Belleza efímera, el arte y la tradición de las alfombras momposinas
La arena que cae sobre el piso poco a poco va formando una figura. Con destreza y paciencia, los artistas que crean las alfombras momposinas depositan grano tras grano que conforman las imágenes que por siglos han adornado las calles de Mompox durante Semana Santa.
Andrea Jaramillo Caro
Las partículas de arena caen sobre la tela blanca como si fuera una cascada beige mientras que el artista Luis Carlos Villanueva controla una parte del elemento para la creación de una nueva alfombra con el rostro de Cristo, inspirado en una escultura española. En Mompox, Bolívar, la palabra “alfombra” cobra otro significado. No son esas piezas que adornan las salas de las casas y están hechas de lana o tela, son una tradición centenaria que se transmite de generación en generación y cobra relevancia en las celebraciones de Semana Santa del pueblo bañado por el río Magdalena.
Comenzando por los ojos y la nariz, que para él son la parte más difícil de realizar, Villanueva utiliza arena que recoge del río Magdalena y tintura con minerales que dan los tonos que necesita para realizar su obra. “Hay que trabajar de adentro hacia afuera, para no dañarla mientras se elabora”. Estos minerales, comenta, son los mismos que se utilizan en la construcción y para teñir el cemento. El proceso de realización de una alfombra puede o no incluir bocetos, que, Villanueva recalca, es “la única parte en la que tenemos contacto directo con la alfombra, al hacer el boceto. Yo a veces no los uso y trabajo directamente con la arena. Siempre se traza primero el dibujo y se procede a aplicar los colores, la arena o los aserrines”. La alfombra que realizaba era una muestra sobre tela; sin embargo, en Semana Santa todas las alfombras, todas las figuras, se realizan sobre una cama de arena o aserrín, que es su lienzo y las deja más elevadas, en un trabajo que puede tomar entre seis y doce horas terminar.
La precisión y la paciencia son claves para crear estas obras realizadas con elementos como aserrín, arena, flores y harina, entre otros. De acuerdo con Indy Donado, representante de Coralfombras, se realizan con materiales biodegradables que se encuentran en el entorno y los eligen dependiendo del diseño y los colores que se utilizan en cada pieza.
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La técnica de Villanueva no requiere contacto directo con la superficie sobre la cual se está trabajando. “Uno utiliza el viento como pincel y también la forma como se aplica con los dos dedos para hacer líneas y degradados de colores y así se van logrando los efectos”. Los alfombristas usan a su favor la poca brisa que sopla en Mompox para dejar caer la arena y decidir qué parte del lienzo trabajarán, de acuerdo con las condiciones del viento. La intuición es el hilo conductor para el alfombrista, que con el tiempo fue afinándola al igual que sus técnicas, “para hacer líneas bajo más la mano y trato de dejar caer menos arena. Se trabajan como puntos, como los píxeles de la foto de referencia”.
Esta forma de arte se caracteriza por la poca duración que tienen sus obras. Tradicionalmente, en Semana Santa, se realizan en las calles frente a las casas y al pasar las procesiones las alfombras quedan destruidas por los pies de los feligreses, en una mezcla de elementos y materiales. Donado cuenta que hay algunos alfombristas que consideran que, al representar imágenes religiosas, no deberían ser pisadas y que deberían ser piezas de exhibición. Desde el siglo XVI, con la llegada de los españoles, se adoptó este rito que acompaña las procesiones de Semana Santa y se ha transmitido como una forma de expresión cultural que trasciende fronteras. Entre un concurso de alfombras en Mompox, muestras en Expoartesanías y en convenciones internacionales, esta expresión cultural ha adquirido reconocimiento. “Esta tradición se estaba perdiendo. En el año 2005 mi mamá creó el Concurso de Alfombras Momposinas con la finalidad de que se vuelva a rescatar este arte. En una calle se veían cinco alfombras, cuando antes era toda la cuadra llena de alfombras y tampoco se estaba valorizando el trabajo de los artistas. El concurso se creó para posicionar y dar a conocer este bello arte efímero a nivel nacional e internacional”, dijo Donado.
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De acuerdo con la gestora cultural, los materiales y estilos cambian dependiendo del país y estas variaciones han podido verlas al formar parte de la Comisión Gestora Internacional de Arte Efímero. En esta hay más de 280 ciudades de treinta países del mundo. La innovación llega por los diseños que van más allá de la religión y retratan naturaleza y cultura de la región. Esto se vio reflejado en la participación en el Sexto Encuentro de Alfombristas, al que fueron invitados en octubre de 2021.
Luis Carlos Villanueva cuenta que las alfombras se realizaban solo de motivos religiosos, “pero uno como artista tiene la inquietud de querer darse a conocer y como es uno de mis fuertes, hemos innovado haciendo otro tipo de alfombras, como rostros, y grabamos el proceso para hacerlo visible”.
Cuando las alfombras llegaron a Mompox, en el siglo XVI, se hacían con unas pequeñas flores rojas y se escribía “Dios es amor”, o se incluían una paloma o un cáliz. La gestora cultural cuenta que no es claro el momento en el que se incorporó el aserrín a estas creaciones efímeras, sin embargo, afirma que fue Villanueva el que le dio un antes y un después al arte de las alfombras momposinas con sus obras realistas.
Para los momposinos, Semana Santa va más allá de las oraciones. El pueblo se sumerge en un ambiente solemne que se siente a partir del Jueves Santo o “jueves de Dolores”. La solemnidad se ve marcada por las procesiones que hacen para conmemorar los acontecimientos que cuenta la Biblia y las alfombras forman parte esencial de los rituales, al igual que otras tradiciones como “el paso robado”.
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“Algunas familias pagan para que les hagan sus alfombras, porque hay quienes no saben cómo hacerlas. Entonces buscan a estos maestros, como hace la señora Juanita, quien sagradamente debe tener su alfombra frente a su casa. Ella busca a estos artistas y el diseño para que le plasmen por devoción o fe su alfombra momposina”. Durante los días que las alfombras adornan Mompox, las calles se cierran desde temprano para darles paso a las procesiones. “La mayoría de las alfombras religiosas son pedidos que nos hacen, en la puerta de la casa del cliente nos dice el diseño que quiere y vamos trabajando así”, cuenta Villanueva.
En aras de no dejar morir esta tradición, los niños son los que reciben el conocimiento de las alfombras a través de semilleros. Con sus manos y piedras de colores, crean formas que adornan los lados de la alfombra que realizaba Villanueva del retrato detallado de la cara de Jesús. Entre círculos y marcos de flores, los jóvenes momposinos se concentraban en los materiales que tenían a su disposición, mientras el artista jugaba con luces y sombras en el rostro del salvador cristiano.
Las partículas de arena caen sobre la tela blanca como si fuera una cascada beige mientras que el artista Luis Carlos Villanueva controla una parte del elemento para la creación de una nueva alfombra con el rostro de Cristo, inspirado en una escultura española. En Mompox, Bolívar, la palabra “alfombra” cobra otro significado. No son esas piezas que adornan las salas de las casas y están hechas de lana o tela, son una tradición centenaria que se transmite de generación en generación y cobra relevancia en las celebraciones de Semana Santa del pueblo bañado por el río Magdalena.
Comenzando por los ojos y la nariz, que para él son la parte más difícil de realizar, Villanueva utiliza arena que recoge del río Magdalena y tintura con minerales que dan los tonos que necesita para realizar su obra. “Hay que trabajar de adentro hacia afuera, para no dañarla mientras se elabora”. Estos minerales, comenta, son los mismos que se utilizan en la construcción y para teñir el cemento. El proceso de realización de una alfombra puede o no incluir bocetos, que, Villanueva recalca, es “la única parte en la que tenemos contacto directo con la alfombra, al hacer el boceto. Yo a veces no los uso y trabajo directamente con la arena. Siempre se traza primero el dibujo y se procede a aplicar los colores, la arena o los aserrines”. La alfombra que realizaba era una muestra sobre tela; sin embargo, en Semana Santa todas las alfombras, todas las figuras, se realizan sobre una cama de arena o aserrín, que es su lienzo y las deja más elevadas, en un trabajo que puede tomar entre seis y doce horas terminar.
La precisión y la paciencia son claves para crear estas obras realizadas con elementos como aserrín, arena, flores y harina, entre otros. De acuerdo con Indy Donado, representante de Coralfombras, se realizan con materiales biodegradables que se encuentran en el entorno y los eligen dependiendo del diseño y los colores que se utilizan en cada pieza.
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Esta forma de arte se caracteriza por la poca duración que tienen sus obras. Tradicionalmente, en Semana Santa, se realizan en las calles frente a las casas y al pasar las procesiones las alfombras quedan destruidas por los pies de los feligreses, en una mezcla de elementos y materiales. Donado cuenta que hay algunos alfombristas que consideran que, al representar imágenes religiosas, no deberían ser pisadas y que deberían ser piezas de exhibición. Desde el siglo XVI, con la llegada de los españoles, se adoptó este rito que acompaña las procesiones de Semana Santa y se ha transmitido como una forma de expresión cultural que trasciende fronteras. Entre un concurso de alfombras en Mompox, muestras en Expoartesanías y en convenciones internacionales, esta expresión cultural ha adquirido reconocimiento. “Esta tradición se estaba perdiendo. En el año 2005 mi mamá creó el Concurso de Alfombras Momposinas con la finalidad de que se vuelva a rescatar este arte. En una calle se veían cinco alfombras, cuando antes era toda la cuadra llena de alfombras y tampoco se estaba valorizando el trabajo de los artistas. El concurso se creó para posicionar y dar a conocer este bello arte efímero a nivel nacional e internacional”, dijo Donado.
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Luis Carlos Villanueva cuenta que las alfombras se realizaban solo de motivos religiosos, “pero uno como artista tiene la inquietud de querer darse a conocer y como es uno de mis fuertes, hemos innovado haciendo otro tipo de alfombras, como rostros, y grabamos el proceso para hacerlo visible”.
Cuando las alfombras llegaron a Mompox, en el siglo XVI, se hacían con unas pequeñas flores rojas y se escribía “Dios es amor”, o se incluían una paloma o un cáliz. La gestora cultural cuenta que no es claro el momento en el que se incorporó el aserrín a estas creaciones efímeras, sin embargo, afirma que fue Villanueva el que le dio un antes y un después al arte de las alfombras momposinas con sus obras realistas.
Para los momposinos, Semana Santa va más allá de las oraciones. El pueblo se sumerge en un ambiente solemne que se siente a partir del Jueves Santo o “jueves de Dolores”. La solemnidad se ve marcada por las procesiones que hacen para conmemorar los acontecimientos que cuenta la Biblia y las alfombras forman parte esencial de los rituales, al igual que otras tradiciones como “el paso robado”.
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En aras de no dejar morir esta tradición, los niños son los que reciben el conocimiento de las alfombras a través de semilleros. Con sus manos y piedras de colores, crean formas que adornan los lados de la alfombra que realizaba Villanueva del retrato detallado de la cara de Jesús. Entre círculos y marcos de flores, los jóvenes momposinos se concentraban en los materiales que tenían a su disposición, mientras el artista jugaba con luces y sombras en el rostro del salvador cristiano.