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Según la memoria de corto y largo alcance, aún no ha habido un Festival de Cannes que no esté envuelto en el manto de una polémica. Da igual de qué tipo o naturaleza, pero polémica al fin y al cabo. La edición 76° cumple con la tradición a rajatabla, es más, la supera, elevando las controversias, pero también algunos logros, todo enmarcado en una verdadera feria de las vanidades.
Comenzaremos por aquellos hechos que brillan, que denotan avanzada en pleno siglo XXI. Tal como apuntaba Chiara Mastroianni durante la gala de inauguración, y después de su entrada cantando en italiano Mi sono innamorato di te (de Luigi Tenco), esta cita cinematográfica se fundó en la víspera de la tragedia en 1939, refiriéndose a la Segunda Guerra Mundial, como un “acto de resistencia”.
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El primer logro es el estreno de Iris Knobloch como la primera mujer que toma las riendas de la presidencia del certamen. De ella se espera mucho, demasiado, como (lamentablemente) suele ser en esto de las exigencias hacia las féminas. Pero la alemana Knobloch está allí, como se diría, al pie del cañón, consciente de que los ojos de esta industria dominada por la testosterona, están sobre ella.
Esos mismos ojos están también pendientes del resultado que dará el hito histórico que se ha marcado el festival, como lo es la inclusión de siete directoras en la competición oficial por la Palma de Oro. Jane Campion y Julia Ducournau son, hasta la fecha, las únicas ganadoras del máximo galardón en los casi 80 años del festival, la primera en 1993, la segunda en 2021.
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Los inquisidores dedos (de los que escriben) y bocas (de los que hablan) están prestos, pues, a hacer notar las fallas, más no los avances en materia de paridad, ni mucho menos en el reconocimiento del trabajo de estas realizadoras.
Vamos con las polémicas. La primera afecta no solo al festival sino a toda Francia. Desde hace varios meses las protestas generadas por la nueva ley de pensiones mantienen al gobierno en jaque, a los ciudadanos llenos de ira, a la policía desbordada y a las calles llenas de huelgas.
No hay una cosa a la que se le pueda temer más que a las protestas de los franceses, resistentes y furibundos en esto de hacer sentir su descontento. Y allí está la organización del festival, desde hace meses, también en la titánica labor de apaciguar los caldeados ánimos del pueblo y personal alebrestado y harto –mezcla explosiva-, procurando que las manifestaciones se celebren lo suficientemente alejadas de los predios de la alfombra roja del Grand Thèâtre Lumière.
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Veremos si la organización del festival es capaz de obrar el milagro de que las protestas no decanten en cortes de luz, tardanzas en las proyecciones y eventos que procuran funcionar con la puntualidad de un reloj suizo. Como aún está por verse de qué manera afectará al festival la huelga de guionistas que ahora mismo está en apogeo en EE. UU.
Al menos un miembro del jurado internacional presidido por el dos veces ganador de la Palma de Oro, Ruben Östlund, el actor, guionista y director Paul Dano (recientemente hizo de padre de Steven Spielberg en Los Fabelman), afirmó en la rueda de prensa previa a la gala de inauguración que, apenas termine con sus obligaciones deliberantes, se unirá a una de las huelgas para protestar por las reivindicaciones de los guionistas en su país. Vale recordar que todo lo que vemos en las pantallas (la chica o la grande) no se escribe solo.
Johnny Depp en el centro de la polémica
La otra gran controversia tiene que ver con el filme inaugural, Jeanne du Barry, la historia de la última amante de Luis XV de Francia, dirigida y protagonizada por Maïwen, una película histórica, dirigida por una artista con una notable trayectoria cinematográfica y coprotagonizada por Johnny Depp.
Jeanne du Barry marca el regreso a la gran pantalla del actor estadounidense después de su sonado juicio por violencia (por parte de su exesposa Amber Heard) y por difamación (acusación de su parte). Desde que se dio a conocer que esa sería la película inaugural, se levantaron voces de protesta y de indignación, todo por Depp, quien encarna a un Luis XV crepuscular de una manera bastante contenida.
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“Me importa el actor”, zanjaba Thierry Frémaux, director artístico del Festival de Cannes, en un encuentro con la prensa internacional en la víspera del inicio del festival, al ser confrontado por la controversial presencia de Depp en el festival, dejando por enésima vez claro que a la organización no le interesa poner el foco en la vida personal de los actores implicados en una película.
La presencia de Depp también está relacionada con otra polémica en lo concerniente al movimiento #Metoo. Hace pocos días, la galardonada actriz francesa Adelè Haenel, en una carta abierta publicada en un medio francés, acusaba a la industria audiovisual y al mismo festival de proteger a agresores sexuales. “Cannes no es un festival de violadores”, respondería Frémaux en la mencionada rueda de prensa.
Apenas despuntaba el día de la gala de inauguración, cuando grupos de admiradores de Johnny Depp ocuparon las inmediaciones del Grand Thèâtre Lumière, lugar de celebración de los grandes eventos. Esa noche Depp se daría un baño de amor (¿incondicional? ¡Sí, incondicional!), seguido de una larga ovación tras la proyección de Jeanne du Barry.
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Sin duda, Maïwenn ha presentado un trabajo cinematográfico solvente, entretenido, clásico en sus formas, aunque con una mirada muy del siglo XI, que corría el riesgo de que llamara la atención, solamente, por la presencia del actor estadounidense.
Mantener la atención en lo que le importa al festival es, pues, una de las consignas. Y eso lo logró el ya legendario actor Michael Douglas, quien recibió en la gala la Palma de Oro Honorífica de manos de Uma Thurman.
También esa atención la acaparó Catherine Deneuve, vestida de azul en deferencia hacia Ucrania y haciendo mención a la guerra que aún se libra en ese país. Parece mentira que hace un año el presidente Volodímir Zelenski se dirigiese a los invitados durante la gala de inauguración de la edición pasada. Desde entonces las bombas y las balas rusas siguen cayendo en Ucrania.
Esperemos que todo eso, aunado al sentido de la justicia, constituya el espíritu que nos guíe en estos intensos días festivaleros que tenemos por delante.
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Catherine Deneuve es también la imagen de esta 76° edición del Festival de Cannes. Se trata de una instantánea captada por la cámara de Jack Garofalo durante el rodaje de La Chamade (de Alain Cavalier) en 1968. La Deneuve en todo su esplendor, posa en la playa de Pampelonne de Saint-Tropez, la puerta de entrada a la Provenza de los aliados en 1944.
Bien lo decía la madrina de ceremonia Chiara Mastroniani antes de que su madre y Michael Douglas dieran por inaugurada esta edición: “La razón de ser de este festival continúa siendo la exaltación de nuestra libertad. La libertad de atreverse, de imaginar y de crear”.
Esperemos que todo eso, aunado al sentido de la justicia, constituya el espíritu que nos guíe en estos intensos días festivaleros que tenemos por delante.