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                                                                                                                                  Borges o el laberinto de los espejos

                                                                                                                                  Recordamos a Jorge Luis Borges en el aniversario 124 de su natalicio. Recordado como una de las más grandes influencias en la literatura del siglo XX, y que sigue vigente al día de hoy.

                                                                                                                                  Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                  Editor de Cultura
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                                                                                                                                  Foto: Agencia AFP
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  (Le puede interesar: Jorge Luis Borges en sus propias palabras)

                                                                                                                                  Él mismo habrá podido decir, algo nervioso y tartamudo, que ese sujeto de bastón, ciego y lento, que caminaba las calles de la Buenos Aires que tanto fustigaba, era el verdadero Jorge Luis Borges, un hombre demasiado apegado a sus raíces, anárquico como su padre y su abuelo, medio aristócrata, tímido, inseguro, prendado de su madre hasta el punto de soñar con ella, incluso, cuando ya hacía cinco años que había fallecido.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Tiempo después, en cualquier conversación, sonriente, irónico, convencido y transportado, diría, preguntaría: “¿Habrá una frase más bella que la de Hume al decir: ‘Cuando me busco, nunca estoy en casa’?”. Borges era al que su amada Estela Canto retrataba en los años 40 con frialdad: “La actitud de Borges me conmovía. Me gustaba lo que yo era para él, lo que él veía en mí. Sexualmente me era indiferente, ni siquiera me desagradaba. Sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente. Nunca pretendí sentir lo que no sentía”. Sin embargo, también fue aquél a quien Susan Sontag le dijo en una carta que jamás le entregó: “Si alguna vez un contemporáneo parecía destinado a la inmortalidad literaria, ése era usted”, y ese del que Mario Vargas Llosa dijo: “Para el escritor latinoamericano, Borges significó la ruptura de un cierto complejo de inferioridad que, de manera inconsciente, por supuesto, lo inhibía de abordar ciertos asuntos y lo encarcelaba en un horizonte provinciano”.

                                                                                                                                  (Le recomendamos: BibloRed ofrece talleres de escritura dentro del marco de “Bogotá en 100 palabras”)

                                                                                                                                  El Borges de huesos y de piel nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires. Aprendió a leer y a escribir a los cuatro años, pero ingresó casi a los ocho a la escuela, un pequeño colegio del barrio de Palermo donde se sintió siempre excluido, un niño marginado que no sabía relacionarse con sus compañeros, que no le importaba, además, pues prefería imaginarlos, vislumbrarlos estéticos, impecables, prolijos, éticos y educados, y no tener que vivirlos sucios de fútbol, de arrabal, cuchillo y tango. El otro, el Jorge Luis Borges irreal, tradujo a Oscar Wilde a los nueve años (El príncipe feliz), y Wilde lo apuñaló con su ingenio y su fantasía, con sus certezas sobre el arte y la literatura como mentira, creación, no realidad, denuncia sugerida y sugerencia como absoluto.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  (No deje de leer: Detenidos dos turistas alemanes por pintar grafitis en el Corredor Vasariano de Florencia)

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Jorge Luis Borges: en 1979, el escritor fue nombrado Caballero Comendador (KBE).
                                                                                                                                  Foto: Agencia AFP
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  (Le puede interesar: Jorge Luis Borges en sus propias palabras)

                                                                                                                                  Él mismo habrá podido decir, algo nervioso y tartamudo, que ese sujeto de bastón, ciego y lento, que caminaba las calles de la Buenos Aires que tanto fustigaba, era el verdadero Jorge Luis Borges, un hombre demasiado apegado a sus raíces, anárquico como su padre y su abuelo, medio aristócrata, tímido, inseguro, prendado de su madre hasta el punto de soñar con ella, incluso, cuando ya hacía cinco años que había fallecido.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Tiempo después, en cualquier conversación, sonriente, irónico, convencido y transportado, diría, preguntaría: “¿Habrá una frase más bella que la de Hume al decir: ‘Cuando me busco, nunca estoy en casa’?”. Borges era al que su amada Estela Canto retrataba en los años 40 con frialdad: “La actitud de Borges me conmovía. Me gustaba lo que yo era para él, lo que él veía en mí. Sexualmente me era indiferente, ni siquiera me desagradaba. Sus besos torpes, bruscos, siempre a destiempo, eran aceptados condescendientemente. Nunca pretendí sentir lo que no sentía”. Sin embargo, también fue aquél a quien Susan Sontag le dijo en una carta que jamás le entregó: “Si alguna vez un contemporáneo parecía destinado a la inmortalidad literaria, ése era usted”, y ese del que Mario Vargas Llosa dijo: “Para el escritor latinoamericano, Borges significó la ruptura de un cierto complejo de inferioridad que, de manera inconsciente, por supuesto, lo inhibía de abordar ciertos asuntos y lo encarcelaba en un horizonte provinciano”.

                                                                                                                                  (Le recomendamos: BibloRed ofrece talleres de escritura dentro del marco de “Bogotá en 100 palabras”)

                                                                                                                                  El Borges de huesos y de piel nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires. Aprendió a leer y a escribir a los cuatro años, pero ingresó casi a los ocho a la escuela, un pequeño colegio del barrio de Palermo donde se sintió siempre excluido, un niño marginado que no sabía relacionarse con sus compañeros, que no le importaba, además, pues prefería imaginarlos, vislumbrarlos estéticos, impecables, prolijos, éticos y educados, y no tener que vivirlos sucios de fútbol, de arrabal, cuchillo y tango. El otro, el Jorge Luis Borges irreal, tradujo a Oscar Wilde a los nueve años (El príncipe feliz), y Wilde lo apuñaló con su ingenio y su fantasía, con sus certezas sobre el arte y la literatura como mentira, creación, no realidad, denuncia sugerida y sugerencia como absoluto.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  (No deje de leer: Detenidos dos turistas alemanes por pintar grafitis en el Corredor Vasariano de Florencia)

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Por Fernando Araújo Vélez

                                                                                                                                  De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com
                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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