Bob Ross, el placer de pintar y un legado que sobrevive
La nueva película “Paint”, protagonizada por Owen Wilson y dirigida por Brit McAdams, presenta una iteración del pintor que conquistó las pantallas de Estados Unidos en la década de los 80. El largometraje no es una biografía del artista, sino una historia de ficción inspirada por la vida de Ross.
El peinado icónico, la ropa que da cuenta de una era pasada, la paleta de pintura en la mano y un lienzo con una imagen de un paisaje tranquilo son suficientes para identificar al artista estadounidense Bob Ross, quien con su voz calmada cautivó a las audiencias estadounidenses con su programa “El placer de pintar” o “The joy of painitng”, en la década de 1980. En la nueva película “Paint”, Owen Wilson no encarna al pintor cuya fama sigue intacta, años tras su muerte, sino a Carl Nargle, un personaje ficticio inspirado por Ross y su éxito en vida.
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El peinado icónico, la ropa que da cuenta de una era pasada, la paleta de pintura en la mano y un lienzo con una imagen de un paisaje tranquilo son suficientes para identificar al artista estadounidense Bob Ross, quien con su voz calmada cautivó a las audiencias estadounidenses con su programa “El placer de pintar” o “The joy of painitng”, en la década de 1980. En la nueva película “Paint”, Owen Wilson no encarna al pintor cuya fama sigue intacta, años tras su muerte, sino a Carl Nargle, un personaje ficticio inspirado por Ross y su éxito en vida.
A pesar de que Nargle se parece físicamente a su contraparte real, sus historias difieren en el éxito que ambos encuentran en sus vidas y los momentos en los que se desarrollan sus historias. Mientras que Ross ganó y mantuvo su fama en vida, hasta su muerte en 1995, Nargle lucha por ganar notoriedad, haciendo la misma actividad que Ross, conducir un programa de arte para televisión por cable.
Aunque el largometraje generó duras críticas por la historia que cuenta y la forma en la que se aproxima a Ross, pues la vida del pintor, cuyo programa aún es visto como un material relajante y divertido, poco tiene de similar al hombre que retrata fragmentos de él en pantalla.
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Bob Ross, oriundo de Daytona Beach, Florida, fue un pintor, instructor de arte y conductor de televisión. Sus programas trascendieron las fronteras estadounidenses y su voz, que parecía un susurro calmante, llegó a las pantallas de Canadá, el Reino Unido, Tailandia y algunos países de Latinoamérica. Antes de dedicarse a la pintura, fue técnico de la fuerza aérea. El hijo de un carpintero y una camarera cuidó de animales heridos en su juventud y cuando abandonó la escuela en el 9no grado se decantó por seguir los pasos de su padre.
Este oficio no le duró mucho, pues a los 18 años se enlistó en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Fue un técnico de registros médicos y llegó a ser sargento maestro en una clínica de Alaska. Fue en este estado donde vio la nieve y las montañas que se convirtieron en un tema recurrente de sus pinturas. Mientras servía en la fuerza aérea, aprendió de uno de sus amigos la técnica de pintura rápida que lo llevó a la fama. De acuerdo con su página oficial, “para aumentar su salario en la Fuerza Aérea, Bob tomó un trabajo como cantinero y vendió sus pinturas de paisajes en bandejas de prospección de oro a los turistas”.
Pasaron 20 años antes de que Ross dejara la Fuerza Aérea y regresara a su hogar. Cuando lo hizo decidió buscar clases de pintura y asistir a escuelas de arte, “hasta que descubrió la técnica de pintura “húmedo sobre húmedo” que enseñaba William Alexander. Bob continuó experimentando y refinando la técnica de húmedo sobre húmedo y finalmente creó su propia versión única junto con las pinturas, los pinceles y los cuchillos hechos a medida necesarios para seguirla. La técnica húmedo sobre húmedo de Bob Ross también se conoce como “alla prima” o “pintura directa”. Larazón de Ross para refugiarse en el arte luego de una carrera militar en la que debía ser “estricto y ruin. Y yo estaba harto de eso. Me prometí a mí mismo que si alguna vez me escapaba de eso, ya no sería así”, dijo en una entrevista.
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Fue entonces cuando decidió instruir a otros en la pintura. Ya había comenzado a crear los cuadros que años más tarde millones verían en sus pantallas y “entró un día de 1983 a una pequeña emisora de televisión en Muncie, Indiana. El hombre estaba interesado en grabar un anuncio para sus clases de pintura. Tenía alguna experiencia frente a las cámaras. Una alumna suya, Annette Kowalski, lo había convencido para enseñar cómo pintar un cuadro en algo menos de media hora. El comercial grabado confirmaba que Ross tenía algo que enganchaba a los espectadores aunque nadie sabía aún descifrarlo del todo. Normalmente, a un anuncio no respondían más de 10 o 15 personas, pero al suyo lo hicieron más de 70 personas”, escribió Luis Pablo Beauregard de El País sobre el renovado interés por el artista.
Así fue como nació “El placer de pintar”, programas de media hora en los que Ross se paraba frente a las cámaras con un lienzo delante de él y una paleta transparente en su mano pintaba “arbolitos felices” y otros paisajes mientras daba a su audiencia el paso a paso de lo que estaba haciendo con su voz característica que parecía poco más que un susurro y que para muchos fue un bálsamo durante los años que el pintor apareció en pantalla. Durante 11 años y 31 temporadas, que suman 403 episodios al aire, Bob Ross pintó más de 1.100 obras, dado que debía tener tres para cada emisión, y tocó las vidas de millones. Ninguno de estos cuadros fue vendido y actualmente reposan en una empresa en Virginia. El conductor del programa sabía que “la mayoría de mi audiencia no pinta, no tiene deseos de pintar ni nunca los tendrá” le dijo al Orlando Sentinel en 1990 y aseguraba que “la audiencia ve el programa estrictamente por su valor de entretenimiento o para relajarse. Hemos recibido cartas de gente que asegura que duermen mejor cuando el programa está en emisión”.
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Kowalski fue también su socia y lo conocía mejor de lo que él permitió que cualquiera lo hiciera. El peinado afro castaño por el que hoy es reconocido, en realidad era liso. “Tuvo la brillante idea de que podía ahorrar dinero en cortes de cabello. Así que se dejó crecer el cabello, se hizo una permanente y decidió que nunca más necesitaría un corte de cabello”, le dijo Kowalski a la NPR. Sin embargo, cuando tuvo el dinero para pagar cortes de pelo regulares, el afro con el que se presentó al mundo ya hacía parte integral de su imagen y aunque lo odiaba, no podía abandonarlo.
Ross fue muy privado acerca de su vida y no solía hablar sobre sí mismo, dio pocas entrevistas a lo largo de su carrera. A pesar de que su vida sigue siendo un misterio, su legado trascendió generaciones y en la era del internet sigue siendo un bálsamo para quienes apenas lo descubren. Casi 28 años después de su muerte, causada por complicaciones con un linfoma a los 52 años en 1995, múltiples servicios de streaming ofrecen su programa y en YouTube el canal que crearon para albergar “El placer de pintar” cuenta con más de 4 millones de suscriptores y más de 300 millones de reproducciones.
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