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José María Arguedas nació el 18 de enero de 1911, en Andahuaylas, al sur de Perú. Hijo de un abogado, quedó huérfano de madre a la edad de tres años y con el nuevo matrimonio de su padre, se empezó a acercar a la cultura indígena, ya que, según el Centro Cultural Inca Garcilaso, su madrastra lo relegaba a las labores de la cocina, junto a los criados quechuas.
En 1931 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, donde estudió antropología y literatura mientras trabajaba como asistente de correos. Durante una protesta estudiantil contra la visita de Camarotta, un oficial italiano de la Misión Policial Fascista, fue arrestado y duró ocho meses en prisión entre 1937 y 1938, que luego contaría en su cuarta novela “El sexto”, llamada así por el nombre de la cárcel.
Se desempeñó como docente en distintos colegios y universidades de Lima y también ejerció funciones de servidor público, llegando a ser el director del Museo Nacional de Historia y la Casa de la Cultura. Su acercamiento desde la infancia con las comunidades indígenas lo llevaron a enfocar una buena parte de su producción literaria hacia la reivindicación de las representaciones culturales de los pueblos quechuas. Es por esto que fue reconocido como una de las principales voces del indigenismo.
La Universidad Nacional Mayor de San Marcos recordó que Arguedas se había referido a la temática que encapsulaba la mayor parte de su obra: “Cuando llegué a la universidad leí los libros en los cuales se intentaba describir a la población indígena, me sentí tan indignado que consideré que era indispensable hacer un esfuerzo por describir al hombre andino, tal y como yo lo había conocido”.
Empezó a publicar en 1931 con su colección de cuentos “Agua”, en el que daba visos a su estilo literario, cargado de crítica social. Diez años después, publicó “Yawar Fiesta”, su primera novela, en la que se preocupaba por la cultura y el espíritu quechua. Y en 1958 publicó “Los ríos profundos”, calificada por la crítica especializada como su mejor obra.
También ejerció la antropología, estudiando la cultura andina, con varias cátedras que se enfocaban en la lengua quechua, la etnología y publicó varios estudios sobre el papel de la música y su integración en la vida cultural indígena.
En su novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, publicada póstumamente en 1971, el periodista José Miguel Oviedo mencionó que en el texto se “evidenciaba los conflictos internos que atravesaba los últimos días de su existencia”, en un comunicado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Arguedas se suicidó en 1969.
A continuación presentamos algunas frases de José María Arguedas:
- “Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en quechua”.
- “Ahora la palabra indio me parece que ya tiene un sustento más justo, un contenido más justo; indio ya quiere decir hombre, económica y socialmente explotado y, en ese sentido, no solamente todos somos indigenistas en el Perú, todos somos indios de un pequeño grupo de explotadores”.
- “La tarea verdaderamente heroica y difícil fue la de extender a la mayoría de la población capitalina esta comprensión por el arte llamado indígena”.
- “Quise ver cómo los mestizos contribuyen al crecimiento de Lima, y cómo están defendiendo su peruanismo. Y cómo están logrando que se comprendan las virtudes del pueblo serrano, que en la capital, no solo eran desconocidas, sino absolutamente menospreciadas”.
- “Hay que hacer una aclaración necesaria: siempre se habla de uno como el intérprete del indio, y eso me parece muy parcial, no se puede conocer al indio si no se conoce a las demás personas que hace del indio lo que es”.
- “Cuanto yo viví en la niñez, en los dolores que se me contagiaron en la infancia, siguen influyendo de manera muy poderosa en cuanto pienso y en todo lo que siento como miembro de la sociedad”.
- “Hay en el Perú la belleza original del hombre antiguo y primitivo al mismo tiempo; inclemencia y dulzura; de aparente caos primario…”
- “Casi todos esos artistas no han tenido la oportunidad de convivir íntimamente con el pueblo cuya vida tratan de interpretar ni han sentido muy hondo el propio mensaje andino”.