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Caballero, periodista y conocido caricaturista, nació en Bogotá en 1945; hijo del escritor Eduardo Caballero Calderón y hermano del fallecido pintor Luis Caballero Holguín. Respecto a la presentación de la última entrega de su nueva obra en Bogotá, hablé con el autor y esto fue lo que surgió de dicho encuentro.
Toda una vida dedicada al periodismo y aún lo ejerce con buen tino. ¿Qué le han permitido la caricatura y la crónica a lo largo de estos años?
Para mí no hay mucha diferencia. Tengo una visión caricaturesca de las cosas. Por muchos años he trabajado en revistas y periódicos, siendo fiel a la caricatura y luego haciendo las veces de columnista, pero creo que es prácticamente lo mismo. Se trata de una manera de entregar la información.
En 1984 apareció “Sin remedio”, y en 2004 fue reeditada por Alfaguara. ¿Cuál era su interés al escribir esta novela? ¿Cómo concibe la poesía?
Al principio, justamente, las personas pensaron que se trataba de un libro en clave sobre lo que ocurría en Colombia por aquellos años. Muchos esperaban que fuera algo similar a lo que hizo Alfonso López Michelsen en Los elegidos (1953), pero no tenía nada que ver. Se trata de una novela acerca de lo difícil que es escribir un poema y sobre todo lo que ello conlleva, una serie de malentendidos que se entrelazan. La poesía es una manera de sentir las cosas, pero hablar sobre eso sería muy demorado para tratarlo en esta entrevista.
¿Qué es lo que más recuerda de su padre, el escritor Eduardo Caballero Calderón? ¿De qué manera son evocados sus viajes y estadías en Europa?
Yo viví con mi padre hasta los 17 o 18 años, después no nos vimos con mucha frecuencia. Mantuvimos una relación epistolar por algún tiempo. Lo que más recuerdo de él es precisamente él, su presencia. Mis viajes a Europa los evoco con aprecio, siempre tuve mi vida partida en dos, entre Colombia y el país en el que me encontraba.
¿Qué cosas puede ofrecernos la literatura que la historiografía no logra concebir? Y el periodismo, ¿de qué se ocupa?
La literatura logra contar las cosas de una manera particular, es eso lo que la justifica en relación con otras disciplinas. Nos permite decir la verdad acudiendo a otras maneras de narrar. El periodismo, a veces, no logra cubrir todos los frentes y la historia siempre está respondiendo a ciertos intereses. En una novela todo se puede decir.
¿Cuál es el interés temático de “Historia de Colombia y sus oligarquías”? ¿Cómo ha sido el proceso de recopilación de datos?
La historia del país ha sido bien contada. Lo que yo quiero hacer es revisar algunos episodios y contarlos de forma que puedan ser de fácil acceso para todos los lectores, con dibujos y otras cosas. No es un libro para niños, claro está, sino para personas que no saben de historia. La recopilación de datos para la escritura de estas entregas virtuales ha sido un tanto agotadora, porque me ha exigido leer mucho acerca de casi todo. Siempre he leído libros de historia colombiana, pero muy desordenadamente. Ahora, con esto, debo hacerlo todo con un orden casi milimétrico.
¿Cómo define la situación política actual del país?
Hablo de eso todas las semanas en la columna que tengo en la revista Semana. Me parece que la realidad política actual es sumamente catastrófica. En mi opinión, lo que fue de la destrucción de los acuerdos de paz acabó con lo que venía siendo lo más importante durante el gobierno de Juan Manuel Santos. Lo único bueno que había sucedido en el país a lo largo de 30 años, lo están despedazando sin ningún sentido. Todo está frenado: las decisiones del Congreso, las conversaciones con el ELN, las conversaciones con los paramilitares. Espero que un día podamos dejar de lado, al fin, la obsesión que tenemos con la violencia. Eso nos ha tenido estancados durante medio siglo. Mientras no cambiemos la forma de pensar, las cosas seguirán por el mismo camino.
Antonio, ¿un libro para irse a dormir?
Los libros no son para irse a dormir. Hay que irse a la cama y ya está. Los libros son para seguir despiertos. Yo recomiendo Sin remedio (risas).