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Al inicio de la película una voz se dirige al público y hace dos peticiones: primero, que esté dispuesto a cualquier cosa que vaya a pasar; segundo, que está prohibido respirar durante la función. La música empieza. La banda Sparks, clásicos del New Age, quienes hacen el soundtrack de toda la película, comienzan el musical con la canción So may we start. La canción anuncia constantemente que el musical está listo para empezar, que va a empezar y que empezó. Esta auto anunciación es un guiño de su director, que siempre ha buscado provocar en sus películas. La película que veremos es consciente de ser un musical y, por eso mismo, será contada por fuera de los esquemas tradicionales del género.
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La historia sigue a Henry (Adam Driver), un comediante aclamado por su humor controversial y pesado, que se enamora profundamente de Anne (Marion Cotillard), una cantante de ópera mundialmente reconocida. La pareja manifiesta su amor en la canción We love each other so much que, nuevamente, es una enunciación constante, pero, esta vez, del amor que hay entre ellos. La letra repite numerosas veces el verso “we love each other so much” (“nos amamos mucho”). La canción exagera el romanticismo típico de los musicales para desafiar los convencionalismos del género. El espectador se envuelve en un artificio consciente de sí mismo. La profundidad de este musical está en toda su superficie.
Así, el romanticismo exagerado es contrastado más adelante con una tragedia de una magnitud que difícilmente podrá encontrarse en otro musical. Quizá la idea de sobrepasar los límites de este género no sea nueva. Musicales como Dancer in the dark, All That Jazz o Season of the devil, son ejemplos exitosos de cómo trasgredir las normas de este género. Sin embargo, Annette logra entregar al espectador una mirada única sobre este, concentrada en los antihéroes, sin ninguna necesidad de perdonarlos o, ni siquiera, de dignificarlos.
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Más adelante, Annette, hija de Henry y Anne –que es interpretada por una muñeca de madera – expondrá los pormenores de la industria del entretenimiento. La película es también una parodia del musical americano y de la misma industria. Después de la llegada del sonido, cercana de la crisis económica 1929, los musicales tuvieron un auge que puede estar asociado a la perdida del ideal de progreso americano que dejó la crisis. El musical permitía fortalecer esta idea de progreso y desarrollo que buscaba el país. Culturalmente querían reproducir esa imagen. Qué otra cosa que un musical para hacer eso: la vida es tan buena acá que hasta podemos cantarla. Para muchos, incluso, el musical es un género propiamente estadounidense que evidencia el imperialismo americano.
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Esta idea es la que quiere atacar su director. Quizá es por esto también que Carax realiza su primera película por fuera de Francia, en Los Ángeles. Va directamente a la capital del cine donde nació el musical y desnuda completamente al género. La película poco a poco aborda temas sobre la explotación infantil, el acoso sexual, el abuso en las relaciones. Utiliza el musical para criticar el lado más oscuro de esta industria. Nos revela todos los artificios y nos entrega una obra que, aunque parezca superficial por donde se le mire, es, al menos, más sincera. Un musical más consciente.