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Escrito en primera persona por el cubano Alfredo Alonso Estenoz, "Borges en Cuba. Estudio de su recepción", publicado por el Centro Borges de la Universidad de Pittsburgh, es un volumen de bolsillo que brilla por su enjundiosa investigación. Treinta y un años después de la muerte de Jorge Luis Borges (1899-1986), Alonso recrea una época en la que Cuba se cerró con siete candados con la idea de construir un "hombre nuevo". Según indica este profesor de literatura latinoamericana y lengua española en el Luther College de Iowa, "durante los años 70 y 80 Borges fue ignorado por el discurso crítico cubano, aunque (...) lo seguían leyendo los escritores que tenían acceso a su obra". El investigador recuerda que "durante esta década, el autor de "Ficciones" y "El Alpeh", entre otras muchas obras, se convirtió en el antimodelo del tipo de intelectual que la Revolución promovía. Para la reconstrucción total del periodo de unos veinte años en el que Borges estuvo vetado, que concluye con la publicación de la antología "Páginas escogidas de Jorge Luis Borges" en 1988, Alonso se apoya en muchísima bibliografía y dos fuentes fundamentales. Una es el diario "Borges" que el amigo íntimo de éste y también escritor Adolfo Bioy Casares redactó con minucioso detalle y la otra es el prólogo de la antología que desde La Habana firma el crítico y director de Casa de las Américas, Roberto Fernández Retamar. Por el diario de Bioy Casares (2006) se sabe que el haber firmado "un manifiesto en apoyo a los cubanos que en 1961 invadieron la isla por Bahía de Cochinos" fue suficiente para que el régimen castrista, que desde el comienzo centralizó toda gestión cultural, enviara al ostracismo a uno de los autores más universales y al latinoamericano hoy en día más citado. Lo curioso es que, anteriormente, Borges había suscrito otro manifiesto condenando al dictador cubano Fulgencio Batista, pero aquella firma no se la tuvieron en cuenta los responsables de la política cultural que, como se encarga de consignar Alonso, no fueron pocos y respondían a una maquinaria muy bien engrasada. Fernández Retamar, sempiterno director de Casa de las Américas, una institución estatal con fuerte enfoque político, primero arremetió contra Borges en la década de los años 70, para luego "reconciliarse" con él mediante la publicación de la antología. Para tal empresa se reunió con Borges un año antes de que éste falleciera y obtuvo su autorización. El diálogo de aquel encuentro en Buenos Aires, que Alonso extrae del prólogo de "Páginas escogidas de Jorge Luis Borges", refleja, por un lado, que al final de su vida el escritor argentino continuaba siendo un electrón libre y por otro que la denominada "Revolución cubana" gozaba de un histrionismo conmovedor. "Lo que no podemos es mandarle dólares", expone Retamar. "A mí no me interesa el dinero", responde Borges. "Le enviaremos cuadros o libros antiguos", ofrece el otro. El libro "Borges en Cuba. Estudio de su recepción" es algo más que un acto reivindicativo. Entreverada presenta también una síntesis bastante clara y organizada de la historia de la censura oficial en Cuba desde 1959. No escapan de estas 166 páginas autores como Luis Rogelio Nogueras, que al morir a los 41 años había dejado una obra fuertemente "borgeana" sin haberse atrevido a nombrarlo. "Borges es el 'ingrediente secreto' que hace posible la distinción de Nogueras en la poesía cubana de la época", escribe el investigador. El infortunio que la obra de Borges ha tenido en Cuba llevó a que un estudiante universitario como lo era Alonso en los 90 confundiera el apellido del argentino con el del comandante sandinista Tomás Borge, autor bien visto y promocionado entonces en Cuba. Aunque Retamar "rescató" a Borges en 1988 dejando claro que ya no era un escritor maldito, la antología, apunta Alonso, no se encuentra con facilidad en la isla. Se vende en dólares y no está en librerías, sino en manos de anticuarios.