Caño Mochuelo: un resguardo usurpado
Situaciones de desplazamiento, violencia y amenaza ambiental hacen parte de la historia y el presente de las comunidades que habitan el Resguardo Caño Mochuelo.
María Paula Lizarazo
En donde confluyen el río Meta y el Casanare hay un resguardo indígena que pasó de tener tres millones de hectáreas a 94.670 en 1986, lo que hoy representa para las 803 familias de las comunidades que lo habitan un área menor al 14 % que requieren para su sostenimiento. Según este cálculo de la UAF (unidad agrícola familiar), la insuficiencia de recursos naturales en el resguardo ha generado conflictos internos y externos. La riqueza de esta tierra ha perpetuado la pobreza y la deslegitimación histórica sobre el territorio.
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En donde confluyen el río Meta y el Casanare hay un resguardo indígena que pasó de tener tres millones de hectáreas a 94.670 en 1986, lo que hoy representa para las 803 familias de las comunidades que lo habitan un área menor al 14 % que requieren para su sostenimiento. Según este cálculo de la UAF (unidad agrícola familiar), la insuficiencia de recursos naturales en el resguardo ha generado conflictos internos y externos. La riqueza de esta tierra ha perpetuado la pobreza y la deslegitimación histórica sobre el territorio.
Desde las prácticas coloniales de la república decimonónica hasta hace unas décadas, indígenas de las comunidades que habitaban las tierras del Caño Mochuelo (hoy Resguardo) fueron desplazados. Bajo términos como el de “civilizar” y las lógicas de las guahibiadas, los finqueros fueron expropiando hectáreas que pertenecían a pueblos indígenas, desde finales del siglo XIX y buena parte del siglo XX, sin contar el exterminio y la usurpación durante los siglos coloniales, que parecen no tan lejanos.
Al igual que la confluencia de los ríos en ese territorio, después de la primera mitad del siglo XX, confluyeron también los distintos actores y conflictos armados de Colombia entre el Meta y el Casanare. Relatos de encuentros y desencuentros ancestrales, preguntas en torno a la interculturalidad y la identidad que se han propuesto las comunidades, han estado atravesados por el incesante ruido de combates, que han traído consigo relatos de masacres, desplazamiento y hambre. De la mano de estos, varias leyes de la segunda mitad del siglo XX también favorecieron la expansión de ganadería y cauchería en estos territorios, como la Ley de Reforma Agraria de 1961, que desconocía abiertamente los territorios indígenas. Luego, cuando hacia la década del 70 se incrementaba la producción petrolera, ocurrió la masacre de Planas como un rito previo a la llegada de narcotraficantes a la Orinoquia. En esa década, se estableció por ley que el Resguardo Caño Mochuelo contaba con 94.880 hectáreas; pero en 1986 ya se había reducido, por ley también, a 94.670 hectáreas.
Fue en 2006 cuando el Plan Integral del Consejo Nacional de Atención a la Población Desplazada priorizó a los pueblos del Resguardo Caño Mochuelo por sus “altos índices de morbimortalidad, disminución progresiva de la población; ocho pueblos indígenas conviven en un solo resguardo, lo que genera conflictos por territorio, acceso alimentario y servicios”. Sin embargo, entre 2011 y 2012, la Agencia Nacional de Hidrocarburos asignó bloques petroleros en el Resguardo.
“Vivir en armonía con la naturaleza a partir de la cultura” es la primicia con que las comunidades de los pueblos amorúa, tsiripi, maibén-masiware, wámonae, piapoco, sáliba, sikuani, waüpijiwi, yamlero y yaruro exigen absoluto respeto por su autonomía sobre la protección de la tierra, los humedales de Casanare, los humedales de Arauca, el corredor Meta-Casanare y el corredor Cocuy-río Casanare-Valle; y el aumento del área del Resguardo mismo, de modo que esto les permita mejorar su situación de sostenibilidad, hambre, enfermedad y violencia.
Frente a este contexto de espera indeterminada en el que están inmersos los pueblos indígenas que habitan el Resguardo, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) apoyó el lanzamiento de la exposición virtual Resguardo indígena Caño Mochuelo: universo en peligro, que pretende ser un homenaje a la resistencia y la historia ancestral de los diez pueblos que habitan el Caño Mochuelo. La exposición está dividida entre la sección de Relatos y la de Oro vital.
Los relatos son contados por los mayores de los pueblos y exponen la historia colonial y el exterminio que padecieron los pueblos indígenas. Otros son relatos de resistencia ante la civilización, canciones, representaciones simbólicas de animales y una explicación de la difícil situación que se vive en el Resguardo.
En la sección de Oro vital se exponen los resultados del taller dirigido por el artista Pedro Ruiz, basado en la cartografía corporal. Esta modalidad permitió explorar distintas formas de representar la identidad colectiva a través de palabras e imágenes que llevaron a que los integrantes de las comunidades reconocieran partes del cuerpo a las que les prestan mayor relevancia, estas relacionadas con su vínculo con el territorio y con quienes cohabitan en este.
El reconocerse parte de un Resguardo, es decir, el vivir en la diversidad, y pensando también en las relaciones que tienen con distintos elementos del territorio como la flora, el paisaje, la fauna y su percepción en torno a estos, conllevaron el encuentro de simbologías comunes, que a la vez desembocaron en el reconocimiento y la comprensión de las problemáticas y los desafíos comunes a resolver para garantizar la comunión, la convivencia y la supervivencia en el Resguardo; a partir de un reconocimiento del cuerpo propio, enlazándolo al vínculo con el territorio, con el otro y la forma de entrar en contacto con ambos, se comprendieron las dinámicas colectivas en las cuales trabajar, partiendo de los intereses comunes por la conservación de los ecosistemas en los que habitan, la cual está estrechamente relacionada con sus prácticas diarias de alimentación, la preservación de rituales ancestrales y el cuidado de las lenguas: se trata de desafíos en torno a la preservación del territorio que incluyen el salvamento de sus prácticas culturales, pues pareciera que el territorio, el cuerpo y la cultura conformaran entonces un absoluto vital, que sufre las amenazas que el territorio no ha cesado de recibir desde la época colonial.