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Caperucita se comió al lobo una vez y lo hará de nuevo

Caperucita se come al lobo es el libro con el que la escritora Pilar Quintana regresa a las estanterías de las librerías colombianas, después de tres años de haber publicado La perra. En este artículo, una reseña del libro y una entrevista a la autora.

Santiago Díaz Benavides
07 de julio de 2020 - 12:27 a. m.
"Caperucita se come al lobo" le permitió a Pilar Quintana, su autora, explorar el lado animal del ser humano, desde la violencia y el sexo. En su segunda edición, el libro presenta dos cuentos adicionales.
"Caperucita se come al lobo" le permitió a Pilar Quintana, su autora, explorar el lado animal del ser humano, desde la violencia y el sexo. En su segunda edición, el libro presenta dos cuentos adicionales.
Foto: Archivo Particular

Originalmente publicado en el año 2012 por la editorial Cuneta, en Chile, Caperucita se come al lobo reunía seis cuentos en los que Pilar Quintana, con voz fresca y total desparpajo, exploraba, en palabras de Alejandra Costamagna, las zonas más turbias de unos sujetos que desean, sufren, abusan y gozan a destajo. Unos hombres y mujeres capaces de comérselo todo. Y es que en estos cuentos los personajes se comen todo, a ellos mismos para ser exactos. Se lamen, se muerden, se besan y, a más no poder, follan. Sí, follan como animales.

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En 2020, el sello Literatura Random House publica de nuevo este volumen de cuentos y añade dos más: El estigma de Yosef y Hasta el infinito. Se trata de una edición revisada en la que el lector podrá reconocer la voz directa de esta autora que, en los últimos años, ha sido reconocida como una de las más destacadas de la literatura colombiana contemporánea.

Después del éxito editorial que significó La perra, novela publicada en 2017, traducida a más de diez lenguas y galardonada en 2018 con el premio Biblioteca de Narrativa Colombiana EAFIT y en 2019 con el PEN Translates Award, la autora caleña regresa a las librerías con este libro de cuentos que, si bien no es inédito, supondrá un acercamiento distinto para la gran mayoría de lectores que hasta ahora solo la habían podido leer con su novela. Cabe recordar que estos dos no son los únicos títulos publicados por Quintana. Cosquillas en la lengua fue su primera novela y apareció en 2003. Luego, hacia 2007, llegó Coleccionistas de polvos raros, galardonada en 2010 con el VIII Premio de Novela La Mar de las Letras. En 2009, publicó Conspiración iguana y en 2012 la ya mencionada versión de Caperucita se come al lobo.

En 2007, Quintana fue seleccionada por el Hay Festival entre los 39 escritores menores de 39 años más destacados de Latinoamérica. Aquel famoso listado de Bogotá39 contemplaba nombres como los de Andrés Neuman, Gabriela Alemán, Santiago Roncagliolo, Ricardo Silva Romero, Antonio García Ángel, Wendy Guerra, Antonio Ungar, Guadalupe Nettel, Jorge Volpi y Juan Gabriel Vásquez, entre muchos otros. Quintana, hoy residente en Bogotá, es de las pocas autoras de ese listado que en la actualidad siguen dando de qué hablar, tanto como en aquellos primeros días.

Si hablamos de dar de qué hablar, no se puede olvidar aquella anécdota que cuenta la misma autora sobre aquella vez que su libro Caperucita se come al lobo, ante la referencia que el título hace al cuento clásico, fue seleccionado por un funcionario chileno para integrar el plan lector de varias escuelas. Debió haber leído antes, pues el tono de estos relatos está lejos de ser tierno y lo que sale de estas páginas, más que magia, es puro esperma. Es que no hay otra forma de decirlo.

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Caperucita se comió al lobo una vez y no dudará en hacerlo de nuevo. Esta reedición les permitirá a los lectores explorar sus perversiones eróticas con un objetivo más amplio que el de excitar. Si bien lo logra, por momentos, y de manera muy intensa. Alba Lara Granero dice que el material de este libro, con el que trabaja Quintana, es sensibilísimo y es precisamente su valentía sin prejuicios, que perturba, la que hace recomendable la lectura de estos relatos. ¿Recomendable? Yo diría “devorable”. Estos cuentos sujetan al lector por el cuello, le halan el cabello y lo hacen jadear. Apenas uno se encuentra con las primeras páginas y es casi que inmediato el efecto de esa voz. Ni ella lo suelta a uno, ni uno quiere soltarla.

El libro abre con Olor, quizá el relato más personal de este volumen. Corto e intenso, este nos lleva a un hotel en el que se hospedan algunos escritores que están como invitados en un evento literario. Ella, que se limita a contar y en ningún momento revela su nombre, habla de un sujeto que despide un olor peculiar. A ella le enloquece, mientras que a los demás les repele. Es cuestión de tiempo para que, por su propia cuenta, descubra de dónde viene el olor y qué tanto puede satisfacerla. En El hueco, el segundo de los relatos, se mantiene el interés por lo erótico, a la vez que se le da paso a la perversión. Aquí, una jornada de aventuras lujuriosas llevará a los protagonistas a encontrarse con su propia ruina. No pensaría uno que después de un revolcón lo que se viene es el mismísimo infierno, ¿o sí?

Violación es probablemente el relato más inquietante de los que se encuentran en el libro. De entrada, el tema ya supone incomodidad. Aquí, un hombre mayor que ha dejado de sentirse a gusto con el cuerpo de su esposa comienza a sentirse atraído por la niña de la casa. Su perversión no hallará límites y a la primera oportunidad no dudará en aprovecharse de la joven. Al terminar, uno no sabe si sentirse bien o mal. Y, entonces, aparece Caperucita. El cuarto cuento, que da título al libro, narra la historia de una joven a la que le causa mucha curiosidad su nuevo vecino, un sujeto físicamente bien dotado al que todos llaman “Lobo”, pero no por feroz, sino, literalmente, por lobo. Caperucita, cuyo nombre no es ese realmente, después de haber estado en una fiesta con el vecino y haberlo visto de lejos, le llevará a su abuela unos pasteles que su madre ha comprado. En el camino, sin proponérselo, se encuentra con el lobo y este le hace temblar hasta las rodillas. Al llegar a casa de su abuela, tal cual como sucede en el cuento clásico, descubrirá que no es ella quien le habla, sino el lobo disfrazado. La cosa es que aquí el lobo no se come a Caperucita, sino que ella se lo come a él, y bien hondo.

Amiguísimos continúa en la línea del primer y el cuarto relato. Plantea la historia de dos amigos, Roxana y Juan Diego, cuya atracción no puede ser más evidente. Mientras él sale con una chica nueva cada que puede, ella se contenta con estar cerca. La pasa mal a veces, claro, pero nada puede evitar que todas sus jornadas terminen en la cama. ¿Amiguísimos? Sí, por supuesto, y de lo más íntimos. Después viene Una segunda oportunidad, quizá el cuento más nebuloso de los ocho. Una oficial de policía es golpeada y abusada por su compañero. Al despertar, no recuerda mucho, pero sí lo suficiente. Emprende camino a un sitio en el que, aparentemente, le ayudarán con sus heridas. Es aquí donde todo se pone raro. El hombre que atiende el sitio le alcanza una copa en la que ha servido un líquido turbio y le pide que se la beba de golpe, pensando muy bien en lo que no quiere que se repita. Entonces, empieza el viaje y uno no logra entender exactamente de dónde salió y a dónde llegó.

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Los dos últimos relatos, El estigma de Yosef y Hasta el infinito, son los que mayor distancia presentan respecto a los otros, en relación con el tono. Se mantiene una temática, desde luego, pero el enfoque es muy distinto. En el primero, asistimos a una representación moderna del relato bíblico de María y José, con todo y ángeles, en el que un hombre, estéril hasta la médula, se encuentra con la noticia de que su esposa está embarazada y cree que ella le ha sido infiel. Lo cierto es que todo es obra del Espíritu Santo, pero a él esos cuentos no le hacen gracia y se llenará de rencor hacia la criatura que aún no nace. En el camino, que es de lo más lagunoso, descubrirá que a veces solo basta con aceptar, aunque no nos parezca, lo que nos llega de repente, como caído del cielo. En cuanto al segundo, el lector se encuentra con la voz de una mujer que ha sufrido un accidente aéreo y no recuerda mucho cómo ha llegado a la habitación de hospital en la que se encuentra. En realidad, no recuerda muy bien si alguna vez estuvo viva. Se pregunta si ese estado en el que se halla es la muerte. Reflexiona, rememora y se increpa. Lo busca a Hache e intenta susurrarle. Lo acompaña en la ducha, lo observa mientras se masturba y espera que lo haga por ella. Lo ve mientras trabaja, mientras duerme y le hace el amor a su esposa. Finalmente, decide que puede lanzarse de cabeza al abismo y descubrir si al caer aún es capaz de sentir dolor, o cualquier otra cosa.

En estos cuentos el lector es testigo del dolor, la angustia y el deseo de unos personajes que, como las ganas mismas de tener sexo, vienen y van con un ritmo intenso. Esta obra, señala Antonio García Ángel, es como un bosque muy hermoso en el que ni los lobos están a salvo ni hay hadas madrinas. Y de haberlas, digo yo, las hadas serían las que tienden las trampas para caerles encima a quienes quisieran, sin tapujos, sin titubeos, sin más que unas ganas tremendas por comérselos a todos, enteritos, y hasta el fondo.

¿Qué tanta distancia se presenta, si es que la hay, entre la primera versión de estos cuentos y la segunda que se publica ahora? ¿Se añadieron detalles, se corrigieron pasajes?

La primera edición se publicó en Chile. Esta es la primera vez que el libro se publica en Colombia. En Chile la publicó Cuneta, una editorial independiente. Acá en Colombia, sale con Literatura Random House. La primera edición tenía seis cuentos. En esta hay ocho. Esa es la principal novedad: la adición de dos cuentos. Por demás, los cuentos de la primera edición son los mismos, con algún cambio mínimo para dar claridad o precisión en una frase o un párrafo. El contenido permaneció igual.

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¿Cuál era el interés a explorar en estos cuentos la primera vez? ¿Ha cambiado en algo su perspectiva de estos temas?

Siempre me ha interesado el tema de las máscaras que nos ponemos, lo que le mostramos al mundo en contraposición a lo que realmente pensamos y decimos. También me interesan los instintos, la animalidad que hay en nosotros. Nos gusta pensarnos como seres racionales separados de los animales, pero, aun en nuestra racionalidad, no somos más que animales. En los cuentos de este libro hay sexo y violencia, dos ejes que me permitieron explorar el tema de las máscaras y el tema de la animalidad. En el sexo y en la violencia nos despojamos de nuestras máscaras y nos dejamos llevar por el instinto; es donde más animales nos mostramos.

Hablar de sexo, no solo en la literatura, no debería representar un tabú. ¿Qué le hace falta, en su opinión, a nuestra sociedad para aceptar con más frescura que se aborden este tipo de temas?

La verdad es que todavía no termino de entender por qué el sexo es un tema tabú. Están la Iglesia y sus prohibiciones, pero yo creo que el tabú va más allá. Creo que el sexo nos distancia de la idea que tenemos de nosotros mismos, de la idea de que somos racionales, civilizados y estamos en control, y entonces es un espejo en el que no nos gusta vernos.

En Sexografías (2008), Gabriela Wiener explora el tema del sexo desde la crónica y consigue un resultado fascinante. Hago esta intertextualidad porque en ciertos pasajes el tono es muy similar. Se trata de hablar sin desparpajo sobre algo que todos hacemos. ¿Existía algún tipo de duda de su parte al momento de escoger la voz y contar estas cosas como las contó?

Creo que la voz de autor viene dada. Es como el caminado. Uno no crea un caminado. Uno camina del modo en que lo hace porque así le sale. En cuanto uno se preocupa por el caminado empieza a impostarlo. Lo mismo pasa con mi voz de autora: soy directa y puntual. Así me sale la escritura. Y claro que tengo dudas. Siempre escribo en medio de las dudas. ¿Será interesante lo que estoy diciendo? ¿Lo estaré contando bien? ¿A alguien le gustará? Al mismo tiempo, me digo que lo importante es que lo cuente con verdad y así me doy ánimo para seguir escribiendo.

¿Qué tanto de perverso encuentra en el cuento clásico de Caperucita y el lobo? ¿Por qué decidió tomar ese referente y no otro?

Caperucita Roja tiene un argumento muy perverso. A una niña desobediente se la come un lobo que consigue seducirla pese a las advertencias de la mamá. Me interesa, como tema literario, ese deseo que rompe todo, que no se deja contener, que actúa pese las consecuencias. El libro se llama Caperucita se come al lobo porque así se llama uno de los cuentos incluidos en el libro. Ese cuento lo escribí originalmente por encargo de la revista SoHo, hace años, cuando me pidió que recreara la versión del cuento infantil con ojos modernos y feministas. Y eso fue lo que salió.

Esta es una reedición de un libro que ya había sido publicado. Teniendo en cuenta el éxito de su última novela, ¿podrán los lectores conocer algo nuevo en un tiempo cercano?

Justo estoy trabajando en una nueva novela que espero terminar este año. Pero mejor solo adelanto eso.

Por Santiago Díaz Benavides

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