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Caja de citas: frases del escritor Jesús Carrasco

Recordamos algunas citas del ganador del Premio Biblioteca Breve 2024, el español Jesús Carrasco, con la novela Elogio de las manos.

06 de junio de 2024 - 09:24 p. m.
Jesús Carrasco nació en Olivenza, Badajoz, en 1972. Ha escrito los libro "Intemperie" (2013), "La tierra que pisamos" (2016) y "Llévame a casa" (2021).
Jesús Carrasco nació en Olivenza, Badajoz, en 1972. Ha escrito los libro "Intemperie" (2013), "La tierra que pisamos" (2016) y "Llévame a casa" (2021).
Foto: Mario Wurzburguer

Jesús Carrasco es un escritor español nacido en Olivenza, Badajoz, en 1972. Es conocido principalmente por su novela debut Intemperie, publicada en 2013. Esta obra fue traducida a múltiples idiomas y adaptada al cine por el director Benito Zambrano. Carrasco se ha destacado por su prosa y su habilidad para explorar temas como la naturaleza humana, la supervivencia y la relación del individuo con el entorno.

En Intemperie, Carrasco presenta un viaje a través de la árida llanura extremeña, donde un niño se ve obligado a enfrentarse solo a una naturaleza implacable. La novela, traducida a múltiples idiomas y adaptada al cine, ha sido descrita como un retrato de la lucha por la supervivencia y la búsqueda de la redención en un mundo despiadado.

Además de Intemperie, Carrasco ha publicado otras obras, como La tierra que pisamos (2016) y Llévame a casa (2021), que profundizan en la complejidad de las relaciones humanas y la lucha por la identidad.

Estas son algunas citas de su obra Intemperie:

  • “Así, el niño es la inocencia pisoteada y odiosamente vejada; el viejo y pobre cabrero, la representación de la solidaridad y de la justicia auténtica; el alguacil, el símbolo del poder omnímodo y feroz”.
  • “—¿Has visto la corona que tiene el Cristo de ahí arriba?—Sí. Tiene tres puntas.—Se llaman potencias. Una es la memoria, otra, el entendimiento y la tercera, la voluntad”.
  • “De nuevo clavó el cuchillo para rajar el abdomen hinchado. A pesar de la tosquedad de la hoja, el metal abrió las fascias como si fueran de manteca caliente. El hedor que liberó le atravesó como un ánima en desbandada, impresionando su memoria de arcilla fresca”.
  • “Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban, y como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar. Berreos como jaras calcinadas. Tumbado sobre un costado, su cuerpo en forma de zeta se encajaba en el hoyo sin dejarle apenas espacio para moverse”.
  • “Por suerte, para él, el llano no daba para exotismos. Allí solo había galgos. Carnes escurridas sobre largos huesos. Animales místicos que corrían tras las liebres a toda velocidad y que no se detenían a olfatear porque habían sido arrojados a la Tierra con el único mandato de la persecución y el derribo.”
  • “El hombre metió con cuidado la cabeza por la puerta. Había excrementos de aves por todas partes. Los cadáveres resecos de dos pichones, cáscaras rotas de huevos y restos de un roedor descuartizado por alguna rapaz. El olor apergaminado de los excrementos enmascaraba el ligero aroma a orín infantil. El ayudante del alguacil se asomó al interior del tubo y miró hacia arriba. Solo aguantaba intacto el primer peldaño de la antigua escalera de caracol. A partir de ahí, una línea espiral de piedras a medio empotrar ascendía por la pared del tubo como la rosca de un tornillo. Las palomas habían colapsado con una mezcla de mierda, plumas y ramas, el agujero que daba acceso a la terraza superior. Sin esa fuente de luz, a tres metros por encima del suelo, la oscuridad era indescifrable.”
  • “En su delirio, una red de curvas gomosas se mece sobre un lecho aceitoso. No hay un horizonte propiamente dicho, pero una fuente de luz rojiza se desvanece en algún lugar de la escena. La oscuridad gana la batalla. Los matices se van perdiendo y los poros cerebrales se van colapsando. En algún momento, dentro de su cabeza, hay una circunvalación que despierta y la alerta cobra una forma embrionaria. Su voluntad se abre camino como un Laocoonte a través de la penumbra húmeda de su cerebro hasta que su consciencia es total. En la silla turca de su cráneo se sienta él o alguien que vive en su interior y que toma el mando de su cuerpo…”

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