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¿Campeones del mundo sin jugar un minuto? (Fútbol paradójico)

Es el síndrome del suplente, que produce desencuentros frecuentes entre entrenadores y jugadores. Yo entendí hace tiempo que las explicaciones resultan vanas porque el jugador quiere jugar, no saber el motivo por el que no juega. Incluso parece predispuesto a no creer las razones, no siempre justas y a veces hasta peregrinas, que le damos los entrenadores. Mostrar el desacuerdo es la estética de una rebeldía universal, acatar la decisión forma parte de la dignidad profesional, Jorge Valdano.

Juan Carlos Rodas Montoya
06 de mayo de 2024 - 12:00 a. m.
Imagen de referencia de un banco en un estadio.
Imagen de referencia de un banco en un estadio.
Foto: Kampus Production
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En varias columnas anteriores he presentado algunos casos de jugadores que no admiten ser suplentes porque se saben indispensables, titulares e inamovibles. En otras, he contado las trágicas historias de jugadores que prefirieron suicidarse antes de reconocer que ha llegado el final de la carrera. Otros, en cuentos y narrativas, se quieren morir de la rabia cuando les muestran la paleta que anuncia el final de su partido y deben ir a las duchas. También hemos visto imágenes, de hombres y mujeres, que tiran el agua, patean sillas, avientan madrazos, escupen frases soeces, se agarran los cabellos y, a pesar de los pesares, abandonan el recinto sagrado. Pero hay otros jugadores que levantaron la Copa del Mundo sin haber ingresado a la cancha. ¿Privilegio o absurdo? Algunos lo ven como un asunto circunstancial en el que los entrenadores no alinearon a alguno de sus jugadores y, de todas maneras, levantaron el trofeo y dirigieron sus preces a los dioses. Otros lo consideran un absurdo porque no pudieron demostrar su solidaridad dentro del terreno, pero hicieron toda la fuerza del mundo para lograr el cielo soñado. Es posible que se trate de un tema poco relevante, es posible. ¿Ejemplos? Dida en Japón y Corea en 2002 (era un partido de exhibición y estaba lesionado). Daniel Pasarella en México 1986 (fue víctima de parásitos y un desgarro muscular); Franco Baressi en España 1982 (tenía apenas 22 años); Ricardo La Volpe en Argentina 1978 (era el tercer arquero y el titular era Ubaldo Fillol); Raúl Albiol en Sudáfrica 2010 (convocado por Vicente del Bosque, pero no jugó); Víctor Valdés, en Sudáfrica 2010 (suplente de Iker Casillas); Ronaldo en Estados Unidos 1994 (tenía 18 años); Pepe en Sudáfrica 2010 (se lesionó antes del comienzo del Mundial); los franceses Adil Rami y Alphonse Areola en Rusia 2018 (el primero es el tercer arquero y el segundo por decisión técnica). El extenso epígrafe que traigo a colación se enmarca en esta situación por la que se necesitan titulares y suplentes, pero los suplentes se convierten, de todas maneras, en los peores enemigos de los técnicos porque se trata de una condición de no lugar, no presencia, no competencia; es decir, es un no no. No hay que hacer muchos esfuerzos para entender que en el fútbol se juega, se gana, se pierde o se empata en las competiciones y no en los entrenamientos, en los que todos podemos ser los mejores del mundo. Probaron las mieles del triunfo, pero queda un sinsabor porque no se jugó ni un minuto. ¿Privilegio o absurdo? Cara y sello.

Por Juan Carlos Rodas Montoya

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