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Participó en el programa “Colombia tiene talento” hace aproximadamente 10 años. Durante su audición aprovechó para enviar un mensaje, mientras tocaba la batería con una bomba: “Que brille la paz, la alegría y que bombas como estás sean las únicas que estallen en Colombia y en el mundo”…
Esa ha sido parte de la esencia de “Baterimba”: siempre llevar la paz y la alegría a todos los rincones tanto a nivel nacional como internacional. Lo de la bomba se ha convertido en un hito, en donde por medio de este simbolismo se hace un clamor a la paz en la tierra: que las bombas cesen y nunca vuelvan a estallar. Después de aquel suceso también han venido surgiendo más canciones referentes a este tema. Por ejemplo, una de mis canciones nuevas dice: “En estos tiempos de tanta guerra con nuestro esfuerzo la paz lograremos”, aquí le digo a la gente que la paz no depende de los políticos, de los reyes, de los papas o la religión, sino de cada uno de nosotros. (…) He venido desarrollando temas con respecto a mi proyecto “Baterimba”. Por eso, muy pronto saldrán nuevas canciones y fusiones, con un corte más electrónico.
¿Y por qué quiere introducir ese componente electrónico a su música?
Para permear y llegar a nuevos oídos. Creo que los cambios y la evolución que ha tenido la música han sido en gran parte gracias a la tecnología. Soy un amante del purismo de nuestra música folclórica, pero pienso que también es bueno tener un “brazo más” para mostrarle a la gente en medio de nuestro show. No quiere decir que vaya a dejar a un lado mi formato tradicional, sino que busco incluir en algunos temas y momentos de las presentaciones este tipo de tecnología.
Ligado a su proyecto musical, quiere llevar un mensaje de reconciliación. En la actualidad, ¿será posible alcanzar esto en la sociedad?
Si las mismas músicas se están reconciliando, cómo no lograr que los seres humanos se reconcilien. Las músicas siendo tan complejas lo han conseguido, podemos ver las mezclas entre electrónica y música del Pacífico, cómo la cumbia ha llegado a otras partes del mundo y ha sido interpretada por una gran cantidad de artistas que no nos imaginábamos. Entonces, para mí esto es muy positivo, y es un camino y un ejemplo que se debe seguir para lograr la reconciliación. Los artistas tenemos una gran responsabilidad con nuestras letras y temáticas, y estoy seguro de que a través de ellas vamos a ir abriendo un camino para alcanzar la paz y producir un cambio en las personas.
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¿Y de dónde surgió esa preocupación suya por lo social?
Soy un hombre que fue criado en un núcleo familiar de dar. Mis papás han dedicado toda su vida al servicio. Mi papá ya falleció, pero mi mamá hasta el sol de hoy es una persona que sigue impartiendo alegría, pero, al mismo tiempo, solidaridad.
Se podría decir que es un referente musical en Santander de Quilichao…
Si algo puedo decir es que soy profeta en mi tierra, algo que no es nada fácil para muchos artistas. ¡Qué bonito ver el recibimiento de tu público cada vez que te presentas en tu tierra! A la gente no le importa la lluvia o si es muy tarde para verte. Creo que esto ha sido el resultado de lo que uno ha ido forjando. (…) Soy una persona que hace muchas obras sociales y que quiere transmitir un mensaje a través de esto: “Por mucha fama o reconocimiento, siempre hay algo de ti para dar”. Solo pretendo seguir siendo ese faro que alumbra y brinda energía. Hay artistas que no caminan, sino que levitan, pero si tú te dejas llevar por esas banalidades, como la fama, simplemente estás perdido. Entonces, como dice una frase: “Prefiero reconocimiento antes que fama”, prefiero el amor y el agradecimiento de la gente por haberles enseñado a tocar un instrumento o alegrarles el día.
En 2015 estuvo presentándose en Sudáfrica. ¿Qué semejanzas encontró entre la cultura colombiana y la de este país?
Hace poco lo hablaba con una persona y le decía que lo único que puedo decir es que Sudáfrica es un mundo diferente. Estando allá me sentía como un completo extraño. Te voy a decir la verdad: no es que me haya sentido identificado por estar en medio de tantos negros. Es que somos culturas distintas. Además, ni siquiera compartimos algunos rasgos, porque nosotros venimos de unas mezclas. El que vaya a África con la expectativa de sentirse uno más, se puede estar equivocando. Los tambores allá no existen, lo que hay es algo similar. No quiero denigrar, pero debo decir que “África es África y el Pacífico colombiano y nuestras músicas afros son otra cosa”.
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Santander de Quilichao y en general el departamento de Cauca ha sido muy marcado por la violencia. ¿Qué papel cumple el arte bajo este escenario?
El arte en este punto es muy importante. Lo que siempre he querido desde que era docente es entregarles un poco a cada corazón y ayudarlos a sanar para que cada día haya mejores personas. No soy quien para decir “no hagan esto o lo otro”, pero con nuestro arte podemos permear a muchas personas y ojalá eviten meterse por los caminos de la delincuencia o por aquellos que no los llevan por nada bueno.
¿En algún punto estuvo en riesgo de irse por uno de esos caminos?
Creo que todos, si revisamos nuestras vidas, hemos estado en ese punto en que nos preguntamos: “¿Será que cojo por aquí o mejor por allá?”. En mi caso, la respuesta siempre fue ese apoyo y ejemplo familiar. Es cierto que hay un momento en que ya eres libre y no dependes de tu familia, pero siempre está ese espejo que te lleva a elegir un mejor camino.
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Hablemos un poco de ese entorno musical en el que creció gracias a su familia.
Desde pequeño he sido permeado por la música. Pronto saldrá una canción que habla al respecto: “A mí desde pequeño no me gustaba ir a estudiar, solamente quería ir a cantar y bailar. Cualquier olla, cualquier tarro, como tambor lo hacía sonar. Cualquier tubo o manguera como trompeta sonaba. Rock, folk, balada, currulao, música del Pacífico, es lo que me hace mover, la toco con cadencia, amor y sabrosura, para que toda mi gente la goce con locura. Locura de la buena que no emborracha ni envenena. Es un ritmo loco el que corre por mis venas”.