Ana María Medina y la Sociedad inusual: el placer de la lectura
Ana María Medina, Lanuwe en redes sociales, dirige un club de lectura llamado Sociedad Inusual. En esta entrevista habló sobre su método para el club y el equilibrio que logró entre un acto de aislamiento como leer y el mundo digital.
Laura Camila Arévalo Domínguez
¿Qué es Sociedad inusual?
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¿Qué es Sociedad inusual?
Sociedad Inusual arrancó en época de pandemia. Yo me vine a vivir a Villa de Leyva y una gran amiga mía se vino a pasar una temporada. Ella tenía una página web llamada Inusual Design, en la que vendía muchas cosas para la casa, normalmente importaba, se iba a ferias de diseño y traía todas esas cosas. Entre esas charlas largas que uno pasaba en esos momentos de cierre, me dijo: yo ya no quiero seguir importando, quiero hacer algo más nacional y vender libros. También me propuso la idea de un club de lectura. Le dije que yo solo era una lectora aficionada. Que mí me encantaba leer y los libros siempre habían sido mi compañía, pero no sabía si tenía la experiencia y autoridad para dirigir un club de lectura. Finalmente me convenció. La idea no era leer grandes títulos o clásicos, que requerían de un conocimiento muy avanzado, sino ir al lector básico, a las personas que nos rodeaban, que precisamente decían que no leían porque no tenían tiempo o no sabían qué leer.
Cómo estructuró el club, qué le decía a las personas que quería que participaran...
Sociedad Inusual se creó pensando en las personas que cuando llegaban a fin de año o a principio, se frustraban o prometían que esta vez sí comenzarían con el hábito de la lectura, pero no tenían herramientas para cumplir esa meta. En un principio lo pensamos teniendo en cuenta que Colombia era uno de los países que menos leía, así que quisimos aumentar esa cifra invitando a la gente a leer un libro mensual. Hemos tenido la gran fortuna de que los autores nos han seguido la corriente. Cuando empecé a diseñar el club de lectura (yo nunca había estado en uno), me pregunté qué me gustaría. Y pensé que en esa primera sesión querría que me recomendaran y me dieran una guía, casi virtual, por una librería y me dijeran a qué títulos valía la pena echarle un ojo. Esto porque creo que las personas que no leen, se van a una feria de libro o entran a una librería y no encuentran un buen librero, pues se encuentran con un montón de títulos que no les dicen absolutamente nada. Entonces lo primero era eso, una guía de ruta dentro de los libros.
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Más allá de lo obvio, ¿por qué contar con los autores de los libros de su club ha sido tan valioso?
Porque uno puede divagar mucho sobre los libros. Es maravilloso que cada persona saque sus conclusiones, pero qué bonito que ciertas dudas las resuelva el propio autor. Me acordaba mucho de una entrevista que le hicieron a Cerati hace muchos años. Alguien le dijo que su canción significaba una cosa, y él respondió: si quieren entender ese significado, me parece genial, pero realmente esa palabra está ahí porque me rimó. Ahí pensé: claro, sería maravilloso ir a la fuente de la obra. Tuvimos mucha suerte porque le empezamos a escribir a los autores y no sé si fue por época de pandemia, pero todos accedieron a estar en la última sesión virtual y estar presentes con nuestras lectoras. A la primera que le escribí fue a Melba Escobar. Acababa de leer un libro de ella y le escribí por Instagram. Me dijo inmediatamente que sí, así que ella siempre estará en los primeros lugares de mi librería: fue la primera autora que aceptó.
Cómo se ha ido transformando Sociedad inusual, qué ha aprendido en el camino, qué ha cambiado...
Después de que arrancamos con el kit de lectura nos dimos cuenta de que lo importante no era que una persona leyera muchos libros al año, sino que los dos o tres o, incluso, el libro que leyera al año realmente lo disfrutara, le sacara provecho: de nada sirve leer un montón de libros si al final del año tú dices: lo leí, pero no lo recuerdo.
La meta del club es leer los libros muy bien, por eso leemos un kit al mes. Tenemos varias sesiones: la introducción, sesiones de contexto del libro y su autor o autoras, y aquí viene algo muy bueno que comenzó a pasar, y es que las reuniones terminaron por convertirse casi que en grupos de apoyo, a ser una cosa muy terapéutica, pero ahí sí no tenía nada de autoridad. Decidimos vincular a una psiquiatra que es experta en mujeres y maternidad y que tenía una visión muy femenina, así que el club se complementa con otra sesión con ella, que hace una lectura terapéutica. Dependiendo de lo que el libro nos diga, ella expone sus percepciones o lectura propia basada en su formación y profesión. La última sesión es con el autor del libro.
La queja o la dificultad de muchas personas, es la falta de tiempo. Usted es actriz, madre, esposa ¿a qué más se dedica y cuáles son los momentos que usa para preparar el kit de lectura, pero, sobre todo, para leer?
Yo soy una mezcolanza de cosas. Estudié ciencia política y me gradué en el 2008. Desde ese año, mi gran trauma y complejo fue no haber estudiado literatura. Después estudié actuación. Nunca ejercí como politóloga y me dediqué fue a actuar. Cuando estudié actuación, una de las cosas que más hacíamos era leer. Yo tenía un profesor que decía: si ustedes no leen y no aprenden del mundo y no viajan y no lo ven, no tienen herramientas para darle cuerpo a ningún personaje. Me acostumbré a cierto ritmo de lectura. Después fui mamá y mis primeros años de maternidad fueron muy duros. Una de las cosas que más me costaban era que no podía leer: me quedaba dormida, el libro iba conmigo a algún paseo y volvía intacto, quedaba de portavasos. Paré dos años en la actuación para dedicarme de lleno a mi hijo y no tenía tiempo para leer. De hecho, publiqué un libro e hice unas definiciones de palabras. Yo digo que la maternidad nos cambia el significado de la vida y de las palabras, y una de ellas fue “libro”. Ya no me acuerdo muy bien cómo la definí, pero puse eso.
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¿Cómo recuperó esos espacios?
Cuando mi hijo entró al colegio. Leer es algo vital desde que soy una niña: cuando nací, mis hermanos ya eran muy grandes, así que mi entretención siempre fue entrar a la biblioteca de mi papá y empezar a coger libros. En la maternidad hay unos años en los que uno se desdibuja un poco como mujer, la lucha es eso, no dejarte desdibujar, y una de las formas que encontré para que eso no me pasara, fue leyendo. Me acuerdo de que a los 25 años dije: voy a empezar a estudiar literatura. Y en ese momento, imagínate la bobada, concluí que no porque “estaba muy vieja”. En la pandemia nos replanteamos muchas cosas de la vida y me decidí a sacar ese anhelo adelante. Ya empecé una maestría en literatura y ahora entro al tercer semestre. Ha sido otra reconexión con los libros, otra vez desde el plano académico.
Siguen siendo muchas ocupaciones, ¿cómo se organiza? Hablemos de un día suyo, de su cotidianidad...
Ahora que me siento más libre para hablar de libros, te confieso que no sé de dónde saco tiempo para leerlos. Me levanto un poco más temprano que todos en casa, a las 6 de la mañana, y uso esa media hora de silencio para leer. De seis a seis y media leo. A esa hora levanto a mi hijo para que se aliste. A las 7 y media lo estoy dejando en el colegio, que me queda aquí a 10 minutos de la casa. Regreso, estudio la maestría, hago lo que tengo que hacer de trabajo para redes. En la tarde soy el Uber de mi hijo, que va a todas sus extracurriculares. Normalmente comemos entre 6 y media y 7. Cuando tengo el club de lectura, me conecto y mi esposo se queda con mi hijo. Cuando no hay día de kit de lectura, a las 8 estamos sentados en la sala.
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Tenemos la costumbre de llevar un diario, entonces mi hijo se sienta a llenar el suyo y nos sentamos a leer. Cuando vamos a la cama, es el momento en que le leo algo a él de sus libros, me gusta que eso pase. Y bueno, hasta que me lo permita, lo haré. El punto es que busco un montón de momentos. Son también momentos muertos: cuando estoy esperando alguna cita o cuando llevo a mi hijo a alguna clase en la que me quedo esperándolo.
Sacamos muchas excusas para no hacer lo que tenemos o queremos hacer. La lectura también resulta, en ocasiones, intimidante...
Yo creo que todos tenemos tiempo para leer. En el club de lectura siempre les recuerdo esta filosofía japonesa de los 10 minutos para adquirir el hábito para una disciplina. Si uno lee 10 minutos al día es suficiente. Ahora que tengo que leer muchas cosas me apoyo un montón en podcast y en audiolibros cuando voy en el carro.
Además de leer y preparar el kit, su trabajo tiene un gran porcentaje de desarrollo en redes sociales. Es paradójico: usted las usa para hablar sobre un acto que requiere de tanto aislamiento y concentración como la lectura, ¿cómo ha manejado esto? ¿Logró un equilibrio?
Para mí ha sido un reto porque cuando arranqué con las redes, lo hice con un blog cuando me convertí en mamá. A mí la maternidad me dio muy duro, yo empecé a escribir allí desde una visión distinta de la maternidad. Lo que yo me encontraba eran comentarios sobre todo lo divino que era este mundo: ser mamá es precioso, las canciones para dormir a los bebés, para la meditación, etc. Y me preguntaba por qué que nadie estaba hablando sobre el trabajo tan duro que implica la maternidad, sobre la soledad, etc. En ese momento Instagram no era tan fuerte y lo que hacía era poner un par de fotos de la vida, no era nada pensado profesionalmente, pero sí le daba impulso al blog. Nunca sentí que tenía esa disciplina de las redes, que sí creo que tienen otras personas.
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Yo comencé en este universo de una manera mucho más orgánica. Después las marcas comenzaron a llegar y me di cuenta de que podía ser una salida económica para estos momentos en los que estaba en la casa. Y lo más valioso es que han sido marcas con las que he podido ser muy coherente. Mencionaría a NU, que tiene una frase muy bonita que no sé si te la voy a decir literal, pero la idea es liberar a la gente de la carga y del tiempo que perdemos en trámites financieros y electrónicos para sacar tiempo para lo que más nos guste. Han hecho talleres con expertos en finanzas, talleres de cocina y, en esta oportunidad, querían tener un club de lectura. Si la idea era tener tiempo para hacer lo que les gusta, se preguntaron a cuánta gente de esta comunidad no le gustaría leer y no ha podido. Hicimos un club con ellos que salió muy bien.
Pero usted tuvo un momento de desconexión con las redes, hablemos de eso...
En pandemia compartí un montón de cosas de lo que estábamos viviendo en casa: qué comer, qué leer, qué hacer y fue un gran aporte. Después empecé la maestría y el club de lectura, y en mi cabeza se hacía la diferencia de qué era lo importante. En ese momento descuidé mucho las redes. Después de estar muy ligada a esto y haberlo abandonado, llegué a la conclusión de que son un gran apoyo y que este es el mundo en el que vivimos. Es decir, un mundo que incluye esto. Ahora me queda mucho más fácil porque en media hora soy capaz de hablar de un libro al que estuve dedicada. No es un doble trabajo: lo que leí lo puedo resumir en un reel de un minuto. Logré complementarlos, pero el balance entre redes y la vida real, me cuesta mucho. Esa guía de ruta súper técnica en la que se habla de una demanda de tiempo mayor se me sale de las manos.
En la sesión inicial del club de lectura, usted habla de Daniel Pennac y los derechos del lector. No voy a repasarlos uno por uno, pero sí quisiera entonces saber de sus comienzos como lectora y de por qué esos derechos le llamaron la atención…
Soy actriz y esta profesión está muy ligada a esa condición humana y a esas preguntas que nos entregan los libros, que para mí son un placer, igual que una serie o una película. Lo que pensaba era: si dejo de ver series porque no me siento enganchada, ¿por qué me cuesta tanto dejar un libro? Si precisamente las dos cosas tienen que partir desde el placer. Si no lo estoy disfrutando, sea porque no estoy preparada para el libro o por lo que sea, pues debería poderlo abandonar. Por eso me gustó tanto la visión de Pennac como lectora y como madre, porque siento que una de las preocupaciones es que nuestros hijos lean. Creemos que si leen van a ser mejores personas, les irá mejor en la vida. Pero lo que hacemos para motivarlos es justamente lo contrario: los obligamos y hacemos que vean la lectura como un castigo y es algo que no debería traer ni una pizca de culpa: ya tenemos un montón de cosas en la vida diaria con las que nos sentimos culpables de la lectura.
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Hablemos de uno de ellos: el derecho a callarnos. Vivimos una ansiedad por ser parte de todo, por comentarlo todo, por tener que pronunciarnos sobre cada cosa que ocurre…
Tocas un tema muy interesante. Me llegan mensajes de que se está quemando un cerro en Yopal y me preguntan: ¿tú por qué no estás hablando de eso? “Oye, hay un paro, ¿por qué no estás hablando de eso? Oye, la guerra en Ucrania, ¿por qué no estás hablando de eso? Se cree que porque alguien tiene seguidores tiene que manifestarse frente a algún tema, pero la verdad es que yo prefiero callarme cuando no tengo la información completa o cuando no es un tema en el que yo realmente me mueva. Con los libros me pasa una cosa: si me gustó, pero, sobre todo, si me apasionó y me atravesó y me inspiró a contar por qué comencé a leerlo siendo una persona y terminé siendo otra, los reseño y los saco por mis redes. Tampoco estoy de acuerdo con aquellas reseñas en las que se destruye el libro. También creo que verbalizar el libro es muy importante. Contarle a alguien sobre lo que uno está leyendo.
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Sobre los rituales que usted sugiere para ese momento de comenzar a leer. Son elementos que le agregan cierto romanticismo a un espacio que se convierte, entonces, en algo sublime, íntimo…
En la medida en que lo volvamos un ritual, entrará por nuestras venas como una disciplina. A veces tenemos que leer en cualquier sitio, pero creo que cuando tenemos el ritual y el espacio, el nivel de atención es mucho más alto. Y entonces nos va a pasar lo que yo quiero que todos los lectores tengan con el libro, y es que leerán entre líneas cada frase. Ahora, por ejemplo, descubrí los audiolibros y me pongo mis audífonos, sigo la lectura, pero además estoy oyendo a alguien que me la está narrando y ahí me doy cuenta de que mi nivel de concentración se multiplica por tres, porque ahí si ya no tengo distractores de absolutamente nada.