Carlos Niño Murcía, el escultor clandestino
La exposición sobre el arquitecto Carlos Niño, originario de Ubaté (Cundinamarca), estará abierta al público hasta el próximo 15 de febrero. La muestra se encuentra en las salas Gabriel Serrano y Enrique Triana del Museo de Arquitectura Leopoldo Rother, ubicado en la sede de Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia.
Enrique Uribe Botero
Comenzando diciembre del año pasado recibí la invitación a la muestra “Carlos Niño Murcía, escultor clandestino”, que se expone en el Museo de arquitectura Leopoldo Rother de la Universidad Nacional. Desafortunadamente, ya estaba empacando para las vacaciones, la pasé bastante bien, pero como algunos escolares, con la ansiedad de comenzar el año, estrenar útiles, nuevo salón y pupitre recién pintado; para mi caso, visitar la exposición de Niño, de quien sabía hacía escultura por una muestra que vi en la década de los 90 en el Centro Colombo Americano en Bogotá y algunas obras que conocí en su taller oficina de arquitectura que visité en algún momento por razones profesionales.
Veo en esta si se quiere retrospectiva, una muestra que integra el pensamiento y el trabajo de una persona que ha dedicado su vida a la observación, el análisis, la investigación, la historia, la pasión por las formas, los materiales y las culturas que ha materializado en fabulosos libros y diversas publicaciones, conferencias, dibujos de arquitectura y diseño.
Recorriendo la exposición, ordenada en sentido cronológico, desde sus primeras inquietudes hasta sus delicados nudos o tejidos de madera se ve una línea clara, una secuencia de análisis y descubrimientos recogidos, entre otras, en sus centenas de libretas de apuntes; algunas de ellas, parte de esta exposición. De fotografías tomadas en sus viajes, del estudio de la historia del arte, la arquitectura y la antropología.
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Doy a la antropología como uno de los grandes intereses del maestro Niño, un lugar destacado en sus estudios, como lo son los Postdata de las cartas, el último en mi lista, por ser el que considero más importante. Son muchos los y las colegas que han trabajado la arquitectura y las artes de la mano de la antropología, el más destacado en nuestro medio el gran Dicken Castro, autor entre otras de las bellas monedas de mil y doscientos pesos de hace ya casi tres décadas, pero que muchos llevamos en la memoria y no pocos las han convertido en pendientes o prendedores como accesorio a su vestimenta. Carlos Niño es autor del reciente libro Territorio Chamánico, publicado por el ICANH, en el que dedica un extenso capítulo al “Objeto.” Recomendado.
Todo un delicioso recorrido que empieza en sus años de formación como escultor en París, con juguetonas piezas elaboradas con materiales de desecho, principalmente objetos que tuvieron uso en el universo de la mecánica, que mientras nos llevan a otros mundos como en nuestro medio puede ser el de Bernardo Salcedo, Carlos Rojas o Eduardo Ramírez Villamizar, los dos primeros arquitectos y el segundo con estudios de arquitectura y la escultora Feliza Bursztyn, no dejan de sacarnos una sonrisa de los labios y ponernos a pensar a desarmar con la mente, y, a imaginar y a reflexionar; cumpliendo así con los objetivos de las grandes obras de arte que se han visto a través de la historia, e incluso desde la prehistoria. El humor, los mensajes juguetones y coquetos son con frecuencia propios de las buenas obras de arte, aquí se me vienen a la cabeza desde Picasso, pasando por Dali, hasta Miró o Calder. Niki Saint Phalle o J.Tinguely, y claro, Fernando Botero.
Es admirable la capacidad de abstracción del maestro Niño cuando nos muestra una alegre, ordenada fila de maratonistas construida a partir de una estructura plegable, vaya uno a saber proveniente de qué aparato, y, en este punto me veo obligado a transcribir una acertada frase de la presentación de la exposición: “todo realizado ya no con la destreza laboriosa del artesano sino con el ojo preciso de quien reconoce y recrea.” Estrategia que, como arriba se expresó con algunos ejemplos, no se inventó el maestro Niño, tal vez si pudo haber sido elevado a la categoría de obra de arte por Marcel Duchamp precedido por cualquier infante ingenioso, en cualquier lugar del planeta, en cualquier momento de la historia y con cualquier tipo de desecho inanimado como lo son los que se muestran en la exposición o de seres vivos como los vegetales, los que también utiliza Carlos Niño para moldear sus nudos en madera.
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Se ve con claridad en la obra reciente del maestro Niño, los tejidos y nudos en madera, que son estos el producto de la depuración y el análisis de sus primeros trabajos, sin que se deje de notar una secuencia evolutiva que lleva a la concepción de estas depuradas e ingeniosas formas a partir de la madera. Es maravilloso ver como un material que, en su estado natural, un árbol, es una de las expresiones más plásticas y caprichosas que nos da la naturaleza, es ya no tallado como históricamente lo han hecho grandes escultores, sino moldeado al antojo del creador, para el caso. Formando nudos y tejidos de diversos tamaños y proporciones bellamente pulidos y formados a partir de muy complicados desarrollos geométricos que pasan de la expresión plástica a hermanarse con las matemáticas y la geometría. Materias también presentes en las buenas obras de arte, de ahí por ejemplo la frecuente referencia a la sección áurea en historia del arte.
La posibilidad de concebir nudos debe ser infinita, los nudos concatenados que forman un tejido amén de demostrar ingenio y solidez, nos muestra Carlos Niño, no lo duden, son una maravillosa expresión artística. Niño nos muestra con sus nudos de madera de diferentes tamaños, no solamente sus formas, sino que nos invita a descubrir, a pensar, a tratar de desarmarlos a recorrerlos, ejercicios que no podremos hacer si no los tuviéramos frente a frente en gran escala. Y aquí un punto importante, la escala. Cuando se puede construir una secuencia como un tejido que bien puede ser infinita, el ojo del artista está entre otras, en saber cuándo dar por terminada una obra. Es un asunto de precisión en el que el escultor tiene el acierto de limitar en su justo punto. Son esculturas que se pueden construir a diferentes escalas, pero cualquiera que sea la escogida, su extensión y tamaño son parte del acierto plástico. Constituye un verdadero placer el tener la oportunidad de recorrer y una vez más, desarmar con la imaginación los nudos y el tejido que nos muestra Carlos Niño en su trabajo.
Además de las esculturas en madera, Niño nos muestra nudos y tejidos hechos con la tecnología de las impresoras de filamento que lo hacen en tres dimensiones. Esta tecnología da la facilidad de hacer múltiples ejemplares de la misma escultura a partir del archivo de computador, que según me dicen, un profesional puede tardar meses frente al computador preparando el archivo para que la máquina lo materialice.
Finalmente, no puedo sino agradecer al maestro Niño, el haber salido de la clandestinidad en beneficio de nuestra historia del arte y de quienes tendremos el placer de conocer y recorrer su obra.
Comenzando diciembre del año pasado recibí la invitación a la muestra “Carlos Niño Murcía, escultor clandestino”, que se expone en el Museo de arquitectura Leopoldo Rother de la Universidad Nacional. Desafortunadamente, ya estaba empacando para las vacaciones, la pasé bastante bien, pero como algunos escolares, con la ansiedad de comenzar el año, estrenar útiles, nuevo salón y pupitre recién pintado; para mi caso, visitar la exposición de Niño, de quien sabía hacía escultura por una muestra que vi en la década de los 90 en el Centro Colombo Americano en Bogotá y algunas obras que conocí en su taller oficina de arquitectura que visité en algún momento por razones profesionales.
Veo en esta si se quiere retrospectiva, una muestra que integra el pensamiento y el trabajo de una persona que ha dedicado su vida a la observación, el análisis, la investigación, la historia, la pasión por las formas, los materiales y las culturas que ha materializado en fabulosos libros y diversas publicaciones, conferencias, dibujos de arquitectura y diseño.
Recorriendo la exposición, ordenada en sentido cronológico, desde sus primeras inquietudes hasta sus delicados nudos o tejidos de madera se ve una línea clara, una secuencia de análisis y descubrimientos recogidos, entre otras, en sus centenas de libretas de apuntes; algunas de ellas, parte de esta exposición. De fotografías tomadas en sus viajes, del estudio de la historia del arte, la arquitectura y la antropología.
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Doy a la antropología como uno de los grandes intereses del maestro Niño, un lugar destacado en sus estudios, como lo son los Postdata de las cartas, el último en mi lista, por ser el que considero más importante. Son muchos los y las colegas que han trabajado la arquitectura y las artes de la mano de la antropología, el más destacado en nuestro medio el gran Dicken Castro, autor entre otras de las bellas monedas de mil y doscientos pesos de hace ya casi tres décadas, pero que muchos llevamos en la memoria y no pocos las han convertido en pendientes o prendedores como accesorio a su vestimenta. Carlos Niño es autor del reciente libro Territorio Chamánico, publicado por el ICANH, en el que dedica un extenso capítulo al “Objeto.” Recomendado.
Todo un delicioso recorrido que empieza en sus años de formación como escultor en París, con juguetonas piezas elaboradas con materiales de desecho, principalmente objetos que tuvieron uso en el universo de la mecánica, que mientras nos llevan a otros mundos como en nuestro medio puede ser el de Bernardo Salcedo, Carlos Rojas o Eduardo Ramírez Villamizar, los dos primeros arquitectos y el segundo con estudios de arquitectura y la escultora Feliza Bursztyn, no dejan de sacarnos una sonrisa de los labios y ponernos a pensar a desarmar con la mente, y, a imaginar y a reflexionar; cumpliendo así con los objetivos de las grandes obras de arte que se han visto a través de la historia, e incluso desde la prehistoria. El humor, los mensajes juguetones y coquetos son con frecuencia propios de las buenas obras de arte, aquí se me vienen a la cabeza desde Picasso, pasando por Dali, hasta Miró o Calder. Niki Saint Phalle o J.Tinguely, y claro, Fernando Botero.
Es admirable la capacidad de abstracción del maestro Niño cuando nos muestra una alegre, ordenada fila de maratonistas construida a partir de una estructura plegable, vaya uno a saber proveniente de qué aparato, y, en este punto me veo obligado a transcribir una acertada frase de la presentación de la exposición: “todo realizado ya no con la destreza laboriosa del artesano sino con el ojo preciso de quien reconoce y recrea.” Estrategia que, como arriba se expresó con algunos ejemplos, no se inventó el maestro Niño, tal vez si pudo haber sido elevado a la categoría de obra de arte por Marcel Duchamp precedido por cualquier infante ingenioso, en cualquier lugar del planeta, en cualquier momento de la historia y con cualquier tipo de desecho inanimado como lo son los que se muestran en la exposición o de seres vivos como los vegetales, los que también utiliza Carlos Niño para moldear sus nudos en madera.
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Se ve con claridad en la obra reciente del maestro Niño, los tejidos y nudos en madera, que son estos el producto de la depuración y el análisis de sus primeros trabajos, sin que se deje de notar una secuencia evolutiva que lleva a la concepción de estas depuradas e ingeniosas formas a partir de la madera. Es maravilloso ver como un material que, en su estado natural, un árbol, es una de las expresiones más plásticas y caprichosas que nos da la naturaleza, es ya no tallado como históricamente lo han hecho grandes escultores, sino moldeado al antojo del creador, para el caso. Formando nudos y tejidos de diversos tamaños y proporciones bellamente pulidos y formados a partir de muy complicados desarrollos geométricos que pasan de la expresión plástica a hermanarse con las matemáticas y la geometría. Materias también presentes en las buenas obras de arte, de ahí por ejemplo la frecuente referencia a la sección áurea en historia del arte.
La posibilidad de concebir nudos debe ser infinita, los nudos concatenados que forman un tejido amén de demostrar ingenio y solidez, nos muestra Carlos Niño, no lo duden, son una maravillosa expresión artística. Niño nos muestra con sus nudos de madera de diferentes tamaños, no solamente sus formas, sino que nos invita a descubrir, a pensar, a tratar de desarmarlos a recorrerlos, ejercicios que no podremos hacer si no los tuviéramos frente a frente en gran escala. Y aquí un punto importante, la escala. Cuando se puede construir una secuencia como un tejido que bien puede ser infinita, el ojo del artista está entre otras, en saber cuándo dar por terminada una obra. Es un asunto de precisión en el que el escultor tiene el acierto de limitar en su justo punto. Son esculturas que se pueden construir a diferentes escalas, pero cualquiera que sea la escogida, su extensión y tamaño son parte del acierto plástico. Constituye un verdadero placer el tener la oportunidad de recorrer y una vez más, desarmar con la imaginación los nudos y el tejido que nos muestra Carlos Niño en su trabajo.
Además de las esculturas en madera, Niño nos muestra nudos y tejidos hechos con la tecnología de las impresoras de filamento que lo hacen en tres dimensiones. Esta tecnología da la facilidad de hacer múltiples ejemplares de la misma escultura a partir del archivo de computador, que según me dicen, un profesional puede tardar meses frente al computador preparando el archivo para que la máquina lo materialice.
Finalmente, no puedo sino agradecer al maestro Niño, el haber salido de la clandestinidad en beneficio de nuestra historia del arte y de quienes tendremos el placer de conocer y recorrer su obra.