Carmen Oquendo-Villar: “La vida es una explosión de caos”
El documental de la cineasta puertorriqueña ha estado en producción desde 2007 y esperan poder estrenarlo en 2023.
Andrea Jaramillo Caro
¿Qué fue lo que la atrajo a contar esta historia?
El azar me llevó al género que actualmente me tiene embelesada: el retrato. Me “tropecé” con la retratística cuando, como estudiante de cine en Harvard, me asignaron mi primer proyecto: un retrato de observación. Parecía engañosamente fácil, pero inmediatamente reconocí la complejidad del género: dibujar un rostro que capte la esencia, siempre esquiva, de una persona. Los retratos me obligan a buscar lenguajes alternativos que desafíen la superficialidad fácil. Así comenzó mi trabajo con las comunidades trans de América Latina. En 2006 vine a Bogotá como invitada del Ciclo Rosa, dedicado al tema trans ese año. Todavía el tema trans no estaba “de moda” en el cine y no había muchos documentales sobre esa comunidad de América Latina. Carmen Millán de Benavides me invitó desde el Instituto Pensar de la Javeriana y me pidieron dar conferencias académicas y talleres con la policía de Bogotá y de Medellín para sensibilizar sobre la comunidad y prevenir el abuso policial hacia las personas trans. Casi me desmayo con la idea de esos talleres. Iba a rehusarme, pero la comunidad trans de Boston, incluyendo personas colombianas exiliadas, me dijeron que era sumamente importante. En ese momento Beatriz, una gran amiga afrocolombiana de Boston, me habló de la legendaria Diana Navarro Sanjuán. La fama de Diana precedió mi viaje a Colombia. Siempre dispuesta a colaborar, Diana me ayudó a facilitar los talleres con la policía. En realidad, fueron su creación. Ya para ese entonces Diana tenía amplia experiencia con la policía y con el sistema carcelario colombiano, para el trato sensible de las personas trans, tanto en situación de habitabilidad de calle, como en prisión. El mismísimo instante del verano de 2006 que vi a Diana en persona por primera vez, supe que este ser imponente que se presentaba ante mí era digna de un retrato. De esa primera colaboración se sucedieron décadas de cooperación de incidencia política con la comunidad trans, mientras filmaba el documental.
Una vez comencé a seguir de cerca a Diana, me di cuenta de qué tan fascinante era su hábitat: el barrio Santa Fe. A lo largo de estos 16 años he estado documentando a Diana y a ese barrio. Inicialmente, el documental se llamaba Diana de Santa Fe. Luego, por insistencia de Diana, fui incluyendo a más figuras claves del barrio, como la Madre Constanza, una de las madres con más antigüedad en el sector. No quería que Madre Constanza muriera sin que su vida quedara inmortalizada. No contábamos, en ese entonces, con que la misma Dianita se iría antes que Constanza, que vive a pesar de estar ya encamada. Poco a poco se fue convirtiendo en un retrato coral de la comunidad trans del Santa Fe. Hoy día se titula Todas las flores.
Concibo Todas las flores como la pieza que culmina la serie de retratos de la comunidad trans de América Latina, en la que llevo décadas trabajando. En algún momento de mi carrera, un ejecutivo bien intencionado de la industria audiovisual me aconsejó que cambiara de tema, para que no me vieran como “un potro con un solo truco". Hoy día me alegro no haber seguido este consejo. Ha sido precisamente mi perseverancia, trabajando con la misma comunidad desde diferentes ángulos, la que me ha permitido hacer mi trabajo más profundo y fortalecer los lazos con estas comunidades en los EE. UU. y en América Latina. Un trabajo consistentemente respetuoso, a lo largo de décadas, ha sido clave para obtener la confianza indispensable requerida para filmar un proyecto tan sensible como Todas las flores.
¿Cómo fue el proceso de acercamiento a los personajes de “Todas las flores”?
Desde 2006 he realizado investigaciones y trabajo de campo en Bogotá, además de colaborar con activistas locales, universidades, académicos independientes, funcionarios gubernamentales y trabajadoras sexuales para completar varios proyectos y talleres con la comunidad transgénero en el barrio Santa Fe. A través de la experiencia de establecer una relación cercana con Diana, una trabajadora sexual y defensora fundamental en el establecimiento de la "zona de alto impacto" de Bogotá en Santa Fe, Diana y yo acordamos colaborar en un documental participativo con su comunidad en esa zona. Todas las flores nació, así, a través de alianzas con la comunidad. La confianza no es un hecho, sino un proceso continuo cuando se trabaja con poblaciones vulnerables, una razón importante por la que la etapa de filmación tomó más de trece años. Presentarse consistentemente con un enfoque ético y horizontal ha sido clave.
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¿Por qué es importante resaltar las historias y la realidad de esta comunidad en el barrio Santa Fe?
Desde el equipo de Todas las flores creemos que el cine documental debe ser sensible, debe respetar a los personajes y debe ser una ventana para conocer el mundo con todos sus matices.
En palabras de Diana: “Más que mi vida, más que el barrio, más que Colombia, ver esta película es muy importante, porque les dará una visión más cercana, más humana, más real, de lo que realmente es la vivencia de las personas que ejercemos prostitución y en especial de las mujeres transgénero que ejercemos prostitución. Allí puede esto servir como herramienta para la sensibilización y la concienciación de esas organizaciones de cooperación internacional y esos organismos que luchan por los derechos humanos para que nos reconozcan a nosotras y nosotros como actores realmente válidos.”
¿Cómo fue el proceso de pre producción y rodaje?
Hay que tener en cuenta que este es un documental cuyo primer rodaje formal se llevó a cabo en 2007. Han sido muchos años de ganar confianza de ir con y sin cámara al barrio, de intentar volverse paisaje, lo cual siempre será imposible. Entonces no ha sido un proceso usual, con una preproducción y rodajes tradicionales, sino que hemos estado entrando y saliendo del barrio de manera escalonada estos últimos 15 años con todo lo que eso implica. ¿Cuál ha sido la principal ganancia de ese esquema atípico de producción? Que de manera orgánica fuimos ganando el respeto y cuidado de participantes/personajes, al igual que lograr acceso a lugares vedados para el caminante común. El barrio y sus personajes nos han cuidado en estos muchos años y hemos podido rodar bajo condiciones complejas pero que permiten mostrar la verdadera esencia y dualidades de este barrio poderoso. ¿Qué enseñanzas le dejó la realización de este documental?
Como artista puertorriqueña neurodiversa doy prioridad a las representaciones dignas y empoderadoras de las minorías. Cada parte de la identidad de uno tiene una bendición y una maldición; y a veces una mezcla de ambos. Como artista con capacidades diferentes, cada etapa de este proyecto ha tomado un tiempo dolorosamente largo para completarse, y el proyecto completo, aunque avanzado, aún no está terminado. Considero Todas-Las-Flores como la pieza culminante que corona una serie de retratos de comunidades latinas, que comencé en 2004 cuando aún era estudiante de posgrado en Harvard. Si bien el proceso me ha cambiado profundamente a mí y a mi práctica creativa, completar un proceso insoportablemente largo me dará una sensación de cierre y logro (constantemente comprometida por el mero hecho de tener que trabajar en una industria dura como artista discapacitada). Sin embargo, no todo es personal o relacionado con mi propio sentido de autoestima. Completar el proyecto abrirá la puerta para que la película despegue y vuele su propio viaje. Las proyecciones serán un punto de partida para la co-creación de nuevos escenarios, nuevas conversaciones en torno a la identidad, el reconocimiento y el respeto por la comunidad LGBTIQ+ dentro de las comunidades Latinx y alrededor del mundo. Como artista socialmente comprometida, consideraría este proyecto un éxito si somos capaces de cumplir con la mayoría de los objetivos de nuestra campaña de impacto y si las comunidades con las que co-creo pueden avanzar en sus propias causas, agendas y necesidades.
Habiendo aprendido tanto haciendo retratos, son mi forma de confesar cuánto queda por aprender.
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¿Por qué contar la historia de Tabaco y Ron?
En palabras de Diana: “Tabaco y Ron siempre ha sido un sitio emblemático para las mujeres transgénero que ejercemos prostitución porque fue la primera whiskería, por decirlo de alguna forma, el primer sitio abierto al público que nos ofreció una oportunidad de ejercer prostitución dentro de su establecimiento a las mujeres transgénero. Incluso nos ofreció hasta vivienda. En la primera etapa de Tabaco y Ron, cuando quedaba aquí en la 16 con 19, ahí vivíamos y ahí trabajábamos. Guillermo nos ofrecía vivienda y trabajo Antes de la creación de la zona de alto impacto, era en Tabaco y Ron que estábamos medianamente protegidas. Entonces es un sitio emblemático para nosotras y por eso a Guillermo algunas le dicen “La madre Guillermo”, porque Guillermo es como una madre sobre todas nosotras, las más antiguas, las que llegamos aquí en la época de los 80s. Lo vemos como una figura protectora, una figura que facilitó algunas cosas. En fin, Tabaco y Ron siempre ha sido un sitio emblemático porque fue la primera whiskería que existió aquí para mujeres transgénero.”
¿Qué dificultades encontraron en el proceso de completar este proyecto?
Una película documental es siempre un reto constante porque no tienes un guion, porque al intentar retratar la realidad te das cuenta de que la vida es una explosión de caos, cambio y movimiento que a veces ni el mejor guion de ficción puede prever. Al principio no fue fácil filmar en el Santafé, necesitaba estar siempre al lado de Diana. Al comienzo, cuando aún no conocía los códigos del barrio, alguna vez nos tiraron piedras, incluso en una ocasión le sacaron una cuchilla al camarógrafo pues rodábamos al lado de una olla. De todos modos, en medio de muchas dificultades económicas, de personajes que se desaparecían y volvían y dificultades personales del equipo de trabajo, creo que la dificultad más compleja de sobrellevar ha sido el poco interés por parte del público en general en la comunidad representada. Todos querían retratar al barrio de una manera amarillista, pero nadie quería ver ni le interesaba saber sobre la comunidad LGBTIQ+ en general, mucho menos sobre la comunidad trans. Entonces, la falta de visibilidad e interés en las problemáticas de esta comunidad tan vulnerable ha sido una de las principales dificultades a las que se ha visto enfrentada una película como "Todas Las Flores" una y otra vez.
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¿Cuál mensaje espera dejar en quienes ven “Todas las flores”?
Estamos en una época en la que cada vez se abren más escenarios para la visibilidad y representación de diversos colectivos que han sido históricamente estigmatizados. Esta película pretende no ser el cierre de un proceso sino, por el contrario, ser un punto de encuentro que permita generar diálogos, campañas de impacto y otros escenarios en los que se dinamicen estas conversaciones y cada vez más todos estemos con los oídos abiertos para escuchar al otro en medio de sus diversidades y complejidades. Nuestro documental pretende ser una herramienta para reconocernos, para generar memoria de lo diverso y variados que somos como país, pero sobre todo para dejar de estigmatizar todo aquello que nos parece "diferente".
Estamos trabajando arduamente para que esta película se presente en festivales de cine, medios de transmisión, canales de transmisión, universidades, bibliotecas, centros comunitarios y prostíbulos, entre otros espacios. Desde el equipo creemos que el cine documental debe ser sensible, debe respetar a los personajes y debe ser una ventana para conocer el mundo con todos sus matices.
¿Qué fue lo que la atrajo a contar esta historia?
El azar me llevó al género que actualmente me tiene embelesada: el retrato. Me “tropecé” con la retratística cuando, como estudiante de cine en Harvard, me asignaron mi primer proyecto: un retrato de observación. Parecía engañosamente fácil, pero inmediatamente reconocí la complejidad del género: dibujar un rostro que capte la esencia, siempre esquiva, de una persona. Los retratos me obligan a buscar lenguajes alternativos que desafíen la superficialidad fácil. Así comenzó mi trabajo con las comunidades trans de América Latina. En 2006 vine a Bogotá como invitada del Ciclo Rosa, dedicado al tema trans ese año. Todavía el tema trans no estaba “de moda” en el cine y no había muchos documentales sobre esa comunidad de América Latina. Carmen Millán de Benavides me invitó desde el Instituto Pensar de la Javeriana y me pidieron dar conferencias académicas y talleres con la policía de Bogotá y de Medellín para sensibilizar sobre la comunidad y prevenir el abuso policial hacia las personas trans. Casi me desmayo con la idea de esos talleres. Iba a rehusarme, pero la comunidad trans de Boston, incluyendo personas colombianas exiliadas, me dijeron que era sumamente importante. En ese momento Beatriz, una gran amiga afrocolombiana de Boston, me habló de la legendaria Diana Navarro Sanjuán. La fama de Diana precedió mi viaje a Colombia. Siempre dispuesta a colaborar, Diana me ayudó a facilitar los talleres con la policía. En realidad, fueron su creación. Ya para ese entonces Diana tenía amplia experiencia con la policía y con el sistema carcelario colombiano, para el trato sensible de las personas trans, tanto en situación de habitabilidad de calle, como en prisión. El mismísimo instante del verano de 2006 que vi a Diana en persona por primera vez, supe que este ser imponente que se presentaba ante mí era digna de un retrato. De esa primera colaboración se sucedieron décadas de cooperación de incidencia política con la comunidad trans, mientras filmaba el documental.
Una vez comencé a seguir de cerca a Diana, me di cuenta de qué tan fascinante era su hábitat: el barrio Santa Fe. A lo largo de estos 16 años he estado documentando a Diana y a ese barrio. Inicialmente, el documental se llamaba Diana de Santa Fe. Luego, por insistencia de Diana, fui incluyendo a más figuras claves del barrio, como la Madre Constanza, una de las madres con más antigüedad en el sector. No quería que Madre Constanza muriera sin que su vida quedara inmortalizada. No contábamos, en ese entonces, con que la misma Dianita se iría antes que Constanza, que vive a pesar de estar ya encamada. Poco a poco se fue convirtiendo en un retrato coral de la comunidad trans del Santa Fe. Hoy día se titula Todas las flores.
Concibo Todas las flores como la pieza que culmina la serie de retratos de la comunidad trans de América Latina, en la que llevo décadas trabajando. En algún momento de mi carrera, un ejecutivo bien intencionado de la industria audiovisual me aconsejó que cambiara de tema, para que no me vieran como “un potro con un solo truco". Hoy día me alegro no haber seguido este consejo. Ha sido precisamente mi perseverancia, trabajando con la misma comunidad desde diferentes ángulos, la que me ha permitido hacer mi trabajo más profundo y fortalecer los lazos con estas comunidades en los EE. UU. y en América Latina. Un trabajo consistentemente respetuoso, a lo largo de décadas, ha sido clave para obtener la confianza indispensable requerida para filmar un proyecto tan sensible como Todas las flores.
¿Cómo fue el proceso de acercamiento a los personajes de “Todas las flores”?
Desde 2006 he realizado investigaciones y trabajo de campo en Bogotá, además de colaborar con activistas locales, universidades, académicos independientes, funcionarios gubernamentales y trabajadoras sexuales para completar varios proyectos y talleres con la comunidad transgénero en el barrio Santa Fe. A través de la experiencia de establecer una relación cercana con Diana, una trabajadora sexual y defensora fundamental en el establecimiento de la "zona de alto impacto" de Bogotá en Santa Fe, Diana y yo acordamos colaborar en un documental participativo con su comunidad en esa zona. Todas las flores nació, así, a través de alianzas con la comunidad. La confianza no es un hecho, sino un proceso continuo cuando se trabaja con poblaciones vulnerables, una razón importante por la que la etapa de filmación tomó más de trece años. Presentarse consistentemente con un enfoque ético y horizontal ha sido clave.
Le invitamos a leer: El paraíso hecho de plastilina
¿Por qué es importante resaltar las historias y la realidad de esta comunidad en el barrio Santa Fe?
Desde el equipo de Todas las flores creemos que el cine documental debe ser sensible, debe respetar a los personajes y debe ser una ventana para conocer el mundo con todos sus matices.
En palabras de Diana: “Más que mi vida, más que el barrio, más que Colombia, ver esta película es muy importante, porque les dará una visión más cercana, más humana, más real, de lo que realmente es la vivencia de las personas que ejercemos prostitución y en especial de las mujeres transgénero que ejercemos prostitución. Allí puede esto servir como herramienta para la sensibilización y la concienciación de esas organizaciones de cooperación internacional y esos organismos que luchan por los derechos humanos para que nos reconozcan a nosotras y nosotros como actores realmente válidos.”
¿Cómo fue el proceso de pre producción y rodaje?
Hay que tener en cuenta que este es un documental cuyo primer rodaje formal se llevó a cabo en 2007. Han sido muchos años de ganar confianza de ir con y sin cámara al barrio, de intentar volverse paisaje, lo cual siempre será imposible. Entonces no ha sido un proceso usual, con una preproducción y rodajes tradicionales, sino que hemos estado entrando y saliendo del barrio de manera escalonada estos últimos 15 años con todo lo que eso implica. ¿Cuál ha sido la principal ganancia de ese esquema atípico de producción? Que de manera orgánica fuimos ganando el respeto y cuidado de participantes/personajes, al igual que lograr acceso a lugares vedados para el caminante común. El barrio y sus personajes nos han cuidado en estos muchos años y hemos podido rodar bajo condiciones complejas pero que permiten mostrar la verdadera esencia y dualidades de este barrio poderoso. ¿Qué enseñanzas le dejó la realización de este documental?
Como artista puertorriqueña neurodiversa doy prioridad a las representaciones dignas y empoderadoras de las minorías. Cada parte de la identidad de uno tiene una bendición y una maldición; y a veces una mezcla de ambos. Como artista con capacidades diferentes, cada etapa de este proyecto ha tomado un tiempo dolorosamente largo para completarse, y el proyecto completo, aunque avanzado, aún no está terminado. Considero Todas-Las-Flores como la pieza culminante que corona una serie de retratos de comunidades latinas, que comencé en 2004 cuando aún era estudiante de posgrado en Harvard. Si bien el proceso me ha cambiado profundamente a mí y a mi práctica creativa, completar un proceso insoportablemente largo me dará una sensación de cierre y logro (constantemente comprometida por el mero hecho de tener que trabajar en una industria dura como artista discapacitada). Sin embargo, no todo es personal o relacionado con mi propio sentido de autoestima. Completar el proyecto abrirá la puerta para que la película despegue y vuele su propio viaje. Las proyecciones serán un punto de partida para la co-creación de nuevos escenarios, nuevas conversaciones en torno a la identidad, el reconocimiento y el respeto por la comunidad LGBTIQ+ dentro de las comunidades Latinx y alrededor del mundo. Como artista socialmente comprometida, consideraría este proyecto un éxito si somos capaces de cumplir con la mayoría de los objetivos de nuestra campaña de impacto y si las comunidades con las que co-creo pueden avanzar en sus propias causas, agendas y necesidades.
Habiendo aprendido tanto haciendo retratos, son mi forma de confesar cuánto queda por aprender.
Le recomendamos leer: “Le hemos quitado valor a la importancia del arte en la educación del ser humano”
¿Por qué contar la historia de Tabaco y Ron?
En palabras de Diana: “Tabaco y Ron siempre ha sido un sitio emblemático para las mujeres transgénero que ejercemos prostitución porque fue la primera whiskería, por decirlo de alguna forma, el primer sitio abierto al público que nos ofreció una oportunidad de ejercer prostitución dentro de su establecimiento a las mujeres transgénero. Incluso nos ofreció hasta vivienda. En la primera etapa de Tabaco y Ron, cuando quedaba aquí en la 16 con 19, ahí vivíamos y ahí trabajábamos. Guillermo nos ofrecía vivienda y trabajo Antes de la creación de la zona de alto impacto, era en Tabaco y Ron que estábamos medianamente protegidas. Entonces es un sitio emblemático para nosotras y por eso a Guillermo algunas le dicen “La madre Guillermo”, porque Guillermo es como una madre sobre todas nosotras, las más antiguas, las que llegamos aquí en la época de los 80s. Lo vemos como una figura protectora, una figura que facilitó algunas cosas. En fin, Tabaco y Ron siempre ha sido un sitio emblemático porque fue la primera whiskería que existió aquí para mujeres transgénero.”
¿Qué dificultades encontraron en el proceso de completar este proyecto?
Una película documental es siempre un reto constante porque no tienes un guion, porque al intentar retratar la realidad te das cuenta de que la vida es una explosión de caos, cambio y movimiento que a veces ni el mejor guion de ficción puede prever. Al principio no fue fácil filmar en el Santafé, necesitaba estar siempre al lado de Diana. Al comienzo, cuando aún no conocía los códigos del barrio, alguna vez nos tiraron piedras, incluso en una ocasión le sacaron una cuchilla al camarógrafo pues rodábamos al lado de una olla. De todos modos, en medio de muchas dificultades económicas, de personajes que se desaparecían y volvían y dificultades personales del equipo de trabajo, creo que la dificultad más compleja de sobrellevar ha sido el poco interés por parte del público en general en la comunidad representada. Todos querían retratar al barrio de una manera amarillista, pero nadie quería ver ni le interesaba saber sobre la comunidad LGBTIQ+ en general, mucho menos sobre la comunidad trans. Entonces, la falta de visibilidad e interés en las problemáticas de esta comunidad tan vulnerable ha sido una de las principales dificultades a las que se ha visto enfrentada una película como "Todas Las Flores" una y otra vez.
Le puede interesar: Elizabeth Siddal, la tragedia de la musa prerrafaelita
¿Cuál mensaje espera dejar en quienes ven “Todas las flores”?
Estamos en una época en la que cada vez se abren más escenarios para la visibilidad y representación de diversos colectivos que han sido históricamente estigmatizados. Esta película pretende no ser el cierre de un proceso sino, por el contrario, ser un punto de encuentro que permita generar diálogos, campañas de impacto y otros escenarios en los que se dinamicen estas conversaciones y cada vez más todos estemos con los oídos abiertos para escuchar al otro en medio de sus diversidades y complejidades. Nuestro documental pretende ser una herramienta para reconocernos, para generar memoria de lo diverso y variados que somos como país, pero sobre todo para dejar de estigmatizar todo aquello que nos parece "diferente".
Estamos trabajando arduamente para que esta película se presente en festivales de cine, medios de transmisión, canales de transmisión, universidades, bibliotecas, centros comunitarios y prostíbulos, entre otros espacios. Desde el equipo creemos que el cine documental debe ser sensible, debe respetar a los personajes y debe ser una ventana para conocer el mundo con todos sus matices.