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En sus últimos años, la oscuridad se instaló en la vida de Benito Pérez Galdós. Sus ojos no le permitían ver ni luz ni imágenes, ni siquiera pequeñas sombras. Nada. Estaba ciego. Ante la falta de visión, le quedaba el consuelo del tacto. El 1919, en el parque del Retiro de Madrid, en donde había y hay una catedral de vidrio a la que le llaman Palacio de Cristal, no vio su figura, pero sí la palpó. Lloró al darse cuenta de su veracidad. El escultor Victorio Macho había sido el responsable de aquella obra. Un año después, a Pérez Galdós no le quedó ningún sentido. Había llegado el final; el suyo. Murió.
Y aunque se estima que unas 30.000 personas acudieron a su entierro, lo cierto es que la soledad fue su compañía, como afirmó algún día el periodista Marcelino Zurita. En el plano sentimental, se sabe que era soltero, pero que sostuvo algunas relaciones amorosas a lo largo de su vida. En esa lista figuran la periodista y novelista Sofía Casanova, la actriz Carmen Cobeña y la modelo Lorenza Cobián, con quien tuvo una hija: María Pérez-Galdós Cobián, entre otras. Pero la lista más extensa que se dedicó a cultivar fueron sus obras, que abarcan desde novelas y cuentos hasta crónicas, ensayos y obras de teatro.
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En 1870 publicó su primera novela: La Fontana de Oro, que se desarrolla en el período histórico español Trienio Constitucional y narra acontecimientos como el levantamiento del general Riego y la invasión a Madrid por parte de los “cien mil hijos de San Luis”. Seis años después, llegó la publicación de una de sus obras más representativas: Doña Perfecta. Más tarde se publicarían Fortunata y Jacinta, y Misericordia. Todas aquellas obras cuentan con adaptaciones cinematográficas.
También su novela Halma fue adaptada al cine por Buñuel bajo el nombre de Viridiana. La película se llevó la Palma de Oro en 1961 en el Festival Internacional de Cine de Cannes. Sin embargo, la cinta causó controversia por una malinterpretación de esta, concibiéndola como una crítica a la caridad cristiana, por lo que fue prohibida en España e Italia. “Las imágenes se encadenaron en mi cabeza, unas tras otras, formando una historia. Pero nunca tuve la intención de escribir un argumento de tesis que demostrara, por ejemplo, que la caridad cristiana es inútil e ineficaz. Solo los imbéciles tienen esas pretensiones”, dijo un día Buñuel, de acuerdo con lo citado por Agustín Sánchez Vidal en su libro Luis Buñuel.
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Nueve años después, el cineasta volvió a adaptar otra obra de Benito Pérez Galdós: Tristana. La cinta fue nominada a Mejor película de habla no inglesa en la ceremonia de 1970 de los Premios Óscar. En 1998 otro filme basado en una novela de Pérez Galdós logró ser nominado a los Premios de la Academia de Hollywood en la misma categoría: El abuelo. Finalmente, fue La vida es bella quien se llevó el galardón.
El año pasado, Mario Vargas Llosa público un ensayo sobre Benito Pérez Galdós. En el libro, titulado La mirada quieta, aseguró: “Ocurría con Pérez Galdós algo que era típico de los “liberales” de su tiempo: no tenían el menor interés por la realidad económica y, por lo mismo, las soluciones al problema social que proponían estaban siempre asociadas a la religión; es decir, había en ellas algo desconectado por completo de toda realidad. No fue en España donde se establecieron las formas más atinadas y científicas de acabar con la pobreza”.
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