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Atrapada en la red: el abismo de lo virtual

Vivimos, cómo negarlo, en la era de la hiperconectividad, un término nuevo que lo explica todo y a la vez no explica nada: que estamos conectados siempre, casi desde cualquier lugar, que con el movimiento de un dedo podemos saberlo todo pero hemos elegido no saber nada y, por el contrario, vamos por ahí, atrapados en likes, reacciones, interacciones, etiquetas y seguidores. Sobre todo eso… como si eso dijera algo de nosotros.

Andrés Felipe Castañeda Muñoz
17 de junio de 2020 - 06:36 p. m.
Albeiro Echavarría habla en esta novela sobre los peligros latentes en las redes sociales.
Albeiro Echavarría habla en esta novela sobre los peligros latentes en las redes sociales.
Foto: Archivo Particular

Creemos que el mundo nos cabe en la palma de la mano (mientras escribo esto, el teléfono me ha mostrado dos o tres notificaciones y quiero revisarlas porque hay un impulso que cada vez nos va absorbiendo más), hay un mundo paralelo que no existe más que como una codificación binaria, pero al que le hemos dado la fuerza de una verdad irrefutable.

Es en este escenario que transcurre Atrapada en la red, el nuevo libro de Albeiro Echavarría que (me tomo la licencia para decir esto, pero alguno me sabrá corregir) lleva la novela negra al mundo digital. Es una historia narrada a dos voces -la de un investigador de la unidad de crímenes tecnológicos y la una adolescente adicta a las redes sociales- que da cuenta de la otra cara de la virtualidad, una cara que solemos ignorar pero que evidencia que el mundo de la red tiene recovecos, lugares oscuros e inexplorados que son también puñales que pueden contarnos, dejarnos heridas profundas. Es difícil no trazar un paralelo, no preguntarse si acaso la humanidad vive sumida en una caverna (la de Platón o la de Saramago), o si es que el adormilamiento de las consciencias nos empuja a elegir vivir entre los espectros proyectados sobre los muros de lo irreal en lugar de la forma de las cosas que nos rodean, con la plenitud de la luz sobre ellas.

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En este artículo, Echavarría habla sobre el proceso de escritura de la novela, editada por Panamericana, y sobre las razones que lo llevaron a escribirla.

¿Cómo es su proceso creativo?

Desde niño quería ser escritor. Lo descubrí leyendo libros de Emilio, Walter Scott y Alejandro Dumas. Para lograrlo, me convertí en lector. Empecé, de esa manera, a nutrir mi imaginación. Me dediqué durante muchos años a asimilar la realidad ―trabajando varios años en el periodismo―, hasta que me di cuenta de que la única manera de estar en paz conmigo mismo era dedicarme al proyecto que tenía desde niño. Creo que la forma como llego a mis historias es a través de la observación y la reflexión profunda. Conservo métodos del periodismo para recabar información, y soy muy disciplinado. Escribo unas tres horas al día. No es tanto como quisiera porque escribir resulta a veces muy agotador.

¿A quién o quiénes le confía por primera vez sus textos antes de enviarlos a la editorial?

Después de muchas correcciones entrego el manuscrito a mi esposa Carolina y a mi hija Juana. Ellas tienen muy buen criterio, y me hacen recomendaciones que casi siempre termino acatando. Pronto pediré la opinión de mi hijo Jacobo que tiene nueve años de edad. Después de que ellas leen el manuscrito, lo entrego a la editorial.

¿De dónde nace la idea de escribir esta novela?

Siempre me ha fascinado la tecnología por todas las posibilidades que ofrece para ampliar la visión del mundo. En mi época de periodismo utilizaba internet como herramienta de trabajo. Lo sigo haciendo ahora que me dedico a escribir. Una de las cosas que más disfruto es leer periódicos de diferentes países. Esa relación tan estrecha que establecí con la red me llevó también a darme cuenta de los peligros que acechan a las personas, y en especial a los niños. Cuando mi hija llegó a la adolescencia, y empezó a crecer su afición por las redes sociales, supe que no podía dejarla a merced de un mundo virtual que potencialmente podía ser muy peligroso. Creo que la idea de hacer este libro, #atrapadaenlared, surgió en las conversaciones que tuve con ella.

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¿Qué tanto de Albeiro hay en el protagonista de la historia?

Bueno, creo que me identifico con Nemo en el amor que le pone a su trabajo y en su obsesión por lograr un objetivo. Siempre me han gustado las novelas policiacas, y me gusta explorar este campo de la investigación de crímenes tecnológicos. Nemo crea sus propios escenarios para atrapar a los bandidos. Yo creo diversos universos para atrapar a mis lectores.

¿Cómo fue darle voz a una adolescente de 16 años? ¿Fue difícil ahondar en ese lenguaje y hacerlo propio para darle vida al personaje?

Llevo dieciséis años escribiendo libros para niños y jóvenes. Uno de mis campos de investigación es la forma como se expresan los jóvenes. Gracias a mi hija he actualizado el repertorio. No creo que un libro para jóvenes tenga credibilidad si emplea un lenguaje acartonado. Ya había escrito libros como El fotógrafo de Cristales donde se dan batallas de free style y donde los personajes hablan al estilo parce. Ahora lo que tenía que investigar era el lenguaje de las redes sociales. Yo viví una adolescencia muy conflictiva, pero sin redes. No entraba en crisis existencial si no reunía suficientes likes. De por sí la juventud es una etapa difícil. Ahora los jóvenes viven más angustiados. En cuanto a lo que tiene que ver con los sentimientos, las expectativas, los conflictos internos, las ansiedades, esas cosas no varían mucho de generación en generación. Lo que cambia es el entorno. No me fue difícil ponerme en el pellejo de Laura. Si bien de niño era recatado en el lenguaje, y en mi forma de ser, tenía amigos que eran terribles. Un escritor interpreta todo eso, y lo hace suyo a la hora de armar a sus personajes.

¿Cómo son sus rutinas con el manejo de redes sociales?

Hago mucho uso de las redes sociales para entrar en contacto con mis lectores. Desde hace muchos años tengo una página web, pero lo que realmente utilizo son las redes. Con contadas excepciones, no las utilizo para mostrar cosas de mi vida personal. Casi todo lo que publico tiene que ver con mis libros: novedades, ferias del libro, encuentros con lectores. Y en la mañana, después de leer los periódicos, exploro las redes. A veces uno encuentra cosas muy interesantes. O puras banalidades. ¡No todo el tiempo puede uno estar leyendo cosas serias! Tengo muchos seguidores jóvenes que de alguna manera me acercan a sus vidas, y eso le sirve a mis libros. En la cuarentena he realizado muchas charlas Live, estableciendo una nueva dinámica que me ha acercado a otros públicos. Y como les tengo miedo a los aviones, me parecen ideales los encuentros virtuales.

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Cuando empezó a escribir este libro, ¿a quién pensó dirigirlo? (A padres de familia, a adolescentes)

Cuando decido escribir un libro es porque tengo una idea que se ha vuelto obsesiva, y de la cual ya no puedo distanciarme. Escribo para disfrutar el placer de crear un mundo nuevo. No armo maquetas sino que todo va surgiendo a medida que voy escribiendo. Una vez he investigado lo suficiente, y reflexionado sobre el tema, construyo sobre la marcha. Me gusta abordar la escritura a la manera de un lector. No tengo ni idea qué va a ocurrir al final, y eso me lleva a trabajar intensamente para resolverlo. Cuando el libro se termina, como en el caso de #atrapadaenlared, es que me doy cuenta a qué público va dirigido. Así que inicialmente solo pienso que yo soy el público.

¿Cree que una persona joven que esté inmersa en este mundo de las redes sociales pueda asimilar el mensaje de la novela de una manera positiva?

No lo sé. Solo aspiro a que mis lectores se diviertan leyendo mis novelas. Para mí, por serios que sean, los libros siempre han sido motivo de diversión. Lo que pasa es que a veces esas lecturas lo ponen a uno a reflexionar, o le cambian la vida. Ahí radica la magia de la literatura. Pero eso depende de cada lector. No hay nada más personal que la lectura. Si una persona está inmersa en las redes el problema es que le dedique el tiempo al libro. Pero yo creo que lo uno no es incompatible con lo otro. A mí me gustan las redes y amo los libros. Son formas diferentes de diversión. No debería uno privarse ni de lo uno ni de lo otro.

¿Cómo escribir una historia con un mensaje tan claro sin caer en el típico mensaje moralista y adoctrinador que podría traer otro tipo de consecuencias (como la sobreprotección y la supresión del desarrollo individual)?

Creo que la clave está en sentarse a escribir sin la idea de que es un mensaje lo que se quiere transmitir sino una historia. Una historia que convierta al #AtrapadoEnLaRed en #AtrapadoEnElLibro, con los elementos que uno considere que son necesarios para que esa novela sea atractiva para el lector: el estilo de escritura, el desarrollo de la trama, el nivel o momento apropiado de tensión o distensión, la caracterización de los personajes. Todo eso y mucho más.

Volviendo un poco al principio: ¿Tiene un ritual para escribir, una especie de requisito indispensable sin el cual no pueda avanzar en cada historia?

Tengo un lugar especial en mi casa, herméticamente sellado, donde escribo en las mañanas. Lo hago en completo silencio. Nada puede distraerme. Escribo hasta que se me agotan las ideas. Comparto la tarde con mis hijos, llevándolos a sus actividades: piano en el caso de Jacobo, ballet en el de Juana. Leo mucho mientras ellos están ocupados. En la noche hago correcciones o investigo. Casi nunca escribo en la noche.

Lo invitamos a que escuche el capítulo 12 de la audionovela Yo Confieso

Por Andrés Felipe Castañeda Muñoz

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