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Diego, ¿quién es usted?
En esencia, soy un artista, un dibujante apasionado, alguien tranquilo. Por la misma dinámica de la vida me he desempeñado en muchos oficios. Respeto las libertades de todos, no juzgo, y estas dos cosas me han llevado a ampliar mi red de amigos.
Hábleme de sus orígenes...
Pablo Emilio Mantilla, mi bisabuelo, peleó con los liberales en la guerra de los mil días en Palonegro. Tuvo un espíritu combativo, totalmente contrario al temperamento de su hija, mi abuela.
Elena Mantilla, Nena, una mujer suave, dulce, alcahueta, amable, fue la típica abuela, cocinaba delicioso; siempre le gustó estudiar las raíces del apellido y construyó un álbum con el árbol genealógico que conserva una tía. Jorge García, Tote, mi abuelo, venía de una familia de ideología contraria a la de mi abuela. Su abuelo, el general Tomás García, peleo en la misma batalla, pero en el ejército contrario al de mi bisabuelo materno. Tuvo el privilegio de morir como muchos desearían: acostado en una cama rodeado de todos sus familiares.
Luis Fernando García, Toto, mi papá, heredó el carácter compasivo de mi abuela; es el favorito de mi grupo de amigos, alguien muy sensible, sindicalista, deportista: el más veterano de su equipo, apenas la semana pasada estaba en un torneo nacional de volleyball. Es funcionario del poder judicial, no tiene compromisos políticos, jamás se ha prestado para hacer negocios por debajo de la mesa, no le gusta la plata fácil, y su buen actuar me permite ser crítico y ácido con la clase política.
¿Y de la familia de su mamá qué me puede decir?
Antonio Neira, Tono, mi abuelo, fue un hombre divino, tierno, dulce, alegre, para morirse de amor por él. Trabajó en la Contraloría como auditor en la marina. Cuatro años antes de su muerte decidió aprender a tocar guitarra.
Mi abuela fue la matrona de la casa, de fuerte carácter, muy brava, feminista con columna en el periódico, escribió cuatro libros. Montó el colegio Atenas, en el cual ella era la directora general.
Constanza, Conny, mi mamá, es de fuerte carácter, muy sensata, de humor negro pesado, abogada litigante y felizmente jubilada, correctora de estilo de nosotros sus hijos y quien respalda todas las aventuras que hacemos.
¿Cuáles fueron los pilares en los que sus padres edificaron el hogar?
Mis papás han sido el diccionario de la rectitud. A nosotros, sus hijos, nos educaron en valores, donde la honestidad es la base. Nos enseñaron que hacer cosas incorrectas produce vergüenza.
Vivieron siempre muy pendientes de nosotros, pese a que siempre trabajaron no fueron indiferentes a nuestros temas, hicieron parte de nuestro mundo, fueron muy amigos de nuestros amigos.
¿Cómo vivió su infancia?
Cuando niños íbamos a Santa Marta en las excursiones que mi abuela arreglaba para los estudiantes de la jornada del día, pero también para los de la noche.
Mis papás llenan alcancías para mi regalo en diciembre, me sorprenden con ellas, lo que me parece un gesto de amor muy grande. Me recomiendan lecturas constantemente, lo que considero muy importante.
Recuerdo que por mi papá me gustó dibujar. Mi mamá me inscribió en clases de dibujo con Máximo Flores, artista de Bucaramanga, muy reconocido.
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¿Cómo le fue en el colegio?
Fui muy inquieto. Todo el tiempo llamaban a mis papás a reuniones por mi comportamiento. Comencé en La Quinta del Puente donde tuve mi primer emprendimiento haciendo dibujos que recortaba y lo forraba con papel contact como calcomanía para los cuadernos de mis amigos.
Llegué al San Pedro, colegio jesuita, magnífico, donde conocí a mis grandes amigos de la vida. Aquí seguí dibujando porque me encargaban los murales de las semana cultural cada año, también las carteleras. Me volví más rebelde, especialmente contra los profesores quienes se molestaban por el hecho de que yo fuera tan conversador.
Estando en octavo me echaron. Me tocó buscar colegio, hice todas las vueltas y terminé estudiando en El Caldas, del que también me echaron.
Entiendo que viajó a Canadá, donde pasó un buen número de años y donde vivió cualquier cantidad de experiencias...
Viajé a mis dieciséis años, lo que me significó unos tiempos largos de no comunicarme con mi familia, la comunicación era principalmente por e-mail.
Inicialmente, estuve en Detroit, Estados Unidos. Luego llegué a Windsor. Solicité asistencia social al gobierno, pagué una habitación, me inscribí en bachillerato, trabajé los fines de semana en fincas. Más adelante viví en St. Catharines, junto a las Cataratas del Niágara.
Me gradué en 2005 y en 2006 viajé a Montreal a estudiar Bellas Artes, en el Dawson College, donde días antes había ocurrido un tiroteo. Comencé los temas migratorios necesarios para que los costos del estudio tuvieran descuento, lo que me obligó a suspender las clases. Durante ese tiempo estudié francés, hice cursos independientes en la universidad para obtener notas que me permitieran matricularme en la Universidad de Concordia, donde luego ingresé a Bellas Artes, allí también tomé clases de psicología porque mi enfoque estaba en Terapia artística.
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Hizo parte de Radio Latina. ¿Cómo surtió ese proceso?
El punto de inflexión de mi historia se dio en segundo semestre cuando un periodista costeño, quien llevaba muchos años ejerciendo su profesión en Miami, quiso montar una estación de radio en Montreal, una ciudad en la que nunca había estado. Me embrujó, me dejó pensando y me emocionó. Él necesitaba un residente canadiense que terminé siendo yo.
Con esta experiencia aprendí de periodismo, me gustó abordar temas locales ayudando a los inmigrantes recién llegados, orientándolos. También hice un programa en el que desenmascaraba a los tumbadores que se hacían pasar por abogados para cobrar lo que en Canadá es gratis.
Con la emisora gané premios, el de jóvenes emprendedores, porque fuimos reconocidos, recibimos subvenciones, asesorías. Pero luego nos desplazó la tecnología, entonces vimos la necesidad de aplicar para pasar la emisora a la frecuencia corta, A.M. La firma de ingenieros encargada del estudio me ayudó en todo lo que le fue posible. Mientras mi socio le daba vida a la emisora desde la cabina de radio, yo lo hacía en la calle.
Recuerdo que el diputado del barrio donde quedaba la emisora era Justin Trudeau. El hoy primer ministro de Canadá nos visitaba con su familia para que lo entrevistáramos, pues estaba en campaña.
En ese proceso recibí mi ciudadanía, condición también del trámite para aplicar a una licencia A. M. Aquí invertimos todo lo que teníamos, apostamos en un intangible. Pero no nos la otorgaron, la declararon desierta un juez y pagando abogados que nos representaran ante los bancos.
¿Entonces qué hizo?
Mis amigos fueron mi soporte emocional, porque me deprimí. Volví a trabajar como mesero donde atendí a quienes hasta hacía muy poco habían sido mis clientes pautando publicidad en la emisora. Sentí que lo único que podría devolverme la felicidad era volver a dibujar, actividad que tenía en abandono.
Su nuevo comienzo fue viajando...
Salí de viaje buscando el sur hasta donde mis posibilidades me llevaran. El recorrido fue completo, trabajando por meses en sitios maravillosos, conociendo gente única.
A su regreso se quedó en el país...
Efectivamente. Estábamos en Navidad y enero me recibiría con invierno. Me hicieron una oferta de trabajo decidí esperar. Luego venían las elecciones que hicieron que me instalara definitivamente.
La política marcó su destino como caricaturista...
Y me encontré un mundo muy turbio. Pasé un tiempo en el Tayrona con mi material de dibujo para crear a mis personajes: Rodolfo Hernández, el gobernador, el alcalde de Floridablanca. En enero de 2016 empecé a publicar mis caricaturas en Facebook y, por lo tanto, a incomodar.
Siguió estudiando...
Regresé a Canadá, en marzo de 2016. En Montreal me matriculé en LaSalle Collège para estudiar Estrategias de comunicación y mercadeo por tres años, mientras continuaba dibujando sobre la actualidad política de Santander.
Conseguí trabajo y seguí conectado con la política nacional porque hasta ese momento mi vida había sido Santander, mi tierra era mi frontera, pero luego amplié mi espectro y aprendí de la política nacional.
Tiene una historia con Vanguardia y situaciones que lo invitaron a regresar al país, ya para quedarse definitivamente...
Aquí mi vida cambió, publiqué una caricatura que hizo que un alcalde me demandara de manera directa. Este hecho inusual me dio a conocer a nivel nacional, recibí llamadas de un número importante de medios de comunicación desde Colombia como La W, La FM, Semana, El Espectador, también de España y de la Asociación Mundial de Caricaturistas.
Continué con mis estudios hasta graduarme en octubre de 2018, año cuando me llamaron de Vanguardia a decirme que ya había presupuesto y que me podían contratar. A comienzos del año me casé y soy completamente feliz, mi esposa ha sido una persona fundamental en mi vida.
Y empezó a publicar libros ilustrados...
Esta ha sido toda una experiencia. El más reciente se llama 50 maneras de identificar a un corrupto y no darle el voto con prólogo de Daniel Samper.
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