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¿Para qué escribir un libro sobre su propia historia y la de Alquería?
Creo que uno debe dejar lecciones importantes para otras personas (o que uno considera que lo son). En el libro están consignados nuestros aprendizajes de la recesión de 1998, también de la industria lechera, sobre cómo es armar una empresa y hacerla crecer para que mucha gente se beneficie: colaboradores, tenderos, ganaderos y, sobre todo, consumidores.
De hecho, uno de los propósitos de Alquería ha sido ayudar a sus colaboradores a establecer y cumplir sueños…
Básicamente, queremos que muchas personas cumplan sus sueños, pero, principalmente, nuestros colaboradores. Buscamos que ellos, cuando entran a Alquería, tengan un reto personal y profesional. En cuanto al personal nos referimos a la familia, el hogar, la educación de sus hijos y los paseos. El reto profesional implica una contribución al bienestar del país. Hace diez o quince años nosotros establecimos que nuestro propósito no sería solo ser rentables. Por eso, para ese momento, nuestro objetivo era “una botella de leche, una botella de salud”, que ahora se enmarca en “nutrimos el futuro de Colombia transformando sueños en realidades”.
De alguna manera, ambos lemas se conectan…
Sí, porque uno es más moderno e incluye el tema de los sueños, porque estamos hablando de una Colombia mejor nutrida, con un campo mejor aprovechado, con más oportunidades para los productores de leche y con unos consumidores más satisfechos desde el punto de vista nutricional, de sabor y oportunidad que le da el producto Alquería.
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Llama colaboradores a sus empleados, al igual que pasa en la actualidad en muchas organizaciones. ¿Qué implicaciones tiene eso?
Digamos que un empleado es una persona que va a una organización y gana un salario, pero el colaborador está imbuido en una misión, en ese propósito de llevar alimentos desde las fincas hasta seis millones de colombianos, de producirlos con excelente calidad y sabor para que puedan disfrutarlos y mejorar su nutrición. Entonces, un empleado es una persona a la que uno le pregunta “¿usted qué hace? Y responde “yo hago caso”. En cambio, nosotros estamos comprometidos con los resultados triples del sistema B: sociales, ambientales y financieros.
Hablando de estos resultados, afirma en su libro que en Alquería lograron un equilibrio en esos tres ámbitos. ¿Cómo lo hicieron?
Primero, estableciendo metas y esforzándonos para lograrlas (son propósitos duros, pero que nos proponemos como personas y llegamos a ellos). El tema ecológico debemos lograrlo, tenemos que salvar al planeta reduciendo, de manera profunda, nuestras emisiones y ayudando a otros sectores. Nosotros soñamos con que todos nuestros ganaderos reciban ingresos por bonos de carbono en los próximos años. Todas las vacas en Colombia deberían estar mejor alimentadas a través de los sistemas silvopastoriles (pasto y algunos alimentos que van a ayudar a reducir la huella de metano).
Retomando un poco la pregunta que le hacía sobre los colaboradores, ¿hasta qué punto es positivo la horizontalidad en una empresa?
Es muy importante. Las empresas cuando nacieron hacen ciento cincuenta años se asemejaban a los Estados, los ejércitos y las iglesias, es decir, eran absolutamente verticales. Nosotros entendimos que la verticalidad o jerarquización disminuye la fluidez de la comunicación. Entonces, la fluidez, la comunicación y la sinceridad va a ser mejor a medida que las relaciones sean más horizontales.
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Hablemos un poco sobre una afirmación que hace en su libro: “Las buenas personas dejan de ser a veces inteligentes y audaces, o por lo menos son percibidas así, al dejarse manejar por quienes las creen “bajistas de punto”.
Sí, eso sucede mucho, porque la gente en ambientes hostiles cree que las buenas personas son bobas, entonces piensan que pueden pasar por encima de ellas. La gente negocia así: “Todo para mí”, pero Gandhi negociaba con los brazos abiertos; aprendí a negociar de esa forma y “el que me quiera quitar todo, pues que me lo quite”. Cuando las personas le quitaban todo a Gandhi terminaban siendo unos perdedores profundos, porque él no se rendía y “daba más”, entonces la gente se desmoralizaba por haberle quitado todo. Por eso, cito en el libro la canción de Taylor Swift: “Cuando seas inteligente no dejes de ser bondadoso y cuando seas bondadoso no dejes de ser inteligente”.
Alquería es uno de los donantes del Banco de Alimentos e incluso usted llegó a ser presidente de su junta directiva desde 2011 hasta 2019. ¿Qué tan arraigada está la cultura de donar en Colombia?
Creo que es mediana y ha ido creciendo. La gente en Colombia tiene que aprender a dejar las cosas. Uno verdaderamente les hereda a los hijos dos cosas: los valores y la educación. En un país pobre como el nuestro entregar cosas no es fácil, pero tuve una experiencia muy linda cuando trabajé en mi tesis con los guambianos: una familia que vivía con seis hijos tenía un vecino, a quien se le había muerto su esposa y tenía una hija y le costaba mucho trabajo cuidarla y ejercer como agricultor al mismo tiempo, entonces la señora de esta otra familia me decía: “Si el señor me dejara, yo adoptaría a la niña” (fíjate la bondad que hay en la gente). Los colombianos tenemos ese dicho de “donde comen cuatro comen cinco”, esa cultura de donar puede estar más arraigada de los que pensamos, y lo que tenemos que hacer es ejecutarla. Las donaciones al Banco de Alimentos en 2020 fueron enormes, casi se duplicaron. Es un tema de conciencia y de entender que hay otros que tienen menos.
Afirma que promueve una “ética protestante” basada en el esfuerzo individual y colectivo, con miras a lograr “una sociedad más moderna, inclusiva, productiva e innovadora”. ¿Cómo recuperar el sentido de colectividad en una sociedad cada vez más individualista?
Eso se llama técnicamente “anomie”, y King descubrió que cuando uno tiene anemia, le pasa lo mismo que a las sociedades: no hay cohesión, pero se puede lograr a través de distintas instituciones como la Cruz Roja, el Sena, la junta de consejo comunal del barrio e incluso la misma junta de copropietarios de nuestro edificio o conjunto, entre otras. Nosotros hemos tenido experiencias muy lindas de cohesión con las cooperativas de ganaderos, porque ellos no eran unidos y nosotros les pusimos tanques, lo que se volvió en una forma de cohesión, pues dejaban la leche en el tanque y no tenían que esperar a que el camión pasara, así que un vecino le dejaba su leche a otro (un tanque de 2.000 litros llevaba a reunir a 200 personas distintas), además debían reunirse para ver cómo se gastó la plata que venía del tanque; al final ese tanque generaba cohesión social, y ese intercambio genera sociedad.
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En 1998 enfrentaron una crisis económica que los llevó a incluso considerar la opción de vender la compañía. Sin embargo, al final fue gracias a la ayuda de los bancos que pudieron salir a flote. ¿Por qué cree que a veces estas entidades son vistas como los peores enemigos?
A la gente del día a día les llega muchos más los bancos pequeños (Bancamía, Banco Mundo Mujer, Banco W), porque los bancos grandes no están diseñados para todo el mundo o todas las cosas. El 95% de los campesinos no tienen crédito, eso es una falla del mercado y el gobierno tiene que intervenir, pero también lo podemos hacer desde la sociedad civil en alianza con él. En el siglo XXI, uno sin crédito no es persona, entonces todo el mundo debería tenerlo.
Decía al inicio que este libro puede dejarles algunas lecciones a las personas, ¿pero a usted que lección le dejó?
Uno aprende a ver las lecciones después de que la gente se lee el libro. Me llamó el hijo de una persona que fundó Alquería con mi padre y me dijo: “¿Usted sabía que su padre le enseñó al mío a escribir?” (yo no sabía). Mis hijos me dijeron que desde cuándo me di cuenta de que el liderazgo podía cambiar las cosas. En el proceso de escritura surgen muchas lecciones sobre cómo deja uno plasmadas las cosas. No podemos dejar de agradecerle a las personas que le han ayudado a que uno esté donde está, entonces en ese sentido el nivel de agradecimiento ha subido por ellas, particularmente por mis profesores.