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Biopics y los límites de la curiosidad humana

Vivimos en la era de los biopics, es innegable. Somos parte de esas generaciones que viven para recordar a las pasadas y que usan el arte como una herramienta de memoria, de tributo, de nostalgia.

Sofía Bayona
28 de marzo de 2023 - 02:00 a. m.
 La película "Bohemian Rhapsody" se centra en la vida de Freddie Mercury y la agrupación Queen.
La película "Bohemian Rhapsody" se centra en la vida de Freddie Mercury y la agrupación Queen.
Foto: TM & © 2018 Twentieth... - Photo Credit: Alex Bailey

Músicos y artistas, empresarios y estafadores, deportistas, reyes y reinas, todos han sido merecedores de su propia biografía y de ser interpretados por algunos de los mejores actores de nuestro tiempo. Hay opiniones divididas sobre esta tendencia, pero la verdadera pregunta es por qué tanto interés.

Se habla de que en Hollywood se les acabó la creatividad para la ficción y es por eso que recurren a las cintas biográficas. No lo sabemos con certeza, pero lo cierto es que, sin importar cuántas horas de contenido de este estilo nos ofrezcan, no parece ser suficiente para saciar nuestra curiosidad como espectadores. Parece que nos es imposible negarnos a presenciar las historias reales de nuestros ídolos o incluso de aquellos que representan nuestros peores miedos.

Es posible que todo se reduzca a la necesidad casi morbosa de conocer hasta el último secreto de esas personas que hemos oído nombrar en la televisión o en las noticias, pero cuya humanidad no parece estar en el mismo nivel que la nuestra. Puede ser que ver la representación de sus momentos bajos, sus relaciones fallidas y ese lado oscuro tras el brillo de la fama nos permita sentirnos más cerca de nuestros artistas favoritos. Puede que darnos cuenta de que existe una persona detrás de la estrella nos permita reflejar nuestros sueños de gloria y grandeza en ellos durante un par de horas.

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Pero, aunque parezca que es una moda adoptada por la sociedad actual, la intriga que generan las vidas privadas de las personalidades públicas no es algo nuevo. Las primeras biografías en el mundo occidental pueden rastrearse hasta el siglo 5 a. de C. con el trabajo del poeta griego Ion de Quíos, que describía a sus filósofos contemporáneos como Pericles o Sófocles en sus obras.

Y si hablamos de las biopics en específico, su historia es casi tan antigua como el cine en sí mismo, teniendo en cuenta que Jeanne D’Arc (1899), del cineasta francés George Melies, suele citarse como la primera película biográfica.

No obstante, es difícil ignorar que atravesamos un pico de popularidad para este género cinematográfico. Lo que estamos viviendo solo puede compararse con la década de los 30, cuando las celebridades comenzaron a aparecer en la pantalla como personajes en lugar de actores, y se unieron así a personalidades como Napoleón Bonaparte o Abraham Lincoln, que tienen una cantidad debatiblemente exagerada de películas en su nombre.

El siglo XXI ha dejado su marca incluyendo en el género a personas más o menos normales (definido como todo aquel que no sea una celebridad) que han vivido situaciones extraordinarias. Pensemos, por ejemplo, en Capitán Phillips, en donde Tom Hanks interpreta al capitán de un barco de mercancía que es tomado por un grupo de piratas, o Dallas Buyers Club, con Matthew McConaughey, en donde un hombre diagnosticado con VIH se convierte en contrabandista de los medicamentos que necesita.

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Sin embargo, la fama sigue en el tope de nuestra lista de interés, en especial si se combina con un don para la música. En el último siglo se han producido más biopics musicales de las que podemos contar, tendencia que continúa en crecimiento a pesar de sus numerosos detractores.

Bohemian Rhapsody, acerca de la banda británica Queen y protagonizada por Rami Malek, se nombra constantemente como una de las mejores del género. Pero las hay de todas las formas y tamaños. Recordemos, por nombrar algunas, Rocket Man, inspirada en Elton Jhon; Straight Outta Compton, acerca de las leyendas del rap norteamericano N.W.A, o I’m not there, en donde varios actores (incluida la reciente nominada al Óscar Cate Blanchett) interpretan a Bob Dylan en distintas épocas de su vida.

Este subgénero en particular ha sido bien acogido por los críticos del cine, no hay que ver mucho más allá de los casi 30 actores y actrices protagónicos nominados al Óscar por su representación de un artista musical. Se trata de un gana-gana de la industria en donde no hay actor que no quiera interpretar a un gran músico, ni músico que no sueñe con ser interpretado por un gran actor.

Si gustan o no este tipo de películas es un tema de preferencias, pero la situación puede llegar a ser un poco más compleja. Esa misma curiosidad que nos conduce a los detalles más íntimos de nuestros ídolos, cuando se vuelve mórbida también nos hace querer conocer a fondo las mentes de los seres más retorcidos de la historia. Es allí cuando asesinos seriales, desde Ted Bundy hasta Jeffrey Dahmer, se toman las pantallas con ayuda de galanes como Zac Efron o Evan Peters.

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Siempre se ha cuestionado la validez moral de darles protagonismo a estos personajes al contar su historia, y si esto les da una oportunidad para ganar simpatizantes. Esta podría ser la culminación de su deseo de fama, una posible motivación para sus crímenes inhumanos. Sí, es verdad que solo es entretenimiento, pero basado en el sufrimiento y la muerte de las víctimas.

Cada subgénero de la biografía cinematográfica conlleva sus propios dilemas, pero lo que tienen en común es que surgen de la intriga. Las personas queremos saberlo absolutamente todo, una necesidad humana imposible de lograr, pero que podemos suplir sintéticamente por medio del cine.

Sí, queremos saber qué comen los famosos, con quién hablan, qué dicen, cuándo lloran y, claro está, por qué; si también se ríen como los demás, si pelean con sus padres, si son honestos y de qué manera no lo son, cuál es ese golpe de suerte o mala fortuna que los diferencia de nosotros. Y más allá de cualquier otra cosa, tenemos la tentación de compararnos, descubrir en qué punto somos mejores y qué habríamos hecho diferente.

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No hay nada que pueda saciar la sed de información que padecemos todos. Y mientras esta exista, no puede una sorpresa que las películas biográficas continúen dominando la industria del cine. No es falta de creatividad, sino la certeza de que siempre habrá alguien que quiera saber más de esa intimidad que, por fuera de la pantalla, está escondida tras la decencia y la privacidad.

Por Sofía Bayona

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