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¿De dónde salió la idea de convertir esta cantata en la obra que se está presentando?
Esta obra la montamos en 2013, creo que fue la primera versión, y el Teatro Mayor nos llamó y nos propuso hacerla, y al oírla no queríamos poner a bailarines bailando una obra y un coro cantando detrás, sino que vimos que la obra tiene una fuerza muy grande en el coro, en los tres solistas, y pensamos cómo poder hacer una puesta en escena que pusiera todo esto en el escenario. Esto lo montamos en ese momento con Tino Fernández, hicimos la dirección escénica y la idea realmente era poner el valor al coro y que la fuerza estuviera ahí. Las cosas se ajustan cuando llegan nuevos intérpretes, pero hemos mantenido el montaje que hicimos, y toda la dirección de arte, la escenografía y el vestuario la hizo Laura Villegas. Creo que la conjunción que encontramos fue realmente darle todo un valor al coro y coger los poemas, ceñirnos mucho al texto de Carl Orff. Lo que él hizo fue reunir una serie de poemas medievales, pero tienen un orden que en lo que veía cuando hizo la dramaturgia era que en esos poemas él va de la mala a la buena fortuna, y la buena fortuna entendida como el amor y la sexualidad, ahí él hace todo un homenaje a la relación, al contacto y al entregarse al otro y darle toda una ruta hacia ese encuentro, pero basándonos en las partes más potentes de Carmina es todo el coro como un personaje.
¿Cómo desarrollaron la presencia del coro como personaje?
Esa es la gran fuerza que tiene la obra de Carl Orff, porque lo que nosotros hicimos fue seguir un poco la estructura que tiene musicalmente, donde entra el coro con toda la fuerza, donde están los solistas, donde están los solistas con el coro, donde está el coro de niños, todo eso digamos lo propone Orff en su partitura, y estuvimos jugando con esa búsqueda que él hacía.
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A 10 años del estreno de esta obra, y luego de varias presentaciones, ¿qué ha cambiado?
Ha cambiado la conciencia del coro, porque cuando la montamos había mucho temor, había mucho temor por ejemplo a la desnudez. La primera vez que la hicimos había como un no saber y ya cuando vieron la obra completa, la reacción del público, ya el mismo coro fue entendiendo. Fue todo un aprendizaje también para los cantantes estar en escena de una manera así de histriónica, que no es simplemente un coro que pasa y hace una partecita, sino que es la fuerza protagónica de la obra, y en este caso había algo que hemos trabajado siempre con el coro de la ópera, las veces que la hemos hecho en Bogotá, la remontamos en Perú con el coro del Teatro Nacional de allá, y creo que lo que cambió ahorita es que hay un coro más joven, y la juventud trae una cosa muy histriónica también, y sí que busqué esta vez que las cosas que el coro proponía y los movimientos que proponía, involucrarlos de tal forma que toda la partitura coreográfica estuviera muy cerca de ellos, de sus cuerpos, entonces sí que fui aprovechando mucho las propuestas corporales que iban haciendo, para que el coro tuviera un trabajo corporal muy cercano a ellos mismos, y creo que la obra ha madurado.
¿Cuál fue el desafío de montar esta obra y volverla a presentar?
El desafío mayor es trabajar con tanta gente, porque llegar a hacer una puesta en escena, donde hay 110 personas en el escenario, hay un punto donde hacer que toda esa masa de gente tenga una unidad, pero cada intérprete de esa masa tenga mucha claridad de qué es lo que está haciendo. Eso es lo que para mí ha sido muy interesante, y esta vez que era con otro coro fue más interesante, porque era entender que un espectáculo de gran formato, con esa cantidad de gente en el escenario, tienes que trabajarlo como un espectáculo micro y entender que cada persona, esa individualidad, que no puedes pensar en masa, que la única manera de pensar en masa es pensar en el individuo, y eso para mí ha sido un reto cada vez, y esta vez más porque ya no había un coro que conociera la obra, sino que tocaba volver a pensar en ese diálogo con los individuos en medio de la masa, y ese creo que ha sido el reto y el aprendizaje más bonito de todo este trabajo.
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¿Qué representa la obra “Carmina Burana”?
Para mí representa un gran reto que hicimos, y en este caso sí que significó un gran reto volver a retomarla y volver a retomarla con un montón de intérpretes que nunca la habían hecho, ha significado un reto en la dirección enorme y sí ha significado un reto grande en mi carrera.
¿Cómo fue su primer acercamiento a esta obra?
Tuve una perspectiva muy distinta, creo que es una obra que todos hemos oído y no sabemos desde qué edad, es una obra que es el O Fortuna fundamentalmente, no la pieza completa. El O Fortuna era una pieza que había oído toda la vida y que siempre tenía una sensación. Por ignorancia, al tener todo ese coro, siempre pensé que era una canción o una cantata que era como más religiosa, y la sorpresa enorme para mí fue encontrarme con los poemas, leerlos y llegar a entender que era una obra erótica, sobre la sensualidad, sobre el placer, sobre darles un valor trascendente al placer y al goce, y eso me sorprendió muchísimo cuando empecé a trabajar con el texto de los poemas.
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