Sobre cómo el ascenso de Hitler puede hablar de la historia violenta de Colombia
Hasta el 27 de noviembre se presenta “La evitable ascensión de Arturo Ui”, de Bertolt Brecht, en el Teatro Libre. La obra es una alegoría del ascenso de Hitler en Alemania. Presentamos una entrevista con el director y actor protagonista Diego Barragán, quien apeló en su adaptación a algunos aspectos del contexto colombiano actual.
María Paula Lizarazo
Siendo director y actor de la obra, ¿cómo fue su primer acercamiento a Arturo Ui?
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Siendo director y actor de la obra, ¿cómo fue su primer acercamiento a Arturo Ui?
La obra tiene unos tintes de farsa, de juego, de mascarada. Yo decidí desde el principio hacer que Arturo fuera un poco más real y empezamos a basarnos en las películas que a mí me han gustado toda la vida de mafiosos -como El Padrino-, de estos personajes turbios, como cuadran sus negocios, como hay escenas que cobran un sentido impresionante. Ese género siempre me ha parecido muy interesante de explorar como actor. Yo lo que le dije al grupo fue que podemos hacer esto de verdad, sin farsa, porque esto mismo pasa en nuestra realidad.
Esta es una obra de grupo. Arturo puede guiar muchas escenas, puede ser el centro de la pieza, pero sin el grupo que hay alrededor de él, se queda corto. Entonces también fue profundizar en el trabajo de construcción de los personajes en esas escenas en las que aparecen todos y cómo hacer para potenciar esa masa en la que aparece Arturo.
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Una obra de los años cuarenta, ¿cómo se resignifica en 2021 y además en otro contexto geográfico?
Siempre me pareció interesante el hecho de que Brecht escribiera en 1941 una obra que hablaba de la ascensión de un mafioso en Chicago y resulta que estaba hablando del ascenso de Hitler en Alemania. Cómo pasó de ser una sombra en una cervecería, esa especie de mafioso cualquiera, a mandar y a dominar y a meterse en política y volverse ese hombre poderoso en el que se convierte. A mí siempre me gustó esa traslación que hizo Brecht. Es interesante cómo algunas obras nos cuentan una historia no como fue sino que nos llevan a otro lado y a través de esa traslación de ponerla en otro contexto, nos dice cosas a nosotros. Yo quería que así pasara, que la gente viniera a ver una obra muy sencilla sobre el ascenso de un mafioso al poder y poco a poco se diera cuenta de que en Colombia ha habido un proceso parecido en algunos momentos de nuestra historia reciente, estos coqueteos que ha habido entre la política, el paramilitarismo, el narcotráfico, que han sido cada vez más visibles en este siglo. Yo quise que el espectador se diera cuenta de que estas maniobras que utiliza Hitler en Alemania, que utiliza Arturo Uí en Chicago -en este mundo imaginario que nos plantea Brecht-, y que se han utilizado en Colombia en los últimos años fueran visibles para el público, jugando, que el público pudiera decir: “esto me suena”. Ese tipo de jugadas me interesaba que la gente las viera. Hay mucho que la obra le puede decir al espectador de ahora si mira con calma este cuento del mafioso en Chicago en 1930.
La música tiene un papel importante en la obra, en el progreso de Arturo Ui hacia el poder. ¿Por qué apostaron porque hubiera música en vivo que acompañara la obra?
El espíritu de Brecht requiere que haya esa música en vivo. No podemos hacer un Brecht sin que la gente vibre con la música, sin la batería, sin unos vientos, sin un buen piano. Logramos reunir a unos músicos en un espacio en el que hablamos de qué podía aportarle la música a la obra, entonces se hicieron las partituras para un cuarteto de jazz sencillo y ya fue empezar a ensayar con ellos y a ver en qué momento podíamos darle a la música el protagonismo que necesitaba y en qué momento tenía que estar un poquito más abajo; en qué momento podíamos como personajes relacionarnos con ellos directamente, hacerlos parte del montaje, ponerles un vestuario e incluirlos dentro de la pieza y que fueran parte de Arturo; darle a la pieza esa energía que necesita, ese nivel épico, lleno de energía, cargado de fuerza, que debe tener Arturo cada vez que avanza; cómo la música puede ayudar al ascenso de Arturo y cómo puede tener ese lugar hasta que ya ayuda totalmente con su ritmo al triunfo final de Arturo.
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Siendo director y siendo actor, ¿cómo es el proceso de componer la obra y estar dentro y fuera de esta?
Yo cuando la monté por primera vez hace varios años tuve la oportunidad de conocerla. El director es la persona dentro del equipo que debe tener la lectura clara dentro de la obra, conocer la obra de principio a fin, entender la obra. Lo cual no es solamente entenderla como un aspecto intelectual sino conocerla como una vivencia, cómo la vive en la mente, en imágenes, en sentimientos. Esa primera parte con mi estudiantes fue una etapa que me dio posibilidad de entender las relaciones y los juegos de los personajes, y la progresión de Arturo. Ha sido un proceso de cómo leer la obra, pasar de ser director a entenderla un poquito más y vivirla, un proceso que fue complicado porque llega el momento en el que estoy parado con ellos y no puedo dirigirlos porque estoy frente al público y no puedo ser el director. Ese juego fue un momento difícil para mí porque uno siempre tiende a estar mirando a los compañeros, si hay un problema con el texto, con las intenciones, con la imagen o con la composición de la escena; pero siendo un personaje uno no puede estar pensando en eso sino que uno está viviendo su personaje. Entonces esas dos facetas me tocó aprenderlas a manejar, incluso en algunos ensayos ponía al asistente de dirección en mi puesto y me salía a dirigir, pero después de la primera función de temporada me tocó dejarlo y dejar que la obra fluyera y meterme en mi personaje.
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¿Cómo se vincula al público con una escenografía que apela a los años treinta y cuarenta?
Uno como actor no debe tener miedo de robar cositas, de una película o de un libro. Uno va trabajando con referentes y eso hace que se acerque una obra que puede que esté muy lejos para uno. El cine ayuda mucho por lo que es audiovisual y uno tiene la vivencia más completa; también el conocimiento que me tocó reforzar sobre la historia de la Alemania del momento para entender bien los actos de Arturo en la obra me ayudó a guiar a mis compañeros hacia la comprensión de lo que estaba pasando en la obra.
Es difícil porque el mafioso en Colombia es otra cosa muy distinto a lo que propone Brecht, y no quería presentar al mafioso de camisa abierta y cadena de oro, el mafioso que hemos visto en muchas producciones de televisión. Quería a este mafioso más italianizado, más estilizado, más de gabán y sombrero, y eso no fue fácil. Fue complique encontrar como esa violencia que está y no está, son gente que tiene caché, maneras, cierto glamour para hacer el mal.