fuera un traje

                                                                                                                                  y va hasta los bordes para evadirse.

                                                                                                                                  También suele leer a Zygmunt Bauman

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  cree que es nuevo aquello de que el amor

                                                                                                                                  corre como agua sucia por las letrinas

                                                                                                                                  hasta dar al elemento

                                                                                                                                  donde coleópteros nacen

                                                                                                                                  y renacen

                                                                                                                                  en su orgía.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Círculo de tiza

                                                                                                                                  Ella actuaba para mí

                                                                                                                                  y olvidó subir el telón

                                                                                                                                  mientras sangraba.

                                                                                                                                  Desdibujó en su vientre,

                                                                                                                                  aquel espejo suyo y mío

                                                                                                                                  en donde nos guareceríamos de la lluvia

                                                                                                                                  con cada memoria.

                                                                                                                                  Pero los días pasan y pasan,

                                                                                                                                  las gentes han colmado estas habitaciones

                                                                                                                                  y nuestros cuerpos ya no son la medida

                                                                                                                                  de una renuncia inevitable.

                                                                                                                                  Cada uno pelea aquella muerte

                                                                                                                                  para hacerla suya.

                                                                                                                                  El recuerdo robado

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  que ella interpreta

                                                                                                                                  mientras yo la saludo

                                                                                                                                  desde su pasado.

                                                                                                                                  Si gusta leer más de Cultura, le sugerimos: La historia detrás del poder de Angela Merkel (II)

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Eleonora

                                                                                                                                  De seguro habrás olvidado aquellos días

                                                                                                                                  en los que corrías hacia mí,

                                                                                                                                  desesperanzada,

                                                                                                                                  y escribíamos el uno en el otro

                                                                                                                                  en un lenguaje de señas.

                                                                                                                                  Deponíamos las armas cada noche

                                                                                                                                  y luego nos evadíamos en el sueño

                                                                                                                                  exhaustos de soportar el tiempo

                                                                                                                                  sobre los hombros.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Para entonces, sin embargo,

                                                                                                                                  la rutina llenaba la habitación de gritos.

                                                                                                                                  Tú golpeabas la caja del ataúd,

                                                                                                                                  aún viva,

                                                                                                                                  mientras el aire escaseaba.

                                                                                                                                  Luego vino el aire de un carburador

                                                                                                                                  que lo llenó todo de humo.

                                                                                                                                  Pisábamos el acelerador,

                                                                                                                                  sin cruzar palabra,

                                                                                                                                  para anestesiar la tristeza.

                                                                                                                                  Ahora,

                                                                                                                                  cinco años después,

                                                                                                                                  solo quedan

                                                                                                                                  algunas aves negras que graznan

                                                                                                                                  en el alfeizar.

                                                                                                                                  Su recuerdo tras la ventana

                                                                                                                                  se ha llevado, como antaño,

                                                                                                                                  todo el aire de la casa.

                                                                                                                                  *

                                                                                                                                  Asa nisi masa

                                                                                                                                  He venido del sueño

                                                                                                                                  para hablar conmigo

                                                                                                                                  cuando aún era un niño

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  y cazaba cucarrones del parque.

                                                                                                                                  Mi madre llegaba a la orilla

                                                                                                                                  para llevarme de vuelta a la sombra

                                                                                                                                  como si el aire me llenara de aves

                                                                                                                                  con intención de robarme.

                                                                                                                                  Yo solía mirar los álbumes de casa

                                                                                                                                  adivinaba los rostros y los años

                                                                                                                                  y me inventaba la ciudad

                                                                                                                                  dentro de una casa de libros

                                                                                                                                  a los que solo las arañas visitaban.

                                                                                                                                  Cuando por fin vi una mujer

                                                                                                                                  encontré una patria

                                                                                                                                  más grande que el exilio

                                                                                                                                  y la amé a mis doce años, en secreto,

                                                                                                                                  queriendo fijar

                                                                                                                                  –en el reloj–

                                                                                                                                  una hora precisa.

                                                                                                                                  Rehuí de todo lo que sonara a domingo,

                                                                                                                                  familias en la algarabía

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  de los centros comerciales,

                                                                                                                                  el perro de casa corriendo por el césped

                                                                                                                                  postales como las del álbum

                                                                                                                                  de donde nunca pude salir herido.

                                                                                                                                  Tras el sueño, aquella mujer desconocida

                                                                                                                                  me llenó de mis primeros besos

                                                                                                                                  y me aventuré a buscar

                                                                                                                                  como las arañas de la biblioteca

                                                                                                                                  algún lugar hermoso

                                                                                                                                  para reflejarme.

                                                                                                                                  Soñé la primera noche

                                                                                                                                  de todas las primeras noches fuera de casa.

                                                                                                                                  He mudado de piel

                                                                                                                                  y todavía me enfermo

                                                                                                                                  mientras duermo.

                                                                                                                                  Por Carlos Andrés Almeyda

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
                                                                                                                                  Read more!
                                                                                                                                  Read more!
                                                                                                                                  Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
                                                                                                                                  Aceptar