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Hablemos sobre su exposición “Drexciya” y su relación con un mito de afroficción…
Drexciya es el nombre de una banda de música techno, conformada por dos hombres afroestadounidenses de Detroit, que empezó en 1992 y terminó en 2002 a raíz de la muerte de uno de los integrantes. En sus discos impresos se encuentran unos folletos que van contando la narración de la ficción. Ellos dicen que existe un territorio submarino, que se llama Drexciya, poblado por las hijas y los hijos nonatos de las mujeres embarazadas que fueron arrojadas por la borda en embarcaciones esclavistas.
¿Qué la llevó a interesarse en este mito?
Quiero continuar con el proyecto que han hecho muchas personas afros en los diferentes lenguajes del arte y poder pensar la ficción como la posibilidad de construir un mundo en donde las personas negras y africanas podamos vivir sin la violencia del racismo, y para lograrlo primero tenemos que imaginarlo. Las imágenes nos permiten dignificar críticamente las historias, pero también pensar el futuro de otra manera.
¿Cómo se imagina ese mundo?
Un mundo en donde las personas negras que estamos creando imágenes no tengamos que pasar por todo un proceso de pedagogía para luego hablar de lo que queremos hablar. Todo el tiempo tenemos que estar hablando de la necesidad de humanizar las imágenes y las representaciones que se han hecho sobre las personas negras para después poder hablar, por ejemplo, de la ficción o de otras cosas que no necesariamente tengan relación con lo afro. Entonces, pienso en un futuro en donde podamos hablar de lo que queramos y no sea necesario tener ese proceso pedagógico, que es lento y agotador.
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En su caso, ¿en algún momento ese proceso ha sido agotador?
Para mí ha sido la posibilidad de conocerme, de entenderme como mujer afro, porque ha sido a través de mi experiencia como mujer negra en Medellín que he entendido las diferencias entre lo que sucede en mi casa y los hogares de otras personas que no son afros. También es la posibilidad de acercarme a mi ancestralidad, es decir, de entender el poder político y espiritual que existe dentro de mi familia. Cuando digo que es agotador es desde un ejercicio crítico: podríamos estar hablando de muchas cosas, pero hay un sistema que no permite que uno lo haga tan natural, porque primero debemos hablar del racismo.
¿Cree que algún día el racismo dejará de existir?
Es a lo que le apostamos todos, porque es la posibilidad de que las personas negras podamos vivir con dignidad y respeto, como el resto del mundo.
¿Cómo lograr eso desde su exposición?
Con Drexciya, en el Parque Explora, hay una agenda de actividades este año, en donde la idea es invitar a sabedores y sabedoras afros a hablar cómo es, por ejemplo, la visión de la astronomía dentro de las comunidades afrodescendientes, es decir, cómo se piensa el cielo en relación con el resto de la vida de estos territorios o cómo se piensa el mar en relación con las fases de la Luna.
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Me imagino que la idea es acercar la visión afro con otras visiones…
Sí… Estas visiones o formas de construcción del conocimiento existen, pero la forma de producción y divulgación del conocimiento que tenemos en el imaginario no es la afro, no es la que se construye desde los territorios o la que heredamos desde África. No es la necesidad de la inclusión (ese concepto hay que revisarlo), es la posibilidad de revisar y visibilizar que estos conocimientos existen y pueden dialogar en un espacio de ciencia.
¿Por qué dice que hay que revisar el concepto de inclusión?
Cuando vemos las representaciones que se hacen sobre la inclusión, hay un grupo de personas blancomestizas o imágenes hegemónicas de una sociedad y hay un personaje afro, LGTBIQ+, etc. Es eso: incluirme en esos espacios hegemónicos, pero sin cuestionarlos. Simplemente es un ejercicio de añadidura, lo que anula la existencia histórica de estas comunidades o territorios que tienen su propio modelo de pensamiento y organización social, política y cultural.
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