Aníbal Arias, Bendita memoria
El autor del texto realiza un análisis literario y reflexivo en torno a la antología poética “Bendita memoria”.
J. Mauricio Chaves-Bustos
Antes de pasar a la obra contenida en la antología poética Bendita memoria (2020) , selección de Nelly Echeverri Murgueitio, es necesario hacer algunas consideraciones, máxime en un país como el nuestro donde la memoria de más largo vuelo es de una década, de ahí los planes decenales de cultura por ejemplo, desconociendo las tradiciones, no vistas estas como esencialismos, los mismos que conducen a los exabruptos de afianzamientos de lo que se supone somos, de ahí la violencia y la corrupción como una constante nacional, sino más bien como posibilidad de una herencia que se recibe, con la potestad de hacer de lo recibido lo que dé la bendita gana.
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Antes de pasar a la obra contenida en la antología poética Bendita memoria (2020) , selección de Nelly Echeverri Murgueitio, es necesario hacer algunas consideraciones, máxime en un país como el nuestro donde la memoria de más largo vuelo es de una década, de ahí los planes decenales de cultura por ejemplo, desconociendo las tradiciones, no vistas estas como esencialismos, los mismos que conducen a los exabruptos de afianzamientos de lo que se supone somos, de ahí la violencia y la corrupción como una constante nacional, sino más bien como posibilidad de una herencia que se recibe, con la potestad de hacer de lo recibido lo que dé la bendita gana.
Una tradición que permite comprender que Kavafis no hubiese sido posible sin Homero, entendiendo que en esa Itaca deseada se asientan no solamente las frustraciones y las glorias de los héroes ancestrales, sino también los apegos de un poeta frustrado por su homosexualidad en Alejandría, y que sigue increpando -como las voces de las sirenas- a poetas como Juan Manuel Crespo en su Ulises hombre solo, por mencionar un ejemplo de la importancia, literaria quizá, de reconocer las tradiciones, como el realismo mágico de Gabo y muchos otros más que bebieron no solamente de los cronistas de Indias, sino de la oralidad que se asentaba en los pueblos de esta Latinoamérica siempre redescubierta.
Un poeta desapercibido, antes que no leído, las razones son muchas, quizá “la rosca” que sigue imperando no solamente en las camarillas de quienes se consideran los mejores poetas del país, sino también en los principales “espectáculos” poéticos de las más grandes ciudades, principalmente, a donde, parece ser, es imposible acceder si no tienes una foto con Gabo o mínimo con uno de quienes esa gavilla considera los consagrados.
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Quizá por ser poeta de periferia, nacido en la aurífera y saqueada ciudad de Barbacoas (1948), en el Pacífico nariñense, pese a que su vida la ha desarrollado en Cali, lo que sigue demostrando que en este país las periferias siguen siendo desconocidas por muchos, inclusive por los propios citadinos y pueblerinos que constantemente remarcan su patriotismo con camisetas amarillas y banderas al derecho y al revés.
Perteneciente a la antipoesía, dicen algunos, corriente tan efímera y sobrevalorada como la del nadaísmo, o perteneciente a un momento y circunstancias particulares, como el remarcado dadaísmo que surgió en la vieja Zúrich y se asentó en la provocadora Nueva York, sin dejar más secuelas que un manifiesto que ya muchos han olvidado, sin que nadie sepa definir racional y poéticamente qué es la dichosa antipoesía sin citar a Nicanor Parra, grande desde luego. Poeta maldito, aseveran muchos, más fundados en los actos irreverentes que en el propio estilo poético que ha desarrollado Arias.
Lo que hay en su poesía es elementos que la singularizan dentro de un panorama generalmente rimbombante, estilísticamente o en la asunción del poeta como un ente casi sagrado, un intocable al mejor ejemplo de Eduardo Carranza o del mismo León de Greiff, aunque ambos en polos opuestos; por eso hay en Arias un permanente recurrir a lo urbano, ahí está Cali como la ciudad que busca a toda costa sumarse a las grandes urbes, más cercana al cosmopolitismo de Panamá que a Bogotá, pero conservando lo barrial o lo circunstancial público como puede acontecer en cualquier lugar del mundo, monumental
en la plaza de caicedo
“señor padre señora madre de familia
enseñe a sus hijos a no molestar a las torcazas”
joaquín de caicedo y cuero
rígido
así estás bien
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Se asienta también el uso del lenguaje coloquial, aquí ya no se piensa en los grandes salones destinados para los poetas con áurea divina y su cenáculo de aplausos, sino que hay ahí un interés por mostrar una cotidianidad rica en expresiones poéticas, alejada de la rimbombancia de la artificiosidad, esta particularidad es quizá la que irrumpe dentro de esa tradición, aquí la normalización del lenguaje es la que permite, quizá, un mayor acercamiento a un público alejado de la poesía estilística, para atraer la atención de aquellos que al leer el poema se sienten identificados, sin reconocer, tal vez, que el poeta los está llevando de la mano a una expresión artística milenaria alejada de la metáfora para hacer uso preferente de la metonimia, hijueputas malparidos
en los meses de septiembre y octubre
el hombre que vende la piña picada a peso
por el mal tiempo no saca el carrito
maldice su suerte
disparando palabras de grueso calibre
torpemente pronunciadas
en parte echándole la culpa a la lluvia
en parte
a quien le caiga el guante que se lo chante
Fundamental en su poesía la ironía, más cercana al humor que a la hermenéutica disimulada de muchos otros escritores de salón, posibilitando desmitificar la discreción que se creía esencial contenido de las manifestaciones poéticas más importantes, esta falta de rigidez y esa presencia activa de una palabra más fresca, dotan de un significado más sincero cuando se pretende llegar a un público lector también menos formal, acto de fe
en lo más prohibido
conservo un aire religioso
doy gracias al señor
por cada hembrita
que amanece en mi cama
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Todo lo anterior no quiere decir que ahí no exista también la voz poética que se asienta en una realidad que a veces quisiéramos no reconocer como nuestra, donde la corrupción y la miseria corren parejas, el poeta también aquí asume la voz de anuncio y de denuncio, sobre todo en un mundo en donde nos hemos alejado de la naturaleza para volvernos nuestros propios verdugos, Arias vuelca la mirada sobre este país de permanentes exabruptos y donde la memoria, ante su ausencia, se debe bendecir, por eso de su natal Barbacoas recoge, draga
a la fatiga corren sin limite
nunca visto
ese animal que se levanta
con tentáculos cargados de óxido
qué sorpresa filtrada por los ojos
estos pulmones que se sumergen en la casa
vendrán encalambrados
filón de río goteando entre las piernas
En los ensayos introductorios de esta antología, Carlos Arturo Arboleda y Luis Carlos Bermeo Gamboa, rastrean un trabajo poético detenido escasamente publicado, quizá la tradición poética de su paisano Aurelio Arturo también sin pretenderlo ha tomado su cobijo en Arias, y muy bien traídos los nombres de Catulo y su Carmina XVI, Luis Vargas Tejada y su célebre ironía en tiempo de Convulsiones, o Allen Ginsberg y su Aullido incomprendido y retador.
Datos (1977), Motivos ajenos a la voluntad (1979), Sucesos aún no registrados (1987), Buenos motivos (1989), Peces brujos (1991), Ana ama la fuga (2004), Oh vida (2019) y Bendita memoria (2020) que recoge parte de su poesía, constituyen su obra publicada. Ya en 1976 Fernando Garavito había dicho que “Arias es innovador, no le teme a nada”, por eso sigue ahí, sin mayúsculas y sin puntuación, rompiendo cánones y alimentando una tradición que no a todos gusta, pero que es necesaria para desacralizar lo que siempre ha sido banal: al ser humano.