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                                                                                                                                Carlos Gardel, setenta y cinco años no son nada

                                                                                                                                La figura emblemática del tango falleció hace 75 años en Medellín. Semblanza de la relación del ‘Zorzal Criollo’ con el país donde dejó la vida.

                                                                                                                                Jaime Andrés Monsalve B. * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Mientras eso sucedía, a Colombia llegaban discos de 78 rpm prensados para nuestro mercado que incluían, a veces, un bambuco o un pasillo en el lado A, un bolero o un tango en el lado B. El tenor mexicano José Mojica, movido por el sacerdocio siete años después de la muerte de Gardel, encabezaba todo palmarés en el fervor público por cuenta de sus apariciones en cine, la máquina de difusión sonora por excelencia incluso antes que la radio misma.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Era una vieja aspiración mía conocer Colombia”, aseguró Gardel el 4 de junio de 1935, ante una radio barranquillera. “En Buenos Aires, París, Nueva York, había tenido el gusto de intimar con colombianos, que me sorprendieron por su cultura y aguda sensibilidad”. Días después le enviaba la última carta a Armando Defino, su apoderado, en la que le informaba que al llegar a Bogotá, el piloto tuvo que remontar vuelo porque 10.000 personas enfebrecidas no lo esperaban en las orillas, sino en la pista de aterrizaje. Y a la manera de un triste oráculo, casi informándonos, que en Colombia hay cosas que jamás cambiaron, remató: “La tragedia se produjo lo mismo: a un turro que tengo empleado le robaron una cartera con unos mangos de mi propiedad...”.

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                                                                                                                                Muchas son las imágenes que dan cuenta de la despedida de Carlos Gardel, y de la sonrisa eterna previa a los acontecimientos del 24 de junio. Entre esas imágenes se encuentran la salida por la puerta trasera del Hotel Granada para sortear a la multitud; los segundos de pietaje capturados por Arturo Acevedo e hijos de un muy donoso cantor despidiéndose de Bogotá hacia Cali con escala en Medellín, y la promesa hecha a su guitarrista Aguilar de no volver a subir jamás a un avión (“a esos bichos”, dijo Aguilar en calidad de sobreviviente de la tragedia).

                                                                                                                                También surgen las crónicas sobre miles de personas agolpadas en la puerta de la emisora La Voz de la Víctor, en donde Gardel cantaría su último tango, Tomo y obligo, antecedido por sus palabras: “No sé si volveré, porque el hombre propone y Dios dispone, pero es tal el encanto de esta tierra que me recibió y me despide como si fuera hijo propio, que no puedo decirles adiós, sino hasta siempre”.

                                                                                                                                Cuarenta y cinco años atrás, Jean Gardes, su tío, había recortado el horóscopo de los nacidos el 11 de diciembre de 1890. Decía: “Los nacidos en este día serán generosos, sinceros, simpáticos, con grandes dones artísticos”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Y remataba: “Volarán alto, mas deberán cuidar sus alas”.

                                                                                                                                 * Jefe musical de Radio Nacional de Colombia y autor del libro ‘Carlos Gardel, cuesta arriba en su rodada’.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Mientras eso sucedía, a Colombia llegaban discos de 78 rpm prensados para nuestro mercado que incluían, a veces, un bambuco o un pasillo en el lado A, un bolero o un tango en el lado B. El tenor mexicano José Mojica, movido por el sacerdocio siete años después de la muerte de Gardel, encabezaba todo palmarés en el fervor público por cuenta de sus apariciones en cine, la máquina de difusión sonora por excelencia incluso antes que la radio misma.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “Era una vieja aspiración mía conocer Colombia”, aseguró Gardel el 4 de junio de 1935, ante una radio barranquillera. “En Buenos Aires, París, Nueva York, había tenido el gusto de intimar con colombianos, que me sorprendieron por su cultura y aguda sensibilidad”. Días después le enviaba la última carta a Armando Defino, su apoderado, en la que le informaba que al llegar a Bogotá, el piloto tuvo que remontar vuelo porque 10.000 personas enfebrecidas no lo esperaban en las orillas, sino en la pista de aterrizaje. Y a la manera de un triste oráculo, casi informándonos, que en Colombia hay cosas que jamás cambiaron, remató: “La tragedia se produjo lo mismo: a un turro que tengo empleado le robaron una cartera con unos mangos de mi propiedad...”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Muchas son las imágenes que dan cuenta de la despedida de Carlos Gardel, y de la sonrisa eterna previa a los acontecimientos del 24 de junio. Entre esas imágenes se encuentran la salida por la puerta trasera del Hotel Granada para sortear a la multitud; los segundos de pietaje capturados por Arturo Acevedo e hijos de un muy donoso cantor despidiéndose de Bogotá hacia Cali con escala en Medellín, y la promesa hecha a su guitarrista Aguilar de no volver a subir jamás a un avión (“a esos bichos”, dijo Aguilar en calidad de sobreviviente de la tragedia).

                                                                                                                                También surgen las crónicas sobre miles de personas agolpadas en la puerta de la emisora La Voz de la Víctor, en donde Gardel cantaría su último tango, Tomo y obligo, antecedido por sus palabras: “No sé si volveré, porque el hombre propone y Dios dispone, pero es tal el encanto de esta tierra que me recibió y me despide como si fuera hijo propio, que no puedo decirles adiós, sino hasta siempre”.

                                                                                                                                Cuarenta y cinco años atrás, Jean Gardes, su tío, había recortado el horóscopo de los nacidos el 11 de diciembre de 1890. Decía: “Los nacidos en este día serán generosos, sinceros, simpáticos, con grandes dones artísticos”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Y remataba: “Volarán alto, mas deberán cuidar sus alas”.

                                                                                                                                 * Jefe musical de Radio Nacional de Colombia y autor del libro ‘Carlos Gardel, cuesta arriba en su rodada’.

                                                                                                                                Por Jaime Andrés Monsalve B. * / Especial para El Espectador

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