Beatriz Grau y sus palmeras caraqueñas
El arte permite observar con agudeza, visibilizar lo oculto, conceptualizar e interrumpir la cotidianidad.
María Elvira Ardila
Una mirada atenta como la de la fotógrafa Beatriz Grau, que recorre la avenida una y otra vez y logra ver lo que muchos no perciben en la Caracas: las palmas de cera y las palmas fénix, que aparecen en el paisaje urbano como un imaginario de una ciudad más verde y una Bogotá para soñar. Su trabajo se centra en la imagen fotográfica, en la manera como esta está determinada por el tiempo, la mirada y los procesos inherentes a los medios fotográficos. Las relaciones complejas que se tejen entre estos tres elementos se despliegan de manera lenta, a través de recorridos deliberados por la fotógrafa, como son los paisajes remotos, familiares o incluso por la superficie de las imágenes.
Beatriz Grau es venezolana, sus abuelos catalanes emigraron a Caracas después de la Guerra Civil Española. Hija de reconocidos músicos, lo que hizo muy fácil su encuentro con la fotografía, la cual estuvo presente en su casa. “La familia se construía a partir de imágenes que habían viajado con mis abuelos o que los familiares enviaban por correo” y a los ocho años tuvo su primera cámara, con la cual fue construyendo su universo de imágenes. Grau posee un Master of Fine Art en Fotografía, del Glasgow School of Art. Desde 1998 se trasladó de Nairobi a Cali y se vinculó a la Universidad del Valle y el Instituto Departamental de Bellas Artes. Actualmente, es docente del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes.
Le sugerimos: Hasta el último suspiro
Beatriz Grau ha fotografiado palmeras en varios lugares del mundo, esta planta se ha convertido como en un objeto del deseo. Al finalizar la pandemia, decidió empezar este proyecto que ha venido planeando, pero que la peste interrumpió. Más que un árbol, la palma es considerada una hierba que se yergue hasta una altura de 20 metros, posee un tronco robusto, una piel escamosa y en su punto aparecen las ramas como penachos despeinados; algunas están secas, otras aparecen como si un incendio las hubiese carbonizado; otras están sucias y otras son inmutables ante la contaminación de la ciudad. Estas palmeras son las supervivientes de los aconteceres que día a día ocurren en la ciudad: desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán hasta las recientes marchas de colectivos feministas que tuvieron que salir a protestar para ser escuchadas por la inseguridad y la violación de una joven en una estación de Transmilenio. Así, las palmeras poseen esa altivez como las de los sobrevivientes después de la guerra y son resistentes y resilientes al alto estrés de Bogotá.
Salir a fotografiar la Caracas no es un acto fácil; se requiere de disciplina. Grau ha interiorizado que su metodología tiene implícito su verdadero significado, en su etimología: met hodos, que significa buscar un camino. Grau busca un paisaje y sale en las mañanas con una cámara Rolleiflex de los años 30, lo que implica lentitud: “El aparato es un cubo pesado. La imagen se proyecta horizontalmente sobre un vidrio esmerilado. Hay que inclinar el cuerpo hacia abajo para enfocar y te sustrae de la calle. La película solo permite 12 tomas. Por el contrario, cuando recorro la calle por la noche, la cámara es digital y rápida. Las tomas deben ser furtivas. Sin mirar a través de la cámara. Cada aparato propicia colisiones diferentes, formas de caminar diferentes y formas de mirar diferentes. El método-camino consiste justamente en señalar esas diferencias a lo largo de los recorridos. La forma de usar el aparato propicia ciertas formas de registrar la experiencia de la mirada. Utilizo un conjunto heterogéneo de aparatos para inducir en la imagen cambios, devolver a la mirada su heterogeneidad”.
Podría interesarle: El amenazado privilegio de explayarse
Para ella, el uso de un aparato en desuso, como lo es la Rolleiflex, no es un gesto nostálgico ni un delirio técnico. La cámara le revela de qué se compone una imagen, cuáles son sus elementos constitutivos, los mecanismos de la ilusión y los del registro. Igualmente, para ella es importante ver el grano, el ruido, los límites del discurso en torno a la imagen. Trabaja con películas de formato medio y combina técnica análoga y digital, tanto en la toma como en la impresión de las fotos.
¿Por qué la Caracas?
Su nombre es el de su ciudad natal, pero lo más importante es su interés por las imágenes implícitas en esta ruta y que tal vez la mayoría ignora o no ve. Su devenir por la avenida inicia en Los Héroes, monumento que ya no existe, que fue destruido sin ningún honor, con la promesa de que sería remplazado por un centro cultural —por supuesto, ese centro no ha sido construido—, y transita por una línea de 25 km hasta llegar al cruce de la avenida Villavicencio, en un recorrido del norte al sur. Al igual, es una frontera de la ciudad entre los cerros orientales y el occidente de la ciudad, que hoy podríamos decir que simboliza esa idea de modernidad fallida.
Una avenida caótica, donde encontramos demoliciones de edificios para la construcción de las estaciones del anhelado metro y es una vía que puede colapsar en cualquier instante y dejar a los ciudadanos caminando por horas. Paradójicamente, es una vía “rápida” para trasladarse en cualquiera de sus sentidos, pero en una hora pico se convierte en una pesadilla que viven miles de personas diariamente.
La vía surgió en 1933, cuando se expidió el acuerdo 53 y la nombraron Caracas por el recuerdo de los soldados que lucharon en la batalla de Carabobo.
Le recomendamos: Paloma Valencia y Lisandro Duque hablaron sobre la cultura y el arte para gobernar
La avenida fue diseñada por el arquitecto Karl Brunner, quien fue el director municipal de Urbanismo. Él concibió una avenida como un bulevar lleno de árboles y que colindara con barrios residenciales y respondiera a los ideales de progreso en Bogotá. Pero la idea de una avenida con alamedas, césped y jardines se vino a pique con las ampliaciones de los carriles primero para los buses y luego por la llegada de Transmilenio y su flujo de más 50.000 personas diarias, dejó los sueños urbanísticos de Brunner en los archivos.
Grau, tras tomar sus fotos e imprimirlas, recorre otra vez las calles de la Caracas y realiza unos murales con las fotos de sus palmeras. Los transeúntes pueden reconocerlas y detenerse por minutos a observarlas, tal vez quienes las vean puedan pensar que se trata de avisos publicitarios y otras personas ignoraran esta exposición callejera. Estas impresiones son un vestigio de esas palmeras caraqueñas. Y se exponen para mostrar y gritar que existen. Grau subvierte esa monotonía y nos señala las palmeras que están ahí, en un contexto hostil. Al igual, la fotógrafa señala la belleza en el caos.
Los carteles son arrancados, otros avisos taparán esta singular exposición que se convertirá en palimpsestos que reescriben otros relatos sobre estas fotos contando las historias de la ciudad.
Una mirada atenta como la de la fotógrafa Beatriz Grau, que recorre la avenida una y otra vez y logra ver lo que muchos no perciben en la Caracas: las palmas de cera y las palmas fénix, que aparecen en el paisaje urbano como un imaginario de una ciudad más verde y una Bogotá para soñar. Su trabajo se centra en la imagen fotográfica, en la manera como esta está determinada por el tiempo, la mirada y los procesos inherentes a los medios fotográficos. Las relaciones complejas que se tejen entre estos tres elementos se despliegan de manera lenta, a través de recorridos deliberados por la fotógrafa, como son los paisajes remotos, familiares o incluso por la superficie de las imágenes.
Beatriz Grau es venezolana, sus abuelos catalanes emigraron a Caracas después de la Guerra Civil Española. Hija de reconocidos músicos, lo que hizo muy fácil su encuentro con la fotografía, la cual estuvo presente en su casa. “La familia se construía a partir de imágenes que habían viajado con mis abuelos o que los familiares enviaban por correo” y a los ocho años tuvo su primera cámara, con la cual fue construyendo su universo de imágenes. Grau posee un Master of Fine Art en Fotografía, del Glasgow School of Art. Desde 1998 se trasladó de Nairobi a Cali y se vinculó a la Universidad del Valle y el Instituto Departamental de Bellas Artes. Actualmente, es docente del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes.
Le sugerimos: Hasta el último suspiro
Beatriz Grau ha fotografiado palmeras en varios lugares del mundo, esta planta se ha convertido como en un objeto del deseo. Al finalizar la pandemia, decidió empezar este proyecto que ha venido planeando, pero que la peste interrumpió. Más que un árbol, la palma es considerada una hierba que se yergue hasta una altura de 20 metros, posee un tronco robusto, una piel escamosa y en su punto aparecen las ramas como penachos despeinados; algunas están secas, otras aparecen como si un incendio las hubiese carbonizado; otras están sucias y otras son inmutables ante la contaminación de la ciudad. Estas palmeras son las supervivientes de los aconteceres que día a día ocurren en la ciudad: desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán hasta las recientes marchas de colectivos feministas que tuvieron que salir a protestar para ser escuchadas por la inseguridad y la violación de una joven en una estación de Transmilenio. Así, las palmeras poseen esa altivez como las de los sobrevivientes después de la guerra y son resistentes y resilientes al alto estrés de Bogotá.
Salir a fotografiar la Caracas no es un acto fácil; se requiere de disciplina. Grau ha interiorizado que su metodología tiene implícito su verdadero significado, en su etimología: met hodos, que significa buscar un camino. Grau busca un paisaje y sale en las mañanas con una cámara Rolleiflex de los años 30, lo que implica lentitud: “El aparato es un cubo pesado. La imagen se proyecta horizontalmente sobre un vidrio esmerilado. Hay que inclinar el cuerpo hacia abajo para enfocar y te sustrae de la calle. La película solo permite 12 tomas. Por el contrario, cuando recorro la calle por la noche, la cámara es digital y rápida. Las tomas deben ser furtivas. Sin mirar a través de la cámara. Cada aparato propicia colisiones diferentes, formas de caminar diferentes y formas de mirar diferentes. El método-camino consiste justamente en señalar esas diferencias a lo largo de los recorridos. La forma de usar el aparato propicia ciertas formas de registrar la experiencia de la mirada. Utilizo un conjunto heterogéneo de aparatos para inducir en la imagen cambios, devolver a la mirada su heterogeneidad”.
Podría interesarle: El amenazado privilegio de explayarse
Para ella, el uso de un aparato en desuso, como lo es la Rolleiflex, no es un gesto nostálgico ni un delirio técnico. La cámara le revela de qué se compone una imagen, cuáles son sus elementos constitutivos, los mecanismos de la ilusión y los del registro. Igualmente, para ella es importante ver el grano, el ruido, los límites del discurso en torno a la imagen. Trabaja con películas de formato medio y combina técnica análoga y digital, tanto en la toma como en la impresión de las fotos.
¿Por qué la Caracas?
Su nombre es el de su ciudad natal, pero lo más importante es su interés por las imágenes implícitas en esta ruta y que tal vez la mayoría ignora o no ve. Su devenir por la avenida inicia en Los Héroes, monumento que ya no existe, que fue destruido sin ningún honor, con la promesa de que sería remplazado por un centro cultural —por supuesto, ese centro no ha sido construido—, y transita por una línea de 25 km hasta llegar al cruce de la avenida Villavicencio, en un recorrido del norte al sur. Al igual, es una frontera de la ciudad entre los cerros orientales y el occidente de la ciudad, que hoy podríamos decir que simboliza esa idea de modernidad fallida.
Una avenida caótica, donde encontramos demoliciones de edificios para la construcción de las estaciones del anhelado metro y es una vía que puede colapsar en cualquier instante y dejar a los ciudadanos caminando por horas. Paradójicamente, es una vía “rápida” para trasladarse en cualquiera de sus sentidos, pero en una hora pico se convierte en una pesadilla que viven miles de personas diariamente.
La vía surgió en 1933, cuando se expidió el acuerdo 53 y la nombraron Caracas por el recuerdo de los soldados que lucharon en la batalla de Carabobo.
Le recomendamos: Paloma Valencia y Lisandro Duque hablaron sobre la cultura y el arte para gobernar
La avenida fue diseñada por el arquitecto Karl Brunner, quien fue el director municipal de Urbanismo. Él concibió una avenida como un bulevar lleno de árboles y que colindara con barrios residenciales y respondiera a los ideales de progreso en Bogotá. Pero la idea de una avenida con alamedas, césped y jardines se vino a pique con las ampliaciones de los carriles primero para los buses y luego por la llegada de Transmilenio y su flujo de más 50.000 personas diarias, dejó los sueños urbanísticos de Brunner en los archivos.
Grau, tras tomar sus fotos e imprimirlas, recorre otra vez las calles de la Caracas y realiza unos murales con las fotos de sus palmeras. Los transeúntes pueden reconocerlas y detenerse por minutos a observarlas, tal vez quienes las vean puedan pensar que se trata de avisos publicitarios y otras personas ignoraran esta exposición callejera. Estas impresiones son un vestigio de esas palmeras caraqueñas. Y se exponen para mostrar y gritar que existen. Grau subvierte esa monotonía y nos señala las palmeras que están ahí, en un contexto hostil. Al igual, la fotógrafa señala la belleza en el caos.
Los carteles son arrancados, otros avisos taparán esta singular exposición que se convertirá en palimpsestos que reescriben otros relatos sobre estas fotos contando las historias de la ciudad.