Artemisia Gentileschi: feminismo antes del feminismo
La expresión “feminismo” apareció en el siglo XIX con movimientos políticos de lucha por la equidad de género, pero mucho tiempo antes vivieron mujeres que expresaron su inconformidad con la imposición de valores masculinos. La pintora romana Artemisia Getileschi fue un ejemplo destacado del siglo XVII.
En repetidas ocasiones pregunto a mis estudiantes cuáles personajes no podrían faltar en un curso de historia de la ciencia. Con razón recuerdan los nombres de Aristóteles, Kepler, Galileo, Descartes, Newton, Darwin, entre muchos otros. La gran mayoría son figuras masculinas y europeas; como una rara excepción, alguno de mis estudiantes menciona una mujer. Si nos hacemos la misma pregunta sobre grandes figuras de la historia del arte del Renacimiento, muy seguramente aparecen nombres como los de Leonardo, Brunelleschi, Miguel Ángel, Rafael, o Durero, entre otros afamados artistas de género masculino. Más interesante que la lista de nombres familiares son las razones por las cuales tenemos esa percepción masculina de la cultura occidental y aún más interesante preguntarse si ese dominio masculino ha tenido consecuencias sobre la naturaleza y los contenidos de la ciencia y del arte. Sin duda somos herederos de tradiciones patriarcales que han definido quienes hacen parte del mundo del arte y del conocimiento, además de impactarnos con su forma y contenido. No hay que ser feminista militante para reconocer que las relaciones de género han hecho y hacen parte de todas las prácticas sociales asociadas al poder, como lo son la política, la religión, la ciencia y el arte.
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En repetidas ocasiones pregunto a mis estudiantes cuáles personajes no podrían faltar en un curso de historia de la ciencia. Con razón recuerdan los nombres de Aristóteles, Kepler, Galileo, Descartes, Newton, Darwin, entre muchos otros. La gran mayoría son figuras masculinas y europeas; como una rara excepción, alguno de mis estudiantes menciona una mujer. Si nos hacemos la misma pregunta sobre grandes figuras de la historia del arte del Renacimiento, muy seguramente aparecen nombres como los de Leonardo, Brunelleschi, Miguel Ángel, Rafael, o Durero, entre otros afamados artistas de género masculino. Más interesante que la lista de nombres familiares son las razones por las cuales tenemos esa percepción masculina de la cultura occidental y aún más interesante preguntarse si ese dominio masculino ha tenido consecuencias sobre la naturaleza y los contenidos de la ciencia y del arte. Sin duda somos herederos de tradiciones patriarcales que han definido quienes hacen parte del mundo del arte y del conocimiento, además de impactarnos con su forma y contenido. No hay que ser feminista militante para reconocer que las relaciones de género han hecho y hacen parte de todas las prácticas sociales asociadas al poder, como lo son la política, la religión, la ciencia y el arte.
Sospecho que varios de los lectores de este texto no han escuchado el nombre de Artemisia Gentileschi, en mi nada experta opinión, una de las y los pintores más interesantes del Barroco.
Gentileschi se entrenó en la pintura en el taller de su padre, Orazio Gentiseschi, y desde muy joven mostró un talento particular. Su padre quiso, como era frecuente en la época, convencer a su hija de vivir en la seguridad de un convento, a lo cual Artemisia se resistió dando las primeras señales de un carácter independiente. Su primera obra firmada, Susana y los viejos, fue para muchos una obra maestra que realizó a los 17 años, la misma época en que fue violada por Agostino Tassi, un pintor a quien su padre dio acceso a su casa para complementar la instrucción de su hija en técnicas de pintura. La violación era un delito contra la honra familiar más que contra la mujer, y su padre acusó a su colega pintor del crimen con el objeto de reparar el honor de su hija y de la familia. Después de un proceso doloroso en el cual Artemisia fue objeto de humillaciones, señalamientos de su laxa moral, interrogada bajo tortura y objeto de constataciones físicas de parte de comadronas, Tassi fue encontrado culpable.
Gracias a su talento y habilidad para sobrevivir en el entorno masculino del arte, Artemisia logró un importante reconocimiento y llamó la atención de clientes florentinos en la corte de los Medici. En 1616 fue admitida como la primera pintora mujer miembro de la prestigiosa Accademia del Disegno, creada por Cosimo de Medici bajo la influencia de Giorgio Vasari. Allí, Artemisia conoció personalidades de la Florencia del siglo XVII, como Galileo Galilei, con quien entabló una cercana relación. En distintas etapas de su vida vivió en ciudades cerca de poderosos mecenas: Roma, Florencia, Venecia, Nápoles y Londres. Incluso, tuvo encargos de monarcas como Felipe IV de España o Carlos I de Inglaterra.
Fue una artista de su tiempo, de Caravaggio seguramente aprendió un uso agresivo de luces y sombras que le permitieron darle a sus obras un realismo y dramatismo particular. Realizó pinturas con motivos clásicos, posiblemente para complacer a sus clientes, pero también con la confianza de igualar o superar a los más afamados de sus contemporáneos.
Encontró en la pintura posibilidades de expresión más potentes que la de sus contemporáneas escritoras. Las imágenes, a diferencia de las palabras, podían tener la desventaja de la ambigüedad, pero al mismo tiempo, esta polivalencia y el poder de lo visual tenía sus ventajas. La tradicional imagen de la mujer en la pintura del Renacimiento evocaba ideales de castidad y sumisión, o el legado de Eva como la causa del pecado. Los pintores, en su mayoría hombres, naturalizaron una imagen femenina pasiva cuyos cuerpos semidesnudos complacían la mirada de un público masculino. En la obra de Artemisia emergió una mujer distinta, empoderada, que no estaba simplemente para ser observada, sino escuchada. No nos debe extrañar que su obra atrajera la atención de poderosas mujeres con capacidad de influir los mercados del arte.
Con la esperanza de animar al lector a ver y pensar sobre el sentido de otras de sus pinturas, veamos un único ejemplo. El Antiguo Testamento narró la historia de una bella, valiente y astuta mujer, Judith, quien sedujo, engañó y asesinó al opresor Holofernes, salvando el pueblo judío de la tiranía. Se trató de una escena bíblica representada con frecuencia por el arte renacentista. Donatello y Caravaggio fueron notables ejemplos, pero ninguno de ellos logró el dramatismo y el sentido que imprimió Artemisa a su versión de la historia.
La pintura muestra el momento justo del asesinato en el cual Judith le corta la cabeza a Holofernes. Se trata de un brutal acto que deja ver el coraje y la fuerza de dos mujeres: Judith y su criada Abra, quienes no le temen al poder de su opresor. A diferencia de la Judith de Caravaggio, pintada 20 años antes, que muestra cierto pudor frente al acto de la decapitación, la Judith de Artemisa es inquebrantable y la pintura no disimula la violencia del acto.
Mucho se ha comentado sobre la relación de esta y otras pinturas de Artemisa con su dolor personal como víctima de abuso sexual. En esta, como en otras de sus obras, es evidente su intención de revindicar la autonomía femenina: varios de sus personajes son mujeres poderosas, sutiles versiones de ella misma. En este caso hay señales bastante explícitas, como el brazalete que luce la protagonista, en el cual se reconoció una imagen de la diosa Artemisa, de la que proviene su propio nombre. Esta pintura se convierte en un emblema feminista de la legítima furia de quienes han sido maltratadas por la arbitraria autoridad de una sociedad patriarcal.
En esta versión llama la atención el realismo que imprimen los corros de sangre que fluyen del cuello de la víctima, salpicando el vestido y el pecho de la misma Judith. La trayectoria de la sangre evoca un movimiento, tal y como lo explicaría Galileo, quien tuvo una relación de amistad con la pintora y cuyas ideas sobre el movimiento parabólico de proyectiles le dan a la aterradora escena mayor veracidad y, si se quiere, rigor científico.
Artemisia hizo de la pintura una forma de expresión crítica frente a la sociedad patriarcal y muchas veces misógina de su tiempo. Es un claro ejemplo de cómo la lucha femenina precedió por siglos las contiendas políticas que se conocieron como feministas. Un frente de combate con notables logros y con más de una batalla por enfrentar.
Lectura sugerida:
Artemisia Gentileschi y el feminismo en la Edad Moderna, 2020, de Mary D. Garrard.