Caleidoscopio identitario
Los libros de Jon Fosse están cotizados al alza desde que la Academia Sueca le concediera la tan codiciada inmortalidad literaria con el Premio Nobel de Literatura, en octubre pasado.
Fuad Gonzalo Chacón
En aquellos primeros días sus obras esenciales fueron difíciles de encontrar, tanto en la sección de novedades de las librerías como en el mercado secundario, donde los especuladores que apostaron por sus letras con anterioridad a dicha consagración pretendían sacar tajada atraídos por tamaña oportunidad. Por suerte, la joven editorial De Conatus ha estado a la altura del desafío, como el año pasado lo estuvo Cabaret Voltaire con el nombramiento de Annie Ernaux, y ahora toda Hispanoamérica podrá disfrutar de este gran autor.
En medio del barullo de su elección, he conseguido hacerme con un ejemplar de El otro nombre, la parte I de su Septología, título que ya en 2020 venía dando muestras de la calidad de Fosse al alcanzar la semifinal del International Booker Prize. El lector encontrará en lo estético una edición altamente cuidada, con letra fácil de leer y papel de agradable gramaje, además de una portada pulida y ligeramente plastificada que transmite algo del frío ártico que se espera de la literatura de un escritor noruego.
Le sugerimos: Armero: una lucha por la memoria y contra el olvido
Adentro aguarda por nosotros Asle, nuestro protagonista fragmentado, pintor de éxito al que seguiremos en un viaje de ida y vuelta desde Bjørgvin mientras la voz de sus pensamientos nos conduce por el complejo entramado de una realidad donde interactúa con otras variantes de sí mismo que tomaron decisiones distintas a las suyas, pero no en plan multiverso (tranquilos todos, que eso ya está muy quemado), sino con la naturalidad propia de saberse seres independientes.
Así conoceremos a un Asle alternativo, sin tanta suerte como pintor ni como marido y que, contrario al Asle principal, no fue capaz de superar su alcoholismo (tema transversal que se refleja en las botellas que ilustran todas las carátulas de la colección); a Åsleik, el vecino que se dedicó a la agricultura en lugar de la pintura y que siempre pasa sus navidades junto con su hermana Guro, nombre que coincide, aunque solo en eso, con el interés amoroso del Asle alternativo, una mujer que, pareciera, también comparte un pasado con el Asle principal aunque este no lo recuerda; y a una versión más joven del Asle principal que pasea de la mano de su novia Ales, nombre que también comparte con la difunta esposa de aquel.
Le recomendamos: El monte Etna, un volcán entre mitos, arte y literatura
La prosa de Fosse construye este caleidoscopio identitario con tal sutileza y exquisitez estructural que, en últimas, lo menos relevante es la dirección en la que nos llevará el relato durante los seis tomos siguientes donde desvelaremos el desarrollo de los flecos que intencionalmente deja sueltos, pues el protagonismo absoluto se lo roba la técnica con la cual nos cuela como polizones en la cabeza de Asle, invitándonos a fundirnos con su personaje en cada punto que no pone (spoiler: no hay ni uno) y en cada frase ya dicha que se repite nuevamente. La narrativa sobre la narración, el cómo sobre el qué. Sublime.
En aquellos primeros días sus obras esenciales fueron difíciles de encontrar, tanto en la sección de novedades de las librerías como en el mercado secundario, donde los especuladores que apostaron por sus letras con anterioridad a dicha consagración pretendían sacar tajada atraídos por tamaña oportunidad. Por suerte, la joven editorial De Conatus ha estado a la altura del desafío, como el año pasado lo estuvo Cabaret Voltaire con el nombramiento de Annie Ernaux, y ahora toda Hispanoamérica podrá disfrutar de este gran autor.
En medio del barullo de su elección, he conseguido hacerme con un ejemplar de El otro nombre, la parte I de su Septología, título que ya en 2020 venía dando muestras de la calidad de Fosse al alcanzar la semifinal del International Booker Prize. El lector encontrará en lo estético una edición altamente cuidada, con letra fácil de leer y papel de agradable gramaje, además de una portada pulida y ligeramente plastificada que transmite algo del frío ártico que se espera de la literatura de un escritor noruego.
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Así conoceremos a un Asle alternativo, sin tanta suerte como pintor ni como marido y que, contrario al Asle principal, no fue capaz de superar su alcoholismo (tema transversal que se refleja en las botellas que ilustran todas las carátulas de la colección); a Åsleik, el vecino que se dedicó a la agricultura en lugar de la pintura y que siempre pasa sus navidades junto con su hermana Guro, nombre que coincide, aunque solo en eso, con el interés amoroso del Asle alternativo, una mujer que, pareciera, también comparte un pasado con el Asle principal aunque este no lo recuerda; y a una versión más joven del Asle principal que pasea de la mano de su novia Ales, nombre que también comparte con la difunta esposa de aquel.
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