Carlos Montoya: “El deseo persigue al hombre hasta su último refugio”
“El tamaño de las cosas”, del director colombiano Carlos Felipe Montoya, fue seleccionado para formar parte de la Generation Kplus y compite por el Oso de Cristal en el Festival Internacional de Cine de Berlín, que comenzó ayer.
Laura Camila Arévalo Domínguez- @lauracamilaad
A Diego los cachetes le combinaban con el suéter rojo: los tenía colorados y quemados por el frío. En medio de un paseo por un bosque cercano a su casa, se encontró una silla. Donde él vivía no había nada: ni comedor, ni sala, ni algún mueble para acomodar los adornos que tal vez soñaba, pero que tampoco tenía, así que esa silla se convirtió en la posibilidad de sentir que era dueño de algo, además de una casa desamoblada y llena de goteras. Cuando se la mostró a su papá, él le ordenó deshacerse de ella “porque las cosas tienen dueño”. Después no se ven los ojos de Diego, sino los de cualquier ser humano desprendiéndose de un objeto que le daría la mínima sensación de poder que, sin saber para qué, necesitaba. Después se imponen los anhelos de unos ojos negros que se indisponen y que intentan controlar los impulsos de quien quiere y no puede. Quedan los deseos reprimidos y el dolor en los huesos que genera el querer tomar con fuerza y tener que resignarse con el aire.
Con el relato de una historia sencilla y minimalista, El tamaño de las cosas pretende expresar rasgos universales de la naturaleza humana. “El hecho de que la casa no tenga muebles es un rasgo de suma importancia para la historia. No hay ni siquiera una pequeña mesa o un armario, las paredes y el techo ofrecen un refugio incompleto para el alma, que no halla dónde sentarse”, dice el director Carlos Felipe Montoya, quien ya había participado en la Berlinale de 2015 con la película Camino del agua.
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¿Por qué narrar sobre el deseo?
Porque se nos atraviesa, nos persigue, asalta nuestra tranquilidad y nos desvía del camino, que finalmente, en el caso de la vida humana, termina tomando su forma.
Después de que Diego encuentra la silla y le ordenan devolverla, la extraña. Nunca había hecho parte de su vida, pero después de poseerla un tiempo corto la añora. Esta conducta es típica de los seres humanos. Queremos lo que no es nuestro y nos amargamos cuando queremos tener algo y no lo logramos. Supongo que de esto se trató la moraleja o confrontación del cortometraje, pero no quiero suponer, ¿podría decirme cuál es la reflexión principal que quiere plantear?
Sin duda tiene que ver con eso. Pero no estoy seguro de poder expresar el corto en una reflexión, porque entonces pasaría a ser un texto y es una película. En ese sentido siento que tiene muchos niveles de percepción posibles. El tema moral es un tema central en las fábulas y esta historia lo es. Prefiero llamarlo confrontación, como usted bien dice, en lugar de moraleja, porque así no se reduce a una enseñanza unidireccional sobre el bien y el mal. La confrontación moral con toda su amplitud de sentidos es el eje de las fábulas; la moraleja ha sido la forma de reducir la potencia de este tipo de historias, tal vez las más antiguas de la humanidad. Entonces creo que aun en el ámbito de lo moral, la historia da para muchas interpretaciones. La actitud de Diego a veces me desconcierta, es capaz de desprenderse y, sin embargo, no deja de estar ligado íntimamente y de definirse por lo que desea; pero también hay otros aspectos sensibles de la historia como la percepción del espacio y del tiempo (últimamente estoy sintiendo que el espacio y el tiempo son la misma cosa, aunque mi amigo astrofísico Sebastián Trujillo, a quien voy a ver en Berlín, se ría de mí).
Diego y su padre no tenían muchas posesiones: una casa desamoblada y ropa rota. Tampoco distracciones, presiones sociales ni bombardeos publicitarios. ¿La austeridad en la que viven los convierte en seres más vulnerables a los deseos y sentimientos de vacío narrados en su corto?
No estoy seguro de si ellos son más vulnerables frente al resto de nosotros, que vivimos entre las cosas, saturados de objetos y de relaciones. Tal vez su estado sea más puro y sintetice los momentos de nuestra vida en los que alcanzamos cierta tranquilidad. Sin embargo, el deseo persigue al hombre hasta su último refugio de austeridad.
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Mucho se dice de la ausencia del capricho en la sencillez del campo. “Los campesinos y las personas humildes no son ambiciosas. La naturaleza les da todo”. ¿Está de acuerdo o cree que la ambición es proporcional a las circunstancias?
Creo que más allá de las condiciones materiales, sea en el campo o en la ciudad, hay tipos de almas. Hay espíritus más sosegados que otros. Y la forma del alma va moldeando el entorno, ¿o es al contrario? Bueno, parece que funciona en los dos sentidos, pero es posible que el movimiento sea más fuerte del entorno hacia el alma. Si uno está en un lugar donde puede levantar la cabeza y ver las estrellas por la noche, cosa que no ocurre en las ciudades, sin duda, deseará cosas distintas.
Parece que la silla le hablara a Diego. ¿A qué atribuye esa atracción?
Me gusta mucho que perciba eso. Siempre pensé que las sillas podrían comunicarse, aunque les demos la espalda todo el tiempo. No lo sé realmente, tal vez la silla y Diego sean formas complementarias que aún no hallan el tiempo de su encuentro.
Hay una escena en la que el padre de Diego se fija en las manos y luego en unos objetos (tijeras y creo que un machete) que hay en el barro, ¿podría explicarme mejor lo que quiso narrar con esta escena?
Esa escena me causa la misma curiosidad que a usted. Surgió naturalmente de tanto observar al padre. Es un hombre tan silencioso y se la pasaba sentado por ahí durante el rodaje, como mirando para adentro. Efectivamente, hay algunas herramientas perdidas en el barro: unas tijeras, también un martillo y un serrucho de carpintería. En esa escena el padre se mira las manos. Y lo que yo me pregunto es ¿por qué no hay cosas en la casa?
Usted ya participó en el Festival Internacional de Cine de Berlín con “Camino del agua”. Además de la audiencia, ¿qué significa para su carrera y sus producciones la participación en este festival?
La audiencia es muy importante, porque la película la verá mucha gente a la cual no podría llegar de otra manera; eso es una felicidad muy grande y más tratándose de una historia como esta, que no se parece a nada de lo que predomina en el ambiente cinematográfico actual. Para mi trabajo personal significa haber logrado ir por ese camino y tener eco en una curaduría que lo aprecia.
A Diego los cachetes le combinaban con el suéter rojo: los tenía colorados y quemados por el frío. En medio de un paseo por un bosque cercano a su casa, se encontró una silla. Donde él vivía no había nada: ni comedor, ni sala, ni algún mueble para acomodar los adornos que tal vez soñaba, pero que tampoco tenía, así que esa silla se convirtió en la posibilidad de sentir que era dueño de algo, además de una casa desamoblada y llena de goteras. Cuando se la mostró a su papá, él le ordenó deshacerse de ella “porque las cosas tienen dueño”. Después no se ven los ojos de Diego, sino los de cualquier ser humano desprendiéndose de un objeto que le daría la mínima sensación de poder que, sin saber para qué, necesitaba. Después se imponen los anhelos de unos ojos negros que se indisponen y que intentan controlar los impulsos de quien quiere y no puede. Quedan los deseos reprimidos y el dolor en los huesos que genera el querer tomar con fuerza y tener que resignarse con el aire.
Con el relato de una historia sencilla y minimalista, El tamaño de las cosas pretende expresar rasgos universales de la naturaleza humana. “El hecho de que la casa no tenga muebles es un rasgo de suma importancia para la historia. No hay ni siquiera una pequeña mesa o un armario, las paredes y el techo ofrecen un refugio incompleto para el alma, que no halla dónde sentarse”, dice el director Carlos Felipe Montoya, quien ya había participado en la Berlinale de 2015 con la película Camino del agua.
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¿Por qué narrar sobre el deseo?
Porque se nos atraviesa, nos persigue, asalta nuestra tranquilidad y nos desvía del camino, que finalmente, en el caso de la vida humana, termina tomando su forma.
Después de que Diego encuentra la silla y le ordenan devolverla, la extraña. Nunca había hecho parte de su vida, pero después de poseerla un tiempo corto la añora. Esta conducta es típica de los seres humanos. Queremos lo que no es nuestro y nos amargamos cuando queremos tener algo y no lo logramos. Supongo que de esto se trató la moraleja o confrontación del cortometraje, pero no quiero suponer, ¿podría decirme cuál es la reflexión principal que quiere plantear?
Sin duda tiene que ver con eso. Pero no estoy seguro de poder expresar el corto en una reflexión, porque entonces pasaría a ser un texto y es una película. En ese sentido siento que tiene muchos niveles de percepción posibles. El tema moral es un tema central en las fábulas y esta historia lo es. Prefiero llamarlo confrontación, como usted bien dice, en lugar de moraleja, porque así no se reduce a una enseñanza unidireccional sobre el bien y el mal. La confrontación moral con toda su amplitud de sentidos es el eje de las fábulas; la moraleja ha sido la forma de reducir la potencia de este tipo de historias, tal vez las más antiguas de la humanidad. Entonces creo que aun en el ámbito de lo moral, la historia da para muchas interpretaciones. La actitud de Diego a veces me desconcierta, es capaz de desprenderse y, sin embargo, no deja de estar ligado íntimamente y de definirse por lo que desea; pero también hay otros aspectos sensibles de la historia como la percepción del espacio y del tiempo (últimamente estoy sintiendo que el espacio y el tiempo son la misma cosa, aunque mi amigo astrofísico Sebastián Trujillo, a quien voy a ver en Berlín, se ría de mí).
Diego y su padre no tenían muchas posesiones: una casa desamoblada y ropa rota. Tampoco distracciones, presiones sociales ni bombardeos publicitarios. ¿La austeridad en la que viven los convierte en seres más vulnerables a los deseos y sentimientos de vacío narrados en su corto?
No estoy seguro de si ellos son más vulnerables frente al resto de nosotros, que vivimos entre las cosas, saturados de objetos y de relaciones. Tal vez su estado sea más puro y sintetice los momentos de nuestra vida en los que alcanzamos cierta tranquilidad. Sin embargo, el deseo persigue al hombre hasta su último refugio de austeridad.
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Mucho se dice de la ausencia del capricho en la sencillez del campo. “Los campesinos y las personas humildes no son ambiciosas. La naturaleza les da todo”. ¿Está de acuerdo o cree que la ambición es proporcional a las circunstancias?
Creo que más allá de las condiciones materiales, sea en el campo o en la ciudad, hay tipos de almas. Hay espíritus más sosegados que otros. Y la forma del alma va moldeando el entorno, ¿o es al contrario? Bueno, parece que funciona en los dos sentidos, pero es posible que el movimiento sea más fuerte del entorno hacia el alma. Si uno está en un lugar donde puede levantar la cabeza y ver las estrellas por la noche, cosa que no ocurre en las ciudades, sin duda, deseará cosas distintas.
Parece que la silla le hablara a Diego. ¿A qué atribuye esa atracción?
Me gusta mucho que perciba eso. Siempre pensé que las sillas podrían comunicarse, aunque les demos la espalda todo el tiempo. No lo sé realmente, tal vez la silla y Diego sean formas complementarias que aún no hallan el tiempo de su encuentro.
Hay una escena en la que el padre de Diego se fija en las manos y luego en unos objetos (tijeras y creo que un machete) que hay en el barro, ¿podría explicarme mejor lo que quiso narrar con esta escena?
Esa escena me causa la misma curiosidad que a usted. Surgió naturalmente de tanto observar al padre. Es un hombre tan silencioso y se la pasaba sentado por ahí durante el rodaje, como mirando para adentro. Efectivamente, hay algunas herramientas perdidas en el barro: unas tijeras, también un martillo y un serrucho de carpintería. En esa escena el padre se mira las manos. Y lo que yo me pregunto es ¿por qué no hay cosas en la casa?
Usted ya participó en el Festival Internacional de Cine de Berlín con “Camino del agua”. Además de la audiencia, ¿qué significa para su carrera y sus producciones la participación en este festival?
La audiencia es muy importante, porque la película la verá mucha gente a la cual no podría llegar de otra manera; eso es una felicidad muy grande y más tratándose de una historia como esta, que no se parece a nada de lo que predomina en el ambiente cinematográfico actual. Para mi trabajo personal significa haber logrado ir por ese camino y tener eco en una curaduría que lo aprecia.