Capturar la vida mientras sucede, la búsqueda de Manuel Correa
El documentalista colombiano se ha enfocado en casos de desaparición forzada en Colombia y España. Su trabajo, además de contar las historias de los familiares que se han convertido en “forenses aficionados”, también explora la urgencia y diversidad de la verdad del conflicto en estos dos países.
Laura Camila Arévalo Domínguez
Por estos días, Manuel Correa se dedica a la producción de su próximo documental Agua que rompe la roca. Lleva cuatro años dedicado a esta película. Haciendo La forma del presente se demoró tres. El primero es sobre los desaparecidos de la dictadura de Francisco Franco, que fueron llevados, sin permiso ni notificación alguna a los familiares, al Valle de los Caídos. El segundo es sobre los desaparecidos de aquí, pero más sobre sus familias, sobre lo que pasa en el cerebro de las sobrevivientes a la guerra y sus duelos.
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Por estos días, Manuel Correa se dedica a la producción de su próximo documental Agua que rompe la roca. Lleva cuatro años dedicado a esta película. Haciendo La forma del presente se demoró tres. El primero es sobre los desaparecidos de la dictadura de Francisco Franco, que fueron llevados, sin permiso ni notificación alguna a los familiares, al Valle de los Caídos. El segundo es sobre los desaparecidos de aquí, pero más sobre sus familias, sobre lo que pasa en el cerebro de las sobrevivientes a la guerra y sus duelos.
“Lo que busco es capturar la vida mientras sucede”, dice para explicar que trabaja sin afán y que lo que menos lo inquieta son los resultados. Sería fácil solo hacer entrevistas, pero como así no sucede la vida, respondiendo preguntas y recordando traumas, él prefiere rodar escenas, ir a lugares con los personajes y hasta hablar con ellos sin la cámara de por medio.
Correa nació en Medellín y, además de los dos documentales mencionados, trabajó con Forensic Architecture, una agencia de investigación londinense, y la Comisión de la Verdad, en el proyecto “Huellas de la desaparición”: una investigación que consiste en el esclarecimiento de violaciones de derechos humanos con metodologías de investigación espaciales y tecnológicas, generando resultados audiovisuales artísticos: reconstrucción de desapariciones, masacres y despojos en 3D.
Dice que se ha interesado en estos casos por su complejidad, pero, sobre todo, porque durante los rodajes ha crecido, además de formarse una idea propia, una realmente suya, de lo que es la solidaridad o la esperanza. “Yo esperaría que encontrarse con la realidad del otro transforme nuestra convivencia, la mejore”.
Sociedades o democracias construidas sobre tragedias como estas vivirán en deuda hasta que haya algún consenso con respecto a lo que pasó, un tema que también trabajó Correa en La forma del presente: la verdad jamás será una sola. Para entender el conflicto, habría que aceptar un hecho: nunca habrá consenso sobre un solo relato porque las versiones de los hechos, contadas a partir de la memoria, jamás serán iguales.
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¿Por qué ha trabajado tanto la desaparición forzada en sus documentales?
El principal problema de la desaparición forzada es que no hay nada: no se sabe dónde están, no hay evidencia. Este crimen tiene características muy específicas: hay una violencia contra los cuerpos, las personas a veces son detenidas por miembros del Estado, esta detención no es documentada en la mayoría de los casos, después esta víctima es torturada o asesinada. Y lo que además define este crimen es que hay una violencia contra la evidencia; es decir, contra la verdad. La forma en la que uno pensaría que podría encontrarse el paradero final de estas personas es con la confesión de los perpetradores, pero como eso, generalmente, no pasa, los familiares de los desaparecidos crean archivos, se entrevistan con cuanto experto encuentran, colaboran con forenses, etc. Se convierten en forenses aficionados por la necesidad.
Sus búsquedas los obligan a entender funciones o profesiones que no tendrían por qué desempeñar, se supone que hay instituciones para eso...
Claro, aprenden de ciencias forenses y del funcionamiento del Estado. Hay un caso, el de Sylvia Navarro Pablo, que es la persona con la que trabajo en Madrid: cuando descubrió que su familiar estaba enterrado en el Valle de los Caídos, se quedó perpleja porque no sabía a quién dirigirle una carta, a quién escribirle. ¿Cuál institución es la que se encargará de sacarlo de ahí? Y así ha pasado con muchísimas personas que he conocido: aprenden los funcionamientos o burocracias de sus Estados, los manejos de los medios de comunicación, cómo figurar ahí para presionar, etc.
Hablemos de su experiencia como documentalista con respecto al crimen, a las investigaciones, a representar todo esto por medio de imágenes...
Uno siempre se encuentra con dos retos: representar algo visible y estar pendiente de la verdad. Y te hablo de los casos en los que notas que un narrador te está diciendo mentiras o las personas que entrevistas se contradicen. Como documentalista, siempre estás en búsqueda de la verdad, pero sabes que no existe como algo total y determinante sino, más bien, es un proceso al que te abres.
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Que resulta siendo lo que explica el filósofo de las matemáticas al que entrevistó para el documental “La forma del presente”, Fernando Zalamea: la diferenciación del objeto a partir de las diferentes versiones. Pero ¿cómo lo organiza? Usted también investiga, descarta o elige material...
En Forensic Architecture trabajamos como contraforenses. Normalmente, las ciencias forenses son creadas por gobiernos para seguir casos de gobierno. En el caso de Fabiola Lalinde, una madre colombiana que buscó a su hijo incansablemente, un laboratorio clandestino y creado de manera secreta por el Estado para que pareciera independente, dijo que el ADN de los huesos encontrados no era de su hijo; pero una investigación aparte en un laboratorio norteamericano demostró que, efectivamente, sí era él. Todo esto para explicarte que el trabajo que se lleva a cabo es contraforense. Mi trabajo se guía mucho por una actitud de escucha y cuidado: estar atento a los detalles de sus historias, corroborar la información, encontrar más fuentes, atender a las dudas, etc. Este proceso de verificación es fundamental y los testimonios para mí tienen un valor incalculable.
Y todo esto lo llevará, además, a afinar el ojo para los detalles y escuchar cosas que darán más pistas hasta para esos casos o, por lo menos, para narrar esas historias más hábilmente...
Total. Por ejemplo, me impresionó mucho que las madres de La Candelaria se encontraron conmigo muchas veces durante varios años, pero sus testimonios siempre eran los mismos. Parecían libretos. Son historias tan importantes para ellas que parecen grabarlas para repetirlas sin modificaciones ni confusiones, además de que, supongo, evitan remover recuerdos que revivan esos momentos, porque además hay otro detalle muy importante: la desaparición tiene un parecido con el trauma, y es que muchas veces los momentos traumáticos son los que no recuerdas. La desaparición forzada es no saber qué sucedió, así que qué vas a recordar si no sabes.
Después de estar tan relacionado con víctimas que han resistido por tantos años y aún siguen buscando, ¿cuáles son sus conclusiones? ¿Por qué la verdad resulta siendo un alivio tan urgente?
Porque hay un cierre. Si la desaparición forzada fuese una historia, sería una tragedia griega. Te confrontas con un principio omitido: no sabes si a esa persona la torturaron, la mataron, a dónde la llevaron, cuánto tiempo, en qué condiciones o si sigue viva. El alivio de encontrar esos restos es que el capítulo de horror se cierra. Hay otra particularidad: este crimen es continuo. La forma en la que se piensa a nivel legal es como un secuestro permanente: como no hay evidencia de que la persona esté muerta o viva, es un secuestro. Estas personas, las que buscan a sus familiares, no descansan. De hecho, atraviesan un desgaste constante: la búsqueda nunca acaba y, además, se ponen en riesgo.
¿Cómo son los rodajes? ¿Cómo se prepara para no revictimizar a sus entrevistados? Hablemos de esta interlocución y la disposición de ellos con respecto a, por ejemplo, las cámaras...
El eje central de mi trabajo es el cuidado con esos temas que mencionas. Todas las relaciones sociales que se forman después del trauma son muy complejas. Nunca pongo una cámara sin permiso, a veces voy sin ellas. Con algunos la amistad crece, con otros no. Es una pretensión por entender su búsqueda. A veces las personas se interesan mucho por el pasado, por lo que les pasó, pero yo intento preguntar mucho por lo que sigue, por lo que quieren para su futuro, por lo que persiguen. En Colombia, quieren verdad y paz. En España, una forma de reparación simbólica y sacar a sus familiares del lugar en donde están y llevárselos para enterrarlos con el resto de su familia. Me da mucha esperanza porque si ellos, después de esas historias tan trágicas, siguen y buscan reconciliación, imagínate lo que yo puedo sentir.
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Qué cree que pasa con las personas que ven sus documentales.
Creo que para mucha gente le es muy difícil entender la escala, dimensión y profundidad del conflicto. En España están las personas a las que les cuesta comprender que aún hay algunos que sienten dolor por algo que pasó hace ochenta años, pero es lo que te digo: no sucedió hace muchos años y quedó atrás, no. La desaparición es un crimen que, hasta que no haya verdad, continúa.
Su paciencia es admirable. Es como si le importase más el proceso, que el resultado. Se demora años produciendo un documental y su método requiere mucho tiempo. Hablemos de esto…
El proceso es lo que me interesa porque es lo que más me enriquece: cambias continuamente en esto. A mí me interesa mucho lo que ocurre en medio de la producción y, sobre todo, que al final quede claro que yo no hablo en nombre de las personas que entrevisto o participan en mis documentales. Ni hablo por ellas ni mucho menos les doy voz: ellas ya tienen una voz, que de hecho creo que es mucho más fuerte que la mía. Solo tengo el privilegio de crear de su lado.