Andrés Vesalio: la ciencia y el arte de la anatomía (El teatro de la historia)
Nicolás Copérnico y Andrés Vesalio fueron los protagonistas de dos grandes rupturas en la historia de la ciencia. En el mismo año, sus publicaciones iniciaron nuevas formas de entender el macrocosmos de los cielos y el microcosmos del cuerpo humano.
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En 1543 se publicaron dos de los libros más importantes de la historia de la ciencia moderna: De revolutionibus orbium coelestium (Sobre la revolución de los orbes celestes), de Nicolás Copérnico, y De humani corporis fabrica (Fábrica del cuerpo humano) de Andrés Vesalio. El primero defendió una idea muy difícil de aceptar: que la Tierra no era el centro inmóvil del universo, sino un planeta más que giraba alrededor del Sol.
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Vesalio, por su parte, dejó atrás siglos de tradición médica e inició una nueva manera de ver el cuerpo humano. Con una monumental obra impresa de 83 meticulosas imágenes, este médico flamenco, formado en la Universidad de Padua, hizo visible un panorama completo de la anatomía humana: el esqueleto, los músculos, las vísceras y los sistemas circulatorio y nervioso. El mérito científico y artístico de la obra, como él mismo la presentó, radica en su fidelidad y realismo, ya que sus pinturas eran el resultado de observaciones directas de cadáveres humanos.
En el frontispicio de su gran obra aparece el autor exhibiendo estructuras musculares de un brazo humano que sostiene en sus manos. El mensaje es claro: la anatomía no es un asunto de especulaciones teóricas, es una práctica, un arte manual que se debe sustentar en la observación y el contacto directo con el cuerpo.
Vesalio insistió con vehemencia sobre la importancia de la experiencia directa en el estudio de la Medicina: “Como lo hizo Galeno, prefiero exigir a los estudiantes de Medicina, por todos los medios a mi alcance, hacer disecciones con sus manos”. No obstante, reconoció las ventajas de un atlas ilustrado y de las imágenes como una fuente de conocimiento: “No hay duda de que las imágenes ayudan a una mejor comprensión y muestran con mayor claridad lo que los textos, no importa que tan explícitos sean, intentan describir”. El poder de estas imágenes estaba no solo en el cuidado y detalle de cada grabado, sino en su multiplicidad, las técnicas modernas de grabado y el poder de replicabilidad de la imprenta moderna. La fábrica del cuerpo humano es un ejemplo del impacto que tuvieron la imprenta y el grabado sobre la ciencia y el arte. El libro fue un éxito editorial y centenares de copias y varias ediciones circularon en Europa, lo cual facilitó un proceso de estandarización en la manera como se veía la anatomía humana. Gracias a la imprenta, el cuerpo humano fue estudiado de la misma manera en las escuelas de Medicina.
La obra se compone de una colección única de detalladas ilustraciones anatómicas, pero no promulgó grandes descubrimientos en el ámbito de la anatomía. Más bien, la actitud y la vocación de Vesalio por la constatación y experimentación como práctica principal del médico y del anatomista crearon el ambiente propicio para las nuevas generaciones que, siguiendo sus pasos, realizaron descubrimientos notables. Su discípulo Gabriel Falopio publicó en 1561 un estudio sobre el cráneo, los oídos y el aparato reproductor femenino, y mostró el camino para que, dos siglos más tarde, se precisara que las trompas de Falopio transportaban los óvulos al útero. Por su parte, Girolamo Fabrizi, también estudiante de Padua, identificó en 1603 las válvulas venosas. A partir de su trabajo, William Harvey tuvo acceso a un conocimiento más profundo del sistema circulatorio, el cual fue fundamental en su revolucionaria obra sobre el funcionamiento del corazón, las arterias y las venas.
Una de las más notables representaciones de disecciones de cadáveres es el famoso cuadro de Rembrandt titulado La lección de anatomía del profesor Tulp, de 1632, en el que aparece un grupo de cirujanos que participan de una disección y corroboraban lo visto en un gran libro, muy seguramente una copia de la obra de Vesalio.
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Sin necesidad de ser expertos en anatomía, sabemos que un cadáver nunca se ve tal como aparece en las láminas de De humani corporis fabrica. Las ilustraciones atribuidas a Jan van Calcar, con la supervisión de Vesalio, evidencian un complejo trabajo de selección de lo que se incluye o se ignora. El uso de sombras y colores en los dibujos permite diferenciar capas de tejido y órganos con mucha más claridad que en un cadáver o un cuerpo con vida. Los dibujos están acompañados de textos y sobre las imágenes aparecen letras que refieren a nombres y explicaciones, de manera que las imágenes, para mostrar y explicar su contenido, requerían tanto del virtuosismo del pintor como de ciertos conocimientos y convenciones del anatomista.
En el siglo XIV la disección ya formaba parte de la instrucción médica en algunas universidades, pero el arribo de la imprenta y la aparición de tratados ilustrados en detalle transformaron la forma en la que se entendía la anatomía humana. Los artistas y su capacidad de copiar con sumo detalle cuerpos reales desempeñaron un papel definitivo en esta historia. Las ilustraciones de La fábrica del cuerpo humano tienen una deuda y estrecha relación con los mundos de la pintura y el arte. Grandes artistas antes de Vesalio, como Leonardo da Vinci, Rafael, Miguel Ángel y Durero, entre otros, son reconocidos por su rigurosa representación de la figura humana. Da Vinci realizó disecciones de cuerpos humanos y de algunos mamíferos que quedaron registradas en 750 dibujos que hizo de 1511 a 1513.
Seguimos celebrando el talento de pintores como él para copiar de manera fiel el mundo natural, un realismo que implicaba una minuciosa observación, además de virtuosismo y creatividad. En la obra de Andrés Vesalio, al igual que en la de Leonardo da Vinci y Alberto Durero, las dimensiones del arte y de la ciencia son difíciles de diferenciar.
Lecturas recomendadas
Para quien quiera incursionar en el fascinante mundo de la historia de la Medicina, mi recomendación es leer el trabajo Breve historia de la medicina de la antigüedad a nuestros días, de Roy Porter, publicado en 2004.