Andrea Niño, la cantante lírica que creyó en su destino
La mezzosoprano, quien se ha presentado en grandes escenarios como el Teatro de la Scala, en Milán (Italia), dice que más allá de cantar bonito, lo que le interesa es dar un mensaje de coherencia como artista. Mañana estará cantando en la Gala de ópera que se realizará a las 8:30 p.m. en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, como parte del VI Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá.
Danelys Vega Cardozo
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Andrea Niño está confundida. Tiene 16 años y acaba de graduarse del colegio. Ahora no solo tiene que lidiar con las voces que están en su cabeza, con las preguntas que le llegan, sino también con los cuestionamientos de afuera. Parece que mucha gente a su alrededor está interesada en conocer su futuro profesional, pero ella no sabe qué elección tomar, desconoce qué quiere estudiar.
Su mamá le recomienda el camino musical. Descarta la opción. “Vivir de eso debe ser muy difícil”, piensa. No importa que tenga un tramo recorrido, que desde pequeña hubiera estado en clases de piano, solfeo y coro, y que su día a día transcurra en una Casa Cultural. A ella la siguen consumiendo los nervios cada vez que se acerca a una partitura: le teme a eso de la lectura a primera vista. Cree que si se inscribiera a música en una institución educativa, probablemente no lograría ingresar. De repente observa el plan de estudio de comunicación social y periodismo de la Universidad Minuto de Dios. “Está chévere, me gustaría ver estas clases”, se dice para sí. A pesar de eso sigue sin estar tan convencida. No importa. No tiene ni idea de qué hacer, y eso es lo que menos le “disgusta en ese momento”: elige el periodismo. Pero un semestre después cambia de ruta, porque su mamá “ve un talento musical desbordándose”.
Ella no se resigna a que su hija, aquella que a los cuatro años cantaba afinadamente Un mundo ideal, gracias a Aladdín, la película de Disney favorita de Andrea Niño, renuncie a la música. Sabe que la música predilecta de su hija es el metal sinfónico y que allí están presentes las voces líricas. “Por aquí me le voy a meter. No voy a permitir que se pierda ese talento que tiene”, piensa. Con el plan ideado, contacta al tenor colombiano Manuel Contreras, a quien anima para que sea el profesor de técnica vocal lírica de su hija. Él acepta. Solo falta convencer a Niño. La tarea parece complicada: no logra hacerla entrar en razón.
-Ya sabes que no quiero eso; déjame, que ya estoy estudiando otra cosa.
-No, hija. Tu talento no se puede perder. Inténtalo.
- ¡No!
Entonces, Andrea Niño recibe una llamada. Es Manuel Contreras. Hablan de lo que su mamá le ha dicho con respecto a su voz. La anima a que explore el canto lírico, a que sostengan una clase. “No pierdo nada con probar”. Comienza a conocer, a acercarse y a cantar ópera, pues antes solo había escuchado algo muy lejano de ese género musical, “porque lamentablemente en Colombia nosotros no somos muy cercanos”.
- ¿Por qué lamentablemente?
-Cada persona tiene derecho a que le guste la música que quiera, pero digo lamentablemente porque hay gente que no conoce la ópera. Hay personas que cuando la conocen se preguntan: “¿Por qué no la conocía antes si esto es una maravilla? Como si uno descubriera un mundo. A nosotros nos encantan las novelas mexicanas y colombianas, y la ópera es como una telenovela, porque hay un guion, un libreto, unos dramas, solo que lo acompaña una orquesta, un coro y un cantante. La gente lo ve como algo muy distante a nivel cultural, a pesar de que ya es Patrimonio de la Humanidad.
Cada vez que canta aquella música experimenta un placer emocional, pero también físico “al sentir cómo se abre la garganta y se conecta la voz, y las vibraciones en el pecho y en tu propio cráneo”. Entonces su profesor la anima a que se presente al Conservatorio de Música de la Universidad Nacional. Lo hace. Hasta ahí llega su carrera de periodismo.
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En el pasado esa idea del conservatorio le parecía muy lejana, muy europea. Le habían dicho incluso que entrar a un lugar de esos no era para nada fácil y que debía hacerlo desde pequeña. Eso le había quedado sonando, tanto como para considerarlo casi que una derrota anunciada. “Tonterías que uno se hace en la cabeza”. Ella había logrado ingresar, pero debía admitir que por dentro se estaba muriendo de miedo. “¿Será que daré la talla?”, se preguntaba. Le preocupaba, sobre todo, lo relacionado con las materias teóricas. No le angustiaba la parte del canto porque, al menos en ese aspecto, siempre se había sentido bien, “pero sacar una carrera no es solo cantar”. Su talón de Aquiles fueron tres asignaturas en particular, enfocadas hacia la misma área: perdió historia I, II y III. “Creo que tengo un máster”. A medida que fue pasando el tiempo se fue convenciendo de que le tocaba esforzarse “más que otras personas”. No llegó a esa conclusión sola.
Un día, mientras sostenía una conversación con su maestra del conservatorio, ella le dijo: “Hay personas que tienen que esforzarse el triple, porque a lo mejor hay alguna cosa que no se les da tan fácil”. Ese comentario lo interiorizó y lo aplicó en la lectura de la partitura, porque, a diferencia de otros colegas, se le dificultaba hacerla a primera vista. “Tengo que estudiar mil veces esa melodía hasta que la memorice”, se proponía. Ahora, paradójicamente, “puede memorizar muy rápido”. Fue una habilidad que fue adquiriendo en un trayecto de dos horas diarias, las horas que demoraba de la universidad a su casa.
Como vivía en Chía, durante su época universitaria, mientras iba en el bus camino a su hogar, escuchaba las grabaciones de sus clases, leía las partituras y estudiaba los textos. En los primeros dos meses del semestre ya tenía aprendido el repertorio del examen. Sus compañeros se acercaban y le preguntaban: “¿Cómo haces para memorizar?”. Para ella era increíble que le estuviera diciendo eso. “Uno a veces no tiene confianza en uno mismo, pero ya se me fueron todos esos complejos”.
- ¿Es decir, que ahora tiene más confianza propia?
- Absolutamente. Creo que además en aquella época era muy joven y a esa edad uno tiene sus momentos de incredulidad, de complejos. Y bueno, de mayor creo que hasta peor, pero en mi caso ha sido al contrario musicalmente hablando. Ahora me siento mejor y tengo más confianza propia.
Si lo piensa, algo que le ha ayudado es que, por lo general, siempre ha recibido una retroalimentación positiva por parte de sus maestros, quienes le han dicho que canta bien, que va por buen camino, que está mejorando. Las audiciones, los concursos y los premios que ha ganado también le han servido para ese mismo fin. “Al artista, como un romántico empedernido que es, debería importarle un pepino la gente, pero hay que cumplir con ciertos estándares. La afinación es algo que existe, no podemos negarlo”.
-Si no le hubieran hecho tantos comentarios positivos y no hubiese obtenido los premios que ha ganado, ¿habría elegido un camino diferente al musical?
-Seguramente sí. Por algo estaba estudiando comunicación social. Estudié música es porque mi maestro me decía: ‘Mujer, con la voz que tienes debes presentarte al conservatorio’. Creo que sería buena en otras cosas, pero la pasión que me arrastra me transporta, me consume, es cantar, entonces no sería tan feliz como lo soy cantando.
Y también se hubiera replanteado esa elección porque no es de las que navega contra la corriente, de las que se lanza al mar en medio de una tormenta sin saber nada. De hecho, nunca tuvo un amor frustrado porque solo le gustaban los chicos que sabía que le corresponderían. “Nunca me enamoré del tipo que sabía que ni lo miraba a uno con el rabo del ojo”. Era cierto que podía decir que estaba guapo, pero hasta ahí. “A ti te puede gustar mucho Brad Pitt, pero eso no significa que lo vas a tener, lo mismo pasa con la música: te puede encantar, pero como no cumplas los estándares mínimos para ser cantante lírico o para ser músico, no hay nada que hacer”.
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Pero una cosa es no contar con los estándares mínimos y otra es que la gente no logre seguir su pasión por factores económicos. “Claro que hay que esforzarse, pero más que motivar a la gente a que se puede con positivismo, hay que fortalecer la cultura del país, porque si los cantantes están mejor pagos pueden tener la oportunidad de salir del país y audicionar o vivir mejor”. Y ella no hubiera salido nunca de Colombia si no fuera porque se ganó una beca para hacer una maestría en España. “Hablaba la otra vez con unos colegas que la mayoría de los cantantes famosos vienen de familias adineradas, que siempre han podido pagar los mejores maestros, viajes a máster con grandes cantantes, que tienen todas las comodidades, uno no. Las reglas del juego son injustas”.
-Para usted, ¿qué es la justicia?
-No sé si quería decir justicia o más bien equidad. ¿Cuántas personas que podrían ser representantes colombianos de alto nivel internacionalmente no lo son porque deben pensar en hacer dinero, ya que en Colombia, por ejemplo, lo que funciona es ser empresario? Justicia es eso: que podamos tener todas las mismas oportunidades y no solo la tengan los más favorecidos.
Y es que a veces se ha sentido en desventaja no solo por la presión de cargar con unos papeles que en cualquier momento se le podían vencer y que la amenazaban con tener que regresar a Colombia, o porque debía hacer rendir el dinero o estar lejos de su familia y de sus amigos, rodeada de personas desconocidas, sino también porque cree que en su país no hay grandes maestros como los que existen en Europa. Sin mencionar que fueron pocas las veces que fue cantante lírica en Colombia, porque “la temporada de ópera es casi nula” en comparación con países como Alemania, Italia o incluso España. “¿En Colombia dónde se hace hoja de vida como cantante de ópera?”, se pregunta todavía.
En su país también le asignaban roles para una voz que no era la de ella: para una grave. “Casi nada me sirve hoy de lo que hice en Colombia en ópera. De hecho, no lo pongo en mi hoja de vida porque no tiene ningún sentido hacerlo, es más, eso me puede restar puntos”. Cuando llegó a España le cambiaron el repertorio y le dijeron que no era ese tipo de mezzosoprano, entonces “fue como comenzar de cero”. A los 25 años le tocó aprender a no compararse con mezzosopranos italianas o españolas, “porque, desde que entran en el conservatorio, ellas tienen una buena escuela de la técnica y todo lo que tiene que ver con el canto. No tuve esa oportunidad. No estoy diciendo que haya malos maestros en Colombia, solo que no es lo mismo que haber estudiado con maestros italianos o franceses”.
- ¿Cómo logró no compararse?
-Cuando me comparaba me deprimía, entonces entendí que mi proceso era diferente y que no podía juzgarlo con el de otra persona. No puedo cambiar donde nací, la escuela que me tocó; el conservatorio que me permitía pagar con mi poder adquisitivo. Ya no me comparo. Acepté que ese es mi proceso. Lo que hago es esforzarme el triple, como decía mi maestra en la universidad. Alguien logra algo caminando 100 metros y tú no puedes hacerlo, pues esfuérzate tres veces más para alcanzarlos. ¿Qué es injusto? Claro que lo es, pero toca hacerlo si te gusta lo que haces y quieres romper todos esos impedimentos.
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Andrea Niño no sueña con pisar escenarios específicos, lo que quiere “es pisar tablas”. Es verdad que le gustaría trabajar más en Alemania, continuar haciéndolo en Italia, ya ha cantado en el Teatro de la Scala, pero le gustaría llegar al Teatro Comunale de Bologna, también a los españoles Gran Teatro del Liceo y el Teatro Real. Insiste en que igual no hay un listado, en que ella es una persona “poco ambiciosa”.
- ¿Piensa que eso es un defecto o le tiene sin cuidado?
-Creo que es mejor, porque si idealizas algo y después no lo obtienes, te vas a ir en picada. Si simplemente dices: “Voy a hacer las cosas bien y a tratar de abrirme estas puertas y, si no resulta, me busco unas nuevas”, pues mejor, porque no estás rompiendo tus propias expectativas. Es tocar puertas y hacer lo mejor posible.
- ¿Qué es hacer lo mejor posible?
-Lo que esté dentro de tus posibilidades, pero que sepas que ese es el mejor esfuerzo que has dado dentro de lo que puedes dar.
Y hay cosas en las que no desgata sus energías, en las que el esfuerzo le tienen sin cuidado: todas aquellas que no les gusta hacer. Cuando era pequeña no necesitaba que nadie la despertara; ella lo hacía por cuenta propia. Luego se ponía su uniforme, desayunaba y se iba para el colegio. “Mi mamá pocas veces me tuvo que decir que hiciera las tareas. Eso sí, si hay algo que no quiero hacer, no lo hago, pero si es lo contrario, lo hago y lo hago bien”. Ella no se hace cargo de repertorios que sabe que son muy extensos y no tiene tiempo para abarcar o que son muy difíciles o considera que no son los indicados para su edad o voz. “Dices no muy pronto”, le señala la gente. “Pero es que conozco mis límites. Hago algo bien o no lo hago, así de sencillo. Es un defecto, pero también es una cualidad”.
-Es también ser honesto con uno.
-Sí, pero hay cosas que me tomo demasiado a pecho y tal vez debería relajarme.
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Hoy tal vez sería una estrella de rock; aunque lo intentó, no lo logró. Alcanzó a tener tres proyectos musicales ligados a este tipo de música, “pero pareciera que en Colombia, quizás en Latinoamérica, como que nadie se lo toma en serio”. Entonces, el grupo no siempre estaba completo. A veces quería sacarse un cover “y había siempre alguien menos preparado o que no se estudiaba lo que debía”. Luego llegó la ópera a su vida y todo se le fue dando por el camino del canto lírico, a diferencia del rock. “Supongo que es el destino, porque me ha ido bien hasta el día de hoy”. Pero está convencida de que no le interesa ser un títere, una artista que canta bonito en un teatro, a la que aplauden y le dan flores. “Soy artista porque pienso que puedo llegar a muchos por medio de mi voz, pero no solo cantada, sino a través de un mensaje. No puedo negar mis propias convicciones como persona y el arte siempre ha sido una herramienta para mostrar a las sociedades”.
- ¿Cuál es ese mensaje que quiere trasmitir?
-Quiero dar un mensaje de coherencia. Por ejemplo, si predico tal cosa, tengo que aplicarlo, no decir algo y que tu vida sea otra. Hay que ser consecuente, no ir en contra de su propia conciencia e ideales, porque eso es lo que nos está pasando a todos: que tenemos una superficie bonita, pero en el fondo es diferente. Entonces hay que ser coherentes con nosotros mismos, sinceros y transparentes. Imagínate si todas las personas que tienen poder aplicaran lo que predicaran, pues sería maravilloso y las cosas no se quedarían solo en palabras. Eso es la coherencia: la consecuencia.