“Aprender lengua de señas cambió mi noción del mundo”: Candelaria Gabriel Torres
La obra bilingüe (en español y lengua de señas) “Solo cuando tengas frío”, escrita y dirigida por Candelaria Gabriel Torres, se presentó del 7 al 10 de diciembre en el Teatro Colón. La puesta en escena exploró la relación entre Agustín, un niño sordo, y su madre, Irina.
Andrea Jaramillo Caro
¿De dónde salió la obra “Solo cuando tengas frío”?
Solo cuando tengas frío nace para mí de un sentido de vida que empezó a crecer más de lo que yo imaginé. Esto inicia con una pregunta que yo me hice en la pandemia. Sentía que estábamos pudiendo sobrevivir gracias a que teníamos cosas que hacer en la casa. Y en ese momento me pregunté por la comunidad sorda. Me pregunté qué estarían haciendo en un momento tan complejo y por el lado de las artes escénicas fue que surgió la duda.
¿Qué otros elementos hicieron parte de esa pregunta?
Esto pasa porque yo lo poco que sabía hasta ese momento de la comunidad sorda es que hay algunas personas que no leen español en la comunidad sorda. Entonces pensé que no están escuchando música, algunos no están viendo películas. La televisión nacional no está interpretada en lengua de señas. Entonces ahí fue que pensé en el teatro. Investigué un poco qué compañías había en Colombia y de manera afortunada me encontré que sí había. Pero de manera desafortunada me encontré que había muy pocas. Así tomé la decisión de aprender lengua de señas.
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¿Cómo fue su experiencia de aprender esta lengua?
Me cambió la cabeza porque es un idioma visogestual, que los oyentes no manejamos. Nosotros somos verbales y para aprenderlo tuve que cambiar mi noción de mundo y diría que es un idioma que me transformó. No solo me dejó acercarme a otros, sino que me permitió acercarme a mí misme de otra forma.
¿Cuáles cree que han sido otras expresiones que le han permitido acercarse a usted de otra forma?
Creo que hay dos momentos. Uno, cuando empecé a conocer a mis amigos sordos, porque no era solo tener la posibilidad de hablar un idioma, que es el de ellos, para hablar con ellos, sino era la posibilidad de hablar con una persona que había tenido nociones de mundo muy diferentes a las mías. Desde cómo comprender que son, a lo que son sensibles, comprender qué les gusta, qué no, y que eso significa que todas esas cosas están anidadas en un mundo sin sonido. La segunda, fundar la compañía Siempreviva Teatro, ya que esto fue volverme líder, por así decirlo, de un grupo bilingüe: es español y lengua de señas.
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¿Cuáles fueron los retos de montar y dirigir esta obra?
Uno es que era la primera vez que dirigía, entonces esto fue como lanzarse a un hueco y decir: “Salta, que el paracaídas va a aparecer”. El segundo, enfrentarme a que en Colombia no hay tantos actores o actrices sordos como uno quisiera. Y esto es porque en la educación no hay ajustes razonables, no hay intérpretes de lengua de señas en universidades artísticas. Entonces eso implicó que a los actores sordos que se presentaron en la obra, en diciembre, los tuvimos que formar nosotros. El segundo es también que Siempreviva Teatro se ha planteado como un puente entre ambas comunidades; por lo tanto, no tenía ningún sentido que los compañeros oyentes no hablaran lengua de señas y tuvimos que hacer una formación en lengua de señas.
¿Cuáles fueron las grandes lecciones que le dejó este proceso?
Que hay que escuchar al elenco. Que a veces el grupo es el que sabe más. En cuanto a lección como persona, diría que fue una confianza arrasadora con el grupo, una escucha muy profunda y una necesidad de vinculación, saber que el ser humano tiene el derecho de ser vulnerable, de ser frágil y por ende generar una vinculación para poder dar un salto al vacío.
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¿Cómo ve a Colombia en términos de teatro e inclusión?
No soy experte en estudios de territorio desde la pedagogía de la inclusión, pero puedo hablar desde mi experiencia local. Hay varias universidades que llevan el programa de arte escénicas, pero no conozco una que tenga ajuste razonable de lengua de señas, por lo menos en Bogotá. Creo que en Barranquilla hay una que lo hace. Pero también hay otros factores que van más allá del ajuste razonable, es estudiar una sensibilidad, porque para un sordo un grito agudo no significa nada, pero una boca aterrorizada significa mucho. Creo que falta mucho. Yo creo que los sordos son personas a veces invisibles para el Estado colombiano.
¿Qué fue lo primero que le llamó la atención del teatro y la dramaturgia?
La dramaturgia es donde se cuenta la historia. Y contar una historia implica un poder poético y es que tú puedes enfocar la atención del espectador cuando uno tiene algo que decir que viene desde el corazón. Siento que es un privilegio poder usar ese poder poético. En la dramaturgia tengo el timón y decido hacia dónde llevar la historia.
¿Y en cuanto a la lengua de señas?
Con respecto a respecto a la lengua de señas, es maravilloso. Nosotros los oyentes pues escribimos en el papel, en español. Pero los sordos escriben en el espacio. Esto implica estudiar el espacio, la velocidad de una seña y la contundencia muscular con que se dice para que tenga un sentido dramático o poético.
¿De dónde salió la obra “Solo cuando tengas frío”?
Solo cuando tengas frío nace para mí de un sentido de vida que empezó a crecer más de lo que yo imaginé. Esto inicia con una pregunta que yo me hice en la pandemia. Sentía que estábamos pudiendo sobrevivir gracias a que teníamos cosas que hacer en la casa. Y en ese momento me pregunté por la comunidad sorda. Me pregunté qué estarían haciendo en un momento tan complejo y por el lado de las artes escénicas fue que surgió la duda.
¿Qué otros elementos hicieron parte de esa pregunta?
Esto pasa porque yo lo poco que sabía hasta ese momento de la comunidad sorda es que hay algunas personas que no leen español en la comunidad sorda. Entonces pensé que no están escuchando música, algunos no están viendo películas. La televisión nacional no está interpretada en lengua de señas. Entonces ahí fue que pensé en el teatro. Investigué un poco qué compañías había en Colombia y de manera afortunada me encontré que sí había. Pero de manera desafortunada me encontré que había muy pocas. Así tomé la decisión de aprender lengua de señas.
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¿Cómo fue su experiencia de aprender esta lengua?
Me cambió la cabeza porque es un idioma visogestual, que los oyentes no manejamos. Nosotros somos verbales y para aprenderlo tuve que cambiar mi noción de mundo y diría que es un idioma que me transformó. No solo me dejó acercarme a otros, sino que me permitió acercarme a mí misme de otra forma.
¿Cuáles cree que han sido otras expresiones que le han permitido acercarse a usted de otra forma?
Creo que hay dos momentos. Uno, cuando empecé a conocer a mis amigos sordos, porque no era solo tener la posibilidad de hablar un idioma, que es el de ellos, para hablar con ellos, sino era la posibilidad de hablar con una persona que había tenido nociones de mundo muy diferentes a las mías. Desde cómo comprender que son, a lo que son sensibles, comprender qué les gusta, qué no, y que eso significa que todas esas cosas están anidadas en un mundo sin sonido. La segunda, fundar la compañía Siempreviva Teatro, ya que esto fue volverme líder, por así decirlo, de un grupo bilingüe: es español y lengua de señas.
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¿Cuáles fueron los retos de montar y dirigir esta obra?
Uno es que era la primera vez que dirigía, entonces esto fue como lanzarse a un hueco y decir: “Salta, que el paracaídas va a aparecer”. El segundo, enfrentarme a que en Colombia no hay tantos actores o actrices sordos como uno quisiera. Y esto es porque en la educación no hay ajustes razonables, no hay intérpretes de lengua de señas en universidades artísticas. Entonces eso implicó que a los actores sordos que se presentaron en la obra, en diciembre, los tuvimos que formar nosotros. El segundo es también que Siempreviva Teatro se ha planteado como un puente entre ambas comunidades; por lo tanto, no tenía ningún sentido que los compañeros oyentes no hablaran lengua de señas y tuvimos que hacer una formación en lengua de señas.
¿Cuáles fueron las grandes lecciones que le dejó este proceso?
Que hay que escuchar al elenco. Que a veces el grupo es el que sabe más. En cuanto a lección como persona, diría que fue una confianza arrasadora con el grupo, una escucha muy profunda y una necesidad de vinculación, saber que el ser humano tiene el derecho de ser vulnerable, de ser frágil y por ende generar una vinculación para poder dar un salto al vacío.
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No soy experte en estudios de territorio desde la pedagogía de la inclusión, pero puedo hablar desde mi experiencia local. Hay varias universidades que llevan el programa de arte escénicas, pero no conozco una que tenga ajuste razonable de lengua de señas, por lo menos en Bogotá. Creo que en Barranquilla hay una que lo hace. Pero también hay otros factores que van más allá del ajuste razonable, es estudiar una sensibilidad, porque para un sordo un grito agudo no significa nada, pero una boca aterrorizada significa mucho. Creo que falta mucho. Yo creo que los sordos son personas a veces invisibles para el Estado colombiano.
¿Qué fue lo primero que le llamó la atención del teatro y la dramaturgia?
La dramaturgia es donde se cuenta la historia. Y contar una historia implica un poder poético y es que tú puedes enfocar la atención del espectador cuando uno tiene algo que decir que viene desde el corazón. Siento que es un privilegio poder usar ese poder poético. En la dramaturgia tengo el timón y decido hacia dónde llevar la historia.
¿Y en cuanto a la lengua de señas?
Con respecto a respecto a la lengua de señas, es maravilloso. Nosotros los oyentes pues escribimos en el papel, en español. Pero los sordos escriben en el espacio. Esto implica estudiar el espacio, la velocidad de una seña y la contundencia muscular con que se dice para que tenga un sentido dramático o poético.