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                                                                                                                                  Breve historia de la peste (Tintas en la crisis)

                                                                                                                                  No es la primera vez que el mundo se enfrenta a una pandemia de proporciones extraordinarias. “Pestes” –por usar un calificativo literario–, ha habido desde que hay humanidad. El Covid-19 es uno más en la lista.

                                                                                                                                  David Fernando Barrera

                                                                                                                                  Imagen de uno de los momentos de la llamada 'Gripa española', que surgió en los albores del Siglo XX en Estados Unidos, pero avanzó hacia Europa y en España dejó la mayor cantidad de víctimas. / Cortesía
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Es imposible, por tiempo y espacio, abarcar la totalidad de las enfermedades de naturaleza epidémica a las que nos hemos enfrentado. A vuelo de pájaro sólo se enunciarán algunas de las más relevantes. El punto de partida será la Plaga de Atenas del siglo V a.C. 

                                                                                                                                  El contexto en que se da la Plaga de Atenas es la Guerra del Peloponeso. Atrincherados detrás de sus murallas, los atenienses intentaban luchar contra la máquina de guerra más poderosa de la época: los espartanos. Por el mar llegaba y salía todo de la ciudad, incluso la peste. Sobre ella, Tucídides (460-396 a.C.) escribió que la epidemia empezó en Etiopia, pasó después a Egipto, a Persia y llegó luego a Atenas, donde acabó con la vida de miles de personas.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Los enfermos, relata Tucídides, “primero sentían un fuerte y excesivo calor en la cabeza; los ojos se les ponían colorados e hinchados; la lengua y la garganta sanguinolentas, y el aliento hediondo y difícil de salir, produciendo continuo estornudar; la voz se enronquecía, y descendiendo el mal al pecho, producía gran tos, que causaba un dolor muy agudo”. Los cuerpos se veían llenos de “pústulas pequeñas”; por la boca se exhalaba un vaho “hediondo y amargo”; y la fiebre y la sed obligaba a las víctimas a lanzarse a los posos en busca de un imposible consuelo. Ni las fieras que disfrutaban de la carne humana se acercaban a los muertos. 

                                                                                                                                  Dice el autor: “lo más grave era la desesperación y la desconfianza del hombre al sentirse atacado, pues muchos, teniéndose ya por muertos, no hacían resistencia ninguna al mal”. Puede deducirse de las palabras de Tucídides que el miedo es el síntoma más grave, y quizás, también, el más mortal.

                                                                                                                                  Sobre la Plaga de Atenas la medicina ha apuntado a decir que podría tener un origen y una caracterización epidemiológica compleja y de múltiples posibilidades; sin embargo, como lo afirma María del Pino Carreño, “son dos enfermedades las más firmes candidatas a ser la causa de la epidemia ateniense: la viruela asociada a la pervivencia del virus en algún reservorio y el tifus epidémico‍‍”.

                                                                                                                                  Si está interesado en leer más de Cultura, ingrese acá: Fernando Charry Lara: la geografía del deseo

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  En el Decamerón, Giovanni Boccaccio (1313-1375) describe así los síntomas de la Peste:

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Con la llegada de los españoles a América se diseminó una nueva y letal enfermedad, traída por los europeos y que diezmó la población indígena en millones: la viruela. En la lista también están la gripa y el sarampión. Por el carácter dominante y colonial, hay una omisión deliberada por parte de los cronistas de indias respecto al impacto de los virus. No obstante, uno de ellos, Antonio de Herrera, escribió:

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Otro, Alonzo González de Nájera dijo en 1540:

                                                                                                                                  “Todo parece denotar que Dios ha facilitado a aquel reino con particulares favores, mostrando ser su divina voluntad que se perpetúen en aquella fértil tierra... Pues es cosa de maravilla el ver que conocidamente... se van acabando los naturales tan de prisa por contagiosas dolencias con que les hace Dios a la sorda con ellos”.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Sobre esta Peste, el escritor Josep Pla, quien enfermó de ella, escribió:

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “He pasado todo el día de ayer y una parte del de hoy en la cama, con la gripe. He sudado como un caballo. Treinta y seis horas seguidas. Me levanto pálido y deshecho. Por un lado, me parece que me hubiera podido morir y que me he librado por los pelos. Cuando constato que, a pesar de la fatiga, me puedo levantar, pienso que quizá ha sido una gripe benigna (…). Las esquelas son numerosísimas. Pone la carne de gallina. La gente dice que la infección microbiana ataca, sobre todo, a los organismos fuertes y de complexión robusta”.

                                                                                                                                  El cólera –antagonista bien elegido en una de las más bellas obras de Gabriel García Márquez–; la Fiebre amarilla; la Sífilis; la Polio; la Malaria; el VIH; y nuestras tropicales y autóctonas zika, dengue y chikungunya son apenas otras de las tantas de la lista de los males virales que la naturaleza nos provee con severidad, y cuyos muertos se siguen contando en millones. Y, aun así, ahí seguimos. 

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  No hay, en todo caso, que irse a los extremos. La literatura y la historia demuestran, en ese sentido, que batallas contra enfermedades hemos dado desde siempre. Algunas más letales que otras. Lo que queda, al final de cuentas, es la lección suprema de que se han superado. La ciencia, en primer e indiscutible lugar; y también la prevención, el cuidado, la calma y la prudencia resultan ser las más poderosas armas contra esa biológica debilidad humana que nos hace vulnerables frente a las inflexibles reglas de la naturaleza. Y para cerrar, sí o sí había que hablar de Albert Camus que en La Peste escribió: 

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “Cuando estalla una guerra, las gentes se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido". Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar”.

                                                                                                                                  Y ahí queda, entonces, la lección definitiva: pensemos en los otros. 

                                                                                                                                  Imagen de uno de los momentos de la llamada 'Gripa española', que surgió en los albores del Siglo XX en Estados Unidos, pero avanzó hacia Europa y en España dejó la mayor cantidad de víctimas. / Cortesía
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Es imposible, por tiempo y espacio, abarcar la totalidad de las enfermedades de naturaleza epidémica a las que nos hemos enfrentado. A vuelo de pájaro sólo se enunciarán algunas de las más relevantes. El punto de partida será la Plaga de Atenas del siglo V a.C. 

                                                                                                                                  El contexto en que se da la Plaga de Atenas es la Guerra del Peloponeso. Atrincherados detrás de sus murallas, los atenienses intentaban luchar contra la máquina de guerra más poderosa de la época: los espartanos. Por el mar llegaba y salía todo de la ciudad, incluso la peste. Sobre ella, Tucídides (460-396 a.C.) escribió que la epidemia empezó en Etiopia, pasó después a Egipto, a Persia y llegó luego a Atenas, donde acabó con la vida de miles de personas.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Los enfermos, relata Tucídides, “primero sentían un fuerte y excesivo calor en la cabeza; los ojos se les ponían colorados e hinchados; la lengua y la garganta sanguinolentas, y el aliento hediondo y difícil de salir, produciendo continuo estornudar; la voz se enronquecía, y descendiendo el mal al pecho, producía gran tos, que causaba un dolor muy agudo”. Los cuerpos se veían llenos de “pústulas pequeñas”; por la boca se exhalaba un vaho “hediondo y amargo”; y la fiebre y la sed obligaba a las víctimas a lanzarse a los posos en busca de un imposible consuelo. Ni las fieras que disfrutaban de la carne humana se acercaban a los muertos. 

                                                                                                                                  Dice el autor: “lo más grave era la desesperación y la desconfianza del hombre al sentirse atacado, pues muchos, teniéndose ya por muertos, no hacían resistencia ninguna al mal”. Puede deducirse de las palabras de Tucídides que el miedo es el síntoma más grave, y quizás, también, el más mortal.

                                                                                                                                  Sobre la Plaga de Atenas la medicina ha apuntado a decir que podría tener un origen y una caracterización epidemiológica compleja y de múltiples posibilidades; sin embargo, como lo afirma María del Pino Carreño, “son dos enfermedades las más firmes candidatas a ser la causa de la epidemia ateniense: la viruela asociada a la pervivencia del virus en algún reservorio y el tifus epidémico‍‍”.

                                                                                                                                  Si está interesado en leer más de Cultura, ingrese acá: Fernando Charry Lara: la geografía del deseo

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  En el Decamerón, Giovanni Boccaccio (1313-1375) describe así los síntomas de la Peste:

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “que en su comienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algunas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo. Y de las dos dichas partes del cuerpo, en poco espacio de tiempo empezó la pestífera buba a extenderse a cualquiera de sus partes indiferentemente, e inmediatamente comenzó la calidad de la dicha enfermedad a cambiarse en manchas negras o lívidas que aparecían a muchos en los brazos y por los muslos y en cualquier parte del cuerpo, a unos grandes y raras y a otros menudas y abundantes”.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Con la llegada de los españoles a América se diseminó una nueva y letal enfermedad, traída por los europeos y que diezmó la población indígena en millones: la viruela. En la lista también están la gripa y el sarampión. Por el carácter dominante y colonial, hay una omisión deliberada por parte de los cronistas de indias respecto al impacto de los virus. No obstante, uno de ellos, Antonio de Herrera, escribió:

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Otro, Alonzo González de Nájera dijo en 1540:

                                                                                                                                  “Todo parece denotar que Dios ha facilitado a aquel reino con particulares favores, mostrando ser su divina voluntad que se perpetúen en aquella fértil tierra... Pues es cosa de maravilla el ver que conocidamente... se van acabando los naturales tan de prisa por contagiosas dolencias con que les hace Dios a la sorda con ellos”.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Sobre esta Peste, el escritor Josep Pla, quien enfermó de ella, escribió:

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “He pasado todo el día de ayer y una parte del de hoy en la cama, con la gripe. He sudado como un caballo. Treinta y seis horas seguidas. Me levanto pálido y deshecho. Por un lado, me parece que me hubiera podido morir y que me he librado por los pelos. Cuando constato que, a pesar de la fatiga, me puedo levantar, pienso que quizá ha sido una gripe benigna (…). Las esquelas son numerosísimas. Pone la carne de gallina. La gente dice que la infección microbiana ataca, sobre todo, a los organismos fuertes y de complexión robusta”.

                                                                                                                                  El cólera –antagonista bien elegido en una de las más bellas obras de Gabriel García Márquez–; la Fiebre amarilla; la Sífilis; la Polio; la Malaria; el VIH; y nuestras tropicales y autóctonas zika, dengue y chikungunya son apenas otras de las tantas de la lista de los males virales que la naturaleza nos provee con severidad, y cuyos muertos se siguen contando en millones. Y, aun así, ahí seguimos. 

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  No hay, en todo caso, que irse a los extremos. La literatura y la historia demuestran, en ese sentido, que batallas contra enfermedades hemos dado desde siempre. Algunas más letales que otras. Lo que queda, al final de cuentas, es la lección suprema de que se han superado. La ciencia, en primer e indiscutible lugar; y también la prevención, el cuidado, la calma y la prudencia resultan ser las más poderosas armas contra esa biológica debilidad humana que nos hace vulnerables frente a las inflexibles reglas de la naturaleza. Y para cerrar, sí o sí había que hablar de Albert Camus que en La Peste escribió: 

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  “Cuando estalla una guerra, las gentes se dicen: "Esto no puede durar, es demasiado estúpido". Y sin duda una guerra es evidentemente demasiado estúpida, pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre, uno se daría cuenta de ello si uno no pensara siempre en sí mismo. Nuestros conciudadanos, a este respecto, eran como todo el mundo; pensaban en ellos mismos; dicho de otro modo, eran humanidad: no creían en las plagas. La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar”.

                                                                                                                                  Y ahí queda, entonces, la lección definitiva: pensemos en los otros. 

                                                                                                                                  Por David Fernando Barrera

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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